Facundo y Hugo Conte, juntos tras la histórica medalla del vóley: una profunda reflexión del alumno-maestro y la premonición sobre el éxito en Tokio

Después del bronce que obtuvo la selección masculina en los Juegos Olímpicos, padre e hijo evocaron la gesta con Infobae

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Facundo y Hugo Conte - Crecer como el hijo de una leyenda

Parece que fue ayer cuando un joven Facundo Conte, con una cabellera prominente, se fotografiaba junto a su padre Hugo con la camiseta del mismo club. De esas épocas en las que todos esperaban que el hijo de la leyenda pudiera ser parecido a su papá a hoy, el tiempo pasó. Y pasó rápido para todos. Pero lo más importante para propios y extraños de la disciplina es que después de tres décadas, el maleficio se rompió.

Medalla de bronce olímpica. ¿El rival? Brasil. ¿El resultado? Un 3-2 atrapante. ¿Edición? Pasó en Seúl 1988. Y ahora en Tokio 2020. En ambos casos, con un apellido repetido. “Eso es un condimento personal hermoso, increíble. Hace que esta historia tenga brillantina. Como que le da un toque mágico, épico, con un resultado igual, con el mismo número y apellido. Hace a la leyenda que se crea y está buenísimo, está buenísimo, y es hermoso porque genera una conexión personal emotiva, nuestra, familiar, muy fuerte, obviamente, pero creo que el logro va mucho más allá que esta brillantina”, explicó Facundo en diálogo con Infobae.

Desde Italia, Hugo Conte no dejó de remarcar el valor de la conquista que consiguió el equipo de Marcelo Méndez en plena pandemia. “Que tipos como ellos hayan podido, en el medio de tanto problema, de tantas situaciones donde no se podían entrenar o jugar de cierta manera, o viajar normalmente, tener ese ímpetu para llegar a un objetivo importante, para la gente es fuerte y muy importante. Es muy importante para todos. Para los chicos y chicas que juegan, que están en el medio, verse en esos espejos es muy motivador”.

En una charla profunda, en la que ambos repasaron cómo vivieron los comienzos de Facundo y toda la expectativa que se forjó sobre sus espaldas, el hoy N° 7 de la selección fue más que claro en su mensaje. “En algún punto, esto es la culminación de una etapa. Una etapa en la que todo esto sucedió, fue increíble, es un momento de culminación. Ahora se pueden dejar de joder, el alumno no superó, pero igualó al maestro”, confesó el Heredero.

- Recién hablamos con Hugo del valor que tenía esto para ustedes, pero también del significado para el vóley argentino de poder volver a estar en la escena principal del deporte. Fue como decir “Acá estamos, lo logramos, ¿no?”.

- Facundo: Yo creo que eso, a la vez, es una consecuencia de lo que hacemos. Muchas veces, lo logrado y lo hecho no es “vamos a hacer esto para crecer o para ganar”. Crecer es una parte de la repercusión y consecuencia de lo que sucedió, nos da el pie a saber que es real, que es posible. Por eso es que en algún punto motiva tanto a la gente como a los chicos; bueno, hoy los clubes no están funcionando de la misma manera, pero cuando vuelvan, más chicos se van a ir a anotar a vóley que los que había antes. Y eso es una repercusión importantísima para el deporte en general. Lo que se generó con el equipo fue increíble por como lo vivíamos entre nosotros, para querer ganar y eso va a traer nuevas opciones, nuevos horizontes para el vóley en nuestro país. Eso es lo que esperamos. Para que muchos puedan vivir lo que vivimos, y mejores cosas de lo que vivimos. Eso es el puntapié que queremos.

Jonas Papier, autor de las
Jonas Papier, autor de las fotos que ilustran esta nota, se emocionó cuando Facundo le contó la historia del tatuaje. Para el fotógrafo: "Es un pacto de amor marcado en la piel. Son cinco los Conte y son cinco los tatuajes idénticos que cada uno lleva en su piel. Es conmovedor".

- ¿Te acordás cuando empezaste a soñar con competir en los Juegos Olímpicos? Hugo siempre recuerda que vos jugabas con su medalla de Seúl 88

- Facundo: Tal vez cuando empecé a jugar, más allá de ver la medalla, que era algo abstracto. Si bien era la medalla, era abstracto, porque a mí, particularmente cuando era chico, no me llevaba a la vivencia que él había tenido para conseguir esa medalla. Pero a la vez, por otro lado, cuando empecé a entender y ver los videos del podio, que le ponían la medalla en el cuello; eso sucedió cuando empecé a jugar, cuando empecé a competir y entender más a dónde iba el juego. La competencia. Si bien siempre festejaba, yo lo veía jugar, lo que realmente significó lo fui entendiendo con el tiempo. Subirse al podio era ser ganador.

