Matías Zorrilla es un joven luchador que está atravesando el partido más difícil de su vida. Desde su infancia siempre añoró seguir los pasos de su padre Néstor, quien había intentado con el fútbol cuando incursionó en las divisiones juveniles de Estudiantes de Buenos Aires y la Reserva de Muñiz.
Desde chico tuvo el sueño de convertirse en futbolista profesional. Y sus condiciones le permitieron llegar a la cantera de Argentinos Juniors y a los representativos nacionales Sub 15 y Sub 17.
Su relación con la pelota comenzó en el club La Sonia de José C Paz. Durante sus primeros pasos demostró tener un talento natural que le abrió las puertas del FAFI, el semillero en el que recibió varias propuestas de los equipos de Primera División. Entre ellas, la del Bicho.
“Desde chico era grandote y tenía condiciones”, dijo su papá en diálogo con Infobae. Con mucho sacrificio, Néstor llevaba a su hijo a los entrenamientos a Capital Federal cuando Matías se sumó a la entidad de La Paternal con la edad de Novena. “Nunca lo vi jugar tan bien como en esos años”, reconoció con orgullo.
Durante tres años estuvo en las infantiles de Argentinos, donde demostró una jerarquía notable que lo llevó a participar del Sudamericano Sub 15 que organizó Uruguay en 2011. Del otro lado del Río de la Plata compartió vestuario con figuras de la talla de Sebastián Driussi y Emanuel Mammana. Y juntos alcanzaron el tercer puesto del torneo que finalmente ganó Brasil.
Dos años más tarde, Matías Zorrilla conoció su primera frustración en el fútbol. A pesar de haber conformado el ciclo de la Sub 17, Humberto Grondona lo dejó afuera de la lista para el campeonato que se desarrolló en Mendoza y La Punta al considerar que el central no tenía la altura adecuada para el puesto. “Su lugar se lo quedó el hijo de Leo Rodríguez y lo entendimos porque fue una decisión del técnico”, explicó Néstor.
En esa época también se produjo un cambio en la coordinación de las divisiones inferiores de Argentinos. Con la llegada de Enrique Borrelli en reemplazo de Fernando Batista, el defensor intentó adaptarse como lateral derecho, pero no logró afianzarse como en la zaga central. “Como medía 1,75 intentaron ponerlo de 4. Igualmente Mati se las ingeniaba y saltaba muy bien a cabecear. Para mí era como un mini Passarella, pero no tuvo suerte”, recordó el padre.
Su segunda decepción fue cuando quedó libre del Bicho, y a pesar de haber tenido algunos llamados de otros equipos, su desilusión se transformó en resignación. Para esas alturas ya no entrenaba con el plantel profesional que dirigía Caruso Lombardi y tampoco tenía el constante apoyo que le había demostrado el Bocha Batista.
Algunas pruebas en Almagro y Chacarita tampoco lo sedujeron. Y los llamados de Lucho Marabotto no lograron entusiasmarlo para que se sumara al Funebrero. Además, la noticia que le había dado su novia Andrea le hizo cambiar su forma de pensar: iba a ser padre y necesitaba dinero para afrontar los gastos para ser el sostén de la familia.
Con 20 años Matías Zorrilla ya estaba alejado del fútbol. Y la rotura de ligamentos que sufrió jugando en el barrio completó el cierre de su carrera prometedora. Si bien logró operarse con el cuerpo médico de Argentinos a través de la obra social de su padre, la llegada de su hijo Valentino exigía ir en busca de un trabajo.
El ex defensor dejó de atender las propuestas de los clubes del Torneo Federal, los Regionales y el Ascenso para ir a ganarse el mango. Y dentro de las changas que consiguió, le surgió la posibilidad de ir a trabajar con su tío para reparar y pintar un techo del galpón de una concesionaria ubicado en la calle Muñiz al 1659.
