Después de casi 33 años, Néstor García se despertó del sueño de dirigir a la selección argentina de básquet. Eso que siempre añoró se convirtió, finalmente, en una realidad que le dio un golpe al corazón. Después de conducir a 30 equipos y cuatro diferentes selecciones por el mundo, este oriundo de Bahía Blanca -sí, la tierra del básquet por excelencia- no puede disimular en ningún tramo de la charla con Infobae su alegría por el reciente nombramiento.
“Me estoy sonriendo todo el tiempo”, dice desde el departamento de su hijo en la Quinta Avenida de Nueva York. A la Gran Manzana llegó el Che antes de desembarcar en su país de nacimiento como un argentino más. No como “el entrenador argentino”, eso que escuchó desde que dejó su ciudad cuando tenía 23 años.
“Ya tengo bien formada mi manera de actuar frente a un grupo y ahora también me motiva mucho toda esta nueva etapa de comunicación. Porque ha cambiado con los jugadores jóvenes”, analiza García, que tiene como base troncal para seducir a su grupo de jugadores una ciencia del discurso, la programación neurolingüística. “Te enseña muchas veces como puede ser una persona kinestésica, como puede ser auditiva, como puede ser visual, para llegar con el mensaje”, explica.
El Che dejó marcas en cada lugar donde estuvo sentado en un banco como entrenador. Gracias a su magnetismo particular, generó una revolución en Venezuela que hasta lo obligó a tener que salir disparado por el asedio de miles de personas tras ganar el torneo FIBA América en 2015. O el accidente que tuvo en su paso por Arabia Saudita, que lo dejó postrado en una cama con árabes rezando en su mismísimo cuarto de hospital.
Cada una de esas partes de su vida completan la faceta real y única de Néstor García, el hombre al que le llegó la hora de buscar la gloria, finalmente y después de tanta espera, con su querida Argentina.
- ¿En qué momento de tu vida te llega esta oportunidad de ser entrenador de la Selección y cómo lo estás atravesando?
- Estoy sonriendo todo el tiempo, ¿no?. Ahora estoy ocupado, contestando un montón de mensajes que me entraron estos días. Estoy contento, feliz, la verdad. Con una sensación… A mí se me hace medio difícil explicar con palabras que yo, en todos los otros lugares donde estuve, era el argentino Che García. Y ahora soy el Che García, no el “argentino”, ¿me entendés lo que te digo? Nadie va a poner “la selección dirigida por el argentino Che García”. Esa sensación significa un poco todo lo que he estado afuera, tanto tiempo, y la verdad es que estoy muy feliz. Y muy agradecido a diferentes cosas. El hecho de que hayan confiado en mí en este proceso, en este ciclo nuevo. La verdad es que yo estoy muy agradecido a Fabián Borro (presidente), al Gringo Pelusi, el Consejo Directivo de la CABB, que confiaron en mí. Mucha gente que me ha ayudado. Pero desde que me anunciaron ya se cumplió más de una semana y tengo una sensación muy bonita.
- ¿Tuviste algún mensaje que te sorprendió cuando se oficializó tu llegada como DT?
- Sí. De mucha gente que hace años que no veo, de otros países. Digamos, de mi compañero de jardín de infantes, primaria y secundaria, que es mi hermano de toda la vida de Bahía Blanca, de Eduardo. De gente que, por ejemplo mi familia de campo, que a través de mi tía han conseguido el teléfono. Que yo creo que no veo, te soy honesto, desde más de 30 años. Más, 35, 40 años. Y de parte de la familia, orgullosos de que haya llegado a la Selección. Gente de mi club, mis compañeros de premini, con los que me crié en el club Olimpo. Entonces, tal vez yo no tenía el teléfono y para descubrir miraba la foto. “Estoy feliz por vos, orgulloso”, y tenía que mirar la foto porque no tenía el teléfono. La Selección provoca cosas muy lindas.
- Argentina viene de más de 20 años en los que sólo ha tenido a tres entrenadores y vos en ese tiempo has generado varias revoluciones deportivas en los lugares donde estuviste. ¿En qué etapa de tu carrera te llega esta elección y en qué presente del equipo?
