“Mi personalidad me ayudó a soportar los cambios bruscos que sufrí en mi vida”, confiesa Juan Eduardo Esnaider, aquel delantero técnico y de fuerte personalidad que jugó en 11 equipos diferentes durante 15 años: Ferro, Real Madrid, Zaragoza, Atlético de Madrid, Espanyol, Juventus, Porto, River, AC Ajaccio, Murcia y Newell’s.
El marplatense, de destacada trayectoria, estuvo a las órdenes de entrenadores como Carlos Griguol, Marcello Lippi, Carlo Ancelotti, José Antonio Camacho, Marcelo Bielsa, Ramón Díaz y Benito Floro, entre otros. Durante su paso por España, defendió la camiseta de los dos grandes rivales de Madrid, siendo uno de los dos argentinos en la historia en tener ese privilegio junto a Santiago Solari. Debutó en la Liga a los 17 años jugando para el Merengue. “El primer año lo sufrí bastante. No fue fácil la adaptación. Era un fútbol mucho más rápido y diferente al argentino”, sentenció.
Mas allá de su extensa carrera deportiva, Esnaider atravesó un duro momento personal que le cambió vida. En diciembre de 2012 perdió a uno de sus cinco hijos, Fernando de 17 años, tras padecer una enfermedad terminal. “Estoy súper enojado con la vida. Mi felicidad jamás va a ser plena. Nunca más será igual a partir de su partida”, remarcó, con voz triste y apagada.
Dsde la capital española, el ex atacante dialogó con Infobae y realizó fuertes revelaciones. La pelea con Julio Grondona que lo alejó de la Selección, el día que en River le dijeron “burro”, las enseñanzas de Griguol y Bielsa y por qué no le sorprendió la muerte de Diego Maradona.
-¿Qué es de su vida, a qué se dedica en la actualidad?
-Estoy alejado del fútbol como entrenador pero viviendo bien en Madrid. Pasé el último verano argentino en Mar del Plata, voy alternando. Ahora disfruto del clima europeo en Madrid. Cuando voy para la Ciudad Feliz trabajo en un complejo de fútbol donde llevo adelante un proyecto de formación de chicos que me entretiene mucho. Mientras tanto, sigo esperando que me salga alguna oportunidad para entrenar un equipo.
-¿Le gustaría dirigir en la Argentina?
-Tuve varias reuniones con algunas personas, pero no se concretaron las posibilidades. Soy entrenador de fútbol y, por ende, no descarto nada. Estoy a disposición para aportar todo lo que sé al club que me necesite. Cuando dejé el Getafe, pensé en hacer mi carrera en España, pero salí decepcionado porque no me fue bien. Sin embargo, los tres mejores años de mi vida los pasé en Japón. Nunca uno sabe dónde terminará siendo feliz. Disfruté de ser entrenador del JEF United Chiba. Pero me gustaría dirigir en la Argentina.
-Debutó a los 17 años en Ferro de la mano de Griguol. ¿Qué enseñanzas le dejó Carlos?
-Lamento mucho su partida. En mi carrera tuve entrenadores muy importantes, pero sin haber pasado por Ferro ni haber estado bajo la tutela de Griguol, no hubiese sido futbolista. La culpa de que haya sido jugador de futbol la tuvo Carlos. Pero no tanto por las enseñanzas futbolísticas, sino por las de la vida. Yo era un pibe bastante rebelde, no era fácil de manejar y él me tuvo mucha paciencia. Me ayudó, aconsejó y lo quise mucho.
-En ese vestuario verdolaga, ¿quiénes lo fueron acomodando y llevando por el buen camino?
-Sergio Vásquez fue fundamental. Me pegó muchas patadas y me ayudó bastante (risas). En Primera División jugué pocos partidos oficiales, pero antes estuve entrenando con los profesionales que fueron marcándome el camino. Fabián Cancelarich, Oscar Garré, Claudio Cristofanelli y Oscar Agonil fueron muy importantes para saber cómo manejarme y cómo respetar a los demás. Ferro fue extraordinario en los cuatro años que estuve: tres en las divisiones juveniles y uno en Primera. Las etapas que viví ahí me hicieron feliz.
-Después se marchó Real Madrid con 17 años. ¿Le costó adaptarse a un vestuario lleno de figuras?
-Adaptarme al vestuario fue fácil, porque el grupo de jugadores que me recibió me lo hizo sencillo. Manuel Sanchís, Emilio Butragueño, Chendo, Fernando Hierro fueron amables y buenos conmigo. Hoy, tengo una gran relación con Michel González, una de las personas que mejor me trató cuando llegué. Cuando era un pibe al que nadie conocía, ellos me recibieron muy bien. Tuve mis encontronazos porque fui un chico con mucho carácter y me tocó recibir represalias.
-En lo futbolístico, ¿por qué no triunfó en la Casa Blanca?
-No fue fácil la adaptación. Era un fútbol mucho más rápido y diferente al argentino. Me costó adaptarme porque es otro tipo de juego. El primer año lo sufrí bastante. Pero lo más importante fue que tuve un apoyo tremendo en lo personal.
-¿Su carácter le jugó en contra a lo largo de su carrera?
-En algún punto, sí. Especialmente, en el más ansiado de todos, que fue querer jugar en la selección argentina. Después, en el resto creo que no. Mi carácter me ayudó a soportar los cambios bruscos que sufrí en mi vida. Me fui desde muy chico de Mar del Plata a Buenos Aires. Luego, pegué saltó al Real Madrid, antes de ser mayor de edad. Si no hubiese tenido una personalidad fuerte, no hubiera podido adaptarme. Pero mi conflicto con Julio Grondona me pasó una factura demasiado grande, porque en los mejores años de mi carrera no fui citado al seleccionado y fue lo que más me dolió de mi carrera. Lo que pasó, pasó. Pero en la actualidad no cambio nada de lo que hice, excepto esa dificultad que tuve con Grondona, que no me permitió disfrutar más del seleccionado.
-Se cumplen 30 años del escándalo del Sub 20 en el Mundial de Portugal, en el que Argentina perdió 3 a 0 con el local y quedó eliminada en primera ronda de manera bochornosa. ¿Qué recuerdos tiene?
-Fue un momento desagradable. Mi expulsión fue producto de la frustración por no ganar y sabiendo que nos quedábamos afuera del Mundial. Son cuestiones que pasan. Si lo hubiese pensado no lo hubiera hecho. Son cosas que pasaron, no las podes cambiar.
-¿Le pegó un cabezazo al árbitro Guy Gothals en ese encuentro?
-Yo no le pegué al árbitro. Sí me expulsaron y derivó en que, al término del encuentro, Julio Grondona me recrimino la expulsión y yo respondí. A partir de ahí, discutimos. Fue mi última participación en un Mundial Sub 20.
-¿Se arrepintió de esa pelea con Don Julio?
-Hoy no hubiese tenido esa pelea y menos la reacción que llevé a cabo. Tal vez, lo hubiera manejado de otra manera y no pasaba lo que pasó. Tenía 18 años, con un montón de presiones encima. Igualmente, me encantaría tener en mi equipo a jugadores con mi carácter, lo firmo y no tengo dudas. Pero trataría de ayudarlos a que piensen un poco más las cosas y no actúen por impulso, que sepan manejar las reacciones. Con Grondona no llegamos a irnos a las manos, tan loco no estaba. Sí discutimos muy fuerte y hasta hubo insultos.
- ¿Volvió a ser citado a la selección argentina?
-Sí, Daniel Pasarella me citó cuando era el director técnico de la Mayor. El mandamás de la Asociación del Fútbol Argentino me levantó la sanción porque hablamos y se arregló todo. Después, fui llamado por Marcelo Bielsa para la Copa América del 2001 que, al final, Argentina no la disputó por los problemas de inseguridad que existían en Colombia, el país organizador. Fue la única Copa en la que hubiese podido participar pero no se dio (risas). Fue doloroso, pero debí aceptar la decisión que tomó la mayoría.
