De ganar un título histórico con San Lorenzo y formar una zaga temible con Oscar Ruggeri a atender un garage

El Indio Arévalo se formó en el Ascenso y dio el salto al Ciclón, donde dejó su nombre grabado en el título de 1995. Tras el retiro, trabajó en una zapatería, un kiosco y una remisería, hasta quedar a cargo de un estacionamiento. Además, sigue ligado al fútbol formando juveniles en Sacachispas

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El ex defensor participa del equipo Senior de San Lorenzo
El ex defensor participa del equipo Senior de San Lorenzo

El fútbol y sus personajes. Desde siempre han sido el uno para el otro y éstos han ayudado a incrementar las leyendas y mitos de un deporte único. Pero no siempre hay que buscarlos en aquellos que pusieron sus nombres y apellidos a disposición de los grandes titulares de los diarios, los portales u ocupando horas de análisis en los programas de televisión. Es placentero encontrarlos a esos que desde un anonimato, casi como aquel actor de reparto que sabe bien cuál es su función dentro de un gran elenco, han tenido su lugar en la historia y son halagados con esa caricia popular que es el reconocimiento.

En esta galería aparece Oscar Arévalo, el Indio para el pueblo futbolero, quien cumplió con la añeja tradición de comenzar en el Ascenso e ir subiendo peldaño a peldaño hasta encontrarse con ese guiño necesario de la suerte para complementar la capacidad y poder verse vestido de primera división. Y además, campeón en un grande como San Lorenzo de Almagro.

“Empecé desde muy pibe con el fútbol porque era casi el divertimento principal donde yo vivía, que era el Fortín de Villa Pineral en Caseros. Estaba en el baby y un amigo de mi papá me consiguió para ir a Deportivo Italiano. Eran lindos tiempos, pero se hacía complicado con el estudio, al punto que en segundo año del secundario tuve que largar porque ya en el club me hicieron contrato y abandoné. Los inicios fueron a los 9 años y estuve allí hasta los 24, toda una vida, donde pasé grandes momentos, no solo dentro de la cancha, sino también afuera con muchas enseñanzas. Tuve técnicos muy buenos en las inferiores, que nos preparaban para el momento de debutar en la primera, porque era una institución que le daba importancia a los chicos del club y en mi camada fuimos varios los que llegamos juntos al plantel profesional. En mi opinión, Italiano no debería estar tan abajo, en la primera C”.

Para aquel pibe que disfrutaba de los picados con los pibes en Caseros, admirando a defensores de la estirpe de Juan Simón, Daniel Passarella, Alberto Tarantini o Roberto Mouzo, le había llegado la hora de codearse con los profesionales: “Fui parte del histórico plantel que logró el ascenso a primera en la final del octogonal contra Huracán en junio de 1986. Actuaba en reserva, que era un equipazo, al punto que Ramón Cabrero, técnico de primera, le dijo al presidente que no dejara libre a ninguno de nosotros porque le íbamos a dar muchas satisfacciones. En el torneo 1986/87 Italiano no hizo una mala campaña y le jugó de igual a igual a Boca y River, le ganó a San Lorenzo, pero perdió algunos partidos claves que lo condenaron”.

Como una Cenicienta futbolera de cuento, a Italiano le cantaron muy rápido las 12 para volver a la realidad de la lucha constante en el reñido fútbol de los sábados: “Al regresar al Nacional B, aparecimos nosotros para alternar en primera, en un excelente plantel donde estaban Gioffre, Maciel de lateral izquierdo, que luego pasó a Huracán, Palito Díaz, que es una leyenda del club, Adrián Álvarez, Marcos Capocetti y Juan Carlos Korpiva. El problema de un equipo no tan grande en ese campeonato era que viajábamos mucho en micro al interior y llegamos muertos (risas). Eran 42 fechas y tenías que ir de visitante contra Atlético Tucumán, Deportivo Maipú de Mendoza, Gimnasia de Jujuy, Guaraní de Misiones, etc. Eran como 18 o 20 horas arriba del ómnibus y si bien éramos jóvenes, se sentía al salir a la cancha. A mediados del ’90 estuvimos cerca de ascender otra vez y se nos escapó en la semifinal del reducido contra Quilmes, que después perdió la final contra el Lanús que dirigía Miguel Ángel Russo en su primera experiencia como DT, mirá como son las cosas… Pero Lanús ya tenía una idea clara a futuro y 30 años después se ven esos frutos. Fue una muy buena época, porque Italiano pagaba bien, incluso lo hacía mitad en pesos y la otra mitad en dólares… cosas de los ’90 y del uno a uno (risas)”.