- ¿Sentiste que Facundo se iba a convertir en el jugador de élite que es hoy? Ya sea a nivel clubes o lo que significó para la selección en Tokio y otro torneos

- Hugo: Mirá, yo le vi siempre desde muy chico, más allá de que tenía que entrenar y mejorar la técnica, que dentro de la cancha hacía cosas diferentes. Y hacía cosas que, a lo mejor de haber visto mucho de chico, había incorporado visualmente y ya las hacía naturalmente a los 13, 14 años, que normalmente es muy difícil de ver en un chico. Ahí medio de que me daba cuenta que hacía cosas de un jugador más grande, si bien todavía tenía que pulirlas y mejorar físicamente. Y a medida que fue creciendo, y fue mejorando en su físico y en la técnica, fue creándose él mismo ese camino y esa carrera para llegar a un nivel alto, muy alto. Después, una vez que ya a los 17, 18, veías que estaba haciendo cosas muy buenas, bueno, era cuestión de tiempo. Pero las bases naturales del juego, las cosas que hacía con la pelota, eran muy buenas siendo muy chico.

El abrazo interminable de padre
El abrazo interminable de padre e hijo medallistas, tras la consagración de Facundo en Tokio. Hugo bajó a abrazarlo luego de comentar el partido para la televisión

- Imagino que el haber tenido a Hugo como papá tuvo sus pro y sus contras, pero el camino demuestra que ha sido increíble lo que pudiste forjar dentro del campo por tu cuenta y que ahora se conjugó con algo histórico como haber sido medallista olímpico igual que tu papá

- Facundo: Tuvo, tiene y va a tener siempre sus pro y sus contra este tipo de relación. En este caso, cómo él decía, las cosas que yo podía hacer de chico, diferentes tal vez, a los demás chicos de mi edad en ese momento eran justamente por ser el ‘hijo de’, pero no por la genética. Realmente como él decía, te entra por la retina. Yo iba a ver los partidos de él, imitaba cosas de los jugadores que jugaban con él, no sólo de él. Entonces, ante todo, se fueron destrabando niveles más rápidamente. Era joven y estaba jugando mucho, habiendo visto vóley de primer nivel, viéndolo ganar. Fue importantísimo esa motivación, esa competitividad, euforia por jugar, fue todo un poco todo a raíz de eso. De cómo él lo vivió con nosotros en casa, y lo hice propio. Pero por esa situación que él había creado, la verdad que la disfrutamos muchísimo. Pero hoy nos encontramos con esa medalla, me pone súper contento. Fue una alegría absurda y una realización muy importante, con toda esa expectativa que se ha puesto en mi vida personal de tantos años, de comparaciones externas, de notas… En algún punto, esto es la culminación de una etapa. Una etapa en la que todo esto sucedió, fue increíble, es un momento de culminación. Ahora se pueden dejar de joder, el alumno no superó pero igualó al maestro. Así que ahora ya está, listo, a mí me vale.

- Hugo: Con respecto a eso, dos cosas. Una es un mensaje que lo estoy dando mucho desde hace tiempo, pero bueno, desde que ganaron la medalla y me preguntan “cómo fueron los comienzos de Facu, esto, lo otro”. Yo siempre digo lo que nosotros siempre tratamos de transmitir con mi señora, que también jugó: evitar presionar a los pibes para que puedan hacer el deporte de una manera muy tranquila y que sientan la esencia del deporte, que es jugar. Sin ponerle uno realmente las cosas que quieren que sean. Sí dándoles consejos, o tratando de hablar en momentos difíciles, pero sin la presión desde chicos para que hagan ese deporte o que lo hagan de una cierta manera, o para que jueguen de una cierta manera. Eso, por un lado, creo que es un mensaje para los padres. Y después, con respecto a lo que dijo Facu, mi compañero de habitación (José Montesano) sabía perfectamente lo que yo rezaba esa mañana para que ellos ganaran la semifinal y ya como mínimo tengan la de plata, para que realmente ya superen lo que nosotros habíamos hecho. Este partido que jugaron con Francia en semifinales, yo le pedía Dios que ellos ganaran y que como mínimo obtuvieran la de plata y llegaran a la final. Porque realmente lo sentía así. Yo estoy seguro que muchos de mi generación decían “ojalá que pase”, para ser superados finalmente. Porque nosotros también, más allá de la alegría de tener la medalla, muchas veces decimos “pucha, pasaron 30 años y todavía seguimos…” Ojalá que el vóley pueda tener otro hito importante. No que se deje de hablar, porque esa es nuestra historia, pero que pegue otro envión muy fuerte con un éxito importante. Así que bueno, nada, desde ese punto de vista lo único que quería era que pasaran. Ya haber llegado a la semifinal era la gloria, pero ganar ese partido, a la mañana decía “por favor, que ganen hoy así tenemos la de plata”.

- Facundo: Si, sí, todos decíamos lo mismo… (risas)

Cuando Facundo llegó al país
Cuando Facundo llegó al país luego de conquistar la medalla en Japón, asistió a la Escuela de Fotografía Motivarte, dirigida por Jonas Papier, cuya frase de cabecera es "vivamos la vida en fotos"

- Tuvieron grandes partidos hace cinco años en Río. ¿Sentís que el equipo, por todo lo que les pasó en la previa, por estar tantos días sin ver a sus familias, creó un clima especial, una mixtura entre el nivel que fueron encontrando y la necesidad que tenían como grupo de poder canalizar ese tiempo juntos?

- Facundo: Sin dudas. Gran parte del equipo, creo que seis de aquel equipo, hoy estábamos en Tokio. Y hemos sido la base de la Selección, desde Londres muchos de nosotros, entonces sin duda hubo un componente importantísimo de experiencia, de haber atravesado el momento difícil y habernos comido el garrón. Porque inevitablemente nos remontaba al presente, ¿no? Si bien el pasado nos ha ayudado a aprender, eso nos remontaba al hoy y a decir “chicos, dejemos la vida porque es ahora, en esto que está pasando ahora vamos a dejar la vida”. Y estando abajo, contra Brasil, tal vez en otro momento no hubiésemos salido del pozo, o quitado a Brasil el momento de goce para poder dar vuelta el partido. Y creo que eso fue un mérito grupal increíble, pero increíble. Creo que desde el momento en que íbamos a volver luego de la Liga Mundial, como equipo dijimos “como hace un mes tuvimos que viajar 9 en vez de 18 porque se nos infectó medio equipo, nosotros queremos ir a buscar algo, son los Juegos Olímpicos, pasaron cinco años, ya fue. Nos quedamos dos meses más, mes y medio más, lo que sea, pero sabemos que vamos hasta ese momento con todo”. Y creo que fue muy importante esa madurez, esa conexión, entre la experiencia, la madurez, la templanza de algunos jugadores que llevábamos más tiempo y la energía de los más jóvenes con nuevas aptitudes. Chicos que entraron a la Selección, no para este torneo, pero ya entraron hace un par de años, y fueron afianzándose en un lugar, demostrando, y con aptitudes de juego, más allá de las emocionales. Porque Agustín Loser y Santi Danani son los más jóvenes del equipo y tienen unos huevos de cromo. Loser, ni hablar, es el más chico del equipo y fue un pilar fundamental. Salió máximo bloqueador, el último partido contra Brasil salió segundo máximo anotador del partido. Entonces, justamente, esa conjunción entre la experiencia que teníamos algunos y la energía, las ganas y el hambre que todos teníamos, fue fundamental. Sin dudas, es el logro más importante que hemos conseguido como selección argentina, como generación, pero además como grupo. Hubo malas al principio, hubo más o menos en el medio y vinieron las buenas después. Entonces, creo que fue un fiel reflejo de lo que nosotros hemos vivido a lo largo de nuestra carrera en la Selección. Y haber logrado esto, y ver que es posible, la verdad es que fue y es un sueño cumplido. Yo todavía no lo puedo creer. Es increíble lo que nos sucedió. Y me pone muy feliz y orgulloso por el grupo y por el equipo. Logramos funcionar para el objetivo mayor y eso es lo que más me gustó de todo esto: que después nos queda el metal, justamente, todo pasa, toda la experiencia pasó, los recuerdos, pero tenemos el metal en la mano y eso es lo hermoso de esto. Haber tenido ese souvenir, recuerdo físico de lo sucedido. Todo valió la pena. Todos los pijazos que nos hemos comido durante la carrera, valieron la pena. Justamente para llegar a este momento y destrabarlo. Para siempre.

