Los ajenos se quedarán con la foto de la recta final, la de la marea celeste en la popular Centenario del Monumental celebrando el ascenso a Primera División con un llanto desconsolado de fondo. Solamente los de adentro, los que vivieron todo en primera persona, conocieron el sufrimiento antes de saborear la miel del éxito. Belgrano de Córdoba hizo caer a un gigante como River en la Promoción de 2011 y para eso desarrolló un meticuloso plan, una estrategia futbolística interpretada a la perfección. Contra el Millonario, sí, pero también a lo largo de todo el campeonato de la B Nacional. Hoy se cumplen 10 años de esa hazaña.
Esa campaña el Pirata no arrancó para nada bien: cosechó 3 puntos sobre los primeros 18 en juego y recién ganó en la séptima jornada ante Deportivo Merlo en Córdoba. La primera rueda fue muy irregular. Registró 7 derrotas, 6 empates y apenas 3 victorias hasta la fecha 17 y 18, cuando hilvanó dos triunfos consecutivos por primera vez. De a poco, Ricardo Zielinski fue dándole una identidad a su elenco, que terminó siendo protagonista junto a los ascendidos -de forma directa- Atlético de Rafaela y Unión de Santa Fe más un San Martín de San Juan que vencería a Gimnasia La Plata en la otra Promoción.
“Nadie esperaba que nos tocara River, nadie pensaba que ellos podían jugar una Promoción. Había hecho una muy buena campaña pero no ganó en los últimos partidos; en la etapa definitoria se le complicó. Lejos de preocuparnos, pensamos en que les iba a costar más a ellos, que estaban acostumbrados a jugar por finales de copas y salir campeón. Emocionalmente iba a ser más difícil para ellos”, analizó Juan Carlos Olave, uno de los grandes responsables de la gesta celeste.
Belgrano iba de punto pero con la presión y necesidad lógica de un ascenso que venía postergándose hacía rato: perdió promociones con Racing de Avellaneda y Rosario Central, mientras que el año anterior no llegó a pelear hasta las instancias finales por el ascenso. “Nuestro equipo estaba preparado para cualquier cosa, veníamos de momentos muy duros, llegamos a estar últimos en la B y nos cuestionaban la forma de jugar hasta que la impusimos. Salimos del barro”, apuntó Olave, que además de la experiencia y jerarquía debajo de los tres palos era fundamental para hacer descansar a sus compañeros por el gran desgaste físico que tenían a lo largo de los 90 minutos. Admitió que solía perder segundos en algún saque de arco o falta a favor con alguna protesta o insulto al aire con el fin de demorar y darle un respiro a su equipo. Eso, lógicamente, le costaba alguna amarilla y los seguros insultos de la hinchada adversaria.
A favor de los cordobeses estaba la localía en la ida y la gran carga y presión que tenían los jugadores de River por tener que dar la talla en esta instancia. En contra, la desventaja deportiva (con dos empates los de Núñez mantenían la categoría) y los rumores instalados de la “ayuda” externa que podía llegar a tener el adversario para evitar que perdiera la categoría por primera vez en su historia.
El Ruso, bicho del ascenso, planteó un escenario hostil y quiso hacerle sentir el rigor de la segunda división a un equipo acostumbrado a otra cosa en el Gigante de Alberdi. Zielinski les pidió un plus a sus futbolistas para estar un ritmo por encima de lo que requería la B Nacional. El plan fue salir a ahogar a River desde el minuto cero y jugar a la segunda pelota, aprovechando la agresividad de su mitad de cancha y rápida organización de ataque. Con roce y fricción, evitar que armaran juego los medios ofensivos rivales. Darles la salida en el fondo, presionar y agredir. Conocían las limitaciones a la hora de la elaboración: era un once que se replegaba bien, daba lucha en el medio y atacaba de forma directa con la inteligencia del Mudo Vázquez y la velocidad de los volantes externos Mansanelli y Maldonado más el punta, Picante Pereyra. Farré podía romper en ataque porque Ribair Rodríguez le cubría la espalda. La defensa priorizaba el orden y era muy fuerte en el juego aéreo, incluyendo a los laterales, sin tanta vocación ofensiva.
Belgrano salió en la ida con un 4-4-1-1: Olave; Turús, Chiqui Pérez, Lollo, Tavio; Mansanelli, Farré, Ribair Rodríguez, Maldonado; Mudo Vázquez y Pereyra. El cuadro de Jota Jota López tuvo a Carrizo; Ferrari, Alexis Ferrero, Adalberto Román, Arano; Mauro Díaz, Cirigliano, Almeyda, Lamela, Roberto Pereyra; y Funes Mori.
“En Córdoba ellos se dieron cuenta que estaban en una situación no habitual. Tenían jugadores dinámicos pero nunca pudieron imponer su juego. Se les notó mucho el nerviosismo. Entre el entusiasmo, la ansiedad y todo jugamos 90 minutos a un ritmo infernal, sobre todo hasta que se paró el partido con la entrada de los hinchas de River”, recordó el arquero pirata. A los 25 minutos César Mansanelli abrió la cuenta -de penal- tras la grosera e insólita mano del paraguayo Román. En el complemento el local volvió a pegar fuerte con el tanto del Picante Pereyra, autor del 2-0.
¿Cómo le repercutió a Belgrano el ingreso de los hinchas de River al campo de juego? Olave lo describió: “A nosotros no nos desenfocó porque estábamos detrás de la presa y no queríamos que se nos escapara. Pero eso planchó el juego, nos frenó, fueron 25 minutos. La verdad, una locura. Habla de lo impune que es siempre todo en nuestro país. Entraron, les pegaron a los jugadores y nadie hizo nada. Lo justo hubiera sido que se suspendiera el partido y sancionaran a River. Hablan del penal de Chiqui Pérez en la revancha y eso es mínimo al lado de otras cosas que sucedieron. Por ejemplo, las amenazas a Pezzotta en el entretiempo en el Monumental. Todo quedó en la nada. Si lo hubieran hecho los hinchas de Belgrano seguramente la revancha ni se jugaba”.
