La empresa no iba a ser para nada sencilla para Marcelo Alberto Bielsa. Es que la vara estaba muy alta desde que un ídolo de la casa como Carlos Bianchi había conducido al equipo que venció al Milan en tierras japonesas por la Intercontinental 1994. Fue la época dorada para Vélez Sársfield, club que apenas lucía en su vitrina el trofeo del Torneo Nacional de 1968 hasta la conquista del Clausura 93. Luego cayeron en fila la Libertadores e Intercontinental 94, el Apertura 95, la Interamericana, la Supercopa y el Clausura 96. De golpe, se tuteaba con los más grandes del fútbol argentino e imponía respeto a nivel continental e internacional.
Lo paradójico -y que pocos conocen- es que en Liniers habían tentado a Bielsa en el segundo semestre de 1992. El rosarino había puesto punto final a su primera experiencia como entrenador en Newell’s Old Boys y se marchó al Atlas de México para organizar las “fuerzas básicas” (divisiones inferiores) de la entidad de Guadalajara. Eduardo Luján Manera se había despedido de la conducción técnica del Fortín y el buzo de DT estaba vacante. Se comunicaron con Mario Zanabria, quien acompañó al Loco en su excursión por suelo azteca y lo advirtió en persona del interés, pero la respuesta fue negativa. Y allí cerraron de inmediato a Bianchi.
Cuántas sensaciones encontradas habrá tenido Marcelo Bielsa cuando el 31 de agosto del 94 Vélez dio el golpe en el estadio Morumbí frente al San Pablo de Telé Santana, su verdugo dos años atrás en al final de la Libertadores que disputó comandando a Newell’s. Es que la historia entre la Lepra y el Fortín se espejó con dispar desenlace: ambos ganaron 1-0 en la ida como locales (goles de Eduardo Berizzo y el Turco Asad, respectivamente), pero cayeron por el mismo tanteador en Brasil y definieron en la tanda de penales. La divina fortuna le hizo un guiño a Bianchi desde los 12 pasos luego de burlarse de Bielsa. En el Rojinegro fallaron Berizzo, Alfredo Mendoza y Fernando Gamboa; para los velezanos convirtieron los cinco que ejecutaron: Trotta, Chilavert, Zandoná, Almandoz y Pompei (falló Palhinha para los brasileños).
Bielsa tenía claro que en su segunda travesía en el fútbol nacional habría exigencias importantes por la cosecha de trofeos recién conseguida. Eso no lo espantó. “El fútbol profesional siempre condiciona al triunfo porque de eso se trata. Es verdad que es una institución que viene de su ciclo más brillante, pero si no fuera así, igual sería necesario ganar. En esto siempre hay que ganar. No veo en el pasado inmediato un condimento que me obligue más que si las cosas no fueran así”, declaró Bielsa tras ser presentado como nuevo entrenador de Vélez en agosto de 1997.
A poco de comenzar el Apertura de ese año, la dirigencia fortinera le avisó a Osvaldo Piazza que no le renovarían el contrato e intentaron repatriar a Bianchi, que había tenido una experiencia con la Roma de Italia. Los roles se invirtieron: el Virrey dijo “no” y Bielsa les ganó la pulseada a Francisco Ferraro y Manera, los otros nombres que se barajaban. Tanto a Raúl Gámez, flamante presidente que cuando ya formaba parte de la comisión directiva había propuesto a Bielsa, como al vice Guillermo Pizzoglio, los tentaban sus cualidades como estratega, su pasión por el juego, la inteligencia y creatividad para planificar. En diálogo con Infobae, Pistola recordó sobre su primer encuentro: “Me enteré que estaba en Rosario y salí en vuelo para allá. Hablé con él a las 10 de la mañana y, cuando llegué a las 3 de la tarde, me sorprendió con todo lo que sabía de Vélez. Conocía a todos los profesionales y también los juveniles. Nos pusimos de acuerdo bastante rápido porque había deseo de que viniera”.