- ¿Cómo transitaste el torneo desde tu rol en la TV y además siendo el único de los padres de los chicos de la Selección en Tokio?

- Hugo: Sí, sí. Creo que sin proponer nada como tema, iba saliendo con José naturalmente un poco esto. Porque lo que ellos iban haciendo, partido a partido, se iba agigantando. La realidad, concreta y con los pies sobre la tierra, antes de los Juegos era “todos le van a ganar a Túnez, a ver Argentina a quién le puede ganar aparte de Túnez”. Clasificar ya era una hazaña. Y nosotros, obviamente desde cerca, vivimos muchísimo el proceso histórico y en los Juegos. El hecho de que se fueron el 21 de mayo, de que jugaron un mes seguido en Italia con toda la problemática de menos jugadores, con jugadores que, probablemente podían estar en la lista y no estuvieron. Toda una problemática de un grupo de 18 tipos que, un mes antes de los Juegos, tenían que quedar 12. El grupo que se iba formando, la base estaba, pero siempre trae situaciones complejas tan cerca de un Juego Olímpico. El hecho de no haber vuelto, lo que contó Facu, quedarse en Italia, toda esa problemática. No ver a las familias, no ver a los hijos, no ver a las esposas, a las novias. Entonces, llegan a ese momento y la gente cuando prende el televisor ve entrar a los jugadores a la cancha y dice “vamos, vamos tenemos que ganar, cómo no les vamos a ganar a estos tipos”. Pero no sabe todo lo que hay detrás de los reflectores y los que ellos vivieron dos meses y medio casi para llegar a ese momento. Nosotros queríamos transmitir mucho eso a la gente, el esfuerzo enorme, mental, no solamente físico, para poder estar al 100% y tratar de lograr un objetivo tan importante como este. No nos resulta difícil. Yo como ex jugador no me resulta difícil, además, conociéndolos a los jugadores, sé perfectamente lo que estaban viviendo; pero José, desde su punto de relator y demás, no se quedó obviamente con relatar el partido. La sensación era que le estaba llevando a cada argentina que estaba del otro lado de la tele una camiseta para que se la ponga e hinche por el equipo sin importar si ganaba o perdía. Eso creo que era lo que nosotros queríamos transmitir. Obviamente la emoción, la alegría, la locura. Lo que nos pasaba después de los partidos era explotar por el éxito de ese momento y dar otro pasito. Pero queríamos que la gente supiera, y naturalmente, no fue nada preparado. Se iba dando a medida que iban jugando e iban ganando, porque creíamos que era muy importante transmitir a la gente que lo que ya estaban haciendo era espectacular. Todos queríamos que ellos ganaran la medalla; ellos primero, obvio, pero como el argentino es tan exitista, tan exitista, si Argentina hubiera perdido con Italia en los cuartos de final hubieran dicho “uy, mirá, otra vez perdimos con Italia…”. Pero ya el hecho de haber llegado a jugar con Italia, de haberle ganado a Francia y a EEUU 3-0 era una hazaña. Porque eran equipos que habían estado en el podio en Río, son equipos que se prepararon y que iban a buscar la medalla, porque se prepararon para eso. Equipos que están en el ranking más arriba de Argentina. Explotó todo con la medalla, pero fue fundamental lo que ellos hicieron. Todo lo demás no fue difícil hacerlo llegar a la gente.

Doble retrato: Facundo y la
Doble retrato: Facundo y la pelota. Foto: Jonas Papier

- ¿Hay alguna forma de explicar qué sentiste cuando viste que la pelota picó en el campo de Brasil después del bloqueo de Agustín Loser?

- Facundo: En el momento en el que Loser metió el bloqueo, lo primero que hice fue ir a abrazarlo porque era no creer… Agradecerle, básicamente, lo que acababa de hacer, ¿entendés? De terminar, acabar con esa locura de partido que estábamos viviendo. Y después, una alegría muy fuerte, pero mezclada con satisfacción, justamente. Lo que hablábamos antes. De “no, no, no, pará, lo logramos”. O sea, llegamos a dónde soñábamos llegar. Entonces, de hecho hay una foto de Luciano en el último punto cuando cae la pelota que él se está agarrando la cabeza así (hace el gesto) y le ves la cara de incredulidad. Y eso es lo que sentimos. Esa cara es lo que sentimos todos. Aparte, habíamos vivido hacía muy poco un partido contra Brasil completamente diferente y a la vez muy parecido por el final, ¿no?. Por cómo se terminó dando. En el que estábamos arriba y lo perdimos, estábamos abajo y lo ganamos. Entonces, ante Brasil, estar jugando así, tener puntos de diferencia, de pronto se ponen iguales y es como que no estabas tranquilo. “Bueno, pará, lo vamos a lograr…”. Sí, sí, sí, esa es la mentalidad, pero estás constantemente al borde del precipicio. Entonces, el haberlo logrado, fue eso: una realización enorme, una felicidad increíble, que era muy difícil de expresar con palabras porque son más que nada emociones, recuerdos, caras de un instante, de un instante que sucedió algo absurdo y a la vez, real.

