Patricio Toranzo fue una de las piezas fundamentales de uno de los mejores equipos que entregó Huracán a lo largo de su historia. Comparable con el del Flaco Menotti en 1973, el Pato no duda en buscar una similitud más cercana en el tiempo y asegura que ese conjunto que lideró Ángel Cappa fue “lo más parecido al Barcelona de Guardiola”.
Sin embargo, los polémicos fallos arbitrales en la última fecha del Clausura de 2009 dejaron al Globo en las puertas del olimpo y le permitió a Vélez arrebatarle el título con el recordado gol de Maxi Moralez. “Fue ilegítimo. Con el VAR no se hubiese sancionado”, se lamenta el volante en diálogo con Infobae y reconoce que no tendría problemas en reunirse con el árbitro Gabriel Brazenas “para saber qué se le pasó por la cabeza durante aquella final”.
El fútbol le dio revancha en la Copa Argentina que la entidad quemera le ganó a Rosario Central en 2014 y la Supercopa Argentina de ese mismo año frente al River de Marcelo Gallardo. Justamente, al Muñeco lo considera un ejemplo, dado que en sus días en Núñez catalogó a Napoleón como su “espejo”. “Demostraba su liderazgo dentro y fuera de la cancha”, explica.
En la actualidad integra el plantel a cargo de Frank Darío Kudelka y en su memoria todavía tiene presente “el momento más duro” de su vida, cuando sufrió un accidente con el micro que trasladaba al elenco porteño en Venezuela durante la Copa Libertadores del 2016: padeció la sección de la parte distal de cuatro dedos de su pie izquierdo. “Hay cosas que nunca dije. Ni mi familia conoce en profundidad lo que pasó. Es un dolor que me va a durar para siempre, y hoy convivo las 24 horas del día con ese dolor”, confiesa.
En contrapartida, también atravesó uno de los momentos más felices de su carrera cuando Diego Maradona lo convocó para la Selección antes del Mundial de Sudáfrica. “No hay palabras que puedan explicar lo que genera ese tipo”, asegura en una entrevista que protagonizó sin casete. Su relación con Miguel Russo, sus días en China y su futuro en el deporte que lo apasiona fueron otros de los temas que el mediocampista trató con una claridad notable. Y sin ningún tabú.
—¿Cómo fue dar los primeros pasos en Primera en el Clausura que ganó River en 2004?
—Arranqué desde muy chico en en el club en el que hice todas las inferiores. Ahí pude cumplir el sueño de llegar a Primera División, pero sabía que iba a ser complicado debutar porque había grandes jugadores. Tenía que pelear un puesto con compañeros que estaban en la Selección. Después de mucho sacrificio, uno se dedicó al 100% y tuvo la suerte de poder jugar y lograr ese campeonato. Si bien no me tocó tener mucha participación en ese torneo, tuve la suerte de convertir un gol decisivo para que después se lograra el título.
—¿Era difícil ganarse un lugar en ese plantel con figuras de la talla de Gallardo, Salas o Mascherano?
—También había muchos chicos que habían surgido de las inferiores. Mascherano fue uno de ellos, pero también estaban Sambueza o José Sand. Veníamos de muchos años de competencia en inferiores y nos volvimos a encontrar en Primera. Marcelo Gallardo era el eje del grupo. Desde todo punto de vista. Era mi espejo y mi ejemplo a seguir por cómo se manejaba dentro y fuera de la cancha. Él tenía muy buena relación con todos, porque había mucho respeto mutuo. Fue un aprendizaje enorme para lo que fue mi carrera.
—¿En ese entonces ya se percibían las condiciones que iba a tener Gallardo como entrenador?
—El liderazgo lo tenía dentro del plantel con su presencia y su juego. No hay mucho más que decir sobre su etapa como deportista. Fue un líder junto a Leonardo Astrada, Marcelo Salas y mucha gente con experiencia. Uno fue agarrando todo lo bueno que dieron esos grandes jugadores que quedaron en la historia de River. A mí nunca me sorprendió lo que logró Gallardo como técnico, porque lo demostró desde un principio. Siempre fui un agradecido de haber tenido de compañeros a esa clase de personas.
—Alguna vez dijiste que los 5 grandes del fútbol argentino son River, Boca, Racing, Huracán y Vélez, ¿todavía sostenés esta postura?
—Sí, claro. No tengo dudas.
