Habían pasado apenas unas horas de la derrota de Newell’s frente a Huracán en Parque Independencia. Con la mira puesta en el regreso del público a los estadios, el Ministerio de Seguridad de Santa Fe decidió hacer dos inspecciones sorpresa al Coloso Marcelo Bielsa y al Gigante de Arroyito. La idea llevada adelante por el Subsecretario de Seguridad Preventiva, Diego Lluma, era ver posibles irregularidades antes de dar el ok para la habilitación definitiva al regreso de los hinchas. Pero lo que encontró fue más de lo esperado: en la cancha de Newell’s había un cuarto blindado, como si fuera un bunker de la mafia, que pertenecía a la barra brava de la Lepra. Tenía tres puertas con hierro forjado de alto grosor, cerraduras de alta seguridad cada una y alarmas con clave digital. Increíble.
Pero lo peor fue cuando se le pidió al intendente del estadio que por favor abriera el lugar. Éste debió reconocer que no tenía llave. Entonces hablaron con la dirigencia del club encabezada desde la semana pasada por Ignacio Astore, nuevo presidente que ganó las elecciones diez días atrás. Y éstos también reconocieron que los únicos que tenían la clave de acceso eran los barras y contaron una infidencia: cuando se la pidieron a los violentos, Guillermo Sosa, uno de los líderes, dijo que no la entregaría. Así las cosas hubo que convocar al Grupo de Operaciones Tácticas de la Policía Santafesina para que derribara las puertas, lo que llevó bastante tiempo, y para que secuestrara todo lo que se encontraba adentro. Y ahí vino otra sorpresa: la dirigencia de la institución que no tenía llave de ese bunker, afirmó que todo lo que había ahí le pertenecía al club, no a la barra, por lo que se hizo cargo de los bombos, las banderas y demás cosas. Y se puso una puerta provisoria con dos llaves: una que quedó para la Policía y otra para el club.
¿Esto pasa sólo en Newell’s? Claro está que no. Hay al menos dos antecedentes similares en el fútbol argentino. Uno en Independiente, cuando tras asumir Javier Cantero encontró un bunker similar en el Libertadores de América e hizo sacar todo y cambiar la cerradura, lo que fue su primer enfrentamiento a muerte con Pablo Bebote Alvarez. El otro fue en Vélez, cuando la Justicia allanó el estadio en busca de pruebas para dar con el asesino de Diego Bogado (toda la barra estaba apuntada) y descubrió un lugar blindado y con alarma al que tampoco tenía acceso la CD de la institución y solo estaba la llave en manos de la barra y en aquel momento fue el jefe de La Pandilla de Liniers el que dio la clave para que pudieran ingresar. Insólito.
Volviendo a Newell’s, también la Seguridad descubrió que se había instalado un cartel de publicidad gigante delante del domo de video que enfoca el lugar de reunión de la barra, lo que hacía imposible grabarlos cuando se juntaban. Obvio que también lo sacaron. “Estaba todo desnaturalizado y como no le abrían a la Policía para que pudiera inspeccionar qué había, se demolieron las salas y la idea ahora es poner una pared y dejar ese lugar bloqueado como símbolo del ‘no pasarán’. El regreso del público a los estadios requiere acciones contundentes de afirmación de la autoridad legal para mantener lejos a los violentos”, le dijo Lluma a Infobae. Hay que tener en cuenta que con la llegada de una nueva dirigencia, hay muchos que quieren coronar como nuevos jefes. Entre ellos, un histórico, Matías Pera, quien secundó a Diego Panadero Ochoa en la jefatura de la barra hasta que se distanció de él porque no le pagó lo prometido. “Diego cuando me convocó para la barra me dijo: ‘Esto es como robar un banco. Una vez adentro nos repartimos todo’. Y no cumplió”, declaró en sede judicial. Ambos terminaron presos, aunque Pera ahora quiere volver al tablón. Y es una guerra que promete más capítulos.
Después el recorrido fue hacia el Gigante de Arroyito y en la cancha de Central se encontró algo similar a lo de Newell’s, con la diferencia que esta vez sí se abrió el salón donde estaban las cosas de la barra, el club también se hizo cargo, se inventarió todo y se cambió la cerradura del lugar, quedando una llave para la dirigencia y otra para la Policía, igual que en Newell’s. Pero además se hizo eje en otras dos cuestiones: remover la pintada que está ubicada detrás de uno de los arcos con la leyenda “Los Guerreros”, que es como se autotitula la barra Canalla, para que simbólicamente no haya propiedad alguna de la barra sobre un sector del estadio, y sacar la estructura de caños que está en la parte superior de la popular, vestigios de cabinas de transmisión durante el Mundial 78, que es un lugar donde se sube buena parte de los barra. “Todo lo que sea liturgia de validación social de la barra no puede existir”, afirmó Lluma a Infobae sobre el estadio de Central.
Y sobre este último punto, el Ministerio de Seguridad tomó la medida que quizá sea la única que traerá algo de polémica con los hinchas comunes: se prohíbe el ingreso a los estadios con cualquier tipo de bandera, ni siquiera podrá un hincha común llevar una de uno por dos metros. “Debajo de los grandes telones la barra acciona ilegalmente o procede a construir cuestiones que no podemos validar. Y además todas las banderas tapan la visual de los hinchas. Así que se determinó la prohibición”, indicó Lluma. “¿Si se puede revertir esa norma en el futuro? Habrá que ir viendo pero acá la decisión es la reapropiación de la soberanía del estadio por parte de la dirigencia y los hinchas. Y seguiremos trabajando hasta que eso se logre totalmente”.
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