Es el vigente campeón argentino. Es más, el técnico Eduardo Domínguez y el plantel actual le dieron a Colón de Santa Fe su primer título grande en sus 116 años de historia. Pero ni siquiera eso blinda al entrenador y a los jugadores de una barra pesadísima, que tiene al frente al ex convicto Orlando Nano Leiva y que pretende vivir a costa del primer equipo. El martes, el jefe de los violentos Sabaleros junto a otros cinco delincuentes del tablón llegaron hasta la práctica matutina con un único objetivo: pasar “la gorra” a lo grande. Fue muy tensa la situación y ante la negativa del cuerpo técnico, los barras prometieron volver al día siguiente y dejaron un mensaje intimidante: aportan o se atienen a las consecuencias.
La apretada fue de tal magnitud que algunos miembros de la comisión directiva aseguran que Domínguez amenazó con renunciar si el club no ponía coto a esta extorsión, aunque los allegados al entrenador lo desmienten a, pero sí admiten la calentura. Más allá de eso, desde la institución avisaron a los funcionarios de Seguridad Deportiva de la Provincia para que estuvieran atentos. Entonces el subsecretario de Seguridad Preventiva, Diego Lluma, realizó la denuncia pertinente ante la fiscalía de turno. Así se montó un operativo de custodia especial en el Predio Ciudad, donde entrena Colón y adonde la barra concurrió esta mañana otra vez, con Nano Leiva a la cabeza. Por suerte no pudieron ingresar: mientras estaban a la vera de la autopista esperando que termine la práctica, la Policía se los llevó detenidos bajo la figura de extorsión y amedrentamiento, que tiene pena de hasta ocho años de prisión, pero que para que se termine de configurar el delito y probarlo, deben declarar en sede judicial el plantel y el cuerpo técnico y contar lo ocurrido, algo que jamás pasó en el fútbol argentino y tampoco va a ocurrir en esta oportunidad. A punto tal que después de pasar unas horas detenidos, Leiva y los suyos recuperaron la libertad.
“Nosotros recibimos la información de lo que estaba viviendo el plantel de Colón por lo que hicimos la denuncia correspondiente y reforzamos el operativo. Cuando aparecieron, los detuvimos. Pero como en ese momento no estaban amedrentando a nadie y estaban afuera del predio, la Justicia decidió liberarlos. Eso no es otra cosa que un pasaporte para ser barrabrava. La denuncia la hice yo en persona, creo que ameritaba de la Justicia otro tipo de respuesta”, le dijo Lluma a Infobae, poniendo el dedo en la llaga.
Ahora bien, ¿quién es Leiva? Se llama Orlando y es parte de una familia que maneja la barra Sabalera hace ya más de una década. El primer jefe de la dinastía fue Juan Abel, alias Quique, hasta que terminó preso por asesinato purgando una condena a 30 años en la cárcel de Coronda, donde fue protagonista de un escándalo cuando se supo que en su pabellón pintado con los colores del club le habían puesto una pileta de lona para su exclusivo uso durante el verano. Ahí subió Nano, en 2016, quién también tuvo una causa por homicidio y dos más por tenencia ilegal de arma de guerra. Padre de seis hijos, le mataron a uno, Jonathan, hace ya diez años, en un caso que nunca logró esclarecerse. Y en 2019 lo balearon y recibió cuatro disparos en medio de una guerra por el poder en la barra entre los barrios Centenario, que manejan los Leiva, y el Fonavi, también de la zona Sur de Santa Fe. Malherido, en el hospital Cullen le salvaron la vida. Cuando salió, dio una nota al sitio Aire de Santa Fe diciendo que había cambiado, que reconocía los errores del pasado pero que ya había pagado su deuda con la sociedad y que se encontraría Colón con un nuevo Nano Leiva. Nada de eso parece haber sucedido. Y el plantel del Sabalero acaba de comprobarlo en carne propia.
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