- Después, encima, tuvieron esa bache en el que tuvieron que volver a la Villa Olímpica cuando lo primero que querés es que te den la medalla. ¿Qué hicieron en este tiempo?

- Facundo: Y, nos manijeamos, jeje. Estábamos manijeándonos. Música, cantando, abrazándonos, mirándonos. Diciéndonos, con la cara de Luciano, justamente, “no, no, no, qué acaba de pasar, man”. O sea, teníamos que esperar hasta las 9 de la noche para que se jugara la final, que encima fue eterna. Estábamos todos sentados en las tribunas diciendo “por favor, que gane el que sea, pero que gane ya”. Justamente, para culminar lo vivido. Porque, la emoción ya estaba, llegamos al podio y ya habíamos festejado por horas. Seguimos festejando en el podio. Los otros dos equipos se fueron del estadio y nosotros seguíamos en la cancha agitando, pero eso fue justamente por lo que grupalmente sentimos. Fue súper natural que, como grupo, ante una situación súper extrema como la que vivimos, emocionalmente, físicamente, deportivamente, que podamos disfrutarlo con el máximo goce porque lo habías logrado.

- Sabés que la gente, más allá de festejar que Agustín (Loser) hizo el bloqueo, con lo que se quedó mucho es con el “Sí, boludo” de Hugo

- Facundo: Es que esa fue la sensación. “Sí, boludo, pasó. Sucedió”. Fue lo más argentino que pudo sonar.

- Hugo, ¿eso salió del alma, no?

- Hugo: Sí, sí. Aparte, porque en esos momentos, 14-13 para ellos, 12-9 arriba, 12 iguales… La sensación era que estaban ahí, que estaban a un paso, pero que Brasil, con el equipo que tiene, lógicamente, podía acercarse. Se acercaron y después fueron punto a punto. Después Facu pega un punto de 14-13, se ponen match ball, y ahí esperás que vaya largo. Entonces, toda la situación de afuera era “ahora tranquilo, saca Argentina, Brasil seguramente cambiará y bueno, veamos”. Y en la primera, en la primera pelota, ya cerrar así fue una explosión de una. Nosotros teníamos los auriculares y la vincha, o sea, teníamos el micrófono puesto del auricular directo, no lo teníamos en la mano. Porque generalmente, si pasa algo así, largás el micrófono y no se termina escuchando lo que decís. Pero fue probablemente por eso. Yo me estaba esperando un final más largo.

Facundo: Por eso fui y lo abracé a Agustín y le dije ‘Gracias, no puedo creer que haya terminado esto’ Hay, que ansiedad.

Foto: Jonas Papier
Foto: Jonas Papier

- Saben que después de la medalla que consiguió Facu se dio una particularidad entre los más de 70 podios que tiene el deporte argentino en su historia olímpica. Ustedes son el primer padre e hijo que ganan una medalla olímpica. Algo más para reafirmar el apellido, ¿no?

- Facundo: Eso es un condimento personal hermoso, increíble. Hace que esta historia tenga brillantina. Como que le da un toque mágico, épico, con un resultado igual, con el mismo número y apellido. Hace a la leyenda que se crea y está buenísimo, está buenísimo, y es hermoso porque genera una conexión personal emotiva, nuestra, familiar, muy fuerte, pero creo que el logro va mucho más allá que esta brillantina. Que es un condimento hermoso y lo hace especial, para mí, para él, pero es igual de especial para todos porque la leyenda fue lograda a raíz de haber logrado un objetivo de equipo, de grupo, de selección argentina. Y eso es hermoso. Y también, lo que se pudo haber repetido, justamente, sacando nuestros nombres propios del medio, ellos también habían hecho giras tremendas para conseguir lo que consiguieron. Luchaban muchísimo, eran un equipo muy emotivo también, entonces en esa comparación hasta ganamos el mismo partido. O sea, en algún lado estaba escrito así que iba a pasar de esa manera en tal lugar, a tal hora, el sábado 7 de agosto. Entonces, es muy lindo, es muy lindo, lo que nos sucedió a todos, lo que nos sucedió a nosotros, la posibilidad de compartir lo que vivimos, cuando nadie podía estar ahí, él tuvo la posibilidad de estar en representación, no sólo de él, de mí o de Conte, sino de todas las personas que no podían estar y están con nosotros. Todos. Todos los padres, él era el abanderado de los padres de los pibes, ¿entendés? Por eso creo que también nos nombraban mucho en las transmisiones, él siempre tuvo buena onda con los jugadores. Creo que eso también hace parte de esa mística, no solamente la cuestión personal nuestra, sino como mística grupal. Él también, con José que es muy querido por el equipo y lograron transmitir, de adentro para afuera y de afuera para adentro, esa manija. Ese amor, esa alegría, esa emoción. Fue una vivencia increíble para todos.