Iba a ser acompañado por sus ayudantes Claudio Vivas y Javier Torrente, más el preparador físico Carlos Kisluk (se sumó al PF del club Gabriel Macaya), el médico Ricardo Coppolecchia y el kinesiólogo Carlos Leoni, entre otros auxiliares. Aunque contaría con un séquito más numeroso que trabajaría a la sombra: entre ellos, se destacó el por entonces periodista Gabriel Wainer (enviado a Brasil a observar posibles fichajes).
Junto a Vivas presenció el partido por la primera fecha del Apertura entre Racing y Vélez en el Cilindro de Avellaneda. Fue 1-1 (goles de José Luis Chilavert, de penal, y Claudio Úbeda) y el Fortín fue dirigido interinamente por Julio César Falcioni, que tres días más tarde también se sentaría en el banco frente a Olimpia en Asunción en el estreno del Grupo 2 de la Supercopa Sudamericana (derrota 1-0). Bielsa tuvo su bautismo el 29 de agosto ante Gimnasia y Tiro de Salta en el Amalfitani, con un triunfo por 2-1 con goles de Patricio Camps y Mauricio Pellegrino (empató transitoriamente Darío Scotto).
Rápidamente una alarma se encendió en la que fue la segunda presentación internacional ante San Pablo por la Supercopa: durísimo 1-5 en Brasil que generó rispideces y dudas en el vestuario. Entre el envión que habían generado los éxitos de los últimos tiempos, la calidad del plantel y la impronta de Bielsa, la nave se enderezó y encontró un funcionamiento propicio en un inicio gestado a las apuradas y con la competencia arrancada. Dio cuenta del buen semblante que mostraba el Fortín el mismísimo Diego Armando Maradona, que declaró después del Boca-Vélez que terminó 0-0 en Liniers por la cuarta fecha del Apertura: “Este punto no está mal, sobre todo por el baile que nos comimos en el primer tiempo”. Pero la goleada en el Morumbí y el irregular andar en el certamen continental -con eliminación en fase de grupos- llevó a tener que ajustar algunas cuentas entre el cuerpo técnico y el plantel.
JOSÉ LUIS CHILAVERT, EL ENTRAÑABLE “ENEMIGO”
El arquero paraguayo era uno de los referentes del plantel multicampeón de Vélez Sársfield. De lengua filosa, había declarado en contra de la dirigencia del club: “Es una vergüenza lo que hicieron con Piazza. Esta actitud aceleró mis deseos de irme”. En los últimos mercados, Chila había coqueteado con River y Boca, pero Gámez y el resto de la Comisión Directiva tenían como política no venderles jugadores a los dos clubes más grandes del país o a aquellos que fueran a pelear por el título. No obstante, el plantel fortinero era de los mejores pagos del fútbol argentino por salarios y premios.
Gámez pretendía a un tipo como Bielsa para evitar la relajación de un grupo que ya había ganado todo. Con el rosarino se aseguraba el trabajo y la dedicación para repetir el éxito. Antes de presentarse ante el plantel, el DT reflexionó sobre cómo iba a fomentar la motivación de sus jugadores: “Depende de la naturaleza de los futbolistas. Los futbolistas motivables siempre van a ofrecer una grieta o un costado por donde ponerlos y los que no son motivables, aunque uno haga un intento exagerado, no va a conseguir convocarlos”.
Marcándole el vestuario, otro experimentado como el Pacha Raúl Cardozo mencionó ante el periodismo que él prefería la filosofía de Ángel Cappa como entrenador, algo que llegó a los oídos de Bielsa. Esa frase hizo eclosionar su ira. Bielsa reunió a todos antes de una práctica y utilizó la palabra “cobardía” a la hora de expresarse. Chilavert, de pocas pulgas, lo interrumpió y le dijo que no iba a permitir que empleara ese término ante jugadores que habían ganado todo. Le enrrostró su frase de cabecera: “Tú no has ganado nada”. Allí se levantó el telón de una puja interna de liderazgo en la que a Bielsa, desde la dirigencia, le dieron vía libre para hacer y deshacer a su antojo.
