Leonardo Madelón debuta como técnico de Platense: “Me gusta salir de la zona de confort”

Un recorrido por la vida del futbolista y luego entrenador que hoy dirige al Calamar. Su paso como jugador por San Lorenzo, las anécdotas en Rosario Central y las primeras frustraciones en la dirección técnica

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Como jugador o ahora como técnico, Madelón siempre con la pasión del fútbol como combustible
Como jugador o ahora como técnico, Madelón siempre con la pasión del fútbol como combustible

“En una práctica en el Gigante de Arroyito, donde tanto los titulares como los suplentes estábamos flojos, tanto que hacía mal a la vista. El técnico paró el entrenamiento, nos juntó a todos y comenzó a interrogar para saber si estábamos cansados. La respuesta siempre era que sí. Luego preguntó: ¿La pelota se cansa? La contestación obviamente fue que no. Nos miró y dijo: Entonces vamos a hacer correr la pelota”. Esa simpleza de Don Ángel Tulio Zof me marcó y es algo que yo utilizo al día de hoy al frente de mis equipos”. Simpleza es una palabra difícil de encontrar en los, a veces, intrincados laberintos del fútbol. Por suerte hay protagonistas como Leonardo Madelón, que hacen de ella una bandera, llevando consigo el éxito y el respeto, quien esta tarde debutará como entrenador de Platense en el inicio del torneo.

Para él es una nueva oportunidad de dirigir en Primera: “Me encuentra muy bien, porque la pandemia me ayudó a estar más reflexivo y analítico, algo que cuando viví en la vorágine del día a día es imposible. Platense está excelente en el plano institucional, con gente que tiene ganas de dejar su marca y en lo deportivo compitió de igual a igual de la mano del Chocho Llop, teniendo en cuenta que casi no tuvo tiempo para armarlo, por lo rápido que salió a jugar luego del ascenso. Ojalá podamos mantener y superar esa vara”.

Su historia con el fútbol profesional se remonta a cuatro décadas. “Vine desde Caferatta, mi pueblo en la provincia de Santa Fe y estuve dos años en las inferiores de San Lorenzo, en tiempos muy duros para la institución, porque atravesamos el descenso de 1981. Ya estaba el Toto Lorenzo como entrenador y fue quien se mantuvo en el cargo para afrontar el torneo de la B, con la idea de apostar a los pibes del club. Por ese motivo es que me tocó hacer mi presentación en primera nada menos que el día del debut del Ciclón en el ascenso contra Gimnasia en cancha de Ferro. Ganamos 2-1 y fue el inicio de un año muy lindo para la gente de San Lorenzo. Tengo varios recuerdos de esa tarde, pero el fundamental es que el estadio explotaba y para mí fue especial, porque mis viejos habían hecho un gran esfuerzo para bancarme y ese día se vinieron desde Santa Fe junto con familiares y amigos. En lo deportivo, estuve muy tranquilo porque llevábamos quince días entrenando duro y me quedó grabado que el Toto nos dijo: “Hay que ganar los primeros cinco partidos para que sea todo más tranquilo”. Así fue nomás, conseguimos cinco triunfos al hilo como prólogo de una campaña inolvidable, que entiendo a algunos hinchas que no quieren evocar aquello porque estábamos en la B, pero para los que éramos los pibes del club como la Chancha Rinaldi o Insúa, era muy importante. Fue hermoso porque lo devolvimos rápido a la Primera División, llenando todas las canchas y, en mi opinión, fue la última vez en que pudo disfrutar la familia en la cancha, ya que luego comenzó la ola de violencia”.

La tarde del sábado 6 de noviembre de 1982 quedó pintada por siempre de azulgrana, en ese poster de Rubén Insúa gritando el penal que convirtió ante El Porvenir y que devolvió al Ciclón al lugar que nunca debió dejar. Había llegado el momento de volver a jugar con los otros grandes, aunque con cambio de entrenador: el ascenso lo habían conseguido con José Yudica, quien dejó el cargo y allí asumió Héctor Veira.

San Lorenzo en la temporada 1985/86. Parados: Giovanoli, Alul, Giunta, Sánchez, Chilavert y Malvárez. Abajo: Bica, Insúa, Perazzo, Ortega Sánchez y Madelón
San Lorenzo en la temporada 1985/86. Parados: Giovanoli, Alul, Giunta, Sánchez, Chilavert y Malvárez. Abajo: Bica, Insúa, Perazzo, Ortega Sánchez y Madelón

“El Bambino llegó y con él se incorporaron entre 10 y 12 jugadores, hecho que significó un retroceso para la mayoría de los chicos de inferiores, con excepción de Rinaldi e Insúa. En el ’83 se hizo una gran campaña, ya que terminamos segundos a un punto de Independiente, pero casi no actué en Primera, lo hice mayoritariamente en Tercera. En el ’84 volvieron los problemas institucionales, con cambios de entrenador y la cosa se complicó un poco, aunque tuve mayor continuidad. Igual no puedo hablar mal de nadie, porque si no jugaba, era porque un compañero estaba mejor”.

Madelón lo deslizó y no es un detalle al azar. San Lorenzo atravesó varios ciclones institucionales por esos años, que hacían tambalear fuera, lo bueno que se producía dentro de la cancha. Siempre la rotación de técnicos denuncia una falta de coherencia y aquella no era la excepción: “La llegada de Nito Veiga a mediados del ’85 fue muy buena para mí, porque fue el DT que me encontró el lugar en la cancha. Comencé a moverme como un cuarto volante, como se decía en ese tiempo, ayudando en la creación y también en la recuperación, en una función que entendí a la perfección. Pero la cosa se empezó a poner complicada con los directivos y los problemas eran cada vez mayores, algo que nos fortaleció como grupo, quedamos a prueba de balas (risas). En la semana que se fue Nito, teníamos que enfrentar a Independiente en Avellaneda y no teníamos ni agua para bañarnos en la ciudad deportiva donde nos entrenábamos. Hicimos un esfuerzo tan grande que el equipo no sufrió y siempre se mantuvo competitivo, algo que la gente recuerda mucho, porque quizás hayamos sido el último cuadro amateur, porque jugábamos por la camiseta, pero de verdad. No había dinero para las concentraciones, ni comodidades para entrenar, ni nada”.

Era una lucha constante, como la de un malabarista para poder mantener el equilibrio. El equipo se daba entero en la cancha, pero desde afuera solo llegaban promesas que casi nunca se cumplía. Sin embargo, San Lorenzo daba pelea en cada torneo y en la temporada 1987/88, con la llegada nuevamente de Veira a la dirección técnica, se vislumbró el plus necesario, el salto de calidad y la conformación de un cuadro emblemático

“Recuerdo que Lucho Malvárez le dijo: “Quedate tranquilo Bambino que nosotros estamos listos y preparados para ir a Vietnam o a Camboya, a donde vos quieras y te vamos a cuidar. Somos todos Camboyanos (risas)”. Y ahí salió el apodo que nos identificó. Para Veira, San Lorenzo era su lugar en el mundo, entendía todo y cuando algo se estaba por incendiar, sabía cómo apagar ese fuego. Esa excentricidad que tenía, era igual que su capacidad para leer los partidos. Era simple y muy motivador, para sacarte algo más de lo que podías dar. Los Camboyanos quedamos en la historia no solo por la garra, sino porque jugábamos bien y hasta alcanzamos las semifinales de la Libertadores en 1988, algo que creo que no se valora en su real dimensión, por todas las coas que atravesamos. Por ejemplo, futbolistas que nos fuimos conociendo el día anterior a debutar en la Copa, una cosa de locos. Era un equipazo con Pipo Gorosito, Ortega Sánchez, el Beto Acosta, Giunta y Siviski, entre otros”.

