Fue el máximo goleador de las Inferiores de San Lorenzo, jugó un Mundial Sub 17 e hizo gritar “como en el 86″ a Maradona, pero se retiró a los 29 años y fundó su propio club

Nahuel Benítez irrumpió en Primera a fuerza de goles, fue dirigido por Simeone y Ramón Díaz, y tiró paredes con Diego en Deportivo Riestra, donde fue su cebador de mate oficial. Sin embargo, las lesiones y la autoexigencia lo fueron alejando de la pelota. Decidió volver a su ciudad y abrir las puertas del Real Concordia, para formar chicos con las herramientas que él no tuvo

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El ex delantero, junto al
El ex delantero, junto al mural que su club le dedicó a Diego. Y junto al astro, en su rol de cebador de mate

Su cuerpo seguía jugando, pero su mente ya se había retirado del fútbol desde hacía tiempo. O al menos, le indicaba el rincón en el que colgar los botines. Una lesión rebelde, la pandemia de coronavirus que le puso freno a la pelota y lo devolvió a su Concordia natal, y la muerte de su papá, le dieron el último empujón.

A los 29 años, Nahuel Benítez ya era un ex jugador. “Estaba en Talleres de Remedios de Escalada, sufría una osteocondritis en un tobillo y se me inflamaba al entrenarme. En ese tiempo había hecho la licencia pro como entrenador”, cuenta el ex delantero de San Lorenzo, Olimpo y las selecciones juveniles de Argentina. “Venía trabajando con la psicóloga del gremio desde los 26 años, porque no estaba bien metido en el fútbol. Estaba desganado por cosas que he pasado, de a ratos me gustaba y de a ratos no. En la cancha no sentía lo mismo. Era dejar de mentirme a mí mismo con que era jugador de fútbol”, declara, crudo, despojado de casete.

El Tanque había irrumpido en la élite con la fuerza de sus goles, que terminaron representando un peso autoinfligido. Es que fue el máximo goleador de las Inferiores del Ciclón; incluso llegó a anotar seis en un mismo encuentro ante El Porvenir. Esa capacidad realizadora lo llevó a un Mundial Sub 17, a dar el salto a Primera siendo muy joven; le dio una chapa, pero también una mochila. Que, ante los contratiempos, se fue cargado de a toneladas. Por eso, el proyecto al que se entregó después del retiro: fundar su propio club, desde cero, en su ciudad natal: el Real Concordia, inaugurado en plena crisis del coronavirus, con un 30% de chicos de la calle en sus filas. Para que los retoños que broten de sus filas tengan las herramientas con las que él hubiera deseado contar.

“Cuando dejé no sabía que iba a hacer después. Me prepararon para llegar a Primera, no para saber qué hacer tras el retiro. Yo siempre me preguntaba qué hacía si no llegaba a Primera. Me tocó capacitarme ahora, tener mi licencia de entrenador, hice un curso de coaching, y eso me ha permitido formar este proyecto. Tengo compañeros que les ha ido mejor que a mí en el fútbol y hoy no saben qué hacer”, cuenta.

-Irrumpiste en Primera con mucha fuerza, como uno de los grandes proyectos de las Inferiores de San Lorenzo, ¿eso conspiró para que no lograras asentarte y tuvieras que ir a buscar continuidad a otros clubes?

-Siempre fui muy autoexigente conmigo mismo. Al ser el máximo goleador de las Inferiores, sentía mucha presión, tenía que hacer goles y no disfrutaba los momentos. Si no pateaba al arco, me bajoneaba. Se caía mi autoestima. Y ante las oportunidades que tenía, me llegaban lesiones en momentos clave. Me he frustrado y me ha agarrado miedo cuando subía el nivel; porque enseguida pensaba que me podía pasar algo... Y me pasaba.

-¿A qué niveles llegaba esa autopresión?

-Si no hacía goles era un déficit, por ahí ganaba, no hacía un gol, y no me iba de la mejor forma. No sabía qué hacer, estaba solo; mi familia me ayudaba, pero no tenía por ahí las herramientas para levantarme. Me quedaba en el departamento, castigándome. Por ahí tenía que estar más fortalecido. Hasta en el Ascenso me decían: “Vos sos el máximo goleador de las inferiores de San Lorezo”. A muchos jugadores estar en Primera y bajar de categoría se les hace difícil; el que viene de abajo y crece, por ahí llega a Primera y se va afuera, rinde. Es el camino al revés.

-¿Y cómo fuiste convirtiendo esa frustración en la idea que encabezás hoy, para transformar un poco lo que te llevó al desencanto con el fútbol desde adentro?

-Por ahí con el fútbol me sentía vacío. Esperaba el día del partido, jugaba el sábado, y el domingo no sabía qué hacer. Estaba en mi departamento y me comía la cabeza. Si jugás mal, todo el tiempo pensaba, “el lunes tengo que revertir la situación”. Hasta que conocí que podía hacer otras cosas, estudiar, leer un libro. Y me fui transformando en este chico que quiere ayudar a los chicos, crear un club, hacer las cosas ordenadas. Yo no tenía alguien que me ayudara, me acompañara, me asesorara. Alguien que me dijera: “Hoy no estás en Primera, estás en la B, pero podés hacer carrera acá y no poner excusas”. Me acordaba del pasado y me jugaba en contra. Pensás: “No es lo mismo de antes, tener un lindo vestuario, todo a disposición...”. He pasado muchas cosas que re valoro. Porque todos esos fracasos me hicieron bien para estar al frente de este desafío.

Fueron 108 goles los que Benítez firmó en la cantera azulgrana. Y los citados seis tantos a El Porvenir en un mismo cotejo llegaron en el momento preciso, cuando un desliz estaba a punto de dejarlo sin plaza en la pensión. “Gabriel Rodríguez era el coordinador de Inferiores y Fernando Berón, el técnico de la categoría. Mentí que había ido al colegio y no fui. Cuando me fueron a buscar a la habitación, me escondí abajo de la cama y les hice decir a mis compañeros que no estaba. Al otro día fui a jugar e hice los seis goles. Justo le habían dicho al DT que me mandaran a mi casa porque había fallado. Esos goles me salvaron”, rememora.

-En la Selección llegaste a jugar un Mundial Sub 17 de Corea del Sur, en 2007, ¿qué recordás?

-Uh, esas experiencias con el Sub 17. Cada entrenamiento con Miguel Tojo lo tengo en mi recuerdo. Había grandes jugadores, como Toto Salvio, Guido Pizarro, Fernando Meza, Mateo Musacchio... Gustavo Bou fue parte de la convocatoria y se lesionó. Con él después logramos el ascenso a Primera con Olimpo, la pasamos muy bien, hicimos un gran campeonato, hasta el día de hoy me mandan mensajes desde Bahía Blanca. En ese Mundial jugamos con España, que tenía a Bojan, el ex jugador del Barcelona. Quedamos afuera con Nigeria: yo sentía que ellos tenían 25 años, era impresionante la diferencia física que nos sacaron.

-En San Lorenzo te tocó dar el salto a Primera, pero también vivir etapas difíciles, por ejemplo, el año en el que se salvaron del descenso con Caruso como técnico.

-Esa fue una etapa jodida, con muchos quilombos, a pesar de que para mí teníamos un plantel muy bueno, pero pasaban cosas por las que decías “¿cómo puede ser?”. Te empataban en el último momento, o te hacían un gol de arranque... Hubo buenos momentos y otros de divisiones, de situaciones en las que algún jugador por ahí le echaba la culpa al entrenador por no ponerlo. El entretiempo con Newell’s, no sabés lo que era... (El Ciclón perdía 2-0, quedaba hundido en los promedios, y lo dio vuelta en el complemento). Yo veía jugadores que levantaban y otros apagados. Era chico y desde afuera sentía dolor en la panza, fue tremendo. Imaginate. No podía pasar una derrota. Conozco al hincha de San Lorenzo, sé lo que da por el club. Y no se merecía irse al descenso. Caruso lo levantó hablando. Fue un “hagan esto, esto y esto, porque salimos en helicóptero”.

Benítez, con la camiseta del
Benítez, con la camiseta del Ciclón. Debutó en la élite en 2010 y anotó tres goles en 13 partidos

-Te tocó ser dirigido por grandes entrenadores. empecemos por uno: Diego Simeone

-Tenía la dinámica europea, con un entrenamiento muy agresivo. Muy directo. Nada de especular: si vas, vas con todo. No quería que dudaras. Yo tuve a Guly (Andrés Guglielminpietro) en Reserva. Y el Cholo me llevó al banco de Primera. Cuando íbamos a entrenar al gimnasio, él estaba. Y ahí me hablaba, te dejaba cosas importantes en las charlas.