—Estás dejando afuera a Independiente y San Lorenzo…
—Sí (risas). Quizás en ese momento lo dije por un tema de rivalidad. Es verdad que son dos clubes grandes también, pero para mí son esos cinco los grandes. Es fútbol, y cuando me preguntan me salen esos equipos.
—¿El Huracán de Cappa fue el mejor equipo que integraste?
—Sí. Tuve la posibilidad de jugar en muchos equipos importantes, con grandes jugadores y muy buenos compañeros, pero sin lugar a dudas esos fueron los seis meses más lindos de mi vida deportiva. A nivel juego, institución y gente, porque nos venían a ver de todos lados. Jugábamos con las canchas repletas, porque no sólo venían a vernos los hinchas de Huracán, sino que había simpatizantes de todos los equipos. En ese momento fuimos el equipo del pueblo. Éramos todos chicos que no teníamos grandes nombres, pero Ángel (Cappa) nos sacó el mayor jugo para poder hacer un campeonato ideal. Lamentablemente hay un solo campeón y hubo un gol ilegítimo, porque si hubiera existido el VAR esa jugada hubiese sido anulada. Igualmente, Vélez también tenía un gran equipo y merecía ser campeón, pero creo que todos querían que saliera campeón Huracán.
—Además hubo un gol a Eduardo Domínguez de cabeza que fue anulado y también pudo cambiar el resultado…
—Sí, y era válido. Cuando uno ve las imágenes, se da cuenta de que no hay ningún argumento para que hayan cobrado offside. Como a nosotros nos servía el empate para ser campeones, con ese gol nos hubiéramos puesto en ventaja y ellos tendrían que haber hecho dos goles para ser campeones. Seguramente el partido hubiera sido otro. También hubo un penal, que fue bien cobrado, que cuando Monzón se lo atajó al Rorro López pensamos que no se nos podía escapar. Supimos superar esas pálidas durante esa tarde que tuvo de todo. Hasta cayó granizo. Uno puede analizar las polémicas y va a encontrar muchas, pero fue un partido de 90 o 95 minutos en el que quedó la duda sobre si Vélez fue un justo ganador, pero ambos equipos merecían campeonar.
—Fue una jornada en la que se jugó a estadio lleno en el José Amalfitani y también había mucha gente en el Ducó siguiendo las acciones con pantalla gigante...
—Sí, nosotros estábamos al tanto de todo eso. Era nuestra ilusión poder campeonar después de tantos años en un torneo local. Y sobre todo por la manera en la que se jugó. Fue hermoso en todo sentido.
—Ese partido marcó el retiro de Gabriel Brazenas, ¿te lo volviste a cruzar alguna vez?
—Él quedó muy marcado por esa final. No sé lo que se le habrá pasado por la cabeza. Siempre uno le cae a Brazenas, pero también estuvieron los lineman y el cuarto árbitro que estaban para ayudarlo con las cosas que no vio. Sé que no dirigió nunca más y que cada vez que se cruza con un hincha de Huracán en la calle, le manifiesta sus incomodidades por aquel partido. No puedo decir más nada. Yo nunca más me lo volví a cruzar, pero no tendría problemas en juntarme con él para preguntarle qué sintió en ese momento. Fue algo que quizá lo condenó para toda la vida. No sé si fue en el final de su carrera arbitral o si tuvo que dar un paso al costado por ese partido.
—Fue un caso similar al del Mundial de 1974, en el que los amantes del fútbol recuerdan más a la Holanda de Cruyff que a la Alemania de Müller. A ustedes el fútbol les dio revancha con los títulos de la Copa Argentina y la Supercopa Argentina, pero en la memoria colectiva quedó el Huracán de Cappa ¿Lo sentís así?
—Y… fue porque se jugó muy bien. Fue muy lindo ganar esos dos títulos con Huracán, porque fue una secuencia en la que también se logró clasificar tres años consecutivos a la Copa Libertadores, que no es poco. Fueron años que se disfrutaron al máximo, a pesar de no haber podido campeonar en ese 2009 por ese gol ilegítimo. Hay muy pocos momentos lindos en el fútbol, pero cuando llegan hay que disfrutarlos al máximo. Creo que la Copa Argentina no la pudimos disfrutar como realmente se merecía, porque estábamos en una situación en la que la mayor prioridad estaba puesta en el Ascenso. Fue una semana en la que nos tuvimos que concentrar de inmediato, porque después del título teníamos una final para volver a Primera. Sin ir más lejos, creo que en ese 2014 Huracán mereció quedarse con ascenso que fue para Independiente, porque nos anularon un gol de Wanchope (Ábila) en el que estaba dos metros habilitado, que nos hubiera encaminado para quedarnos con el tercer puesto.
