-¿Te acordás del primer día de Messi con la Selección?
-¿Cómo no me voy a acordar? Llegó acompañado por el padre y el representante. Salió el preparador físico, que era (Gerardo) Salorio y le dijo: ‘Si no te cortás el pelo, no podés jugar’. Decí que no le hizo caso, ja. Tenía unas ganas de jugar para Argentina... Hablando con los dirigentes de España en Mundiales, se acercan y nos dicen: ‘Lo tentamos de todas las formas posibles, y nunca quiso aceptar jugar para nosotros’.
Para Omar Souto, todos los jugadores que pasan por la Selección son especiales. Forma parte de la familia albiceleste desde hace 25 años. Pero con aquellos a los que conoce desde retoños tiene una sintonía especial. Y, claro, la Pulga es uno de ellos. De hecho, el Gerente de Selecciones Nacionales fue pieza vital en la organización de los amistosos ante Paraguay y Uruguay para “blindarlo” y que no lo arrebatara España. Así lo contó en el libro “Messi, el genio incomprendido”, de Ariel Senosiain.
“Me fui del predio de Ezeiza a un locutorio de Monte Grande. Pedí una guía telefónica de Rosario, sólo sabíamos que era rosarino. Arranqué la página donde estaban los números de los Messi, hice una llamada cualquiera a mi casa para justificar que había entrado y volví al predio a rastrearlo. A la primera que ubiqué fue a la abuela. La abuela de Lionel me pasó el contacto del tío. El tío, el del padre. Llamé al padre, me presenté y le dije que queríamos contar con su hijo, con el detalle de que le erré al nombre: siempre había escuchado que Leo es el apodo de los Leonardo”, relató el periplo en la publicación.
Pues bien, a Omar se lo vio, desatado, en los festejos en el estadio Maracaná, luego del triunfo de Argentina 1-0 ante Brasil en la final, con la rúbrica de Ángel Di María tras la asistencia de Rodrigo De Paul. Pero también es el hombre al que Messi abraza en una foto icónica del tránsito de la Selección por la Copa América: la instantánea colectiva que compartieron todos en la previa de la definición, tomada en el campo de entrenamiento de Fluminense, un símbolo de la unión que pregonaron los 28 héroes, el cuerpo técnico y cada uno de los componentes de la delegación. Los brazos del capitán rodean el cuello de Souto, con el cariño que se le prodiga a un papá. O a un abuelo.
“Fue algo que se dio, espontáneo. Me tocó sentarme ahí y en un primer momento ni me fijé quiénes estaban atrás. Después él me puso las manos en los hombros”, describió la foto para la posteridad para Infobae.
El gerente siempre fue un defensor a ultranza de la Pulga. “Todos decían ‘no canta el himno, no canta el himno’. Y en realidad nadie escuchaba que en los torneos ponían la parte que no era la cantada. Ahora se cambió y, ¿vieron? Leo lo canta”, subrayó, destruyendo mitos.
“Él siempre quiso jugar para la Selección. Siempre. Y miren lo que pasó en este torneo. Pudo no haber jugado con Bolivia, pudo haber salido... Y jugó todo el partido”, insistió. Consultado sobre si en esta Copa América le notó ciertos nuevos gestos de liderazgo, Souto fue contundente: “También los tuvo otras veces, pero no se ganó. Ahora que se ganó se ve todo”.
Souto estuvo cerca del astro y sus compañeros en las anteriores frustraciones, como las Copas América 2015 y 2016 y el Mundial 2014. “En Estados Unidos tenías que ver ese vestuario, todos los chicos llorando por haber perdido. En Brasil estaban mal, pero se había jugado bien, fue una fatalidad perder. Todo el campeonato se había jugado bien, no fue que jugamos mal. En realidad, los chicos se desmoronan más cuando pierden en las juveniles. Escuchás cada cosa y verdaderamente te conmueve”, compara. Esta vez, en el césped y en el vestuario, prevaleció la alegría, la sensación de una reivindicación divina, necesaria.
“Fue especial por ellos mismos. Se armó un grupo muy lindo junto con el cuerpo técnico. Tiraron todos para adelante. Y tuvimos resultados. Si no ganábamos la Copa volvían las críticas. La suerte muchas veces tapa todo”, asegura, con la piel curtida por la experiencia.
A lo largo de los años, quienes están atentos al día a día de la Selección conocieron varias de las bromas que los propios futbolistas le jugaron a Souto. Muchas de ellas se hicieron virales, como en la previa del Mundial de Rusia. En uno de los traslados del plantel en micro, Souto dormía con su cabeza apoyada contra un vidrio. Sergio Agüero y Ángel Di María lo advirtieron y les brotó la picardía. Munidos de sus teléfonos móviles para filmarlo, se acercaron y le gritaron: “¡Despertate, che!”. Y provocaron el sobresalto del veterano empleado, que terminó golpeándose la cabeza.
“No me molestan las bromas, son todos buenos chicos”, dice, condescendiente. A lo largo de los 45 días en los que el plantel permaneció en formato “burbuja” para evitar un brote de coronavirus, muchas veces, el humor fue el salvavidas para que corriera el tiempo, para enterrar las tensiones. “Me anduvieron jodiendo con que estoy viejo”, revela. Pero a su currículum de 25 años en la AFA le agregó la tan ansiada vuelta olímpica con la Selección Mayor. Junto a Messi, uno de los talentosos “hijos” que le regaló el predio de Ezeiza.
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