Vélez redondeó una buena campaña pero no llegó a pelear por el título junto a River (campeón) y Boca (segundo): terminó cuarto, con 8 ganados, 8 empatados y 3 perdidos. Chilavert (sin capitanía por la designación de Mauricio Pellegrino) atajaría todo el torneo pese a la discordia reinante con su DT.
Cuando retomaron los trabajos en enero de 1998 para afrontar el Torneo Clausura, el aire se cortaba con cuchillo. Fue después de una reunión de grupo que Bielsa lo increpó a Chilavert: “Si a usted no le gusta cómo trabajo, váyase”. El paraguayo no titubeó, se paró y se dirigió al vestuario. “Acá hay 5 jugadores que se tienen que ir atrás de él”, advirtió el entrenador. No voló una mosca, nadie acusó recibo. El entrenamiento, con experimentados como Víctor Sotomayor (30 años), Zandoná (31), Pellegrino (26), Marcelo Gómez (28), Camps (26), Carlos Compagnucci (29) y Asad (27) prosiguió con ellos y todos los juveniles a los que el entrenador apuntaba explotar.
“El tema con Chilavert lo resolvió él porque lo provocó él. Yo le dije que era el técnico y que hiciera lo que tuviera que hacer. Esos jugadores venían de salir campeón de todo, se hace difícil trabajar con un grupo así”, rememoró Gámez, quien bancó la postura del técnico de turno más allá de que no tenía pergaminos en la institución. Chilavert puso en riesgo su semestre previo a la Copa del Mundo en Francia por plantársele y fue separado de la pretemporada en el Hindú Club. Hasta quedó marginado de una serie de amistosos previos a la competencia oficial.
Parecía que Pablo Cavallero o Ariel De la Fuente se harían cargo del arco velezano, pero Bielsa dio marcha atrás y propuso una tregua para contar con la estrella guaraní, que terminó atajando todos los encuentros y convirtió 4 tantos a lo largo del campeonato (dos de penal, a Boca y Lanús, y dos de de tiro libre, a Gimnasia y Esgrima de Jujuy y Colón).
En Liniers todavía se pueden hallar algunas esquirlas de lo que fue la conflictiva relación entre el arquero y el técnico. Le contó Lucas Castromán a Infobae: “En mi primer día de entrenamiento con el plantel profesional, Marcelo juntó a todos en una ronda como hacía siempre y me presentó ante el grupo. Lo primero que dijo fue ‘usted, señor José Luis Chilavert para mí, Marcelo Bielsa, vale, es y va a ser considerado de la misma manera que usted, señor Castromán, que recién arranca con la Primera’. Ya está, creo que eso resumió todo para mí, para Chilavert y para el resto del grupo. El tipo no quería explicarle a los 30 tipos lo que pretendía, agarró al referente número 1, al capitán, al que más cobraba, y lo puso a la altura del piojo que se sumaba al plantel. Usted y usted están a la misma altura. ¿El resto qué iba a decir? Chilavert no iba a hablar porque lo comparó conmigo, Bielsa sabía que Chilavert no se iba a rebajar a hablar con un pibe de inferiores y yo sabía que con Chilavert, que lo tenía ahí arriba, no me iba a pelear porque era un estandarte. El resto iba a darle para adelante. En 10 palabras resumió todo”.
En el ya mencionado 0 a 0 entre Vélez y Boca en el que Maradona habló del “baile” que el Fortín le dio al Xeneize en la primera mitad, Diego probó a Chilavert con un remate de tiro libre que obligó al arquero paraguayo a estirarse cuanto pudo para sacar la pelota del ángulo (la bocha dio en la unión entre el palo derecho y el travesaño luego del roce de Chila). Esa jugada fue la razón de Bielsa para exigirle al guaraní que bajara de peso y se exigiera al máximo otra vez. Sí, así fue.
