* Enviado especial a San Juan
“Ahora me explico por qué esos caballeros habitualmente tan almidonados, se sienten como un calamar en su tinta cuando se colocan, con todas las de la ley, su gorrita a varios colores. Es que con ese solo gesto, quedan automáticamente convertidos en otras personas, como si la gorrita no fuera sino el uniforme de una nueva personalidad”. Gabriel García Márquez - El Juramento
Gabriel García Márquez escribió una de las crónicas deportivas más bonitas de la historia y simplificó con unos cuantos caracteres la génesis de la pasión deportiva. El fútbol como una herramienta canalizadora. La pasión del hincha transforma a las personas, como lo hizo con estos cuatro amigos cordobeses que se transformaron en los personajes más pintorescos de la eufórica previa del Argentina-Brasil que se vive en San Juan.
Comenzaron a planificar el viaje cuando se confirmó la fecha del clásico y decidieron que la “movida” la tenían que hacer “completa”. La referencia es a los trajes especiales que decidieron confeccionarse para convertirse en soldados de la Scaloneta o, más bien, del Leónidas de Pujato como lo bautizó Alejandro Fantino al entrenador de la Selección tras lookearlo como un guerrero del Rey Leónidas en aquella entrevista tras el título de la Copa América que quedó para la historia.
“Realmente hace rato que bancamos a Scaloni. Estamos subidos al colectivo hace rato. Agarramos y uno dijo: ‘Yo preparo las espadas’. Otro dijo: ‘Tenemos que tener una capa’. E hicimos la capa. Los cascos estaban difíciles así que nos metimos en Mercado Libre. Fue una producción artesanal”, cuenta a Infobae Mateo Bordese, la voz cantante de este grupo de cuatro cordobeses que salió desde las ciudades de Almafuerte y Río Tercero el sábado por la tarde con el objetivo de ubicarse entre los primeros para conseguir entradas. Y así fue, pero la batalla para los guerreros adornados con bijouterie recién comenzaba...
“Salimos a la tarde del sábado en chata, fuimos manejando entre todos medio sin dormir y caímos sin escalas directamente a las 6 de la mañana del domingo al acampe esperando las entradas. Ahí éramos unas 30 personas, pero se armó bolonqui porque no había personal policial para organizar el acampe. Nos dijeron que por el tema de las elecciones estaba prohibido acampar en el autódromo. Era muy difícil organizar quién había llegado primero y la Policía nos avisó eso. Repartimos unos números de uno que sacó un talonario, pero ya para las 12 del mediodía éramos como, no sé, 10 mil personas y ahí se complicó”, relata la travesía que debieron atravesar en el Autódromo El Villicum donde se expendían los tickets.
Las fuerzas de seguridad intentaron acomodar a la multitud, pero hora a hora la situación se iba complicando. Aquellos que estaban adelante en auto de golpe competían en la fila con gente que había llegado a pie: “La Policía nos movió y en la desesperación de la gente de ganarte el lugar literalmente te tiraban el auto encima y nosotros que estábamos dentro de los primeros retrocedimos”.
Les avisaron que a las 21 los iban a dejar entrar al autódromo para acampar y el clima de tensión crecía. De golpe, las estampidas por ganar los primeros lugares se hicieron presentes. Los guerreros de la Scaloneta, en el clima de cordialidad que corría por entonces, habían sido los preferidos del público: “Cuando nos vestimos el domingo en el tema de la espera de las entradas nos sacamos como 100 fotos con la gente, vinieron los noticieros locales. La gente bancaba, empezó a cantar por Scaloni. Hubo un ambiente excelente con eso”.
Pero de repente los que estaban primeros quedaron últimos. “Se hizo un intento de fila entre los que llegaron primero, pero los de atrás empezaron a correr y se hizo la estampida. Todos corriendo con la reposera, entonces te golpeaban. Nosotros llevábamos carpa, reposera, conservadora. Se nos hacía muy difícil correr a la velocidad de la gente que no llevaba cosas, ahí perdimos un montón de terreno y quedamos bastante atrás en la fila. Dos logramos hacer la fila y ya quedamos directamente últimos. Eso de haber llegado temprano no sirvió para nada. Fue una desilusión muy grande”.
Finalmente, entre estampidas, corridas, euforia y ansiedad, consiguieron sacar dos entradas. Todavía quedaba una batalla más. Reaparecieron por el predio durante la mañana del lunes con la noticia de que había más tickets disponibles y obtuvieron las dos que restaban para alegría de los cuatro. “Tenemos la ilusión de que nos dejen entrar con los disfraces al partido, vamos a ir así vestidos. No sé qué va a pasar con la seguridad”, plantean sobre el duelo de esta noche en el Bicentenario desde su ese departamento en el centro de San Juan que alquilaron hace más de una semana.
Cuando no están en sus trajes fake de la Batalla de las Termópilas, son alumnos o laburantes. Fausto Martina estudia diseño industrial y trabaja en una fábrica; Mateo Bordese es vendedor de autos; Santiago Casini es electricista industrial y Alejo Martina estudia ingeniería Industrial al mismo tiempo que hace teletrabajo para una industria española.
“Nosotros bancamos tanto a Scaloni porque fue el que agarró la papa caliente cuando nadie la quería agarrar. Fue realmente muy criticado al principio y desde ahí lo empezamos a bancar. El vago muy humilde, sin vender humo, fue trabajando de a poco, fue construyendo un proyecto. Y nosotros venimos disfrazados porque queremos demostrarle a él que realmente la gente lo apoya, lo quiere. Demostrarle el cariño que tenemos con él y a todo el plantel. Nos sacó campeón, devolverle un poco lo que hizo por la Selección. Desde Sabella no hubo un técnico tan querido”, argumentan la locura de venirse desde Córdoba cuatro días antes del partido, vestidos de guerreros y teniendo que codearse por un ticket.
Estos “caballeros habitualmente tan almidonados”, como decidió describir en su momento el Gabo, son apenas una pequeña muestra de la locura que genera el fútbol y el éxtasis que acompaña a la Scaloneta que logró la Copa América. La épica que instaló Fantino encendió la chispa y estos cuatro cordobeses ya son parte del ejército full time. San Juan será una fiesta...
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