-A Bielsa lo tuvo como entrenador en el Espanyol de Barcelona y después lo citó al seleccionado
-Sí, me conoció bien en el equipo español y supo cómo tratarme. Fue el entrenador más metódico que tuve. Además, el que más defectos y virtudes me marcó; me ayudó mucho en el tiempo que coincidí con él. Marcelo es muy especial. Tuvimos una muy buena relación. Él con su carácter, yo con el mío. Tuvimos enfrentamientos de por medio, siempre con buena voluntad. Es un entrenador extraordinario, que fue cambiando mucho su personalidad y mejorando el trato con sus futbolistas. En un principio, era un tipo distante, pero ya en el seleccionado se acercó un poco más a los jugadores. Hoy, trato de copiar muchas de las cosas que aprendí de él.
-¿Cómo se definiría como DT?
-Tengo mi estilo. Tuve la suerte de jugar en distintos países, donde el fútbol se vive de otra manera. Me considero un entrenador con tres identidades marcadas: un mezcla del potrero argentino con la técnica y el estilo de España y la táctica de Italia.
-Jugó con el Cholo Simeone y con Mauricio Pochettino. ¿Creía que iban a tener semejante carrera como entrenadores?
-Sí, la verdad que sí. Con Mauricio hice el curso de director técnico en Madrid y marcó una diferencia entre todos los participantes. Se le notaba que iba a llegar lejos por su forma de expresarse y la pasión que tiene por este deporte. Con respecto a Simeone, no existía otro camino que no fuese el de entrenador de fútbol. Después, el éxito no va sólo con lo que hagas, sino que tenés que acertar con el equipo que elijas dirigir.
- También, fue compañero de Zinedine Zidane, pero en la Juventus. ¿Pensó que se iba a transformar en un buen técnico?
-No, de él no lo imaginaba. Con Zizou fuimos amigos, nos vimos en Madrid, pero hoy no tenemos contacto. Cuando dejó el futbol profesional, estaba encaminado a la dirección deportiva, inclusive tenía acciones en un equipo de Francia y otro de Suiza. Lo veía más enfocado a la gestión deportiva. Pero me sorprendió.
- ¿Cómo compañero en una cancha también lo sorprendió?
-Como jugador era un genio, un distinto. Un futbolista que no te encontrabas en cualquier plantel, diferente en todo sentido. Jugaba de la misma manera en los entrenamientos que en los partidos. Un espectáculo verlo en la cancha. Fue el mejor futbolista que tuve como compañero en mi carrera, técnica y futbolísticamente, el mejor de todos. Cuando era chico, iba a Ezeiza y coincidí cuatro veces con Diego Armando Maradona, pero no viví en el día a día con él. Pelusa está fuera de cualquier discusión. No hay comparación que valga con Diego. Fue el mejor de todos los tiempos.
-¿Lo sorprendió su fallecimiento?
-Me dolió pero no me sorprendió. El que te diga que lo sorprendió, te miente. Diego no estaba bien de salud. Yo sentí mucho dolor más que sorpresa.
-¿Cómo definiría su paso por River?
-Fue negativo, no logré lo que quería. Tenía un objetivo y no lo cumplí. Yo tenía la posibilidad de jugar el Mundial 2002 con la selección argentina. Estaba cedido a préstamo a la Juventus desde el Porto. No tenía buena relación con el entrenador y jugaba muy poco. Entonces, me puse en contacto con el Loco Bielsa que me dijo que si lograba continuidad durante seis meses tenía chances de ir la Copa del Mundo. De esta manera, busqué un club visible, donde pudiera tener ritmo de juego. Quería cumplir el único sueño que me faltaba: disputar un Mundial con la Selección Mayor. Me moví para regresar a la Argentina ya que deseaba estar cerca de la AFA. Quise que me contratara Racing porque soy hincha del club. Estaba todo encaminado porque el entrenador era Mostaza Merlo, quien me había dirigido en la selección juvenil, pero elegí ir a River.