Aquella mañana del 30 de marzo cambió para siempre la vida del ex futbolista. El trabajo informal se convirtió en su peor pesadilla. Sin haber firmado ningún contrato, ni contar con los recursos mínimos de seguridad como un arnés, indumentaria adecuada, plataformas o equipos de elevación, el joven sufrió un inesperado accidente que lo dejó al borde de la muerte.
Matías no tenía estudios secundarios, no contaba con experiencia y su rol de techista fue una improvisación desesperada por los 3.000 pesos que iba a cobrar ese día. Cuando pisó una chapa que estaba floja, perdió el equilibrio y cayó hacia el vacío desde unos ocho metros.
“En su caída golpeó con una baranda que estaba en el entrepiso que lo terminó salvando porque amortiguó el golpe. Si no daba contra eso, hoy estaríamos hablando de otra cosa”, detalló su padre sin poder ocultar el sufrimiento que atraviesa en la actualidad. “Se rompió varias costillas y tuvo un golpe fuerte en la nuca que le provocó una fractura cervical”, continuó.
La lesión axonal difusa hizo que Matías permaneciera internado desde aquella jornada. “Es como que se le desconectó el cerebro del cuerpo”, detalló su padre. Al no contar con obra social, ART, ni seguro médico, el joven permanece en el Sanatorio Ramón Cereijo con un recurso de amparo del Estado para poder sobrevivir.
Durante los primeros meses, Néstor y Marcela estuvieron sin ver a su hijo por las medidas sanitarias a causa de la pandemia y recibían los partes médicos a través de WhatsApp. A partir de las habilitaciones pudieron acceder a las visitas diarias para acompañar a Matías en su difícil proceso.
Sin embargo, la rehabilitación es costosa y compleja. La familia desea trasladarlo hacia la Clínica Alcla, debido a que no encuentran lugares públicos que le garanticen una recuperación exitosa. Y el importe que deben afrontar para poder llevar adelante el traslado es de 2.200.000 de pesos mensuales. “Para nosotros es imposible porque somos de un lugar muy humilde. Y el tiempo de rehabilitación es incierto. Mati puede estar desde 3 meses a un año, porque él volvió a nacer. Tiene que aprender todo de vuelta, desde hablar y comer hasta vestirse o moverse”, explicó su papá con la preocupación que le despierta el futuro de su hijo.
Para recaudar fondos, la familia se esperanza en la solidaridad colectiva. Para ello abrieron una cuenta bancaria y sueñan con la colaboración de los ciudadanos, las personalidades del deporte, funcionarios y amigos que puedan contribuir con su causa.
“Intentamos ver una mejora día a día. Necesitamos que tenga esos estímulos para que pueda volver a estar con nosotros. Tenemos toda la fe del mundo en que se va a recuperar al 100% porque es un luchador. Siempre fue muy sano, porque no tomaba, ni fumaba. Tenía una condición física notable por sus entrenamientos de alto rendimiento. Era un batallador. Ojalá que en un tiempo pueda volver a estar con nosotros, porque él era el centro de la familia y todo esto se está haciendo muy doloroso”, reveló Néstor. Él, junto a su esposa Marcela, todas las tardes van a visitar a su hijo, quien a pesar de su situación, percibe el amor de sus padres. “Dios nos dio la esperanza de volver a tocarlo. De a poquito podemos hacer que se vaya sentando, porque nos comunicamos cuando él pestañea. Nos sigue con la mirada y nos hace saber que entiende que estamos con él. Es muy duro todo esto. No vemos la hora de poder darle un abrazo y de que pueda volver a estar con nosotros junto a sus hermanos en casa”, concluyó.
Son tiempos difíciles para la familia Zorrilla. Su ilusión depende de la sensibilidad de los que conozcan su historia. Para ellos no hay nada más importante que la salud de su hijo. Y su ilusión radica en que Matías pueda tener una rehabilitación exitosa para volver a reunirse en su casa junto a sus seres queridos y todo forme parte de un pasado oscuro. Mientras haya voluntad, habrá esperanza. Fuerza Mati.
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