“Maradona: Sueño Bendito” llegó al corazón, a la memoria y al dolor

Como biógrafo del Diez, me emocioné con el primer capítulo de la serie de Amazon que emitió Canal 9. Los puntos más altos y las pequeñas divergencias históricas

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En el primer capítulo se recrea la llegada de Diego a Los Cebollitas, categoría inventada por Francisco Cornejo (“Francis”) para chicos nacidos en 1960
En el primer capítulo se recrea la llegada de Diego a Los Cebollitas, categoría inventada por Francisco Cornejo (“Francis”) para chicos nacidos en 1960

Resulta imposible terminar de ver el primer capítulo sin que una lágrima se deslice por la mejilla de aquellos que conocimos a Maradona. Antes de la evaluación del todo, llega hasta lo más hondo del corazón un hecho cierto de cualquiera de los Maradona que hubieran existido. Ese hecho es el profundo amor y la incondicional ternura que rigió la relación entre Diego y sus padres. Más allá de las licencias con que puede dramatizarse con admisible ficción, este primer capítulo dejó claro un hecho inalterable, probablemente el más noble, junto con el fútbol, del sentimiento que Pelusa tuvo por Doña Tota y Don Diego. Las escenas vinculadas con el trabajo esforzado e irreconocido por el obrero del frigorífico y por la madre siempre presente quedaron eternizadas en todos los sentimientos de cualquier momento de la vida de Diego Armando Maradona. El niño, el adolescente, el joven, el adulto, el anónimo, la promesa, el consagrado y el mejor de todos en el mundo, sólo conservó a lo largo de sus sesenta años ser siempre el hijo agradecido y proveedor.

Es probable que algunos personajes y algunos hechos hayan sufrido pequeñas alteraciones que no hacen al fondo de la biografía que comenzamos a ver. Pero especialmente en este día en el cual nos aproximamos a lo que hubiese sido su cumpleaños número sesenta y uno podemos reflexionar que con aquella mamá o con aquel papá vivos, presentes y existentes hace un año, Diego no hubiese entrado en agonía.

Es por ello que la bioserie preanuncia momentos de intenso dramatismo de una vida multiplicada por muchas vidas dentro de la misma humanidad. En el primer capítulo se advierte la asimetría entre la pureza de los sueños infantiles y la agonía de quien fuera la máxima estrella del fútbol mundial. Y en tal sentido el director – a su vez también uno de los escritores- Alejandro Aimetta ha jugado con el contraste de los tiempos yendo y viniendo varias veces del Diego niño al Diego hombre de manera clara y prolija. Tal intención, de prolongarse en los capítulos siguientes pues del 1 al 5 ya están disponibles en Amazon, generaran emoción y drama.

Resultará nostálgicamente bello ver al Pelusa jugando a la pelota en la feria de Fiorito –en realidad se conocía como “las 7 canchitas”- y acompañar su sueño de jugador de fútbol hasta que el calcinante sol de la tarde muriera. Ese papel lo encarna fenomenalmente Juan Cruz Romero. Luego aquel niño que jugaba en el Estrella Roja, el club de su padre Don Diego, tenía como clásico rival a “Tres Banderas”, cuya figura era un tal Goyo Carrizo, amigo de eternidad. Será gracias a él que Maradona, el mejor del mundo, comenzará su inigualable historia. Lo hará en Los Cebollitas – categoría inventada por Francisco Cornejo (“Francis”) para chicos nacidos en 1960; o sea los pibes que habrían de firmar su primer contrato un año más tarde para Argentinos Juniors. Es allí donde aparece su amigo Jorge Cyterszpiler, muy bien interpretado por Peter Lanzani, cuya influencia en la vida de Diego será el símbolo de la amistad y el cuidado hasta después de su consagración. Esa trama entre los amiguitos Pelusa y Goyo; sus padres Don Diego y Don Gregorio; sus técnicos Francis –interpretado por un Fernán Miras extraordinario- y el ayudante de éste Yayo (José Emilio Trotta cuya actuación es obra del entrañable Gabriel Schultz) desde donde se sublimará el piso de tierra, el baño lejano, las camitas de los 5 hermanitos juntas, el techo averiado, el esfuerzo de los padres para que no falte el plato de comida, el cielo lejano y desde un planeta ignorado el designio señalándole: sos vos pibe, sos vos el elegido para ser el mejor sin tiempos ni anchuras, el mejor para siempre…

Ese chico es el hombre cuya salud ha colapsado a comienzos del 2000 en Punta del Este y nos estremece en su agonía. La bioserie cuyo primer episodio ofreció excepcionalmente el Canal 9 permitió ver el dramático momento en el cual Diego Maradona le ganó a la muerte por primera vez. Los autores Silvina Olschansky y Guillermo Salmerón han sabido sintetizar aquel episodio que paralizó a la Argentina y movilizó a más de una decena de enviados especiales desde los países más importantes del Mundo para cubrir tan conmocionante hecho pues Maradona, efectivamente, se estaba muriendo.

Tres Maradona de los muchos que se suceden en la serie. El de Argentinos Juniors, el de la Selección y el del final en Boca
Tres Maradona de los muchos que se suceden en la serie. El de Argentinos Juniors, el de la Selección y el del final en Boca

Se sabe y se comprende que toda historia admite que los guionistas y el director aporten situaciones ficticias sin vulnerar la esencia medular del sujeto a describir. Tal es el caso de “Maradona, sueño bendito” pues los trazos esenciales vistos en el primer episodio responden a una realidad histórica altamente respetada. A diferencia de Monzón o de Grondona en El Presidente y mucho más aproximada a las de Vilas y Fangio, esta bioserie –hasta aquí- tiene unas pocas imprecisiones que vulneran el rigor histórico. Se diría que lo más importante ocurrió y que hay algunas licencias que bien pudieron evitarse.

Un ejemplo de ello es que Maradona había dejado de ser Cebollita al momento de la muerte de Perón pues tenía 13 años y medio –1° de Julio de 1974- y por tanto resulta difícil admitir al niño acompañando la congoja de su padre por el fallecimiento de su líder. Veremos si en los episodios siguientes se insiste con el involucramiento de Diego en cuestiones sociales y políticas tan interesantes como controversiales.

Lo ocurrido en Punta del Este siempre había sido un insondable tabú para él y desde él para su familia y amigos. Es así que cuando escribimos “Yo soy el Diego de la gente”, junto a Daniel Arcucci, el punto final era aquello de enero del 2000. Más aún tengo y recuerdo el testimonio que Diego pidió no publicar y que “Sueño bendito” exhibe objetivamente. Por cierto que sin la minuciosidad del hecho, pues todo lo ocurrido desde el 28 de diciembre de 1999 hasta el 3 de enero de 2000 sería otra obra en sí misma…

Fue en aquel fatídico período cuando Diego estaba alojado con Claudia y las chicas en el hotel Las Dunas, pero por las noches se iba a la casa que habían alquilado unos amigos en la línea de La Boyita, la propiedad que Marcelo Tinelli le compró a Caselli, justo al lado de la propiedad de Valeria Massa y Alejandro Gravier. Fue en la celebración del 31 de diciembre cuando Diego comenzó esa locura de fútbol por las tardes, alcohol por las noches y drogas en las madrugadas. Lo hizo dos noches y tres días seguidos. Para colmo el 3 de enero se encaprichó con comer ubre a la parrilla. Y un carnicero de Maldonado a instancias del dueño del supermercado Devoto, se las consiguió y le obsequió los tres kilos y medio de tan pesada achura. Después de jugar para el equipo de los amigos de Gravier -Alan Faena, el Pato Tobal y a veces Mauricio Macri- contra los amigos de Diego, se hizo el asado. Increíblemente, Maradona que antes le había dado notas a Gente y a Caras y que además dio vuelta el partido ganándolo 4-3 después de ir perdiendo 1-3, comió esa noche más de la mitad de los tres kilos y medio de ubre con champagne.

Refleja muy bien este primer capítulo la llegada del doctor Jorge Romero –primer día de médico, primer paciente Maradona y en emergencia-, la discusión con Coppola pues el doctor quería una ambulancia pero Diego no reaaccionaba, estaba amarillo e inerte. Coppola razonó: 40 minutos desde el cantegrill y otros 40 de regreso, vamos en la Montero de Diego… Finalmente el médico Romero quien había llegado con su Mehari a las 7.30 horas, aceptó.

Es cierto que Coppola paró a cargar nafta en la Ancap de La Barra, pero nunca me dijeron que hubiese tomado un café como lo muestra el episodio que vi. Tampoco recuerdo alguna discusión o acusación de Doña Tota – en esta etapa merced a una Rita Cortese genial – con Claudia – bien realizada por Julieta Cardinale- en el sanatorio Cantegrill. Por el contrario, en tales circunstancias los integrantes de la familia se mostraron más unidos que nunca. Tanto allí como aquí, en el sanatorio Sacre Coeur donde continuo la internación.

En los techos de paja de la cabaña que hoy es de Luis Brucco, dueño de Tequila, alguien muy cercano al Maradona de “Sueño Bendito”, escondió la cocaína que él mismo llevaba continuamente desde Buenos Aires hasta Punta del Este. El papel de Gerardo Romano protagonizando a Carlos Ferro Viera es sencillamente maravilloso.

Estamos seguros que esta serie tendrá una enorme repercusión mundial. En los próximos episodios comenzaremos a ver al Maradona más conocido, el de los claroscuros, el de lo sublime y de lo abyecto. Y en todos los casos, si el tratamiento sostuviera este rigor, Sueño Bendito alcanzará el éxito internacional propuesto.

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