Un 46.5% de los jugadores que integran los planteles de Primera División tiene al menos una dosis de la vacuna contra el coronavirus, siendo el 16% quienes tienen esquema completo. En juveniles (de Novena a Cuarta División), los porcentajes son de 26% y 5%. Sumando ambos espectros, el fútbol de élite en su totalidad tiene el 30% y el 7%, respectivamente.
La actualización del informe que la Liga Profesional realizó ofrece números por debajo del universo que comprende a toda la Argentina. Mientras el país ya inoculó al 67% de la población con la primera dosis de la vacuna contra el COVID-19 y al 53% con las dos, el fútbol corre atrás de la pelota. ¿Por qué sólo el 16% de los jugadores profesionales cumplió con el cronograma completo? ¿Por qué más de un 50% no pidió su turno como cualquier otro ciudadano para dejar atrás la pesadilla?
Alejandro Roncoroni, secretario general de Argentinos Juniors y titular de la Comisión Médica de la Liga, enumera algunas de las razones, mientras la entidad, en conjunto con la AFA, profundiza gestiones para que la gran mayoría de los jugadores pase por la aguja.
“Hay que tener en cuenta que la franja etaria del fútbol va de los 14 a los 35 años contando a las Inferiores. Y la vacunación adolescente está en curso”, puntualizó. Al mismo tiempo, rescató que, luego del primer relevamiento que había dado una cifra aún menor, en apenas tres fechas la inmunización en los profesionales de la Liga pasó del 8 al 16% en cuanto a los que recibieron las dos dosis, y del 33 al 46% en los que se inocularon por primera vez.
Más allá de los rezagados, de los que compatibilizaron su fecha de vacunación con el calendario futbolístico (ante el temor de que los efectos secundarios les quitaran días de entrenamiento o los dejaran fuera de un partido trascendente), sin dar nombres propios, el relevamiento ofrece también una foto de la sociedad. Porque hay futbolistas que no están de acuerdo con las vacunas. Y tomaron la decisión de no colocársela, por ideología y respaldados en que la mayoría de los jugadores que se infectaron en Argentina no pasaron por un cuadro grave (aunque sí varios tuvieron como secuela una miocarditis, tales los casos de Leonardo Ponzio, Paulo Díaz, Lucas Barrios o Edwin Cardona, por citar algunos).
Pero hay otros argumentos que esgrimieron los consultados que no se vacunaron: algunos alegaron razones religiosas. Otros, indicaron que lo hicieron por indicación de su representante. ¿Por qué motivos? Uno, el supuesto temor a futuras consecuencias por la aplicación de la vacuna, dado que se aceleraron las etapas de prueba para ponerle un límite a la pandemia, algo que no ofrece respaldo científico. Otro: que una de las vacunas (Sputnik V) todavía no está aprobada en todos los países y puede convertirse en un impedimento ante una posible transferencia, por ejemplo, al fútbol de Estados Unidos.
Un ejemplo de esta situación es lo que le tocó vivir a Enzo Cabrera, ex Newell’s, quien en julio pasó a préstamo al Intercity de España. En ese entonces, todavía no había recibido la vacuna, y lo dejaron entrar al país sin problemas. Posteriormente quiso viajar la novia (vacunada con Sputnik), junto a su hijo, pero llegó hasta el aeropuerto y no pudo salir de allí: debió volver a embarcarse hacia Argentina.
Cabrera pertenece al staff del representante Francisco Culasso, quien se encargó de sacar los turnos para sus pupilos, lo que ejemplifica que la “sugerencia” de no vacunarse no es común a todos los representantes. Y hubo clubes cuyos cuerpos médicos se encargaron de monitorear que todos sus jugadores se inmunizaran. River Plate, por caso, optó por vacunar a toda la plantilla en el inicio de su viaje de pretemporada por Estados Unidos: optó por la opción de Janssen, que es monodosis.
“Vamos a hacer una campaña para estar al nivel general. Vamos a hablar con todos los clubes, hay que ir por el lado de la educación y la información”, enfatizó Roncoroni el método elegido, con el convencimiento como arma. En el complejo de la AFA en Ezeiza funciona un vacunatorio con convenio con la Provincia de Buenos Aires, y las autoridades del fútbol argentino aprovecharán esa oportunidad para que la gran mayoría de los actores de la pelota sean inmunizados, además de instrumentar acuerdos con las instituciones del Interior para conseguir el mismo objetivo fuera de Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
En el mundo del fútbol, la dirigencia se propuso aportarle músculo a la iniciativa, desde el trabajo y la disuasión. En otras organizaciones, como la NBA, no impusieron la vacunación, pero quienes deciden no inocularse deben afrontar restricciones para evitar contagiarse y se exponen a multas o fuertes recortes en sus ingresos.
En la liga de baloncesto más competitiva del mundo, el protocolo para los no vacunados indica, por ejemplo, que no podrán comer en la misma sala que un compañero o técnico vacunado, sus casilleros deberán ser asignados lo más alejado posible de los vacunados, estar siempre con mascarilla y alejado a casi dos metros (seis pies) de todos los presentes en una reunión colectiva.
Los jugadores que han recibido las dos vacunas no deben someterse a pruebas, con algunas excepciones. Ese grupo fue autorizado a retomar las actividades habituales sin mayores problemas. Y ni las “vacas sagrades” del deporte se salvaron. Brooklyn Nets, por caso, separó del plantel a Kyrie Irving, separó a una de sus máximas estrellas porque no se vacunó contra el coronavirus.
Son dos caminos detrás de un mismo objetivo: rodearle la manzana al coronavirus para que la pelota vuelva a picar sin temores.
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