-También trabajaste con Ramón Díaz, ¿cómo lo definirías?

Ramón era un genio. Me tuvo aprecio de arranque, me dio mucha confianza antes de que me lesionara. Me hablaba, me decía que hiciera goles y fuera a la platea a festejar porque estaban las cámaras, era el lugar para venderse. Me tocó tener muy buenos entrenadores. En el Ascenso también. Por ejemplo, en Estudiantes de Caseros tuve a Diego Martínez, que hoy está en Tigre y pasó por Godoy Cruz. Es impresionante, con una idea interesante, le llega bien al jugador y los entrenamientos son excelentes. Tengo anotado en una carpeta las prácticas desde los 14 años. Y a él le he copiado ejercicios.

-También jugaste en Deportivo Riestra, club al que iba seguido Diego Maradona a darles charlas o presenciar entrenamientos. ¿Lo conociste?

-Le cebé mate al Diego, y tengo el mate en casa, escondido, bajo llave. Tengo la foto y todo, para probarlo. Nos dio como 4 ó 5 charlas, y jugamos picados en cancha de 11 y de 5 allá por 2017. Tengo un video haciendo las paredes y grita el gol como si fuera uno del Mundial 86. Nos hemos quedado a conversar, mirábamos con él los videos de Youtube y te contaba las jugadas. Era imposible que se llevara mal con el jugador; con los deportistas era así. No me olvido más de la primera vez que me cruzó y me dijo “dame un mate”. Caminaba al lado de él y no le decía nada; tenía la piel de gallina. No sabía qué decirle. Eso generaba en la gente.

Con Hugo Tocalli, el Beto
Con Hugo Tocalli, el Beto Acosta y el Pipi Romagnoli en San Lorenzo, adonde ya llevó varios chicos de su club

-Y ahora les podés contar a los chicos del Real Concordia que jugaste con Maradona

-No se me hizo tan difícil el retiro porque me encanta formar chicos; también el fútbol femenino. Lo más importante es que los chicos estén al aire libre, tengan conducta, valores, sentido de pertenencia. El nombre, Real Concordia, viene de que siempre me fascinó el Real Madrid. Y quería que identificaran a la ciudad con algo, tenemos el proyecto futbolístico de meternos en el fútbol grande y de que la ciudad tenga un club con el nombre que lo represente. Y Diego está presente, en el mural que pintaron artistas locales enfrente del club.

-¿Cómo se empieza un club desde cero?

-Le ponemos muchas ganas y trabajo. Hoy tenemos la sede en una cancha de fútbol 5, que tiene el gimnasio arriba. De las 8 a las 18, en grupos de 50 minutos de 15 chicos cada uno, ocupamos la cancha todo el tiempo, pero lo que necesitamos es un terreno más grande. Para hacer fútbol 11 tenemos que ir al Campo de Deportes de Concordia, en el que tenés que tener suerte, porque siempre está lleno. Estamos buscando en la zona y hemos hecho gestiones para conseguir un espacio más grande para llevar a más chicos: entre el 25 y 30% son chicos de la calle. En Primera cambiábamos cada 15 días los botines, y me toca recibir chicos que dejamos que se entrenen descalzos, porque por ahí tienen solo un par de alpargatas. Tenemos a la Fundación Conased que nos da una gran mano para vestir a los chicos en invierno, darles la leche, un pan dulce. Algunos nunca tuvieron botines. Un chico me dijo que su sueño era viajar a Buenos Aires en un colectivo y tener botines. También nos ayuda la peña de San Lorenzo en San Justo, que nos donó ropa. En tan poco tiempo hemos llevado jugadores a San Lorenzo y a otros clubes también. Me ha sorprendido el nivel de los chicos. Además, tienen a disposición nutricionista, psicólogo, a los profes... Son herramientas que nunca tuvieron y les vas dando esperanza. Nos falta ese predio, ojalá nos puedan ayudar para poder darles su lugar.

Nahuel y un grupo de
Nahuel y un grupo de los chicos de Real Concordia, a los que además les da contención desde distintos ángulos: nutricionista, psicólogo, preparadores físicos...
El Tanque, junto a los
El Tanque, junto a los autores del mural dedicado a Diego, al que le agregaron el escudo del club, nacido en 2020

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