El Loco colgó en la puerta de la habitación en la que Chilavert concentraba un póster con su imagen sacándole del ángulo el tiro libre a Maradona. Se había instalado que el arquero estaba un poco excedido de grasas corporales y se excusaba con el consumo de algunas medicinas (corticoides) que tomaba para lidiar con un dolor de rodilla. “¿Vio la pelota de la foto? Usted la sacó por orgulloso, solo porque el que pateaba era Maradona. Bueno, yo lo quiero así todos los domingos, no importa quién patee”, lo desafió. Apenas seis semanas después de esa particular charla motivacional, el 1 había bajado 8 kilos.
De enemigos íntimos a líderes del éxito de Vélez. Con el tiempo, uno entendió al otro. Y hasta grabaron una anécdota brillante: Chilavert le había regalado una chomba gris de mangas largas (con la que se lo vio dirigir varios partidos) y le recomendó a Bielsa visitar Manhattan, distrito de la mejor ciudad del mundo, Nueva York, según él. El diálogo se dio justo antes de la Copa del Mundo que los reuniría en Corea-Japón en 2002. A Chila, que jugaba en el Racing de Estrasburgo de Francia, le sonó el celular...
— José Luis, soy Marcelo Bielsa. Lo llamo para agradecerle porque me demostró que es un gran profesional, en Vélez nunca me tiró el grupo para atrás. Sabe que estoy caminando por la Quinta Avenida y tenía razón, Nueva York es extraordinaria. Lo llamé también para preguntarle dónde había comprado esa chomba que me regaló...
“Bielsa fue uno de los mejores técnicos que tuve en mi carrera”, es la frase que sella el supremo respeto entre ambos.
Ese no fue el único contacto casi inverosímil que tuvo el entrenador con uno de sus dirigidos, ya que con Fernando Pandolfi también protagonizó una charla insólita. A alguien del círculo íntimo de Bielsa, el Rifle llegó a confesarle: “No te lo tomes a mal, pero ¿viste que a Marcelo siempre le dicen que el maestro esto, que al maestro lo otro? Bueno, mirá, a mí lo único que me enseñó es que ‘con cabello grueso, peine fino, Pandolfi; y con cabello fino, siempre peine grueso’”. Vale aclarar, Pandolfi se volvió devoto del Loco con el correr del tiempo. En una entrevista con este medio, manifestó: “La gran mayoría habla bien de él porque es incorruptible en todo. Me refiero a incorruptible en cuanto a sentimientos o poner un jugador por apellido. Jamás. Siempre ponía a los que mejor estaban. Hace que todos los que estén afuera se rompan el culo, porque sabés que si estás bien, te va a poner. Y dando clases de fútbol todo el tiempo. Era un tipo que a veces decías: ‘¿qué estamos haciendo?’ Y después, con el correr del tiempo, te das cuenta de que cuando todos hacen lo que él dice, el equipo vuela y te pasa por arriba. Marcelo te vuelve loco y aprendés muchísimo. Le sacás el jugo por otro lado”.
EL ARQUITECTO DEL MEJOR EQUIPO DE LA TEMPORADA
Los números del Vélez de Marcelo Bielsa en la 97/98 fueron arrolladores. Cosechó 78 puntos y aventajó a River (segundo) y Boca (tercero) en la tabla general. Fue el equipo que más victorias consiguió (22, contra las 21 del Millonario y el Xeneize), el que menos perdió (apenas 4 cotejos), el que más goles convirtió (81) y el que menos recibió (37), a pesar de muchos siempre le achacaron tener endebles defensas como contrapunto de sus poderosos ataques.
El Loco, como de costumbre, se inmiscuyó en todos los tópicos que rodearon al Mundo Vélez por ese tiempo. El plantel contaba con una pobre concentración situada en Ezeiza con la que igualmente hizo historia en la epopeya de la Libertadores 94. Fue Raúl Gámez quien consultó por unos terrenos aledaños con piletas olímpicas de medio siglo de antigüedad que pertenecían al Ceamse, frente a la autopista, con la intención de adquirirlos para construir la nueva concentración. No había suficiente verde para poner en funcionamiento el fútbol profesional y amateur de un club, pero le recomendaron otro predio situado en Zona Oeste, más precisamente Ituzaingó.