San Lorenzo en la temporada 1986/87. Parados: Giunta, Luongo, Marchi, Siviski, Chilavert y Malvárez. Abajo: García, Hernández, Perazzo, Ortega Sánchez y Madelón
San Lorenzo en la temporada 1986/87. Parados: Giunta, Luongo, Marchi, Siviski, Chilavert y Malvárez. Abajo: García, Hernández, Perazzo, Ortega Sánchez y Madelón

Las desprolijidades se iban sumando y la situación era difícil, más allá de la gran voluntad de los jugadores y los milagros de Veira, para rearmar equipos en cada temporada. A fines de 1988 concluyó el ciclo de Madelón en San Lorenzo: “Con Ortega Sánchez estuvimos dos años sin renovación de contrato y por eso quedamos libres, como marcaba el estatuto. Había un acuerdo entre los dirigentes de primera para no contratar futbolistas en esa condición y allí surgió la chance de Unión. Quizás muchos pensaron que era un paso para atrás, porque estaba en el Nacional B, pero en realidad fueron tres hacia adelante mirando al futuro. No lo conocía, pero siempre me pareció un lindo club cuando lo enfrentaba y allí terminé encontrando mi lugar en el mundo desde el inicio, porque me hicieron sentir importante, al insertarme sin problemas dentro de un muy buen equipo y donde conseguimos un ascenso muy recordado, porque fue nada menos que en la final del reducido ante Colón y tuve la suerte de marcar un gol de tiro de libre que me permitió quedar marcado por siempre en la historia del club”.

Madelón con el buzo de entrenador de Platense dando cátedra sobre cómo entrarle a la pelota.
Madelón con el buzo de entrenador de Platense dando cátedra sobre cómo entrarle a la pelota.

Fueron apenas seis meses en el ascenso, pero los que sirvieron para dar inicio a un amor eterno entre Leo y Unión. Un veloz regreso a primera, ahora como líder futbolístico del los Tatengues y más tarde la oportunidad de probar suerte en el exterior: “A mediados del ’90 me iba a ir al Girondins de Burdeos, a donde estuve diez días entrenando y tuve la mala suerte que cuando iba a firmar, lo detuvieron al presidente por evasión de impuestos y el club descendió en forma automática. Luego volví de paseo y es una ciudad hermosa, además tengo antepasados franceses, por lo que hubiese sido maravilloso, pero no se pudo dar. Regresé a Argentina para jugar en Rosario Central, un club fantástico al que me enseñaron a quererlo mis compañeros que eran de las inferiores, como Bisconti, Cuffaro Russo y Uliambre, porque eran muy fanáticos. Allí tuve como entrenador a Don Ángel Tulio Zof, que por algo se llamaba así, porque tenía un ángel especial, siendo alguien muy paternal y que sabía mucho de fútbol”.

Tras el retiro llegó el momento de seguir ligado a la gran pasión redonda de toda la vida con la vocación de entrenador. El inicio fue bien de abajo, como sabiendo que había que subir la escalera peldaño por peldaño y sin desesperarse: “En octubre de 1997 un amigo me dijo: ¿Querés arrancar en Colegiales? Está en Primera B y con riesgo de descenso. Habían comenzado mal el torneo, pero de a poco los acomodamos, al punto que por momentos peleamos arriba. No alcanzó, se perdió la categoría, pero dejamos una buena imagen y en seguida nos contrató El Porvenir para el Nacional B, donde fueron dos años muy buenos en dupla con Walter Perazzo, incluso con la chance de poder llegar a primera en el reducido”.

Los buenos rendimiento de sus equipos en el siempre competitivo fútbol de los sábados, hicieron que los dirigentes de una institución de la máxima categoría pusiera sus ojos en él para retornar a un viejo amor: Unión de Santa Fe: “Había buen plantel, pero solo pudimos ganar 3 de los 19 partidos del Clausura 2001 y la dirigencia mucho no nos aguantó (risas). Yo era muy joven, tenía 37 años, pero son experiencias que se deben capitalizar. Algo similar ocurrió con Nueva Chicago, a donde fui luego de un mal arranque y no lo pudimos salvar del descenso pese a sacar muchos puntos. A mediados de 2004 llegué a Talleres, que no era ni por asomo lo que es hoy, al punto que llegué al record: en cuatro meses no cobré nunca (risas). El colmo fue cuando esta afeitándome en Mendoza en el hotel la mañana de un partido contra Godoy Cruz y vino la policía a desalojarnos para falta de pago. Me alegra mucho como cambió el club, que ahora es un modelo”.

Muchas penurias en un derrotero espinoso, con historias que a veces no se conocen, pero forjan el espíritu de los protagonistas. Pasaron un par de años, hasta que llegó la hora de la merecida revancha: “Me hablo Ledo, el presidente de Olimpo y me dijo que me estaba dando una Ferrari y que no había que despistar. Por suerte estuvimos lejos de eso e hicimos una gran campaña logrando el ascenso en la temporada 2006/07 con record de puntos. Al toque me convocaron de Rosario Central, que significaba mucho para mí y era una gran atracción, pese a que las cosas no estaban bien. A la distancia pienso que había que tener mucho coraje para agarrar en esas situaciones, pero lo hice y lo sacamos adelante, salvándolo de la promoción en la fecha final”.

En aquellos años, la palabra promoción era sinónimo de sufrimiento. Madelón parecía haberse convertido en un especialista en nadar en esos mares que simulaban estar acechado por tiburones. La estación siguiente fue en Gimnasia con salvación cinematográfica: “En el Bosque estaban en emergencia nacional (risas). Parecíamos descendidos por lo que haber llegado a la promoción fue un logro y ahí nos enfrentamos con Rafaela. Soy una persona segura y optimista, quizás por eso no me golpeó tanto perder 3-0 la ida y fui motivando a los muchachos. Pero los goles en la revancha no llegaban y hay que reconocer que tuvimos suerte, porque el primero fue a los 30 del segundo tiempo y los otros en los minutos finales con dos cabezazos milagrosos de Niell. Creo que colaboré manteniendo la serenidad y haciendo los cambios correctos sin desesperarnos. Al año siguiente viví la otra cara de la moneda, cuando nuevamente me llamaron de Central, que también estaba complicado con el promedio, pero no lo pudimos sacar porque All Boys nos ganó muy bien. El costo es grande a nivel humano, ya que el stress que se vive es tremendo”.

Leo Madelón" Platense está excelente en el plano institucional, con gente que tiene ganas de dejar su marca y en lo deportivo compitió de igual a igual de la mano del Chocho Llop".
Leo Madelón" Platense está excelente en el plano institucional, con gente que tiene ganas de dejar su marca y en lo deportivo compitió de igual a igual de la mano del Chocho Llop".

Parecía que los equipos de Maldelón estaban estructurados solo para sacar puntos, cuando en realidad su propuesta era más ambiciosa, pero las etiquetas en el fútbol, como en la vida, suelen ser perjudiciales. Uno de sus anhelos era poder dirigir a San Lorenzo, pero el encuentro se produjo en mal momento, cuando el Ciclón tenía la soga del descenso en el cuello: “A veces ser buena persona trae algunos problemas. Yo no estaba convencido de asumir allí, pero me empezaron a decir que lo tenía que hacer, por la historia compartida. Entonces fui y tratamos de acomodarlo, pero el club estaba muy mal. Por suerte enseguida llegó Marcelo Tinelli y con Caruso de técnico lo pudieron salvar. No me arrepiento, pero está claro que la situación no era la ideal, incluso los dos jugadores que llevé, Bufarini y Carlos Bueno, casi no los pude usar porque me fui a los pocos partidos”.

Pero el desquite estaba cerca y con los otros colores amados, ya que tras un descanso había llegado el momento de retornar a Unión, su lugar en el mundo: “Fui con el desafío de ascenderlo y estabilizarlo en Primera. De a poco las cosas se dieron, el equipo se afianzó y ya lleva casi siete años consolidado en la categoría máxima y eso es un gran orgullo, como el hecho de haberlo clasificado por primera vez a un torneo internacional, una deuda que tenía el club. Me podría haber quedado un tiempo más, pero me gusta salir de la zona de confort y buscar nuevos desafíos”.

Siempre con respeto hacia los demás y con un enfoque positivo de cara al futuro. Son algunas de las características de Leonardo Carol (“Caról, acentuado en la o porque es de origen francés”) Madelón, quien sabe dejar su sello en cada lugar donde pisa. Demostrando que se lo puede hacer desde el perfil bajo y lejos de las estridencias de las polémicas.

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