Junto a dos compañeros (Rechiutti y Galván) en la campaña de Italiano del Nacional B 1992/92
Junto a dos compañeros (Rechiutti y Galván) en la campaña de Italiano del Nacional B 1992/92

Al poco tiempo de haber debutado en primera, Arévalo formó parte de un equipo juvenil de Deportivo Italiano que fue a disputar un tradicional certamen de la categoría en Viareggio, Italia en enero de 1989. El plantel contó con un par de refuerzos relevantes: “El presidente del club era muy amigo de su colega de Newell´s y éste le cedió a Gabriel Batistuta y a Darío Franco, que no solo ya habían debutado en primera, sino que un par de meses antes jugaron la final de la Copa Libertadores contra Nacional de Montevideo. Viajó también Dany López, el sobrino de Diego y por eso el 10 vino a vernos. ¡Imaginate lo que fue para nosotros! Maradona, en 1989, cerca de Nápoles. A los 10 minutos que llegó, ya se había llenado de gente y no se podía salir. Tenía una humildad increíble para estar con nosotros que éramos pibes. Siempre un monstruo. Llegamos hasta semifinales y perdimos ante Torino por penales, Bati erró uno y terminó llorando justo el día de su cumpleaños. Pero ya se veía que era un fenómeno, un animal del área y Franco también, se notaba que eran distintos”.

A fines de agosto de 1992, el siempre parejo torneo del Nacional B comenzó a tener mayor difusión al emitirse un partido en directo todos los sábados por Canal 9. Con humildad, Deportivo Italiano se fue encaramando entre los punteros y le dio pelea a Banfield y Colón, quienes terminaron disputando un cotejo desempate por el ascenso que obtuvo el Taladro. Esa visibilizarían ayudó a muchos futbolistas y Arévalo estuvo entre ellos

“A nosotros nos televisaban bastante y yo tenía la suerte de andar siempre bien esos partidos, dentro de un muy buen momento que estaba atravesando. Eran los tiempos de una alianza donde San Lorenzo tenía como filial a Deportivo Armenio y su presidente, Noray Nakis, en lugar de que jugara para su equipo, me quiso llevar a All Boys. Recuerdo perfecto que era un miércoles y estuve a punto de firmar para debutar el sábado. No sé que pasó en el medio, el tema es que en cuestión de minutos, me comentó que había surgido la chance de ir directo a San Lorenzo y para allá fuimos. No lo podía creer y lo tomé con la mayor responsabilidad porque afrontaba un desafío enorme. Era un plantel con grandes jugadores y yo llegué con tranquilidad para ser uno más e integrarme lo más rápido posible. Enseguida me agarró el Bambino y me dijo: “Usted tiene que ser el mismo de Italiano, ese Indio que vi en los partidos (risas). Y ahí quedó el apodo, por la inventiva de Veira y porque usaba el pelo largo. Había que tener paciencia y humildad, porque estuve jugando al principio en reserva y luego algunos encuentros en el banco de suplentes hasta que llegó el momento del debut”

El día tan esperado por el jugador, de poder sentirse definitivamente de primera. Para Oscar Arévalo fue ante Argentinos Juniors en cancha de Huracán, con una goleada 5-3, pero en una posición no habitual, ya que lo hizo como lateral derecho. Fue en la mañana del domingo 31 de octubre de 1993, pocas horas después del histórico repechaje de Argentina contra Australia en Sydney, con el regreso de Diego Maradona a la selección: “Sabía que iba a ser complicado consolidarse, pero me tenía mucha fe para aprovechar la ocasión cuando se presentase. En la posición de marcador central había buenos jugadores y además llegó Cacho Borelli, que enseguida se lesionó y unos meses más tarde arribó Oscar Ruggeri. Pero me fui ganando el lugar y al poco tiempo ya nos consolidamos como dupla con el Cabezón, en algo que fue extraordinario, porque nos coordinábamos a la perfección. Pocas veces conocí un tipo tan ganador”.

Tanto en la década del ’80 como en los ’90, San Lorenzo atravesó muchas crisis económicas e institucionales. A la hora de salir a la cancha, cualquier inconveniente era soslayado por la garra y tenacidad de sus futbolistas y la presencia de un entrenador hecho a la medida de las circunstancias: “El Bambino es un fuera de serie, como DT y como persona. A lo largo de los tres años que estuve con él me llevé el mejor de los recuerdos y miles de vivencias. No me equivoco si digo que nunca más va a haber un técnico así, con esa capacidad tan notable para ver el juego. Yo lo pongo a la altura de lo que es Gallardo en la actualidad, porque te lleva a sacar lo mejor de vos”.

El equipo del Ciclón campeón del fútbol argentino en el 95. Arévalo, de pie, junto a Oscar Ruggeri
El equipo del Ciclón campeón del fútbol argentino en el 95. Arévalo, de pie, junto a Oscar Ruggeri

Desde que Veira regresó al club de sus amores a finales de 1992, el equipo siempre estaba en la pelea, pero el título se mostraba esquivo. Le daba lucha a todos, pero la tabla final lo mostraba tercero o segundo, hasta que el Clausura 1995 cortó con la sequía de 21 años sin vueltas olímpicas en un épico atardecer en la cancha de Central.

