La historia de película del Pulga Rodríguez, la estrella más terrenal del fútbol argentino, que hoy busca su primer título en la élite

De probarse en el Inter y el Real Madrid a trabajar de albañil. De saborear el fútbol profesional a jugar en una liga amateur por unos pesos. El delantero de Colón busca ante Racing su vuelta olímpica fundacional en Primera, para adosar a sus éxitos en el Ascenso. Un personaje único que se ganó el respeto por su simpleza y sus golazos

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El Pulga se frota las
El Pulga se frota las manos. Hoy puede conseguir su primer título en Primera.

Entre tanto brillo ficticio, él reluce precisamente por su humildad. En ese mundo de ostentación e ídolos repentinos, el Pulga es la estrella más terrenal del fútbol nacional. Luis Miguel Rodríguez es desprejuiciado, con una gambeta única y con la marca registrada de que todos tus tantos son golazos (incluso los de penal, como el último frente a Independiente en la victoria 2-0). Se divierte y contagia a quien lo ve en un campo de juego. La gloria lo espera a la vuelta de la esquina y esta tarde jugará con Colón la final de la Copa de la Liga frente a Racing.

Hoy disfruta de un presente notable que lo tiene como uno de los mejores jugadores de Primera División, aunque el camino no fue fácil para llegar hasta acá. Nació el primer día de 1985 en la localidad tucumana de Simoca, de diez mil habitantes, a 50 kilómetros de la capital provincial. Fue en el marco de una familia humilde y muy trabajadora, con nueve hermanos.

Desde muy chico inició su romance con la redonda y Pocholo, su papá, a pesar de sus limitaciones económicas, pudo regalarle un par de botines comprados por 30 pesos en una feria para que no siguiera jugando descalzo. Sus condiciones futbolísticas fueron notorias y en su adolescencia tuvo algunos golpes por malos manejos de un representante.

Su padre siempre quiso que jugara al fútbol, pero al Pulga no se le cayó ningún anillo cuando quiso darle una mano a su familia. Llegó a trabajar de albañil con su cuñado y lo recordó en una entrevista con Infobae: “Es un trabajo normal. Pero no se gana como en el fútbol. Te tenés que levantar a las 7.30 o en verano antes para trabajar y ganarle un poco al calor. Si bien no estás de bermudita linda, estás con ropa de laburo y es un laburo digno, que sirve y a mí me sirvió muchísimo para valorar las cosas que consigo hoy por hoy. Las valoro el doble”.

El Pulga Rodríguez se convirtió
El Pulga Rodríguez se convirtió en ídolo de Colón (EFE/Javier Escobar/Archivo).

A los 14 años ya jugaba en un certamen regional en su Tucumán y pudo probarse en el Real Madrid. Luego a través de contactos entre el Inter y su filial tucumana, pudo recalar en el club italiano junto a otros tres chicos de su provincia. Se alojaron en una pensión en Milán y llegaron a jugar un torneo de inferiores contra el Udinese, Parma y Peruggia. Desde entonces siempre sintió que le había quedado una cuenta pendiente, la de formar parte de un club europeo.

Sin embargo, lo peor llegó en 2001 otra vez en Europa y fue cuando lo abandonaron en una estación de tren en Rumania. “Yo no tenía conocimiento, era muy ignorante. Tenía 16 años. Dijeron que nos iban a pagar una plata que nunca nos pagaron. Cumplimos el mes, nos cargaron en un tren, dijeron ‘éste es el pasaje, vayan en el tren éste que van a ir a la capital y de ahí van a ir a Italia’. Cuando llegamos a la capital no había nadie. Estábamos ahí con cuatro compañeros y no teníamos plata. Nos sentamos en un McDonald’s y pensamos ‘de última alguien se comunicará'. En ese momento yo pensé que nos quedábamos en Rumania. Hay que laburar y conseguir para volvernos”, recordó, aunque lograron comunicarse con el padre de uno de los chicos y pudieron volver.

Entre 2003 y 2004 jugó en Racing Córdoba que en ese momento estaba en el Torneo Argentino A donde no tuvo muchas oportunidades y aseguró que le pagaban “200 pesos y la pensión. ¡200 pesos era como que estaba cobrando 20 mil dólares para mí! Nunca había recibido un peso”, contó.

