Fue una de las apuestas de Juan Román Riquelme para Boca en el último mercado de pases. Una sinovitis de rodilla postergó su continuidad con la 9 azul y oro, pero desde que retornó al primer equipo de la mano de Sebastián Battaglia, cumplió y acaba de romper su sequía goleadora justo antes de disputar su primer Superclásico. La lucha por cumplir el sueño de ser futbolista profesional no claudicó jamás y su historia es digna de ser contada.
Oriundo de la ciudad de Morteros, un municipio de San Justo (Córdoba) que tiene alrededor de 20 mil habitantes, Nicolás Orsini atendió el legado familiar de sus padres, afiliados al Club Tiro Federal y Deportivo. Ya de pequeño experimentó en diversas disciplinas (le gustaba mucho la natación), pero adoptó al fútbol como primera pasión. Arrancó en la escuelita, donde exhibió su potencial en los campeonatos infantiles de San Justo y los Argentinitos de San Carlos. Hubo equipos de Buenos Aires (incluido Boca, en varias ocasiones) que le echaron el ojo por su gran nivel, sin embargo optó por continuar en su Córdoba natal para no despegarse de su familia y amigos, prioritarios en su vida.
Mamó la época dorada del equipo de Boca dirigido por Carlos Bianchi y llegó a fanatizarse tanto con Martín Palermo que durante su adolescencia se tiñó de rubio un mechón del flequillo al igual que el histórico goleador xeneize.
Tiene un parentesco que pocos conocen: es primo de Florencia Bonsegundo, figura de la selección argentina de fútbol femenino y jugadora del Madrid CFF. Con ella también peloteó en su Morteros natal. “Siempre marcó una diferencia, era muy bueno técnicamente y se ha destacado desde muy chico”, comentó Pablo Mina, uno de los técnicos que tuvo durante su formación en Tiro Federal. Hizo amigos en las localidades aledañas de Suardi y Brinkmann y, pese a que disfrutaba mucho tirar paredes con sus compañeros de la Categoría 94, su físico y cualidades futbolísticas eran una invitación para subirlo a la 93. Su buen porte no le quitaba velocidad ni explosión. La cuota goleadora se prolongó y también la potencia de la que todos hablaban en su pueblo. Así, el estreno como profesional no demoró en llegar.
Con apenas 17 años formó parte del plantel de Tiro que consiguió el ascenso al Federal B. Aunque no tuvo demasiado protagonismo, ya era una de las promesas de la cantera junto a un volante ofensivo más grande (1992), Gabriel Gudiño, hoy en Patronato de Paraná. Cuando le dieron chances como titular, no salió más del equipo. Y a fuerza de buenas actuaciones, llamó la atención de un Atlético Rafaela, que en ese entonces competía hacía años en la Primera División del fútbol argentino.
El promotor de su prueba fue Fabricio Sánchez Varela, un santafesino afincado en el club cordobés que tenía contactos en la Crema por haber formado parte del plantel en el histórico ascenso a la máxima divisional en la temporada 2003/2004. El salto fue grande: del Federal B a la Primera hay una brecha importante que supo maquillar con su juego para cautivar al entrenador de turno, Jorge Burruchaga. El campeón del mundo le vio pasta y enseguida lo subió de la Reserva al grupo profesional. Por fuerza mayor, dejó pendiente la carrera de arquitectura y se mudó de provincia.
El esperado bautismo llegó el 2 de septiembre de 2013 en cancha de Belgrano de Córdoba. Allí Rafaela se puso en ventaja 2-0 por los tantos de Canhué y Rodales, pero el Pirata dio vuelta la historia gracias a un doblete de Lechuga Maggiolo y el tanto de Lollo. En el epílogo, Burruchaga mandó a la cancha a Orsini en reemplazo de Rodrigo Depetris. El DT le dio la chance al juvenil que corría detrás de otros delanteros como Federico González, Marcos Figueroa y Lucas Albertengo. Al de Morteros le bastó un cuarto de hora para estrellar un cabezazo en el travesaño que pudo ser el empate agónico. Tiempo después reveló que sintió alivio por no haber anotado ese gol: el refuerzo de Atlético no había recibido la habilitación correspondiente y su inclusión pudo haberle significado la pérdida de puntos al conjunto rafaelino. Como Belgrano ganó, el caso se archivó y su situación se regularizó días después.
Rafaela fue un punto de inflexión en su carrera deportiva no solamente por haber sido el lugar donde se estrenó en Primera sino porque allí el kinesiólogo Cristian Gays lo rescató. Orsini llegó a plantearse la idea de abandonar el fútbol por una serie de dolores en sus caderas y cintura. No había caso: golpeó la puerta de cuanto consultorio tuvo a mano, pero nadie le dio soluciones hasta que el médico de Atlético lo salvó. Hasta la actualidad realiza tareas en el gimnasio y ejercicios de movilidad previo a cada entrenamiento para no padecer molestias posteriores. Incluso en sus ratos libres, investiga cómo prevenir lesiones y fortalecer su tren superior e inferior.
El atacante mostró ciertas cualidades en la Crema, pero no llegó a despuntar ni afirmarse con Burruchaga, Roberto Sensini ni Leonardo Astrada. Cuando Burru retornó a la entidad santafesina y le advirtió que no iba a ser prioridad, eligió rescindir su vínculo (le quedaban 6 meses) e irse a jugar del otro lado del planeta.
