Lionel Messi sale del campo de juego del estadio Nilton Santos y su semblante lo dice todo: el gesto es más bien adusto, señal de disconformismo. A la Selección Argentina se le escapó por tercera vez consecutiva un partido que comenzó ganando y la sensación no es grata para el capitán, figura de la cancha en el 1 a 1 ante Chile. El Messi versión extraterrestre solo se vio en el golazo que anotó de tiro libre, pero con su insistencia, con su búsqueda permanente y con su condición de jugador más peligroso de Argentina, se transformó en el mejor de un partido que estiró el invicto de Lionel Scaloni al frente de la Selección a catorce partidos: la última caída fue ante Brasil, en las semifinales de la Copa América 2019 en ese mismo país, el 2 de julio de 2019 por 2 a 0.
Desde entonces, Argentina ganó siete encuentros y empató los siete restantes. Sin embargo, el equipo no termina de convencer ni de despertar la certeza de que va por el buen camino. De a ratos genera entusiasmo, despierta adhesiones y aplausos; y en otros tramos abre lugar para las dudas, las vacilaciones, la desconfianza.
En un lapso de doce días, Argentina igualó dos veces 1 a 1 ante Chile y otra 2 a 2 frente a Colombia. Frente al equipo chileno arrancó arriba en el marcador tanto en Santiago del Estero, por las Eliminatorias para el Mundial de Qatar 2022, como anoche en el estreno en la Copa América, en Río de Janeiro. Y ante los colombianos cedió dos puntos, en Barranquilla en el marco del camino a la Copa del Mundo, luego de estar dos goles arriba. Es evidente que el equipo no puede despojarse de una fragilidad defensiva que quizás no sea preocupante pero que sí es manifiesta.
Al igual que ante Colombia, que llegó al 2 a 2 la semana pasada por sendos errores individuales de Argentina (de Nicolás Otamendi y de Juan Foyth, a quien Scaloni dejó afuera de la Copa América), Chile alcanzó el 1 a 1 por fallas defensivas muy marcadas. En primer lugar, del equipo en general, que quedó mal parado luego de que Lucas Martínez Quarta terminara pagando al ir a presionar hacia las cercanías de la mitad de la cancha. Y, luego, de Otamendi en particular: al intentar subsanar la fallida salida de Martínez Quarta, fue a ocupar la posición de su compañero de zaga como primer marcador central pero defendió el ataque rival de un modo muy endeble y la jugada derivó en el penal cometido por Nicolás Tagliafico, algo torpe al intentar tapar un remate de Arturo Vidal, a quien le pegó una patada entre las piernas. Es decir que hubo dos errores no forzados y un penal evitable en la jugada que derivó en el 1 a 1 definitivo.
Argentina es un equipo inestable, que domina los partidos cuando dispone de la pelota y que los sufre más de la cuenta cuando la pierde. Por las características de sus jugadores, parece estructurado para intentar imponer condiciones y no tanto para dejar que el rival le maneje el balón. El problema es que divide más de la cuenta la posesión de la pelota: contra Chile la tuvo durante un 49% del partido y allí quizás radica uno de los motivos de sus vacilaciones.
Dicho esto, también hay que remarcar que estuvo más cerca que Chile de la victoria. Y aquí es donde surge otra de sus dificultades: en los tres partidos que se jugaron en el año, careció de contundencia en relación con la cantidad de situaciones de peligro que generó. Mereció ganar los dos choques ante Chile y lo mismo ocurrió ante Colombia, pero eso no modifica el concepto general: el equipo no termina de convencer y a Scaloni no se lo nota convencido de tener un conjunto titular estable. Hay puestos que todavía no tienen dueño y en ello obviamente también hay responsabilidad de los futbolistas, que no rinden del modo esperado. El único marcador central que parece tener un lugar garantizado en la formación inicial es Cristian Romero, quien no está disponible porque se recupera de una lesión muscular. El nombre del lateral izquierdo aún no está claro: ¿Nicolás Tagliafico o Marcos Acuña? ¿Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y Giovanni Lo Celso conforman un mediocampo indiscutido o ahí puede colarse algún nombre como el de de Exequiel Palacios?
En este marco de dudas, los últimos dos partidos le dieron al técnico soluciones en dos puestos: Emiliano Martínez dejó en claro que hoy es un razonable guardián del arco por su capacidad técnica, por su seguridad para el juego aéreo y por su presencia física, y Nicolás González ratificó todo lo bueno que había insinuado el año pasado, cuando sorprendió con sus apariciones por la banda izquierda e incluso convirtió goles ante Paraguay y Perú, por las Eliminatorias. En el debut argentino en la Copa América, a ambos les faltó completar algún casillero para ganarse un puntaje incluso mejor que el de Messi, a quien acompañaron en el podio a nivel individual: a “Dibu” Martínez, mostrar una mayor reacción para ir a buscar el rebote en el travesaño luego del penal que le atajó a Vidal y que posteriormente Eduardo Vargas mandó al gol; y al atacante del Stuttgart, tener una mayor eficacia en la resolución de dos jugadas muy propicias para anotar.
Argentina cuenta con un líder futbolístico indisimulable como Messi. En ese sentido, hay un dato alentador: el equipo no depende de Lionel para su producción ofensiva, sino que él aparece en momentos determinados de los partidos y el conjunto es capaz de prescindir de sus invalorables aportes para generar situaciones de gol. La “Messi dependencia” de otros tiempos parece haber quedado archivada y esa es una buena noticia para la Selección. Pero, así como Argentina tiene en Messi a su líder futbolístico, carece de uno espiritual. No cuenta con ese clase de jugadores de fuerte personalidad, vehementes, capaces de enderezar el rumbo con un par de gritos o con esa rebeldía futbolística bien entendida que suele ser el combustible anímico de un equipo. Un Oscar Ruggeri, un José Luis Chilavert, un Diego Simeone, por citar distintos paradigmas de jugadores temperamentales y productivos.
La actual inconsistencia de la Selección tiene su correlato en los cambios que realiza Scaloni: cuando el partido parecía pedir los ingresos de Exequiel Palacios por Rodrigo De Paul y de Sergio Agüero por Lautaro Martínez, ordenó el ingreso de Ángel Di María por Lo Celso y la entrada de Palacios pero por Leandro Paredes, con lo cual el equipo quedó sin un volante central. Eso no fue un problema en sí, pero tampoco resultó la solución para la falta de elaboración de juego que sufrió el equipo durante la mayor parte de la etapa final. A Agüero por un Lautaro Martínez desangelado recién lo puso cuando faltaban diez minutos para el final, el mismo instante en el que Joaquín Correa reemplazó a Nicolás González, el segundo más peligroso después de Messi.
Si a Scaloni por ahora le faltaron reflejos para acertar con las modificaciones de nombres -un déficit que había mostrado en la Copa América 2019-, la Selección debería dejar de lado esos altibajos que hoy la transforman en un equipo inconstante y volátil, capaz de dañar con facilidad como de sufrir más de la cuenta sin que pasen más de diez minutos de diferencia.
SEGUIR LEYENDO: