Este 22 de junio, Diego Maradona no estará presente para evocar aquél 22 de junio, el de 1986, el que transformó en una fecha patria para Argentina, y en un mojón ineludible de la historia del fútbol para todo aquel que se precie fanático del deporte más popular.
Se cumplen 35 años de su actuación más mágica, de sus dos conquistas a Inglaterra en el triunfo de la Selección por los cuartos de final del Mundial de México 1986. De abrir el marcador con una mano camuflada de cabezazo y de remacharlo con un eslalon artístico, único, bautizado como el mejor gol del siglo XX. Pero desde el 25 de noviembre del año pasado, Pelusa y su zurda no se encuentran en el plano físico para bañarse de homenajes. En 2020, ante la irrupción de la pandemia y la imposibilidad de trabajar en Gimnasia, Diego Armando se dio el gusto de repasar aquel partido, de saborearlo y encontrarle nuevas perlas. Y las compartió con Infobae. Aquí, el último reencuentro de Maradona con su magia.
El segundo tanto lo soñó. Lo construyó con la almohada, tal como lo supo hablar con su familia. “Diego contó que había hablado con sus hermanos, con Lalo (Raúl) y el Turco (Hugo) de una jugada en la que él se recostaba sobre la derecha, encaraba, dejaba rivales en el camino y definía al segundo palo. Y entonces dijo: ‘Tengo unas ganas de hacerle un gol de esos a los ingleses’. Y bueno, un rato después, de esa manera, hizo el gol de su vida”, contó Roberto Mariani, parte del cuerpo técnico de Carlos Salvador Bilardo, en el libro “El partido”.
Y vaya si lo llevó a la realidad. Pues bien, horas antes del aniversario 34, las escenas de aquella epopeya volvieron a pasar frente a sus retinas. “El otro día en casa vi otra vez el partido, vi el segundo gol y me sigue emocionando. Y siempre le encuentro algo nuevo, la mala salida de Shilton o el pase del Negro Enrique. Porque joden con eso, pero ahí arranqué yo. Otro por ahí la tiraba a la mierda, pero él me vio y me dio la pelota”, le dijo a Infobae sobre ese toque del mediocampista que en principio supo a instrascendente, pero que puso en marcha a la corrida eléctrica del Diez que terminó en su toque a la valla vacía tras superar a todos los adversarios que tuvo por delante para firmar el 2 a 1 definitivo.
En 61 metros de recorrido pasaron Glenn Hoddle, Peter Reid, Kenny Sansom, Terry Butcher, Terry Fenwick y el arquero Shilton. Y,en efecto, aquella pincelada dejó en segundo plano la mano pícara que había roto el 0. Con el tiempo dije que el segundo gol a Inglaterra fue para que después no digan que les había hecho un gol con la mano, ja. Creo que fue justo para eso, así no tenían excusas”, subrayó entonces Diego, convencido de que ante otro rival difícilmente hubiera podido dibujarle tamaña cadena de fintas.
La enorme virtud del fantasista argentino se complementó en el imperdonable error de planificación de Bobby Robson, entonces entrenador de Inglaterra. También está indicado en el libro “El partido”. “Yo esperaba que el técnico nos detallara cómo íbamos a marcar a Maradona hombre a hombre, pero Sir Bobby tenía otras ideas: la orden era marcarlo colectivamente y que se ocupara el jugador que estuviera más cerca. Sir Bobby me llevó a un costado para decirme que Maradona sólo tenía un pie del que debía estar atento, pero claramente no me explicó cuán bueno era ese pie”, sorprendió Fenwick con su testimonio. “Tuvimos reuniones para hablar del partido, pero Bobby nunca fue de hacer demasiados análisis tácticos. Era más un motivador”, firmó Hodge en su biografía. Insuficiente para enfrentar a Diego en estado de gracia.
“A una selección como Brasil, Uruguay o alguna otra potencia como Alemania o Francia, creo que no le hubiese podido hacer el gol, porque me hubiesen bajado antes. Mirá si un uruguayo me va a correr al lado o me va a tirar un manotazo al estómago. Me la ponen en la cara...”, lanzó la carcajada Pelusa en su evocación, con el duro cruce de octavos de final ante los charrúas en la mente.
En las prácticas previas, aunque suene increíble, había practicado el salto con el puño camuflado detrás de su cabellera frondosa. En realidad, se trataba de un gesto característico en el área, cuando sabía que iba a ser anticipado por el arquero.
“En el primer gol Shilton pensó que yo iba a chocar contra él. Eso es lo que pasa en esas jugadas, siempre. Pero yo me hice chiquito y salté. No sabía si iba a llegar, tampoco si me lo iban a cobrar, pero no la iba a dejar pasar”, describió su picardía.
“Más no le puedo pedir a la vida”, aseguró el año pasado, con la mano en el control remoto, siempre listo para ofrendarle otro replay. Esta vez, a 35 años de la gesta, no habrá posteo de Diego para recordarlo. Pero toda su feligresía se encargará de llenar ese vacío.
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