—Les tocó un torneo muy duro en aquella B Nacional, ¿alguna vez se habían imaginado que iban a enfrentar a Independiente en esa categoría?
—Es fútbol… Cuando volví de mi paso por China estábamos como a 13 puntos de Independiente y parecía imposible transitar esos seis meses contra un equipo que nos había sacado esa diferencia. Nadie daba un centavo por Huracán en ese momento, pero nos hicimos fuertes con un entrenador como Darío Kudelka y logramos hacer un gran torneo a pesar del resultado final, en el que nos sacaron el ascenso directo que merecíamos.
—Aquel Huracán de Cappa tenía los cimientos puestos en el bloque compuesto por Bolatti, Toranzo, Pastore y Defederico. Sin embargo, con el transcurso del tiempo sólo Pastore logró afianzarse en Europa ¿encontrás alguna explicación?
—Después de ese campeonato nos quedamos solamente 4 o 5 jugadores y el equipo se desarmó porque era difícil mantener a esa clase de futbolistas. Algunos tenían otras posibilidades. Yo podría haber vuelto a River, pero decidí quedarme en Huracán. A Bolatti le pasó algo similar, pero se habían ido los dos laterales que volaban. Tanto el Pipi Araujo como Chiche Arano la rompieron durante ese torneo. Nieto también se había ido… Era muy difícil mantener a un equipo que había hecho una revolución futbolística en Argentina que tuvo repercusión mundial. A Ángel (Cappa) lo llamaban de todos lados. En España decían que era lo más parecido al Barcelona de Guardiola. Lo mejor hubiera sido mantener la base para continuar el buen trabajo que se venía haciendo, pero era muy difícil. Javi ha demostrado que era el mejor de todos, pero no me quiero instalar solo en Pastore, porque era todo el grupo: desde el arquero hasta los que estaban en el banco de suplentes. Estábamos muy unidos y al que le tocaba entrar, rendía al máximo porque se contagiaba del resto. Podía jugar cualquiera porque el fútbol es un juego de contagio. Nos potenciamos mutuamente. Siempre se nombran a esos 4 futbolistas, pero teníamos a una persona dentro del plantel que era muy importante: Fede Nieto. Si bien no tuvo la oportunidad de hacer muchos goles, era potente, arrastraba marcas, cuando estábamos ahogados descansábamos en él... Quizás él no entraba en el circuito de la mitad de cancha, pero sentíamos que era clave por todo el sacrificio que hacía.
—Algo similar a lo que hizo Oliver Giroud en Francia durante el Mundial de Rusia 2018…
—Fue campeón del mundo y en ese torneo no pudo convertir ningún gol. Tenía unos monstruos al lado que se repartían los goles. A veces uno no tiene en cuenta el trabajo silencioso que hacen los delanteros. Si bien es muy importante convertir para un nueve, lo más importante es el funcionamiento del equipo. Le pasó a Francia en 2018 y nos pasó a nosotros en aquel campeonato del 2009.
—En Huracán también te tocó vivir una de las situaciones más complicadas cuando se accidentó el micro en Venezuela, ¿cómo fue ese proceso de superación?
—Fue uno de los momentos más duros que me ha tocado a nivel deportivo y personal. No se lo deseo a nadie. Hay muchas cosas que no conté y me las voy a guardar para siempre, porque ni mi familia las saben. Ellos la pasaron tan mal como yo. Tenía dos caminos: quedar postrado en una cama o salir adelante sabiendo que podía hacerlo. Elegí la segunda opción y fui probando: acá puedo levantarme, acá puedo pisar, acá no perdí estabilidad… pero tuve muchas secuelas. Hasta el día de hoy las sigo sintiendo porque quedaron de por vida. También trabajé desde el aspecto psicológico con la ayuda de mi familia y mis amigos. Vi que ellos también sufrían, porque en ese momento tenía hijos chiquitos y entendían todo lo que estaba pasando. Opté por ponerle mucha garra, porque era una recuperación de un año y medio; y logré hacerlo en tres meses. Si bien volví al fútbol al poco tiempo, jugué con el pie ensangrentado. No estaban las heridas bien curadas, pero en ese momento el cuerpo técnico me vio bien y pensó que era el momento porque Huracán no jugaba por nada. Fue una situación crucial para mi carrera, porque demostré que podía salir adelante. Gracias a Dios ese partido salió bien. Terminé con dolor, pero es un dolor que me va a durar toda la vida. Los médicos así me lo anticiparon y hoy convivo con el dolor las 24 horas. Lo más lindo es estar con vida para ver a mis hijos crecer. El fútbol fue secundario en ese momento y hoy estoy en actividad muy a gusto con esta posibilidad de seguir jugando a esta edad.