Si River estaba presionado con el solo hecho de disputar la Promoción, todo se le puso cuesta arriba cuando tuvo que remontar la serie en Núñez. En el búnker belgranista, Zielinski transmitió serenidad y exigió concentración. Les rogó a sus dirigidos que hicieran foco en el objetivo y no se salieran de eje. El clima y las condiciones iban a modificarse en el Monumental pero estaban a apenas 90 minutos de poner un broche de oro al año deportivo y escribir una página importante de su historia.
El Ruso ratificó el once mientras que López cambió el esquema y nombres: ingresaron Jonatan Maidana y el uruguayo Díaz para armar línea de 3, con Affranchino como carrilero derecho y Pereyra por la izquierda; en el medio un doble cinco con Walter Acevedo y un improvisado Chiche Arano, que había tenido un entredicho con Daniel Passarella en los días previos. Arriba, dupla ofensiva compuesta por Leandro Caruso y Mariano Pavone.
Belgrano intentó revalidar lo hecho en Córdoba pero River salió enardecido con el escenario a su favor: “Ellos jugaron como nosotros de local y nos impusieron el ritmo, agresividad y vértigo. Fuimos sabiendo que no teníamos nada asegurado y se decían muchas cosas. Entraron mejor y en el primer tiempo fueron mejores que nosotros, con nuestro juego, el de la segunda pelota. Cuando nos hicieron el gol (Pavone a los 5 minutos) empezamos a sufrir el partido y tratamos de sostenerlo. En la cabeza teníamos eso, sostener el resultado, porque adentro de la cancha nos veíamos superados”.
Aunque claro, los cordobeses no se desesperaron porque sabían desarrollar los partidos con dominio del contrincante. Con la ventaja mínima en el global se fueron al vestuario. Zielinski vio claro que había cuestiones para modificar pero no perdió su tranquilidad habitual. El Ruso fue contundente: “Si seguimos de esta manera lo vamos a perder. Tenemos que adelantarnos 30 metros porque estamos jugando con fuego. Si seguimos así, lo perdemos”. El lavado de cabezas fue vital y en la etapa final todo cambió. La cosa se emparejó, River perdió frescura y Belgrano empezó a tener espacios para contragolpear.
“Tuvimos un mano a mano que erró el Picante y ahí River sintió el impacto, se sintió vulnerable. Controlamos a los dos jugadores por afuera que nos hacían daño y lo tuvimos mucho más lejos de nuestro arco. River entró en ese nerviosismo a tirar pelotazos y nosotros teníamos cuatro defensores con muy buen juego aéreo. Con el nerviosismo de River y el aplomo nuestro, llegó el empate”, rememoró Olave.
El 1-1 de Guillermo Farré fue un baldazo de agua fría para todos los riverplatenses. Aunque minutos después tuvieron la chance de revivir con un penal polémico sancionado por el árbitro Sergio Pezzotta, que en el entretiempo había recibido la visita de la barrabrava local y sufrió amenazas por no haberle concedido un penal de Chiqui Pérez a Caruso en el primer tiempo. Olave se iluminó al minuto 69 y en el preciso instante en que le contuvo el remate a Pavone se desvanecieron las ilusiones millonarias.
“Yo era de protestar, pero esta vez me concentré en atajar el penal. Era un momento clave: si nos hacían el gol posiblemente River nos daba vuelta la serie por el empuje mismo de la gente quedando veintipico de minutos”, expresó el guardameta que replicó una atajada de Ángel Comizzo a Sebastián Brusco en el Monumental (año 2002) durante un River-Belgrano en el que fue suplente. Amagó a la derecha, amagó a la izquierda y se tiró a la derecha: “Me salió hacer lo mismo. No sé si lo habré confundido a Mariano o si él tenía decidido pegarle a ese lado. Me favoreció, para no dar rebote, que la pelota venía fuerte pero rasante y no fue tan esquinada. En el penal la gente se apagó, era un silencio muy grande en el estadio. Se sentía la gente de Belgrano nada más”.
Tras eso River terminó de desmoronarse mentalmente y su juego perdió el sentido. Belgrano ganó confianza y serenidad con el empate. A falta de un cuarto de hora, el dueño de casa quedó confundido y la visita estuvo cerca de sentenciar el juego con otro gol. Para River la única manera de ponerse arriba en el score otra vez era con pelotazos frontales al área que siempre fueron bien resueltos por la defensa pirata.
“Lo logramos porque lo creíamos, teníamos la convicción de que iba a ser así. Siempre estuvimos confiados en que lo podíamos ganar. La convicción estaba, eso nos daba la certeza. Siempre tuvimos confianza, nunca estuvimos confiados”, sentenció uno de los héroes de esta historia.
Para Juan Carlos Olave el círculo de este inconmensurable logro terminó de cerrarse en la Bombonera el 16 de octubre de ese año, cuando Belgrano visitó a Boca por la fecha 11 del Torneo Apertura de Primera División: “Había mucha expectativa de qué iba a pasar cuando fuéramos a La Boca. Cuando salimos a la cancha la gente mostró carteles, cantaba y a mí me aplaudió La 12. Eso sí, a los 5 minutos de partido me empezaron a putear de nuevo porque hacía tiempo. Ahí me di cuenta de que no existe el amor por un jugador de otro equipo, ja”.
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