Si bien el conjunto cordobés logró el ascenso, extrañó mucho Tucumán y volvió a sus pagos donde jugó en Unión de Transportes Argentinos, en el torneo regional por 400 pesos mensuales. “Yo les dije que no me interesaba mucho lo que me pagaran porque quería jugar y llegué a marcar como cincuenta goles”, recordó. De hecho, en un solo partido llegó a marcar doce.

Un clásico del Pulga: el
Un clásico del Pulga: el caño a los árbitros ante de los partidos. Una manera de descontracturar.

Su rendimiento, más allá de que era una liga menor, lo promovió a Atlético Tucumán en 2005. Allí fue campeón del Torneo Argentino A en 2008 y del Nacional B en 2009, por lo que en dos años estaba jugando en la Primera División, un hecho histórico para el club.

Fue en 2009 cuando recibió la convocatoria a la Selección que al principio ni él la creyó. Fue dirigido nada menos que por Diego Armando Maradona, que en su cargo armó equipos con jugadores del ámbito local. Fueron días mágicos y nadie le quitó el sueño del Mundial de Sudáfrica al año siguiente. No se dio, pero tuvo la posibilidad de pasar a Newell’s en 2010/2011, aunque tampoco logró adaptarse. Regresó a Atlético donde su nivel fue sobresaliente y se convirtió en ídolo.

En el Decano permaneció hasta 2018 y fue campeón del Nacional B en 2015 y finalista de la Copa Argentina en 2017. Llegó a jugar 323 partidos y marcó 130 goles, convirtiéndose en el segundo máximo anotador de la historia del club, detrás de Santiago Coya Michal (209).

En la temporada 2018 llegó a Colón de Santa Fe y en su segundo año vivió el éxtasis en aquella Copa Sudamericana. La alegría llegó hasta la final en La Olla (el estadio de Cerro Porteño), plagada de hinchas sabaleros. Aunque en Asunción cayeron 3-1 frente Independiente del Valle, y con un puñal para el Pulga que erró un penal.

Días mágicos: en su convocatoria
Días mágicos: en su convocatoria a la Selección y bajo la dirección de Diego Maradona (Foto Baires).

Pero Rodríguez no bajó los brazos y supo mantener el idilio con los seguidores del Negro. Fue a fuerza de goles donde sus pinceladas siempre están presentes. Parece que el Pulga tiene el chip de que si no es un golazo, no vale. Gambetas, toques desde afuera del área, tiros libres inalcanzables para los arqueros o cualquier otro gesto técnico indescifrable para sus oponentes que suelen ira a buscar la pelota adentro cada que vez que el delantero de Colón pisa el área o merodea el campo rival.

Sus tantos no fueron solo para una nota de color sino que también son acompañados por su nivel constante. Según la cuenta de Twitter Sudanalytics, desde 2017 hasta hoy, ningún jugador en la Argentina hizo más goles (33) ni más asistencias (16) que el Pulga. El dato incluye Copas de Primera División.

Su sinceridad lo llevó a reconocer que muchas veces no se cuidó lo suficiente, al punto de comer asados o un lechón antes de los partidos y que el apego a su familia en Simoca lo privó, acaso, de una carrera aún mayor a la que tiene.

Atrás quedaron aquellos años duros. Los sacrificios de su familia para acompañarlo. Los malos manejos de quienes los usaron. A sus 36 años, el Pulga mantiene esa pureza de buen pibe. Es un crack del fútbol argentino, pero no se muestra como una celebridad ni tampoco presume alguna ostentación. Lleva el potrero en alma y por eso es muy querido.

El Pulga tiene un espíritu amateur que en cada presentación logra robarle una sonrisa a propios y extraños. Desde sus caños a los árbitros luego del sorteo inicial hasta sus jugadas magistrales que muchas veces abren un partido chato o suele definirlos. Es ese compañero ideal en el “fulbito con amigos”, pero con la responsabilidad de un jugador profesional.

El tiempo les dio la revancha a Luis Miguel Rodríguez y a Colón. Hoy en San Juan tienen la gran chance con otra final. El equipo santafesino y busca su primer título en Primera. Lo propio el Pulga que con una de sus mágicas apariciones puede cambiar la historia.

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