Vélez ejecutó la compra de varias hectáreas al Ceamse y proyectó el diseño de un complejo que reuniría a los jugadores de la Primera División a largo plazo. Bielsa, por un lado, cotejó información con el preparador físico Gabriel Macaya para la cómoda distribución de las canchas y sectores de trabajo con el fin de tener un óptimo funcionamiento diario. Por otro, le pidió ayuda a su esposa Laura Bracalenti, arquitecta, para delinear los planos junto a los colegas contratados por la institución para cimentar la Villa Olímpica. “Teníamos los terrenos, pero no estaba edificada la hotelería. Marcelo nos ayudó a identificar algunas cosas que eran necesarias y a generar todo”, explicó Gámez. Y lo retrató: “En la vidad sos honesto o no lo sos. Y Marcelo tiene unas condiciones morales de las que no hay”.
A las canchas con medidas profesionales y césped de primer nivel se les sumaron gimnasios de musculación, vestuarios para cuerpo técnico, jugadores, árbitros, salas de relajación (masajes, hidroterapia, duchas escocesas y sauna), oficinas para departamento médico, sala de reuniones y conferencias con lugar para 60 personas y un comedor para 100 comensales. En 1997 se puso en funcionamiento la Villa Olímpica y a principios del 98 empezó a tomar forma la concentración, estrenada a mediados del 2000 con 23 habitaciones con baño privado para 46 personas.
“Todos los adelantados fueron considerados locos en su época. Marcelo ya dividía y hacía entrenamientos mixtos como los de ahora 25 años atrás”, reflexionó Castromán, que también hizo referencia a la habilidad para comunicar del DT: “No lo entendías cuando él no quería que lo entendieras. Cuando le preguntaban algo en una conferencia de prensa y no te quería responder, te daba vueltas y te quedabas pensando ‘¿qué me dijo este tipo?’. Tiene una inteligencia mucho más avanzada que el resto, pero no porque nació así, sino porque es estudioso, un tipo que se forma todo el día”.
Los conocimientos de Bielsa, según el ex mediocampista que debutó de su mano con apenas 17 años en aquel Clausura 98 y estuvo cerca de ser convocado para el Mundial 2002, se exponían con la utilización de términos médicos que solamente estaban escritos en los libros o también frente a los pilotos del avión chárter con el que viajaba el plantel: “Le tenía pánico a volar, entonces quería asegurarse de cómo iba a ser el vuelo. Creo que si le dabas el avión te lo piloteaba porque era un prevenido con todo. Para todo te daba una respuesta y no una sarasa, algo contundente. Si le preguntabas a alguien o lo googleabas, la respuesta podía variar un poco pero era la que te daba. Él pensaba que tenía que absorber todo tipo de información para no quedar mal o como un boludo ante cualquier tipo de consulta”.
Castromán, que acaba de lanzarse como entrenador (es ayudante de campo del Torpedo Federico Arias en Chacarita), persigue ideas futbolísticas de Bielsa pero, por sobre todas las cosas, expone con orgullo las enseñanzas que le dejó fuera de la cancha: “Marcelo Bielsa es un docente increíble, de los que no hay, aparte de una gran persona. Creo que cualquier futbolista que lo tuvo y diga lo contrario, no podría explicar por qué. No porque es Bielsa y si lo tocan pasa algo, porque de hecho fue uno de los técnicos a los que más les pegaron en la historia de Argentina. Si no porque nadie tendrá pruebas como para poder voltear lo que el tipo enseñaba y decía”.
LOS MOTIVOS DE SU SALIDA
Luego de haber clasificado al equipo en el primer lugar de la temporada 97/98 y como campeón del Torneo Clausura, en las oficinas del Amalfitani esperaban a Marcelo Bielsa para renovar su contrato. Pero el destino del entrenador estaría nuevamente en el extranjero: Espanyol de Barcelona quería contar con sus servicios para la 98/99 y lo cerró horas después de que el Loco anunciara ante la directiva velezana su decisión de no seguir.