“La capacidad del Bambino para motivarnos, su sabiduría y el excelente plantel que tenía, dieron como resultado un equipo campeón. Además su forma de ser, ayudaba mucho al grupo. Un día contra Newell´s íbamos perdiendo 1-0 y le pidió once toallas al utilero para armar un equipo en el piso del vestuario. Una vez que lo tuvo listo, se arrodilló, se tiró para atrás con los brazos extendidos y se desabrochó la camisa al grito de “Tenemos que dejar todo, así hay que jugar, echando hasta la última gota de sudor” (risas). Un personaje y muy de San Lorenzo, por eso se emocionó tanto el día que fuimos campeones en Rosario, por haber pasado tantas difíciles. Creo que le pasó por la cabeza los títulos que se le habían escapado en el ’83 contra Independiente y en el ’88 contra Newell´s con el equipo de Los Camboyanos”.

Ese logro, tan esperado por el pueblo Cuervo, le posibilitó el regreso a la Copa Libertadores y también acceder a disputar partidos de relevancia, como los de la tradicional Copa Joan Gamper que todos los años organiza el Barcelona: “Fue una maravilla estar allí. En el debut le ganamos al Feyenoord de Holanda por 4-1 jugando muy bien y la final fue nada menos que contra el Barcelona que dirigía Cruyff y donde estaba Pep Guardiola, acompañado por Popescu, Prosinecki y Figo entre otros. Sabíamos que era complicado, pero al principio fue parejo hasta que lo expulsaron al Pampa Biaggio en el primer tiempo y terminamos perdiendo 5-1. Una experiencia inolvidable”.

Para la Copa Libertadores de 1996, San Lorenzo mantuvo la base del equipo campeón y tenía esperanzas concretas de poder levantar el trofeo por primera vez. En el medio se cruzó un duro rival de todos los tiempos para el cuadro de Boedo, como lo es River Plate, que lo dejó afuera en los cuartos de final: “El que ganaba esa serie, era campeón, no tengo dudas”, afirma convencido Arévalo. “Ellos luego dejaron en el camino a Católica y América de Cali y se quedaron con el título. Tras eso fue que Fernando Miele quiso renovar el plantel, llegó el Cai Aimar como entrenador y sinceramente me apuré al irme del club, porque podría haber seguido, aunque me debían una plata. Surgió lo de Platense y allí fui por un año. Luego pasé a Gimnasia y Tiro de Salta, donde teníamos un equipazo con Ricardo Rezza como entrenador y me di el gusto de poder ascender, lo que se me había negado con Italiano. Más tarde pasé por el Blooming de Bolivia, donde andaba muy bien, pero me equivoqué al volver. Decisiones erradas que uno toma y que las ve con el paso del tiempo”.

Había llegado el momento de colgar los botines y dejar atrás la pasión de una vida, pero a diferencia de muchos de sus colegas, Oscar estaba preparado: “Enseguida me puse a trabajar y eso me ayudó porque mi viejo era zapatero en la zona de San Martín y ahí me metí. Nunca dejé de laburar, porque después fui cambiando de rumbo: un kiosco, una remisería, donde me daba placer que la gente me reconociera, porque uno es sencillo, normal y disfruta de esas cosas. También colaboré con un amigo llevando expedientes en los tribunales de San Martín y ahora estoy a cargo de un estacionamiento, también en San Martin y en las inferiores de Sacachispas, porque me encanta ayudar los pibes en la etapa de formación. Que sepan cómo cuidarse en la vida y que la pelota en algún momento se termina. Yo siempre estoy en la lucha”.

El plantel de Italiano, con los refuerzos de Batistuta y Darío Franco, que viajó al torneo juvenil de Viareggio. Allí, el Indio los tuvo de compañeros
El plantel de Italiano, con los refuerzos de Batistuta y Darío Franco, que viajó al torneo juvenil de Viareggio. Allí, el Indio los tuvo de compañeros

La pasión de la número cinco sigue corriendo por sus venas y se apasiona al hablar de la actualidad: “En mi opinión, el fútbol argentino sigue siendo el mejor del mundo y nos merecemos un título grande a nivel selección, sobre todo por Messi. Acá le pegan cada palazo injusto que no lo puedo creer…si es un fuera de serie. Hay que valorarlo. Creo que en la Copa América vamos a andar muy bien”.

Varias veces, a lo largo de la charla, Arévalo remarcó que es un luchador y que siempre está en la pelea. Con la misma nobleza que mostraba dentro del campo. Un espíritu inclaudicable, que recibe con emoción las muestras de afecto azulgranas: “Habían pasado épocas duras, donde San Lorenzo no tenía cancha. Por eso, los de 40 o 50 años te lo recuerdan a cada paso. Luego, por suerte, se consiguieron varios títulos e incluso la Copa Libertadores, pero aquel grupo del ’95 tuvo algo especial. Es un halago hermoso, porque nos vamos poniendo grandes y también crece el reconocimiento de la gente. Y se lo van pasando a sus hijos. Y eso, no me lo quita nadie”.

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