-¿Por qué te decidiste por el Millonario?
-Era la mejor opción, ya que jugaba la Copa Libertadores en el 2002 y otros torneos internacionales. Al final, la historia no terminó saliendo como quería. El destino me marcaba que tenía que ir para Avellaneda, no lo hice y terminé mal en River. No me fue bien. No me adapté ni tuve buena relación con el entrenador, Ramon Díaz. No congeniamos desde el inicio. O no le gusté. Tal vez, no estaba completamente decidido con mi incorporación al club. Mi paso por el equipo de Núñez fue negativo en lo futbolístico e inclusive en lo humano también, porque la pasé mal. No fue una experiencia agradable en todo sentido.
-¿Es verdad que en River los nenes del colegio le gritaban “burro”?
-Resulta que había un colegio pegado al Monumental. Nosotros entrenábamos en el campo de juego del estadio y desde las ventanas del establecimiento educativo se observaba la cancha. En aquel momento, los hubiese cagado a trompadas a los maestros por permitirles a los chicos que me gritaran “burro”. No me olvido más: nosotros entrenando y los chicos salían por la ventana y me gritaban esas cosas.
-Se retiró en Newell’s, ¿por qué dejó el fútbol siendo tan joven?
-Fue distinta y mejor mi estadía en Newell’s que en River, a pesar de que no rendí futbolísticamente y tuve un problema de adaptación. Entiendo que hay una diferencia entre el fútbol español y el argentino que me jugó en contra. No terminé de adaptarme en el equipo rosarino, pero jugué más y también lo disfruté. Cuando llegué a la Lepra, ya estaba retirado antes de arrancar a jugar. Hoy, me pregunto: ¿por qué me retiré tan joven? En su momento, estaba decidido y no me arrepentí de nada, ya que estaba harto de todo, muy cansado del fútbol. Me costaba ir a entrenar y escuchar a los entrenadores, aceptar lo que me pedían. Además, padecía un problema físico, chocaba con los centrales rivales y no tenía fuerzas. Luego de los entrenamientos, era una batalla contra los dolores. Había perdido las ganas de ir a entrenar y dije: “No va más”.
-¿Sufrió al dejar el fútbol?
-Hay jugadores a los que que sí les pesa tomar ese tipo de decisiones drásticas. Yo me retiré y me dediqué a un proyecto deportivo en Mar del Plata. Construí un complejo de deportes y, paralelamente, me metí a trabajar en Cadetes, el club del barrio donde nací. Así que la cabeza la tenía súper ocupada, por este motivo no me afectó tanto. En ningún momento, durante los cuatro años que estuve trabajando en mi ciudad, me arrepentí de haber dejado el fútbol ni dudé en volver a jugar profesionalmente.
-¿Cómo surgió la idea de refundar el Club Atlético Cadetes de San Martín?
-Es mi club de la infancia. Empecé a jugar ahí y mi viejo fue uno de los técnicos del club. Con el tiempo, la entidad fue perdiendo su esencia y un amigo me dijo: “¿Por qué no ayudás a levantarlo?”. Le dije que sí. Y entre los dos, mejoramos las instalaciones. Construimos un gimnasio con pisos de parquet. Hicimos nuevas oficinas. Armamos un complejo deportivo espectacular. Hoy no lo manejo pero estoy sopesando la idea de volver a hacerlo, eso me haría muy feliz. De resurgir el proyecto que llevamos adelante durante 8 años.
-¿Está satisfecho con la vida que tiene?
-Yo tengo un golpe terrible en mi vida que nunca voy a superar. Perdí a uno de mis hijos hace 8 años (tuvo cinco con su mujer, María Fernanda), producto de una enfermedad terminal. Estoy súper enojado con la vida; mi felicidad jamás va a ser plena. Nunca más será igual, a partir de que se fue Fernando. Es lo mas importante que me pasó en mi vida. Si no fuera por eso, sería el tipo más feliz del mundo.
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