- Yo tengo 56 años. Y para ser entrenador estás en una edad joven, muy buena. Lo que pasa es que yo empecé como profesional a los 24. Yo voy para 33 años de profesional. Tuve la dicha de tener un maestro increíble como Julio Toro, que me enseñó, y después de haber tenido buenos jugadores. Pero vos decís, llevo 33… uffff. Hay cosas en las que tengo bastante experiencia por la cantidad de años. Pero en cuanto a edad cronológica y ganas, me agarra en el mejor momento. Yo coincido en que no existe experiencia con juventud. Entonces, analizando cuando empecé dirigiendo, que tuve la suerte de tener grandes jugadores, siento que no era ni la cuarta parte de entrenador que soy ahora. Porque la vida te va haciendo crecer, la misma preparación de uno, el cambio de juego, los países… A mí me agarra en un momento bien, justo, justo. Ya tengo bien formada mi manera de actuar frente a un grupo y ahora también me motiva mucho toda esta nueva etapa de comunicación. Porque ha cambiado con los jugadores jóvenes. Yo me crié, cuando arranqué mi carrera, con jugadores que eran más grandes que yo. Y después, durante muchos años, no sé unos 10 años atrás, más o menos, tenían la misma edad que yo. Entonces, ahora hay una diferencia generacional en la que yo soy el que otra vez me tengo que renovar y adaptar por la manera de comunicar. Porque ahora es muy diferente a como era antes.
- En el sentido de cómo te comunicas con el jugador, te preparaste haciendo diferentes cursos de coaching, de lingüística. ¿Cómo te adaptas a estos cambios, a estas nuevas formas de comunicarte con tus jugadores, que a su vez son personalidades distintas que conforman un grupo?
- Lo único constante es el cambio. Lo único que se mantiene es el cambio. A mí me tocó ya cuando estuve en el Fuenlabrada de España que tenía 10 nacionalidades diferentes. Venezolanos, mexicanos, letón, croata, serbio, inglés, montenegrino, españoles. Tenía un conglomerado… Africanos. A mí parece que lo que más nutre de eso, por supuesto que el básquet es lo que une todo, yo creo mucho en la programación neurolingüística. Muchísimo, muchísimo. Que es una ciencia que estudia la manera de comunicarse, depende de cómo mandarse mensajes para que sean efectivos. Creo mucho, desde hace años que estoy con eso, nutriéndome de ahí. Y a mí me parece que un punto en común es acercarse, en este caso al jugador, a la persona, y conocer sus raíces, lo que dicen los americanos sus “biases”, los sesgos. A mí me parece que conociendo los sesgos, aceptando los sesgos de los demás, tratando de adaptarlos a un grupo, me parece que por ahí pasa el mensaje. Por ahí pasa. A vos te puede tocar un jugador que, capaz, antes de tirarla la pica 20 veces y viene jugando así. Y es un fenómeno jugando así. Y así llegó. Entonces, bueno, uno tiene que buscar la forma de que haga 12 piques con el balón y la pase. O sea, ya lo estás incorporando a algo del juego que vos querés. Entonces, yo creo que conociendo los sesgos de esas personas es como uno va mejorando la manera de comunicarles.
- Esto que contás de la programación neurolingüística, ¿qué armas te ha dado para manejarte con los planteles?
- Bueno, es en cuanto al relacionamiento, ¿no? Es una ciencia de la comunicación que hace ya varios años que está. En su momento, por el año 2000, era quizás la ciencia más moderna, la que más se buscaba… Te enseña muchas veces cómo puede ser una persona kinestésica, como puede ser auditiva, como puede ser visual, para llegar con el mensaje. Porque es de diferente manera que uno le tiene que llegar. Y desde hace años que estoy leyendo libros de eso y después me viene la experiencia. Al estar en distintos países, yo creo que no hay malos mensajes. O sea, estoy hablando desde la posición mía, no, de coach. Y en la vida, también. No hay malos mensajes, hay malos comunicadores. Y esto yo lo fui corrigiendo con los años, esto me lo enseñó gente muy capaz. Muchas veces decís “no me entiende lo que digo”. No, “estás dando mal el mensaje, García”. ¿Me explico? No hay malos oyentes, hay malos comunicadores. Para mí eso es una regla de vida.
- Llegás en un momento especial de la Selección. Argentina vuelve a contar con 4 jugadores en la NBA, viene de hacer un grandísimo Mundial a pesar de que en Tokio 2020 el resultado no fue el que buscó el equipo. ¿Qué balance hacés del equipo y qué grupo o filosofía vas a intentar forjar?
