Lionel Messi está viviendo en sus sueños. Aquellos que lo atormentaron tras las finales perdidas en las finales de Copa América de 2007, 2015 y 2016, y en la definición del Mundial 2014. Pero en Brasil 2021 se le dio. Alzó el cetro continental e hizo añicos el estigma con la Selección Mayor. Y toda la Argentina se la agradeció: multitudes invadieron el Obelisco, el Monumento a la Bandera de Rosario, y las plazas y lugares céntricos de cada pueblo y ciudad para celebrar el final de una sequía que duró 28 años.
Esta tarde, la Pulga llegó a su ciudad natal. En el aeropuerto de Fisherton lo recibió su compañera, Antonela Roccuzzo, con quien ya había compartido su felicidad por videollamada desde el mismísimo césped del Maracaná. Apenas la vio, se fundió en un abrazo fuerte y luego le dio un gran beso. El reencuentro con sus hijos se dio en la casa de su suegro, en Funes. Thiago, Mateo y Ciro salieron una puerta para colgarse del capitán albiceleste, goleador y mejor jugador de la Copa América.
Los vecinos, anoticiados de que el delantero se dirigiría hacia allí, colocaron un pasacalles con la leyenda “Argentina te ama”, el número 10 con la corona de rey y la fecha de la consagración: 10 de julio de 2021.
Pero una vez adentro de la propiedad, los vecinos y fanáticos continuaron alentándolo, esperando por un saludo o una señal del astro, de 34 años, que en los próximos días debe definir su futuro, dado que hoy es agente libre (se encuentra negociando su continuidad con el Barcelona).
Y Messi los sorprendió. Porque mientras entonaban el clásico “dale campeón”, el punta abrió la puerta y salió para entregarse al ritual de las fotos y los autógrafos. Inmediatamente, sus admiradores irrumpieron en la antesala del inmueble para quedarse con un testimonio de un momento histórico.
Horas más tarde, la Pulga volvió a interrumpir su descanso para cumplir los deseos de sus fanáticos. El capitán se acercó hasta las rejas de la casa para saludar a todos los hinchas que se habían agolpado en el lugar y allí se quedó cerca de media hora firmando autógrafos en papeles, camisetas y hasta celulares. Cerca de las 20, finalmente, abandonó la propiedad al volante de su vehículo, con Antonela como acompañante y sus hijos en el asiento trasero. No fue una tarea fácil debido a la gran cantidad de personas que buscaban una última foto o saludo de la Pulga.
La actitud tiene doble valor porque se dio instantes después de que pudiera volver a reunirse con su familia luego de 45 días sin tener contacto cara a cara, debido a que lo impedía la estricta burbuja que impuso la AFA para evitar contagios de coronavirus durante los partidos por Eliminatorias y la participación en la Copa América. El aislamiento resultó exitoso, dado que Argentina no sufrió brotes, a diferencia de Bolivia o Venezuela (Chile también tuvo afectados). Pero eso llevó a que los futbolistas no pudieran recibir la visita de sus seres queridos ni en ocasiones especiales, como cumpleaños (Leo lo celebró el 24 de junio) o hasta nacimientos de hijos (les sucedió a Lucas Martínez Quarta y Dibu Martínez.
Leo ya había mostrado su predisposición en la terminal aérea, donde no dejó empleado sin saludar o sin su instantánea. Y en el mismísimo Maracaná, donde luego del clímax de la celebración le dio el gusto a todo el que se acercó para capturar su recuerdo.
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