El día de Paula Pareto comienza antes del amanecer. Su alarma suena cuando los primeros rayos de sol todavía se mantienen ocultos. Y, después de un desayuno liviano, encara su jornada con los exigentes entrenamientos que desarrolló durante toda su carrera en la alta competencia.
Alejada del tatami, la Peque afronta una rutina activa que consiste en gimnasio, fútbol, pádel y más de 30 kilómetros en bicicleta. “Como judo ya no estoy haciendo por algunas lesiones que no me lo permiten, sigo entrenando desde el aspecto físico porque es lo que regula mi cuerpo”, explica en diálogo con Infobae desde el otro lado de la línea telefónica.
La charla se da después de unos ejercicios que realizó en el Cenard, porque su agenda completa no le da respiro. Sin embargo, la campeona olímpica en Río 2016 no duda en afrontar nuevos retos, como el que incursionará en Masterchef Celebrity desde el próximo lunes 8 de noviembre. “Me habían contactado en enero para hacer la segunda edición, pero en ese momento estaba con la Residencia y la preparación para los Juegos Olímpicos. Ahora, más tranquila, acepté porque me pareció un desafío divertido. Es algo diferente”, explica con entusiasmo.
Su trabajo como residente en el Hospital de San Isidro lo terminó con éxito. Por ello está a la espera de empezar con una especialidad en traumatología en un centro privado de la Ciudad de Buenos Aires con fecha estimada para marzo. “Ahora tengo tiempo para intentar llegar a la final. Ya no hay excusas para aventurarme en este reality, más allá de las metas que me propongo día a día. Creo que es lo más alocado que hice en mi vida”, sostiene.
En este caso no tendrá que apelar a las llaves para acabar con sus adversarios. Su misión estará focalizada en las cacerolas, ollas, cuchillas y sartenes. “Como vivo sola, me defiendo bastante en la cocina. Obviamente que no soy chef, pero me divierto porque es como una meditación en la que es un espacio para mí. Durante la pandemia estuve mucho tiempo en casa y se me dio por cocinar. Creo que lo que mejor me salen son los fideos caseros”, revela con orgullo.
Con el mismo don que pueden tener las abuelas italianas, los spaghettis de la Peque son una sensación en su círculo familiar. “Nunca me criticaron la pasta. No sé si es porque mis invitados tienen hambre cada vez que vienen a casa o porque salen ricos en serio. Es el plato con el que más cómoda me siento, pero en Masterchef va a ser diferente”, dice entre risas.
Pero sus inicios en la gastronomía no se dieron de la mejor manera. Durante su infancia, cuando iba a pescar junto a su hermano y varios amigos, una tarde intentó hacer hamburguesas para el grupo, pero el resultado no fue el esperado. “No sé qué había pasado con el carbón, que le pifiamos feo y quedaron crudas. Entonces se nos ocurrió agarrar papel higiénico del baño y calentar la carne con ese fuego. Fue un asco, porque nos las comimos igual y mi vieja casi nos mata. Fue supervivencia y tardamos más de tres horas en hacerlas”, recuerda con humor.
Naturalmente, durante su etapa en el judo debía cuidarse al extremo con las comidas. Según su mirada, “una cosa es tener en cuenta el aspecto nutricional para la competencia y otra lo que realmente nos gusta comer”. Por lo tanto, como ahora no cuenta con una preparación estricta de cara a un nuevo certamen, la leyenda nacional aprovecha para saborear lo que se privó durante toda su trayectoria como deportista de elite. “Ahora como de todo, aunque soy más de lo dulce. Disfruto desde un rogel o una torta de brownie hasta el asado de mi papá o la salsa suiza de mi mamá. Hay un montón de comidas que me gustan que no son tan positivas para un deportista”.