Facundo Conte - Cómo visualizó la medalla con la meditación

- ¿Qué hiciste con la medalla? Porque algunos durmieron con ella puesta, otros no se la sacaron.

- Facundo: Yo la guardé porque la abollé. De tanto tenerla encima la abollé y nada, la guardé. La terminé guardando y no va a salir más de ahí, de su lugar, o de casa. Por eso. No porque me moleste, porque a la vez, lo sentí también así, ¿no?. De vivirla. Loco, ni hablar que hace 33 años que no se ganaba, pero yo desde que tengo uso de razón quería tener esa medalla puesta y la verdad es que, sacármela, para qué. Ya va a haber tiempo para sacársela y ser un común mortal de nuevo. Ahora somos medallistas olímpicos. Entonces, creo que lo llevo con mucho honor porque sé lo que significa. Bueno, todos, obviamente, pero una vez un compañero mío de Brasil me dijo: “El único día en el que usas la medalla es el día que la ganas. Después te la sacás y, perfecto, sigue estando. Pero es cuando la usas”. Bueno, esta se extendió un poco más el festejo por lo que tardó en llegar, también, pero era ese el punto. La voy a tener puesta porque quién sabe si la voy a tener de nuevo. O sea, me voy a poner la misma medalla de nuevo muchas veces a lo largo de mi vida, pero quién sabe si me pondré otra. Entonces, creo que esa es la vivencia que yo tuve, que tuvimos, porque estuvimos tres días en la Villa y muchos de nosotros estábamos con la medalla puesta todavía. Yo hasta anoche, que la guardé, la tenía siempre. Venía al sillón, la tenía acá en la mesa, me iba a la cama y la ponía en la mesita de luz. Era como que tampoco la quería perder de vista, porque siempre sentía que iba a estar más segura conmigo, hasta que la golpeé. Pero bueno, nada, una locura hermosa, nunca me lo imagine. Sí me lo imaginé, si lo vi, lo visualicé meses atrás, de hecho, cuando estaba en la pandemia, estaba haciendo una meditación una vez y entré en un estado meditativo profundo y estuve mucho tiempo. Y en un momento me vi gritando con esa fuerza y alegría, y eso fue increíble. Yo lo sentí como un mensaje, después se puede creer, no creer, yo lo creí. Lo vi, lo sentí. Sentí ese fuego dentro de mí, en el momento de verme gritar, entonces justamente el haber conseguido eso y haberle dado absolutamente todo, no sólo yo, mis compañeros también. Y sucedió. Eso es lo más hermoso, lo más motivante, lo más emocionante que nos ha pasado y nos pasa hoy a todos. La gente que me encuentro por la calle se acerca y me dice “che, gracias, me hiciste gritar a las 5 de la mañana mirando vóley. Qué carajo hacía yo despierto a esa hora”, ¿entendés?. Entonces, eso es hermoso y la verdad es que hay una frase que dice “somos lo que dejamos en las personas” y creo que ese es un gran punto por esto. Lo más lindo, más allá de la medalla, es lo que dejamos justamente en las personas. Que la gente este gritando “punto, punto, punto” y no gol. O que esté gritando otra cosa, no sé. Entonces, eso creo que es un logro importantísimo para el vóley porque logramos entrar en el corazón de las personas y eso lo hicimos todos, como equipo. Todos. Desde el más grande, al más chico. Del más experto al más inexperto. Todos logramos eso, y es impagable. Es hermoso.

Agradecimientos: Agustín Segreti de Inside Sports Marketing / Escuela de Fotografía MOTIVARTE

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