Corría el año 2013 y Brenda Righi era una adolescente apasionada por las motos. Como su hermana mayor tenía una R80, desde chica sintió la adrenalina por el deporte motor que en el futuro la consagraría en las competencias de enduro y motocross.
A los 17 años su madre le regaló su primera moto a escondidas de su padre, y sin contar con algún entrenamiento previo se inscribió en una carrera en Malargüe que marcó el inicio de sus aventuras sobre las dos ruedas. “Mi viejo no quería saber nada con las motos, porque prefería llevar a mi hermano y a sus sobrinos al fútbol. Pero conmigo no pudo”, dijo entre risas en diálogo con Infobae desde Mendoza.
En la actualidad, con 25 recién cumplidos, la joven entusiasta ya demostró su capacidad al coronarse campeona argentina, riojana y chilena de motocross femenino. “La primera vez que corrí no sabía ni cómo pasar los cambios. En todos los saltos me caía, pero yo quería competir. A partir de ese día nunca paré”, recordó sobre aquella locura que marcó el inicio de su trayectoria.
Fue una jornada inolvidable para la familia Righi. Cuando el padre de Brenda escuchó por los altavoces el anuncio con el que presentaron a su hija, un escalofrío le recorrió por el cuerpo. “Se prepara para largar la primera mujer en participar del motocross ¡Un gran aplauso para Brenda Righi!”, fue el mensaje que paralizó al padre de la competidora. “¿Mi Brenda?”, atinó a preguntar con los ojos más abiertos que de costumbre y una cara de asombro que pronto se desvaneció cuando entendió lo que estaba sucediendo. “¡Está loca!”, pensó de inmediato.
Cuando vio que detrás de su locura Brenda escondía un talento natural, el padre decidió apoyar la pasión de su hija con una condición: “Si va a correr, que lo haga; pero con el número 9. Que es el que usaba el Enzo (Francescoli)”, le dijo a su esposa. Si bien no pudo transmitirle el sentimiento futbolero, en la moto de “la nena” tenía que estar presente algo que la vinculara con el Millonario.
No todo fue fácil en el mundo de la joven mendocina. Cuando se dedicó de lleno a las competencias nacionales notó un machismo generalizado en la actividad que la apasionaba. “Me hicieron sentir el rigor por ser mujer”, aseguró con la indignación que le provocan aquellos recuerdos sobre sus primeras presentaciones a bordo de su moto. “He tenido muy malas carreras porque antes de la largada había rivales que me hacían sentir muy mal. Me llamaban desde el sector de las inscripciones y me ponían trabas para correr. Decían que no podía participar porque competía en el Campeonato Argentino, que era una categoría mucho más grande que las promocionales de Mendoza. Todos se quejaban de mí y eso me desconcentraba. Algunos colegas me felicitaban por cómo estaba corriendo, pero después eran los que se quejaban con los organizadores”, detalló.
Las adversidades no sólo las sufrió fuera de las pistas. “Iban todos contra mí y me tiraban las motos encima. Fueron años en los que sufrí mucho y me sirvieron para aprender. Hoy disfruto más de las carreras y me divierto cuando les gano a los hombres”, reflexionó.
Ella cree que la actitud agresiva se debe a un intento de intimidarla. El apoyo de su madre fue clave para que nunca se diera por vencida y continuara luchando por sus sueños. “Me decía que acelerara y que no le diera importancia a lo que pasaba. Tenía que darle para adelante y saltar más alto en las rampas. Y que ellos se murieran de la bronca”.
En un análisis profundo y con la experiencia de haber quebrado las barreras de los estereotipos del deporte motor, Brenda Righi remarcó que el orgullo masculino es una de las trabas que hay que demoler en la sociedad. “Los hombres no pueden aceptar que les gane una mujer. No lo toleran. Hay un piloto que compite conmigo desde que empecé y en cada carrera se vuelve loco. Hoy me río, porque trato de no darle importancia”, confesó. Y la tendencia no sólo se da en los circuitos: “Siempre dije que se necesitan promotores. Cuando me tengo que hacer las fotos con la moto, estoy rodeada de promotoras y parezco una más. A eso todavía no me acostumbré”.
Su vida estuvo llena de sacrificios y satisfacciones. Desde que inventó unos banquitos para poder estar en igualdad de condiciones en la largada (su contextura física no le permite llegar al piso cuando está montada en la moto) hasta cambiar las técnicas de conducción para evitar caídas que le puedan hacer perder tiempo en competencia. “Durante mucho tiempo mi papá me llevaba a entrenar y me pedía que me cayera en las curvas para aprender a levantar la moto y controlarla lo más rápido posible. Gracias a él aprendí una forma para perder el menor tiempo posible”.
Su fuerza de voluntad la acompaña a otros aspectos de su vida privada. Además de la actividad deportiva, Brenda está “a dos materias” de recibirse de martillera pública, cuenta con la posibilidad de ser coach de crossfit y durante su adolescencia también incursionó como camarera en el salón de fiestas de su madre. “La convivencia de los entrenamientos con los libros la llevé bastante bien hasta el tercer año, cuando se me complicó porque a mi papá le dio un ACV. A partir de ahí decidí parar todo lo que estaba haciendo para estar con él. Y cuando se recuperó, retomé la carrera y hoy me quedan esas dos asignaturas que pienso rendir antes de fin de año. Además, mi familia también me exige el título”, explicó.
La mendocina es imparable. “Con el crossfit empecé con la pandemia porque no se podía hacer nada durante la cuarentena. Fue algo que descubrí y me encantó. Ojalá el día de mañana pueda dar clases o tener mi propio gimnasio”, reveló.
Recientemente se integró al equipo Avant Honda Genuine Oil, con el que buscará seguir ocupando los puestos más altos de los podios. “Siempre soñé con alcanzar este objetivo, pero es algo que me genera muchos nervios, porque voy a representar a una marca muy importante dentro del deporte motor”, confesó.
Su talento y perseverancia le permitieron romper los estereotipos impuestos por un sector que no contempla la igualdad de género en la sociedad o el deporte. Brenda es consciente de las posibilidades que se le presentan en el mundo motor y por ello no duda en afirmar que su próximo desafío estará vinculado en llevar la bandera celeste y blanca del otro lado de las fronteras. “Me encantaría participar en el próximo Latinoamericano. Es algo que tengo pendiente, porque otro de mis sueños es representar a la Argentina ahí. La pandemia me tiene postergado ese desafío”. Pero ella sabe que pronto llegará ese momento.
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