De Japón y Corea del Sur lo único que sabía Orsini era que se había disputado la Copa del Mundo con triste final para la selección argentina de Marcelo Bielsa en 2002. Así y todo, armó las valijas, lagrimeó con sus padres y persiguió su anhelo de hacerse un lugar en el mundo del fútbol. El Tokushima Vortis japonés le ofreció comprarle el pase y tres años de contrato, pero por una cuestión de cupos firmó su contrato y fue cedido al FC Anyang surcoreano.
“Necesitaba jugar. Fue una decisión complicada por ser otro país con otra cultura, pero decidí hacer esto para mi vida. No lo pensé demasiado. Alguien con quien hablar voy a tener. Nos cansaremos de hablar pero la pasaremos bien, ja”. La referencia, antes de embarcar a Tokio, fue para su incondicional pareja Verónica, a la que conoció en Rafaela y quien se zambulló en todas sus expediciones por el extranjero.
Cumplida su corta estancia en Japón y la temporada en Corea del Sur, surgió la chance de firmar por el SV Horn de Austria, a la que no le escapó. Ese club había sido comprado por el futbolista nipón ex Milan Keisuke Honda, que hoy milita en Lituania. Fue otro periplo lejos de sus pagos, a los que siempre regresó cada vez que tuvo un receso. Fue en el Estado de Baja Austria donde probó suerte en otra exótica liga y además se recuperó completamente de una pubalgia que lo tenía a maltraer. Su papel de jugador trotamundos tendría una escala más en Asia antes de emprender la vuelta a Sudamérica: jugó un año en Fagiano Okayama previo a fichar por Sportivo Luqueño de Paraguay en 2018.
Jugar y vivir en el exterior lo ayudó a crecer futbolísticamente y como persona. No se arrepiente de las experiencias vividas, pero tampoco aguantó más el hecho de estar a contramano de los suyos, tratando de sintonizar algún partido de Tiro Federal de Morteros, Atlético Rafaela o de Primera División en su computadora. Las redes sociales ayudaron, pero cada vez que tenía que tomarse el vuelo de regreso a Asia le costaba más. En Paraguay sintió el alivio de jugar en un campeonato competitivo y de estar a un vuelo de corta distancia a Buenos Aires o Córdoba, además de figurar en vidriera de Argentina otra vez.
El que apostó por su vuelta al país fue Sarmiento de Junín, que lo contrató a mediados de 2018 para hacer un campañón con Iván Delfino como técnico. Orsini fue uno de los futbolistas más destacados de su equipo y la categoría, anotando 10 goles (solamente lo superaron con 15 Patricio Cucchi de Gimnasia de Mendoza y Pablo Veggetti de Instituto de Córdoba, y con 14 Enzo Díaz de Ferro). Los juninenses terminaron primeros junto a Arsenal y perdieron el partido desempate por el primer ascenso. Más tarde disputaron la final por el segundo contra Central Córdoba de Santiago del Estero y cayeron en la tanda de penales.
La frustración deportiva no espantó el interés de Lanús, que fue decidido a buscarlo de cara al segundo semestre de 2019 en medio de entredichos entre el entorno del futbolista y la directiva de Sarmiento, que aseguraba haber hecho uso de la opción de compra del 50% de su pase (250 mil dólares) para retenerlo. Finalmente el punta firmó en condición de libre y comenzó a inflar redes con la camiseta granate. No le pesó compartir delantera con históricos ídolos de la institución del Sur del Gran Buenos Aires como Pepe Sand y Laucha Acosta y se destacó desde su inicio. Tras el parate por la pandemia del coronavirus, retomó la actividad en buen nivel y pasó a estar en carpeta del Consejo de Fútbol de Boca Juniors liderado por Riquelme, a quien aplaudía de chico en Morteros.
A falta de delanteros para Miguel Ángel Russo, los de Ribera le compraron el 50% de la ficha que poseía Lanús en 1.750.000 dólares y además acordaron la adquisición de la otra mitad de su pase con su representante (la cifra no trascendió). Con vínculo hasta mediados de 2024, el Diego Costa de Morteros no se olvidó de la localidad donde nació y hasta invitó a muchos chicos de su ciudad a participar de una prueba para entrar en las inferiores de Boca. El compromiso con el club de su juventud perdura intacto hasta la actualidad.
“En Morteros soy feliz, es la ciudad donde crecí y tengo a la gente que siempre apoya y está conmigo”, declaró en más de una oportunindad el espigado delantero de 1,87 que viene de convertir su primer tanto con la camiseta xeneize ante Colón de Santa Fe. “Estoy meado por un elefante”, había lamentado tras la clasificación a semifinales de Copa Argentina del elenco de Battaglia ante Patronato de Paraná en la tanda de penales. Venía con la pólvora mojada pero se quitó la mufa.
Dentro del vestuario, se reconoce tranquilo y callado. Lo fue en clubes de menor calibre y ahora ese rasgo se enfatiza aún más ante la exposición que genera Boca. La sinovitis que lo privó de tener más minutos en el amanecer de la temporada es parte del pasado y ya recobró la confianza. Mañana Wilson (así lo apodaron sus compañeros por una imagen que trascendió en las redes sociales en la que apareció solo sentado en una mesa durante la concentración) estará frente a la chance de su vida: disputar un Superclásico por primera vez.
Suceda lo que suceda, en la buena o en la mala, Orsini sabe que cuenta con el respaldo de su círculo íntimo en su querido Morteros. Para él, como dice la canción de La Renga, “El final es donde partí”.
SEGUIR LEYENDO: