Emotivo encuentro de los campeones del ´86: las reliquias de Ruggeri, el recuerdo de Maradona y la insólita anécdota del Bichi Borghi

Los protagonistas de la hazaña lograda en México hace 35 años se reunieron para recordar anécdotas y vivencias durante sus días en el Mundial. Las imágenes

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Las bromas de Ruggeri al utilero de la Selección en el Mundial de México 86

La gesta de México ’86 supone una de las más luminosas de la historia del deporte argentino, dado que reunió una gama de matices virtuosos cuya suprema expresión se fijó en la figura de Diego Armando Maradona, en un episodio que sólo pudo haberse concretado como si se hubiera tratado de un filme realizado por el guionista más ingenioso del planeta.

Fue el gran Mundial del Diez, pero también fue la Copa del Mundo de Carlos Salvador Bilardo y de unos cuantos jugadores capitales para apuntalar la estrategia y facilitar el sublime despliegue del genio en su salsa.

Como lo describió Claudio Borghi en el encuentro virtual que tuvieron los protagonistas en ESPN: “Yo fui campeón del mundo y no tenía auto. Fue una experiencia tremenda, porque era uno de los más jóvenes. Tengo momentos único que fui valorando con el tiempo, porque todos los partidos dejaron un aprendizaje continuo. No éramos solo un equipo, porque también estábamos unidos con las costureras que cocieron las camisetas, los cocineros, el personal de limpieza, los cancheros... Recuerdo que después de salir campeones dimos la vuelta en la cancha de entrenamiento del América”.

Borghi contó que no tenía auto cuando era campeón del mundo

La anécdota del Bichi reflejó el constante sacrificio que realizó el plantel durante su camino hacia la gloria. También tuvo una participación silenciosa Julio Grondona, quien demostró su convicción para dar un simbólico puñetazo sobre la mesa y despojar las presiones que, además de un sector de la prensa especializada, emanaban de los dominios del Gobierno Nacional.

El rendimiento de la Selección, ciertamente, no había ayudado a disipar los fantasmas: fueron años de experimentación copiosa y un brumoso ensamble que derivó en una clasificación descolorida, sufrida y agónica. De hecho, tres de los principales protagonistas del partido con Perú en el Monumental no jugaron en México: Ubaldo Matildo Fillol con un par de atajadas claves, Daniel Passarella y Ricardo Gareca.

De la formación del debut con Corea del Sur salió para siempre Néstor Clausen, después del segundo partido, con Italia, quedó al margen el Bichi Borghi, a la vez que perdió terreno Oscar Garré e incluso Pedro Pablo Pasculli aún cuando en octavos de final anotó el gol decisivo contra Uruguay.

El embudo defensivo, un gran Sergio Batista como número 5 de manual, Ricardo Giusti en la solidaria contribución del amigo de todos, el ida y vuelta de José Luis Cucciufo y Julio Olarticoechea y el dinamismo de un sorprendente Héctor Enrique (el último llegado a la fiesta de la convocatoria) expandieron una solidez colectiva que fue amparada por el Tata Brown y Oscar Ruggeri. Justamente, el Cabezón sorprendió a sus ex compañeros con las reliquias que sacó de su museo personal. La pechera de entrenamiento, la camiseta que vistió en la final y la indumentaria del rival que tuvo que marcar en el estadio Azteca. “¿Se acuerdan del cejudo que entró?”, preguntó mientras enseñaba la remera con el número 20 que usó Dieter Hoeness. “A pesar de los piñones que le daba en los riñones, ni me miraba. Y después me cambió la camiseta”, reveló el ex central. Además, también mostró las dos medallas que recibió en las dos finales mundialistas que recibió (en México e Italia) y dejó en claro una marcada diferencia entre la del campeón y la del segundo puesto.

Ruggeri mostró sus reliquias del Mundial de México 86

La emoción siguió con el recuerdo de los jugadores que ya no están. La figura de Diego Maradona, acompañada de José Luis Brown y José Cuciuffo. Justamente, el Diez se transformó en mito cuando lideró a un conjunto que supo brillar ante rivales de enorme jerarquía. La Selección se recibió de equipo con Uruguay, pero confirmó su candidatura al título con Inglaterra. La Mano de Dios y la máxima expresión de arte en el Gol del Siglo confirmaron que el héroe surgido de Villa Fiorito sólo tenía un objetivo: la gloria.

De la final ganada hace 35 años en el Estadio Azteca han corrido ríos de tinta y sin embargo persiste la ventana abierta a una pregunta que no por carecer de respuesta renunciará a su sentido: ¿hubo algo de destino escrito en el hecho de que el tercer gol argentino llegara por un magistral pase de Maradona cuando Karl-Heinz Rummenigge ya había hecho daños significativos y había olor a remontada?

Jamás se sabrá, pero la creencia en un guiño astral invita a esa poética de la predestinación sin la cual los acontecimientos del deporte perderían sustancia y sabor. Fue el Mundial de Argentina. La Copa del Doctor Bilardo y la leyenda de Maradona. A 35 años de la hazaña, los protagonistas tuvieron su encuentro feliz.

El emotivo recuerdo de Maradona sobre el Mundial de México 86

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