- Yo creo que ahora en todo este proceso no me voy a extender al Mundial, me voy a extender a la Copa América del año que viene en Río. Por una cuestión de reglas, económica, de pandemia, y por una cuestión de que yo quiero ver a todo el mundo, yo creo que van a cambiar los grupos porque quiero ver a todos. Iremos combinando con jugadores de la Liga Nacional, con otros que tengamos en Sudamérica, con los de Europa, con los que están en la NBA cuando puedan.. Es decir, siento que va a ser un mix. Teniendo en cuenta lo que es el jugador argentino, sé que me voy a encontrar con gente que va a dar lo mejor. Y teniendo en cuenta el grupo que viene de Tokio, esos chicos tienen mucho volumen de información, mucho contenido. He hablado con todos ellos. Los veo con mucha hambre. Hambre de volver a jugar en la Selección otra vez. Y cuando digo hambre, no es que tengan que demostrar algo. Eso pasa internamente por cada uno de ellos, sino que tienen ganas de estar en la Selección. Son un grupo muy compacto, y la Selección es la Selección para ellos. Yo voy a pedir tres cosas: “commitment”, compromiso; “focus”, estar enfocados en lo que vamos a hacer y que después, no hay nada ni nadie más importante que la Selección. Con todo el bagaje deportivamente que ellos tienen de los últimos años, porque más allá de los que están en la NBA y en Europa, hay jugadores también en la Liga que han jugado torneos internacionales en nuestro continente importantes. Y hay jugadores jóvenes que están bien, ¿no? Quizá se necesiten más tiempo para buscar otras cosas. ¿Nos falta altura? Tendremos que salir a buscarla como loco. Eso nos pasó siempre que nos faltó altura. Hablo desde la posición 2 que es donde estaba Manu (Ginóbili) hasta la posición 5 donde había más estatura. Yo tengo muchísima fe en los jugadores que tenemos. Un nuevo ciclo es este. Nosotros siempre nos preguntamos qué va a pasar después de que no haya jugadores de la Generación Dorada… ¿Qué va a pasar? Bueno, por ahí muchos comentarios no eran positivos. Esta es la gran oportunidad de que lo podamos ver todos y va a estar en las manos de un montón de jugadores que empiezan este nuevo ciclo arrastrando mucha información de todo lo anterior, ¿no?
- ¿Cuán importante es volver a tener a tantos jugadores en la NBA de nuevo después del retiro de Manu?
- Sí, es que aparte fue así como todos rapidito, uno atrás del otro. Eso es buenísimo porque más allá del progreso que han tenido los jugadores, la NBA está mirando el talento nuestro otra vez. Eso es buenísimo. Son cuatro jugadorazos, la verdad, que tienen todo para jugar en la NBA. No es que les están dando una oportunidad, los eligieron, porque la verdad es que la rompen y juegan muy bien. Cada uno en su rol, la rompen. Y es buenísimo para el básquet argentino. Porque también crea, a los jóvenes y a todos, como un sueño, ¿no? “Me gustaría jugar como… el que representa a tu país en la NBA”. Eso es genial para ahora, el presente, y lo que genera hacia el futuro.
- ¿Cómo fue la revolución que generaste en Venezuela? Porque se generó como un magnetismo entre vos y el deporte de ese país por todo lo que le pudiste dar
- Lo de Venezuela es impresionante. Yo no tengo palabras para agradecerle todo el cariño que me han dado. Y la credibilidad. A mí, cuando me contratan, yo presento un plan de trabajo. Y el primer plan con la selección era concentrar en Europa. Yo lo que quería era ganar tiempo y camino. Uno al tiempo no le gana, jamás. Pero uno puede ganar tiempo. En procesos. Yo quería ir a España porque me parecía que no teníamos paciencia defensiva, entonces al jugar en Europa en la preparación, el techo de los europeos nos iba a cambiar la cabeza. Y porque también ahí entrenan muchos equipos africanos, ellos te pasan por arriba físicamente. Terminás los partidos roto. Y como en Venezuela estaba la idea de que éramos atléticos y fuertes, quería poner un listón más alto. Y el primer año no le ganábamos a nadie en los amistosos. Pero eso fue un gran trabajo de la federación, y del gobierno que apoyaba con mucho gasto de preparación, porque íbamos 30 personas a quedarnos en España 40 días. Y ahí empezamos a cambiar la forma de jugar, agarro una buena camada de jugadores jóvenes, y otros con cierta experiencia, y salió como un magnetismo, como decís vos. Lo que me pasa a mí con la gente venezolana no lo puedo creer. O caminar por Buenos Aires es como si estuviera por Caracas. Ha sido algo impresionante. Cuando nosotros ganamos la Copa América, fue el primer título a nivel equipo que se ganaba. Y la recepción fue impresionante. Y a mí me llevaron por distintos lugares de todo el país para ser homenajeado, a cada estado, porque fue todo un país detrás de nosotros. Sabíamos que íbamos a tener un país detrás en el partido con Canadá. Creo que fue eso lo que les hizo ganar a los muchachos, el país se identificó mucho con ese equipo.
- ¿Es verdad que te tuvieron que sacar escoltado en un auto porque te seguía una multitud?
- Fue una locura. Por ejemplo, en el partido entre Caracas y Magallán, en el béisbol, que es como el clásico Boca-River nuestro, me hicieron tirar la pelota inicial. Que yo fui a tirarla y tengo una anécdota: uno de los pitchers del equipo pasa por al lado mío y me dice ‘profe, no se quede corto’ y me agarró como un nervio jeje. Claro, él la va a recibir allá… Imaginate si la pelota hace pif y se cae en el medio con 50 mil personas en la cancha. Es una ridiculez. Entonces dije ‘a éste se la tiro por la cabeza’. Bueno, salimos de ahí, y a mí me tuvieron que sacar por una puerta de abajo de un vestuario en un auto. Porque la gente estaba enloquecida con el equipo de básquet. En Venezuela hay algo: el deporte N° 1 es el béisbol y bien definido, pero el deporte que más se practica es el básquet. Tiene una connotación social porque no se puede armar una cancha de béisbol en todos los barrios y en el cerro, arriba. En cambio, en el cerro hay miles de canchitas de baloncesto. Juegan todos, lo que ellos dicen como la caimanera, ¿no? Yo siento que me pasaron cosas. Es un país que lo llevo y lo voy a llevar en mi corazón toda la vida. El venezolano es muy agradable. Es muy divertido, descontractura situaciones. Les debo mucho.
- Esto quiero conectarlo con algo que te pasó en Arabia Saudita, con un accidente que tuviste y los fanáticos del equipo también te apoyaron de gran forma
- Sí, porque yo tuve un accidente en moto de agua y quedé mal, la verdad. Me rompí la primera lumbar en fragmentos. Y no me quise operar. Me querían poner algo ahí como una chapa… Y no quise. Entonces me tenía que quedar un mes postrado en cama. Y el Príncipe que me contrató, yo estaba solo, me dijo: “Néstor, si queres pagamos en la línea aérea un plus y te volvés para Argentina para estar en tu casa”, y yo les dije que no. No había empezado el campeonato, a mí me habían llevado como prueba de adaptación porque es todo muy diferente. Y yo les dije que no me quería ir. El torneo empezaba al mes. Él me dijo “what?2, y yo le dije que me quedaba porque el accidente había sido mío. Él fue al club a hablar, el club hacía como 30 años que no jugaba una final, y habló. Yo no me podía dormir del ardor. Al médico que me atendía, que era un egipcio, le dije que me pusiera una bomba porque llevaba tres días que no podía dormir, con dolor, lloraba, y me puso algo y me dormí. Lo que yo siento a la mañana siguiente, era un cuarto muy grande, siento un rezo árabe, abro los ojos y en mi cuarto había un montón de gente rezando para que me recuperara. Y yo no lo vi, pero me dijeron que en el pasillo hacia afuera había gente rezando porque les encantó que yo me quisiera quedar. Y ahí hubo un click en la relación. Ahí hubo un click entre asistentes, jugadores, ahí me tomaron como parte de ellos. Fue algo que te moviliza. Ahí empezas a conocer su cultura, ellos son muy diferentes en la manera de ver la vida.
- En cada paso donde vas se genera ese magnetismo tan especial. ¿Por qué? ¿Es por tu dinámica de trabajo?
- Sí, nos entregamos. Creo que una de las características de los argentinos es que nos entregamos en alma y cuerpo. A mí me parece que una de las cosas es porque me adapto. Y así me pasó cuando me fui joven de mi ciudad a Puerto Rico. Adaptarse a una isla, en el Caribe con 23 años, parece fácil, pero no lo es. Salí de una ciudad como Bahía Blanca y, cuando llegué a Puerto Rico en el año 88, cuando Julio Toro me va a buscar, salgo del aeropuerto y en el primer semáforo, Julio me dice: “bajá el vidrio y agarrá lo que te van a dar”. Y había dos chicas al costado de los autos y me dan preservativos. Regalaban. Entonces, claro, era por el SIDA. Año 88, cuando en nuestro país, al menos en Bahía, el único caso que conocíamos era Rod Hudson, que fue el primero del que empezaron a hablar. Y ahí es donde empiezo a ver otro mundo, otras cosas. y me tuve que empezar a adaptar. Yo creo que me adapto. Yo a cada lugar que voy, trato de comer, sentir los olores, de comer la comida que hay ahí, de usar la terminología que usan ellos. Entonces eso produce un acercamiento, como nos pasa a nosotros también cuando viene un extranjero y lleva cinco días y te dice: “quiero comerme un choripán”. Te morís, le querés hacer 10 choripanes. Gracias a Dios, siempre me han tratado bien. Ser extranjero y jugador de básquet no es fácil. Es muy difícil, por un montón de cosas. Todo el mundo quiere hacer los cambios por vos, y si a eso le sumas que venís de afuera y por ahí le sacás trabajo a alguien de ahí... No es fácil.
- En base a eso, ¿pensás que vas a tener que hacer alguna adaptación ahora en tu país y con tu selección?
- Hoy todo cambió tanto... Y te tenés que adaptar. Hoy en día, el que “enseña” es el que más aprende. No tengo dudas. Cómo cambió todo. Sí que me tengo que adaptar. Y ya lo estoy haciendo. Me estoy interiorizando de lo que es la CABB (Confederación Argentina de Básquet) que es el ente madre, he hablado mucho con los jugadores y tuvo una charla re linda con el Oveja (Hernández). Yo me fui a caminar ahí por el Central Park, él estaba cocinando, y tuvimos una charla divina. Más allá de que nos conocemos de Bahía, hablamos de nuestros hijos, de la Selección. Así me estoy adaptando. Escuchando a todos los que estaban adentro, los que conocen la cocina. En mi país es más fácil adaptarme, y sino pediré un choripán.
- Néstor, ¿qué soñás conseguir con la Selección? No voy a resultados, no me interesa que me digas que vas a buscar tal o cual resultado al Mundial o los Juegos Olímpicos de París. ¿Qué va a pasar cuando en un mes estés sentado entrenando tu primer juego?
- El día que debute, yo ya lo sé porque me conozco, y ya lo he pensado en mis caminatas, lo que más quiero es dominar mis emociones. Va a ser muy fuerte para mí, lo sé. A mí me entraron muchas preguntas, como por ejemplo, yo, jugar finales contra Argentina. La primera vez fue la final del Sudamericano en Margarita. Y a mí me creaba un montón de cosas. Los dos himnos, los argentinos diciendo “a ver qué actitud tiene este”, los venezolanos diciendo “a ver si le tira su país”, la verdad es que tenía un sonajero en la cabeza, eh. Me ayudó mucho mi psicóloga. Ese día voy a tratar de manejar las emociones. Pero lo que más me gustaría a mí como entrenador es que juguemos bien al básquet. Porque me parece que es el paladar que hemos tenido en toda la historia de la que hablamos del básquet argentino. Y ahora es un nuevo ciclo. Entonces, poder lograr que nosotros juguemos bien al básquet, y que a la gente le guste cómo juega la Selección, con que la gente se identifique. Después el resto va a venir. Porque jugando bien al básquet, con el hambre que tienen estos chicos, nosotros vamos a buscar la gloria. La visión mía es buscar la gloria. Y la misión que tenemos que tener todos es ir a buscar la gloria. Porque cuando uno consigue la gloria, consigue todo. Consigue respeto, buenas vivencias, consigue de todo. Nosotros creo que la gloria la tenemos que buscar desde la manera de jugar. Esta Selección hace más de 20 años que se mantiene ahí. Desde el 2011, en Mar del Plata, hasta el día de hoy se ganaron tres campeonatos: el primero es el Preolímpico, el Sudamericano 2012 y en 2019 los Juegos Panamericanos. Pero se han mantenido, todo siempre ha sido podio. Tenemos que buscar por ahí.
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