Poco imaginaba Leonardo Rodríguez que en pocos meses iba a pegar semejante salto desde una Liguilla Pre-Libertadores ganada por San Lorenzo de Almagro en la temporada 1990-91 hasta llegar a las ligas europeas de mejor nivel, pero todo se potenció gracias a su gran actuación en la Copa América de Chile, que ganó la selección argentina de manera rotunda, imponiéndose a todos los rivales.
“Mucha gente se identificó con esa Selección, no sólo por haber ganado esa Copa América en Chile en 1991, sino por cómo la ganamos. Todos teníamos el pelo largo, que respondía a un tiempo social en el país y practicábamos un fútbol que le gustaba a la gente”, recuerda Rodríguez.
“A mí, Alfio Basile me convocó un mes antes y llegué siendo suplente de Diego Latorre, pero sabía que tenía que esperar mi momento. Yo no fui sólo a competir, sino que fui con hambre de consagración, quería ganar, pero además, nuestro plantel, por lo general, estaba compuesto por mayoría de muchachos que jugábamos en el fútbol local y que veníamos de dos cambios muy importantes: Basile había reemplazado a Carlos Bilardo como DT después del Mundial de Italia 1990 y no estaba ya Diego Maradona, al punto de que quienes habían jugado en su lugar hasta la Copa América, habían sentido el peso y me propuse que no me pasara lo mismo”, cuenta Leo.
Leonardo Adrián Rodríguez Iacobitti nació en Lanús el 27 de agosto de 1966 y debutó en el “Granate” en 1983 con apenas 16 años y jugó en ese club hasta 1988, incluso disputó partidos en la Primera B. Luego fue adquirido por Vélez y al año siguiente pasó a Argentinos Juniors, donde fue semifinalista de la Supercopa sudamericana, hasta que finalmente recaló en San Lorenzo para la temporada 1990/91, en la que fue subcampeón del Torneo Clausura, y eso le permitió luego ganar la Liguilla Pre-Libertadores 1992 en una final contra Boca. Su gran nivel hizo que, a poco de comenzar la Copa América de Chile, fuera citado por Basile para la selección argentina.
“En el primer partido ante Venezuela arranqué de atrás porque empezó jugando Diego Latorre, aunque Basile me puso en los últimos minutos y entré bien, aunque en ese equipo todos estábamos bien, desde Sergio Goycochea en el arco, la defensa, Leo Astrada en el medio, Darío Franco apoyaba, Diego Simeone estaba en un nivel superlativo, y la dupla Claudio Caniggia y Gabriel Batistuta, sin palabras. En el segundo partido ante Chile ingresé por Latorre en el entretiempo –recordó- y por lo que Basile me venía hablando, me parecía que me estaba sosteniendo para todo el campeonato, porque me decía que mi característica era la que el equipo estaba necesitando. Y ya contra Paraguay tuvimos una actuación notable, individual y colectivamente”.
“Hasta le ganamos a Perú ya estando clasificados para el cuadrangular final y con los otros muchachos, porque creo que Basile hizo bien en guardarnos porque los tres partidos decisivos iban a jugarse con pocos días de diferencia y, como decía él, teníamos que llegar bien dormidos y comidos, y creo que contra Brasil, que ganamos 3-2, fue mi partido, el mejor de todos, porque participé de los tres goles y eso que nos quedamos pronto sin Caniggia. Entonces Coco me pidió que jugara de segundo delantero y también participara en la creación”, siguió Rodríguez, que definió el juego de su equipo “con un sistema 4-3-1-2 que se basaba en el control de la pelota. Basile nos pedía rapidez, que encaráramos. Me decía que Simeone era mi socio, Franco tenía gran juego aéreo. Era un equipo balanceado, que funcionaba a la perfección y un sentido de grupo muy lindo, al punto de que compartía la habitación con Latorre, disputábamos el mismo puesto y nos alentábamos mutuamente y le guardo un gran cariño. Las indicaciones de Coco eran muy básicas, no cambiaban mucho de lo que vos estabas acostumbrado a hacer en tu club y era de darte confianza”.
Para Rodríguez, el triunfo frente a Brasil marcó su carrera. “A partir de allí comencé a recibir toda clase de ofertas que me hacía llegar Fernando Miele, el presidente de San Lorenzo” y en el último partido, la Selección debía ganarle a Colombia para ser campeona. “Sabíamos que en la Argentina todos ya nos daban por campeones, pero nosotros habíamos jugado casi todos los partidos con cancha embarrada, con pocos días de descanso y ellos tenían una muy buena base y a Antony De Ávila, que estaba en un gran momento, pero también les ganamos bien”.
“Salió todo perfecto-resumió-, fue una Copa América inolvidable, le pintamos la cara a todos. Les ganábamos en el marcador y con una diferencia futbolística notable. Ese equipo era un violín. Le hicimos cuatro a Paraguay, vencimos a Chile que era la base del Colo Colo campeón de la Copa Libertadores y con Iván Zamorano y Hugo Rubio en gran nivel, y en un clima complicado, muy hostigados, eliminamos a un Brasil fuerte y en la final le ganamos a una Colombia con todas sus figuras, con Valderrama, Higuita y Leonel Álvarez. Ese equipo quedó en la gente”.
Tras la Copa, Rodríguez pasó al Olympique de Marsella por 1.700.000 euros, y al no haber cupo para extranjeros, fue cedido al Toulon, en el que realizó una gran campaña, con los dos triunfos en la liga francesa ante el París Saint Germain (3-2 y 5-2, con goles suyos en ambos partidos, en el primero, sobre la hora) y 1-0 al Olympique de Marsella, también en ambas ocasiones, y además, le marcó cuatro tantos al Nancy y finalizó la temporada con 12 goles y sexto en la tabla de anotadores y en el once ideal de la Ligue 1.
Su gran producción en Francia motivó el interés del Atalanta, que pagó por su pase 7 millones de euros y terminaron séptimos en la Serie A, a un solo punto de entrar en la siguiente Copa UEFA, y Rodríguez fue fundamental en el triunfo ante la Juventus con dos pases-gol y con Marcello Lippi como entrenador, aunque no jugó con la misma regularidad que en la temporada anterior.
Al finalizar la temporada 1992/93 llegó el tiempo de una nueva Copa América, la de Ecuador, pero la situación no era la misma. “Llegamos con algunas bajas importantes porque no estuvieron ni Maradona ni Caniggia, se había lesionado Darío Franco y tuvimos que ir por un recambio. Sumado a eso, el calor era tremendo y varios partidos se jugaron al mediodía” –recordó- Pero fuimos merecidos campeones, sin el brillo de la Copa anterior”.
Rodríguez llegó a ser titular en tres partidos, pero luego perdió el puesto ante Néstor Gorosito. Contra Brasil, por los cuartos de final, la selección argentina perdía 1-0 cuando le tocó entrar a quince minutos del final, y empató con un cabezazo, que provocó la definición por penales en la que el equipo argentino se clasificó a la semifinal y marcó el suyo, como también tras el empate ante Colombia en la siguiente instancia. “Ese gol contra Brasil es otro momento imborrable de mi carrera, pese a que el cabezazo no era mi fuerte. Ya en los penales, nuestros pateadores no fallaban, la eficacia en la ejecución era grande. Y en el arco teníamos a Goycochea y sabíamos que al menos uno iba a atajar. Y ya en la final, apareció toda la jerarquía de Batistuta ante México”. En la selección argentina jugó 28 partidos, y convirtió dos goles.
Además de las dos Copas América ganó las copas Artemio Franchi, Kirin y la Confederaciones 1992 y sin embargo, y pese al invicto de 33 partidos,, tuvo que jugar un repechaje ante Australia para acceder al Mundial de los Estados Unidos 1994 y luego, atravesar el problema del doping de Diego Maradona y su salida antes de tiempo.
“Yo siempre digo que ese equipo tuvo dos tardes fatales y lo pagó demasiado caro: el 5-0 de Colombia y lo de Diego en el Mundial. Lo de aquella clasificación para 1994 era de otro tiempo. Hoy, que hay mucho más colchón para equivocarse, no es tan duro si perdés uno o dos partidos, pero nosotros perdimos en Barranquilla, empatamos con Paraguay y ya entramos condicionados al último partido. Una mala racha en un torneo muy corto podía ser fatal”, sostuvo.
Tras Copa América 1993, llegó al Borussia Dortmund, subcampeón de la Copa UEFA, y a mediados de 1995 iba a llegar a River cuando el presidente Alfredo Dávicce se peleó con su representante, Gustavo Mascardi, y no quiso que ninguno de sus jugadores llegara al club y así se gestó el pase a la Universidad de Chile, club en el que fue ídolo, campeón en 1995 y llegó hasta la semifinal de la Copa Libertadores 1996 cuando fue eliminado por River con un polémico arbitraje. En 1997 fue transferido al América de México, regresó a la Universidad de Chile para ser bicampeón 1999-2000, además de ganar la Copa Chile 1998 y 2000.
Una vez finalizada su carrera en el exterior, volvió a San Lorenzo en 2001, una década después de haberse ido, para ser campeón del torneo Clausura y de la Copa Mercosur, y se retiró en Lanús, su club de origen, en 2002. En total de su campaña en clubes, jugó 507 partidos con 101 goles.
Posteriormente se dedicó a la representación de jugadores. Su hijo Thomas, nacido en Chile, también es futbolista. Comenzó en las divisiones inferiores de Banfield, debutó en Primera en 2015, fue transferido al Genoa en 2017 y tras ser cedido al Vitoria Setúbal de Portugal y a Unión La Calera y ya fue convocado para algunos combinados nacionales.
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