En su nueva faceta como cocinera, la joven de San Fernando deberá convencer al exigente jurado compuesto por Donato de Santis, Damián Betular y Germán Martitegui; un tridente que se caracteriza por sus devoluciones ácidas e impiadosas. “Una ya sabe a lo que se enfrenta. Cuando le comenté a mi mamá que iba a participar del programa, lo primero que me dijo fue que no quería que me criticaran. Pero no hay que dejarse llevar. Si me han dicho que hago un mal judo, imaginate si me va a afectar una evaluación sobre cómo cocino. Entiendo que tienen un paladar selecto y evolucionado, por eso habrá que escucharlos. Y si no les gusta lo que hago, me dará pena por ellos porque tendrán que comer mis platos feos. Igualmente, la idea es que salgan ricos”...
La frase de la doble medallista olímpica sorprende por las críticas que recibió en el pasado. Fiel a su estilo humilde, la Peque evita dar detalles sobre la descarada persona que se atrevió a poner en duda el talento de la abanderada que se adjudicó el bronce en Beijing (2008) y el oro en Río (2016). “No hace falta dar nombres, pero me lo han dicho. Me dijeron que yo no hacía judo, que era cualquier cosa. Tampoco hay que dejarse llevar por esas cosas”, aclara.
Con relación al formato que tendrá la competición televisiva, ella entiende que deberá concentrarse en una estrategia que va más allá de la práctica culinaria. “Hay que saber trabajar en un ámbito diferente, porque no voy a tener la comodidad de estar en mi casa. Habrá que saber adaptarse al tiempo limitado para ir a buscar los ingredientes y saber seleccionar lo fundamental para no irse al pasto. De todos modos, es un programa de cocina, un show con competencia en el que la clave estará en tener un buen día”.
Por lo tanto, cuando se le pregunta sobre las dificultades que tendrá en su nuevo rol como cocinera, es indudable que la ex judoca imagina que su participación en Masterchef Celebrity será más compleja que sus batallas sobre el tatami. “Es una preparación diferente. Yo para las competencias me preparé durante meses o años. Analicé las situaciones, los pros y las contras… En algunos torneos me fue bien y en otros no, pero de todos se sacaron un montón de cosas positivas. En mi casa también a veces me fue bien cocinando y otras veces no. Se trata de ir día a día. El judo es difícil porque tenés a un rival enfrente, pero esto es más complicado porque hay un jurado de expertos que pueden bochar tu mejor plato”, analiza sin temor a lo que pueda suceder frente a las cámaras.
El premio mayor de 1.500.000 pesos no le representa ninguna presión. Tampoco habrá “ninguna promesa” si llega a quedarse con el concurso. “Mi idea es ir programa a programa para disfrutarlo al máximo. Es como en los torneos, donde hay que ir lucha a lucha. En Río tampoco hice una promesa y terminé de la mejor manera. Hay que ir de a poco, disfrutando los procesos y poniendo buena onda”.
Por otro lado, Paula también tendrá una nueva función como delegada de la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Argentino, lo que significa “un lindo reconocimiento” a su trayectoria. “Es un lugar de privilegio con una responsabilidad muy grande. Se trata de representar a todos los atletas y la idea es que sus voces lleguen a los lugares que le pertenecen a los dirigentes. Voy a ser ese puente para que todos los deportistas confíen en la palabra y pueda ayudarlos en un montón de cosas. Siempre voy a estar muy agradecida al COA por darme esa posibilidad, porque tal vez en otro momento no se abrían esas oportunidades. Hoy estamos formando un lindo equipo con Mario Moccia (titular del COA) y Laura Martinel (su entrenadora), con quienes también logramos un montón de resultados en el pasado”.
Su misión será la de contribuir en la delegación albiceleste desde otro lado, porque “siempre hubo atletas que no se sintieron escuchados”. “El objetivo en esta nueva función es realizar distintas subcomisiones para que el mensaje vaya llegando de forma piramidal”, aclara antes de salir a la cocina más famosa de la Argentina.
Así es Paula Belén Pareto. La mejor judoca argentina de la historia, que además es considerada una de las mejores deportistas nacionales de todos los tiempos. En la actualidad ya no protagoniza batallas encima del tatami, pero continúa con nuevos retos que la mantienen cerca de su público ¿Cómo se define en la cocina? “Soy como en el judo. Voy al frente. No tengo mucha técnica, pero le pongo garra”. Su desafío está a punto de comenzar.
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