—¿En qué quedó aquella situación? ¿Se penalizaron a los responsables?
—Fue muy grave lo que pasó. Yo di un paso al costado y está siguiendo el caso otra persona de confianza. Hoy pienso en jugar al fútbol, porque es lo que más me gusta y me apasiona desde chiquito. Era muy injusto terminar mi carrera por ese accidente y no por mis propios medios. Me agarró con 33 años y en ese momento no pensaba en dejar el fútbol. Sabía que no podía decepcionar a la gente que me acompañó toda la vida, como mis padres, mi hermano, mis amigos y mi familia actual. Como quedé con vida, me preocupé más en volver a la cancha y en ver a mis hijos crecer.
—Durante tu etapa en Racing lo tuviste de entrenador a Miguel Russo, ¿creés que fue injusta la dirigencia de Boca con su reciente salida?
—Miguel me llevó a Racing y siempre le voy a estar agradecido. Él es como un padre para mí, porque me ha ayudado muchísimo durante toda mi carrera. Entiende todos los aspectos que involucran al jugador: los personales, los deportivos y los futbolísticos. Es una persona que quiero mucho y además me siento muy identificado con él. Cada tanto hablamos por teléfono y cuando nos vemos en una cancha nos damos unos abrazos enormes, porque me ha dejado muchas enseñanzas tanto para el fútbol como para la vida. Lo tengo muy presente y lamentablemente el fútbol es así. Creo que él se merece muchísimo más, y por unos resultados se terminó yendo. Tal vez hubo mucho desgaste, pero cuando asumió en Boca lo sacó campeón. A veces se terminan etapas, pero creo que fue injusta su salida. Yo no estoy en la interna de Boca, pero cuando hablé con él entendí que es un club que demanda mucho.
—Durante aquella etapa conociste a Claudio Yacob, con quien hoy volvés a tener de compañero en Huracán…
—Sí, La Flaca es un fenómeno. Además somos compañeros en las concentraciones. Es de esos jugadores que no puede faltar en un grupo por lo que aporta desde el aspecto personal y futbolístico. Nos llevamos muy bien, porque formamos un plantel muy lindo. Tenemos una competencia interna muy linda y disfruto mucho las veces que me toca compartir una cancha con él.
—De ese Racing también te quiero preguntar por dos jugadores: el primero es Teo Gutiérrez, que tuvo algunos episodios controvertidos, y el otro es Rodrigo De Paul, quien estaba surgiendo y en el último tiempo fue una de las figuras de la Selección en la Copa América de Brasil.
—En el caso de Teo, me pareció un pibe divino. Me llevaba muy bien con él. Es un personaje y una gran persona que tuvo algunos problemas, pero es un chico con el que hasta el día de hoy sigo hablando. Y De Paul recién estaba arrancando cuando yo estaba en Racing. Jugaba en Reserva y a veces venía a entrenar con nosotros. En ese momento ya demostraba que tenía unas cualidades enormes. Ha crecido muchísimo durante los últimos años. La realidad es que no tuve muchas posibilidades de tratar con él, pero el tiempo demostró que ha tenido su premio por todo el sacrificio que ha hecho durante su carrera. Hoy es una de las figuras de la Selección y está en uno de los mejores clubes del mundo. Se merece todo lo que le está pasando.
—¿Cómo fue recibir el llamado de Maradona para la Selección?
—Ah… fue increíble. En todos esos años de carrera nunca había tenido la posibilidad de cruzarlo y la primera vez que lo vi fue en el predio de Ezeiza, cuando hizo una convocatoria con jugadores de acá como preparación para el Mundial de Sudáfrica. De esos jugadores locales terminó llevando a Palermo y a Garcé. Cuando lo vi por primera vez estaba sentado comiendo algo, y cuando llegó no te puedo explicar lo que me pasó por el cuerpo. Fue una sensación inexplicable. No hay palabras para describir lo que generaba ese tipo. Tiene un aura diferente. No sé explicarlo. No era normal. Te daba una sensación de estar viendo a nuestro Dios. Dios hay uno solo, pero el nuestro era Maradona. Tenerlo cerca, que te hable y te agarre de los hombros para decirte lo que tenés que hacer es algo único. Te juro que se te caen los pantalones.
—Sus arengas eran muy emotivas…
—Sin dudas. Hoy tengo una foto en la que estoy con él, junto al Burrito Ortega y Palermo, que es uno de los recuerdos inolvidables que me regaló el fútbol. Ver a Diego de cerca es imposible de explicar. Lamentablemente se fue, y su partida significó un dolor para todos los argentinos. Hasta el día de hoy siguen saliendo cosas de él y es conmovedor. Yo tuve la suerte de conocerlo, y que me haya llamado para la Selección fue una de las cosas más lindas de mi carrera.
—¿Qué te quedó de la experiencia que tuviste en China?
—Fue increíble. El técnico era el Checho Batista y compartía el plantel con Gio Moreno y Rolo Schiavi. Fue muy positivo desde el aspecto deportivo y desde lo social. Es un país que tiene unas costumbres muy distintas a las nuestras. Yo soy capaz de adaptarme muy rápido a las raíces de cada lugar y viví una experiencia hermosa. Nos tuvimos que hacer fuertes en un lugar con un idioma muy complejo. Cuando llegué no sabía pedir ni un café o una gaseosa. Fueron vivencias que me regaló el fútbol y que me hicieron más fuerte.
—¿Qué detalles recordás de la vida cotidiana?
—Cuando llegué me puse a estudiar inglés para poder moverme, pero terminé hablando en chino con mis compañeros dentro de la cancha. Ellos no podían entender cómo nosotros comemos las comidas calientes y tomamos las bebidas frías. Cuando iba con mi mujer a un restaurante, pedíamos agua y nos la traían caliente. Después te das cuenta que tienen razón, porque el líquido frío te puede generar cólicos. Son costumbres… También había todo tipo de carne, pero la realidad es que no sabías qué estabas comiendo. Fue una adaptación a su cultura. Y comí mucha comida china porque me gusta, pero no me animé a las cosas raras. Había cualquier tipo de bichos para almorzar y cuando me los ofrecían prefería decir que no. Cuando había una pata de gallo, les decía que prefería unos fideos blancos (risas).
—¿Nunca te ofrecieron un murciélago?
—No, jamás (risas). Sé que comen cualquier tipo de insectos y animales, pero yo era más básico.
—Hoy con 39 años, ¿planeas tu futuro? ¿Pensás en lo que será tu vida después del retiro?
—Hoy tengo contrato hasta diciembre. Me siento muy bien y con ganas de seguir un poco más. Me llama la atención que a esta edad me siga despertando con ganas de entrenar y mantener el deseo de buscar objetivos grupales e individuales. Entiendo que me queda poco tiempo, porque no me quedan 5 años de carrera, pero mientras tenga ganas y el club me lo permita voy a seguir. También depende del cuerpo técnico, de los dirigentes y de mí. Yo quiero seguir compitiendo y por suerte no tengo lesiones que me lo prohíban. No sé si jugaré un año más, pero una vez que llegue ese momento voy a querer seguir estando ligado al fútbol, porque es lo que me hace feliz y lo que hice desde chiquito. Todo se verá en su momento. Hay un gran porcentaje de jugadores que cuando terminan su carrera siguen en el rubro desde otro lugar.
—Y si no surge nada, tenés una experiencia en la actuación…
—Fue raro (risas). La verdad es que no soy de hacer comerciales o esas cosas, pero cuando me contactó la gente de Cinzano me resultó divertido. Traté de no incomodar a nadie, porque hubo una cargada al eterno rival y no sabía cómo lo iban a tomar. Yo soy muy respetuoso, pero como sabía que había una chicana del otro lado, puse las cartas sobre la mesa para analizar los beneficios y las contras que podría llegar a tener y resolví formar parte del folclore del fútbol. En todas las picadas, con un vermú hay cargadas. Además, el contexto sirvió para poner un poco de humor en medio de una pandemia en donde mucha gente la pasó mal. Cuando salió por primera vez, sentí una revolución porque me empezaron a llegar mensajes de todos lados. Fue sacarle una sonrisa más a todos los hinchas de Huracán.
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