Gámez le ofreció un contrato multimillonario, que ningún entrenador percibía en Argentina. Incluso por encima de lo que percibía Chilavert. El rosarino no dio el brazo a torcer porque entendía que el plantel iba a entrar en una etapa de relajación que perjudicaría su andar en el siguiente certamen. “Yo quiero volver a salir campeón y creo que el equipo, por una serie de circunstancias, no pasará de la mitad de tabla conmigo”, fueron palabras más, palabras menos, las que usó antes del adiós. El desgaste con algunos intocables del plantel a quienes consideraba como parte de un recambio había hecho mella en él. También, en menor medida, los reclamos de la reconocida y exacerbada Platea Norte del Amalfitani lo desalentaron. Para graficarlo, una voz que atestiguó el empate 2-2 con Lanús en Liniers por la Fecha 14 de ese Clausura recordó el grito de un hincha disgustado por el resultado: “¡Bielsa, nos vas a mandar al descenso!”. Cuatro partidos más tarde daría la vuelta olímpica en la penúltima jornada ante Huracán. Y hasta contra el Globo, con el equipo ya consagrado, algún desubicado se atrevió a cuestionarle la modificación de Federico Domínguez por el Pacha Cardozo. Imantando flashes de los camarógrafos, se refugió en su bajo perfil y se dirigió rápidamente -con sus característicos pasos cortos- hacia el vestuario casi al unísono con el pitazo final de Horacio Elizondo. Los resultados y su carácter diametralmente opuesto al de algunos vendedores de humo que desfilan a la orilla de la línea de cal, terminaron enamorando a la hinchada con el tiempo.
Vélez desandó una irregular campaña de la mano de Eduardo Solari y acabó en la undécima posición del Apertura 98, tal cual predijo Bielsa.
“Le pedí por favor que se quedara porque parecía tener las soluciones para el futuro de Vélez. Bielsa es un tipo para contratar por 10 años, darle las llaves del club y los jugadores, y sentarte a cosechar logros deportivos y ventas para resolver lo económico”, expresa Gámez, enamorado de la labia sin doble discurso del Loco. Pistola aclaró no tener amistad con él, pero sí admitió sentir adoración y que el cariño entre ambos es mutuo. Su último contacto fue cuando lo llamó a Inglaterra para felicitarlo por el ascenso del Leeds United.
Transcurrieron semanas de su presentación en Espanyol de Barcelona cuando Julio Humberto Grondona se comunicó con Bielsa para ofrecerle el cargo de DT de la selección argentina. Daniel Passarella se había alejado tras la eliminación ante Holanda en los cuartos de final de la Copa del Mundo de Francia a principios de julio. Al mes siguiente, se plantó ante la dirigencia del club catalán para forzar su salida y así cumplir el sueño de ponerse el buzo albiceleste. Así comenzó otro capítulo importante para su trayectoria profesional en la que coincidió esporádicamente con Gámez (partícipe en algunos viajes con el seleccionado) y, por decisión propia, con ex dirigidos suyos como Pablo Cavallero, Sebastián Méndez, Federico Domínguez, los hermanos Claudio y Darío Husaín, Castromán y Pandolfi.
El sentimiento de gratificación fue recíproco. Bielsa se guardó para siempre un enorme recuerdo de la institución de Liniers: “Me llevo el haber estado en la estructura más seria de la que haya participado. Esta es una organización perfecta. Valoro muchísimo el orden interno que tiene Vélez: aparte de los jugadores y el fútbol que ha generado el equipo, hay un respaldo institucional que hay que considerar. Nunca estuve en una institución tan ordenada, tan prolija, tan solvente, tan bien estructurada. En todos los aspectos: tiene los mejores pisos de entrenamiento, un servicio médico extraordinario, los viajes, hoteles, desplazamientos, el cumplimiento de los compromisos, el respaldo ante la adversidad. Esta es una institución que en la adversidad se aglutina alrededor del objetivo, no se separa de él. Esta es una institución de lujo”. Su huella deportiva y humana será imborrable.
SEGUIR LEYENDO: