Los tres Herbella confluyeron en un libro. El Juan Manuel futbolista, aquel barbado marcador central que manejaba los dos perfiles, sobrio y de buen juego aéreo, que surgió en Vélez, pasó por Colón, Argentinos, el fútbol de Venezuela, Ecuador y Brasil, y se retiró en Ferro. El Juan Manuel médico sanitarista deportólogo, título que recibió con honores al tiempo que desandaba los terrenos de juego, y que hoy ejerce en Huracán. Y el Juan Manuel periodista y escritor, que con la pluma llamó a los otros dos Herbella para la amalgama.
“Por eso estoy tan contento con el libro, aunó tres pasiones”, le dice a Infobae el ex zaguero sobre “No me corten el pie”, el libro en el que cuenta 11 historias de futbolistas que lograron sobreponerse a lesiones o enfermedades para conseguir encauzar sus carreras o sus vidas. Desde Fernando Gago a Pocho Lavezzi, pasando por Checho Batista o Luciano Galetti, juegan en sus páginas. Para ello, reunió durante tres años 143 testimonios, la gran mayoría de ex colegas, que le prestaron su vida para ser diseccionada.
-¿Cuál es la historia que más te impactó?
-La historia que más me impacta, la única que no es de superación, es la de Mirko Saric. Lo conocí como jugador y rival desde que éramos niños. Una cosa es la sensación que me daba cuando lo enfrentaba y otra la que les daba a los compañeros, otra a la familia, otra al entrenador. Cada uno te cuenta un Mirko distinto. Cada uno te da una mirada distinta sobre lo que pasó. Uno te habla de la novia, del entrenador que le dijo que si no arreglaba con un representante no jugaba, otro de que se lastimó y tenía mucho tiempo libre. Y todos te dicen: lo que me dijo dos días antes, hoy, a la distancia, fue una señal. Cuando la escribí, lloraba con la historia. Cuando desgrabás todas los testimonios juntos, te queda esa congoja, es difícil.
-¿Te tocó tener un compañero que pasara por un cuadro similar, por un pozo depresivo?
-En casi todos los equipos tuve algún caso de cuestiones de salud mental. Es un ambiente muy inhóspito el fútbol, es un ambiente para cabezas muy duras, muy ilógico en muchas de las cosas. En el fútbol, un universitario es suplente y el analfabeto es titular; no todos piensan lo mismo, te vas a otro país y las culturas cambian la forma de mirar los conceptos y resolver El fútbol es un ambiente que te maltrata desde chico; va mejorando con el tiempo, pero hay muchos intereses en juego y posibilidades de cambiar vidas, a mucha gente le apetece. Cuando más débil sos en cuanto a personalidad, menos chance tenés de consagrar.
-¿La personalidad o la mentalidad son más importantes que el talento para llegar?
-La mentalidad es más importante que el talento para triunfar en el fútbol, y cada vez más. Cada vez la cabeza es más fundamental en muchos sentidos. Por ejemplo, si a un futbolista le toca emigrar y compartir con futbolistas de distintos países, no resuelve igual un latino que un nórdico, incluso más allá de lo deportivo. Voy a ilustrarlo con una experiencia propia. Fui a jugar a Brasil y la expectativa mía de lo que tenía que hacer un lateral en una jugada puntual, era lo que esperaba que hiciera un lateral argentino. Y yo me tuve que acostumbrar a que ningún lateral brasileño hiciera eso. Imaginate el grado de complejidad cuando te vas a jugar a otro país...
-Una de las historias que contás es la de los Galetti, en la que el padre, Rubén, le dona el riñón a Luciano.
-Lo que tiene la historia de Galetti es una cosa que se ve en el fútbol; las cosas que pasan de padre a hijo. En este caso pasa el apellido, el apodo, el deporte, la posición en el campo de juego, el club y un riñón. Cuando hacés la cuenta, no debe haber muchos casos de legado tan impactantes en cuanto a la cantidad de cosas que pasan de uno a otro. Hay un montón de compartir de padres a hijos, pasa hoy con los Conte en el vóley. Y en los Galetti se ve exacerbado por la historia de la donación. También es fuerte la presencia del Turco Hanuch, quien participa del libro con su testimonio de su transplante y luego termina muriendo de otra enfermedad.
-En el libro terminás aunando tus tres pasiones: el fútbol, la medicina y el periodismo.
-Por eso estoy tan contento con el libro, aunó tres pasiones. Es distinto y cumple con el objetivo que me propuse. Nace en el libro “Pelota de Papel”, donde escribí un cuento de un futbolista con escleorosis, sentado en la sala de espera, en la que juega con su presente y pasado. Y la editorial me propone hacer el libro. Acepté, pero con el espíritu de “Pelota de Papel”. Que lo que se gane del libro, se done (las ganancias irán a la Fundación Natali Dafne Flexer, de oncología infantil). Lo pensé así, como un libro solidario. Y desde la perspectiva de que el objetivo del libro, el lector, pueda ser una persona que esté o haya sufrido una lesión. Son historias de gente que pasó por situaciones difíciles y las superó.
-¿Con qué Herbella te sentís mejor? ¿Con el futbolista, el médico o el periodista?
-Me siento bien hoy, mucha gente te diría que estoy mejor hoy, por cómo logré trascender el fútbol. Pero si me decís qué soñaba yo, yo soñaba con el primero, quería jugar a la pelota. En mi casa me dijeron: “Pensá que no todos llegan, tenés que estudiar”. Y me dije: “Si no soy jugador, soy médico de un plantel de fútbol”. Después fui futbolista, protagonista, no auxiliar. También fui médico de Vélez, jefe del departamento médico de Argentinos, médico en Huracán hoy, y tengo otras facetas. Es un plan B tras haber cumplido el plan A. Tiene otro sabor, disfruto el hecho de seguir vinculado al fútbol de otra manera, pero sin las tensiones, vivir otra realidad. Encontrar en el fútbol un montón de gente con la que me dio y me da placer compartir.
-Vos terminaste una carrera universitaria mientras jugabas al fútbol profesionalmente, algo no tan común en el ambiente. Contaste que te generó burlas y hasta algún reclamo de un entrenador por la atención disociada.
-Forma parte de los desafíos. Hoy hay una importancia mayor a nivel clubes en que los chicos terminen el secundario. Muchos de mis amigos del fútbol de Vélez, por jugar a la pelota, hipotecaron su escolaridad. Hoy en día los clubes hacen un esfuerzo mayor, aunque muchos no terminan en el secundario; es un porcentaje menor, pero sigue existiendo. Forma parte de la voluntad que tenía cada uno, mis compañeros sabían que me gustaba estudiar. Las burlas surgieron en un primer momento, pero después son parte de la vida. El narigón, es el narigón, ya no se acompleja, es un apodo. El enano... Sos el enano, lo incorporaste, trascendió. Tuve que vivir ese tránsito al momento de consolidar el profesionalismo, y hay cosas que te condicionan un poco, hay que asimilarlo. En toda profesión hay que superar los contextos. Pudo haberme generado algún perjuicio al comienzo, pero al final, me dio más beneficios.
-Y, en esa combinación de mundos, ¿qué balance hacés de tu carrera futolística?
-Jugué todo lo que quise y donde quise, entregué el máximo de mis posibilidades. ¿Pude haber sido mejor? Sí, si hubiera sido menos fundamentalista en Vélez. Me tuve que ir al Nacional B, estaba en el plantel de Vélez cuando recién se fue Bielsa, tenía un potencial de explosión, un trampolín, del cual saltar más alto. En el fondo, el objetivo era demostrar que se podía jugar al fútbol y estudiar medicina. Lo que más valoro son los momentos compartidos, los lugares conocidos, las experiencias. Eso te transforma, te hace distinto. Hay pocas profesiones que sean tan volátiles y que te permitan experimentar tanto. Por ejemplo, te podés encontrar con un un ingeniero forestal, como me tocó un técnico, y un chico de Fuerte Apache, con miradas de la vida y experiencias distintas. Eso te enriquece.
-¿Qué consejo le darías a un chico que aspira a jugar en Primera y al mismo tiempo estudia una carrera universitaria?
-Es muy pretencioso darle un consejo. Sí podría contarle mi experiencia y decirle, a partir de aciertos y errores, dos cosas. En cuanto aciertos, se puede estudiar, es perfectamente posible, requiere un poco más de esfuerzo. Y en cuanto a errores: por más que prioricé el fútbol, hay que priorizarlo a ultranza para tener la mejor carrera. No puede haber competencia directa entre estudiar y jugar. Al máximo, en todas las actividades, entrenamiento, descanso, etcétera. Una vez que se cumplió todo, en los ratos de ocio, estudiá. En los tiempos de salidas, o de Play, estudiá. No le quites ni un minuto al fútbol por estudiar. Ahí no bajás tu posibilidad dentro del fútbol. Yo me recibí de médico con diploma de honor de la UBA... Y me podría haber recibido de médico igual. No necesitaba el premio del diploma de honor, pudiendo tener una mejor carrera de futbolista. No prioricé 100 % al fútbol, tuve las ventajas y las pérdidas de esa decisión. A los 43 años, en retrospectiva, no cambia mi carrera el diploma.
-Sin embargo, en su momento has contado que trabajaste fuerte con la pierna izquierda quedándote después de las prácticas... Y terminaste jugando más de segundo central que de primero
-No niego que deportivamente haya hecho todo, pero relacionalmente, no. Si me tenía que quedar entrenando, lo hacía. En cuando al descanso, dormía menos. Por ahí durmiendo más y con algún doble turno más, podría haber tenido un mejor rendimiento. Me decían: “Vos no estás al 100% metido”. Y en realidad no tenés que dejar la duda. Lo cual era cierto, no estaba al 100% metido. Y en momentos de elección entre dos jugadores, por una diferencia mínima, elegían al otro.
-¿Por que decidiste seguir vinculado al fútbol desde un lugar alejado de las tensiones y no como DT, a pesar de que hiciste el curso?
-Decidí no ser técnico más que nada por lo nómade. Soy amigo de (Facundo) Sava, él siempre decía yo quiero técnico. Y yo le decía: “No quiero vivir el nomadismo del entrenador, trasladar a tu familia, que tus hijes se sientan que no los priorizás... El ser entrenador es peor que ser jugador de fútbol. No descargás como el jugador, que termina de entrenar y apaga la perilla. No, el técnico se queda pensando en cómo va a jugar el rival, en qué equipo poner. El entrenador no se apaga nunca. Vos, como jugador, sos uno para el entrenador, y el entrenador tiene 30. Todo ese combo no me gratifica. Sólo la cuestión técnico-táctica, sí, me divierte. Ver cómo se mueven en la cancha, los esquemas, cómo se contrarresta lo que te pone el otro, me encanta, y he podido analizarlo como comentarista. Pero ser entrenador no es una función mínima, es más abarcativa, integral, demandante. Y el manejo de grupo es lo más importante, porque vos podés ser un genio en cuanto a la táctica, pero si el jugador no te quiere o no confía, no va a funcionar. Es dificilísimo. Los admiro a los que deciden seguir esa carrera.
-Y hoy el técnico argentino pelea contra más obstáculos, en un momento difícil del país. ¿Qué análisis hacés del fútbol local?
-Hay un montón de cosas que atentan contra el desarrollo del fútbol argentino, las competencias, que durante el último año y medio casi no se compitió, cinco años cambiando el formato, cambiando reglas de juego con los torneos empezados. También los equipos, que cada vez más todo se concentró en el Boca-River, la hegemonía de temas, el dinero, la infraestructura. Es muy difícil traer extranjeros, ¿en qué dolar les pagás? Ha pasado que han venido jugadores, firmaron el dólar con un tope y el dólar se fue al doble. Si a eso le sumás que no hay descensos... Antes, la realidad de Boca y River a nivel internacional solapaba al resto, hoy ya no.
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