Apenas unas pocas semanas atrás, Héctor Cúper recibió un correo electrónico de parte del poderoso jeque árabe Turki Alalshikh, ex ministro de Deportes, dueño del Almería español y quien tuvo a cargo el Pyramids de Egipto en el que dirigieron Ramón Díaz y Ricardo La Volpe, para ofrecerle hacerse cargo del Al Hilal de Sudán, equipo que gana reiteradamente su liga y que se aprestaba a disputar la Copa de Campeones de África, pero el entrenador argentino se negó muy educadamente, agradeciendo el interés. “En este momento de mi carrera sólo dirijo selecciones nacionales”, respondió, y no le faltó razón. En un corto lapso, apareció la posibilidad de entrenar al equipo nacional de la República de Congo.
Desde hace años, la vida de Cúper pegó un salto para convertirse en un verdadero trotamundos luego de las primeras experiencias en la Argentina a cargo de Huracán y Lanús, para cruzar el Océano Atlántico y dirigir al Mallorca, al Valencia y al Inter en el máximo nivel, y a partir de allí tuvo la posibilidad de experimentar con su trabajo en Grecia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Egipto o Uzbekistán.
¿Exitoso o fracasado? Depende con el cristal con el que se lo mire. El argentino parece una garantía de trabajo serio pero le tocó tropezar en su extensa carrera de entrenador en siete finales, lo que para muchos críticos es, tal vez, su talón de Aquiles, más allá de que en la mayoría de las definiciones sus rivales hayan tenido mejores planteles o mucho mayor presupuesto.
“No me molesta que se diga que soy un entrenador que pierde finales –dijo alguna vez-. Cada final es una historia distinta. Perdí bien algunas como la de Champions contra el Real Madrid en París, en la que nos faltó experiencia con el Valencia, o la de la Recopa de Europa con el Mallorca contra una Lazio monstruosa. En la del Bayern Munich tuvimos mala suerte en los penales. Parece que hay alguien que quiere que tenga que superar escollos. Perdiendo finales me obligan a estar nuevamente en una para intentar ganarla”.
Héctor Raúl Cúper nació en la ciudad santafesina de Chabás el 16 de noviembre de 1955 y está marcado por una infancia muy dura que lo convirtió en un roble. De apellido original Cooper, por un bisabuelo que llegó a la Argentina y se casó con una aborigen, suele aclarar que “de inglés, yo no tengo nada” y en cambio, hay mucha presencia italiana en su familia con apellidos como Pistelli o Santarelli.
Su madre, Elsa, falleció a los veinte años, cuando él sólo tenía nueve meses, y su padre, Héctor Gerónimo, camionero, murió en un accidente cuando él sólo contaba con catorce años, por lo que fue criado por su abuela Rosa –su hermana Nancy, 14 meses mayor que él, quedó a cargo de sus otros abuelos, Alejandro y María- y suele describir ese tiempo como “llena de pobreza y carencias”, pero que al mismo tiempo, modelaron su personalidad.
De algunas frases descriptivas de su infancia hasta se podría comprender el modo de jugar de sus equipos. “Como no teníamos agua caliente, me lavaba con agua fría y eso lo seguí conservando hasta el presente. Aprendí que con el orden ahorrás tiempo, encontrás antes las cosas, vivís mejor. El orden mejora la calidad de vida”.
De sus tristezas, saca a flote lo positivo. “Tuve suerte con mi abuela, llena de sabiduría intuitiva –reflexionó en una oportunidad- Me repetía que la educación es fundamental. Me hizo disciplinado. Me inculcó la importancia de cumplir los horarios, asumir las responsabilidades, mantener la honradez por encima de todo según la idea de pobre, pero honrado”.
En esos primeros años, la pelota fue su gran compañía. “Claro, la pelota es barata y siempre he sabido valorar lo que tengo. Eso también me lo enseñó mi abuela y aquel juguete era algo extraordinario para mí”, recordó. A los nueve años, abandonó la escuela, algo que se reprochó por muchos años al punto tal de que ya en Buenos Aires, cuando tenía treinta, regresó para completar los estudios. “Me sentía un poco ridículo estudiando geografía e historia con chicos de 12 ó 13 años, pero necesitaba recuperar esa parte de mi vida. Tenía una buena relación con algunos periodistas y como quería ser entrenador cuando dejara el fútbol, ellos me aconsejaron retomar los estudios, porque la otra alternativa era ser periodista e igual hubiera querido hacer el curso y en cualquier caso iba a necesitar el certificado”.
Ya desde adolescente se mezclaba en partidos de fútbol con adultos en Chabás, una ciudad agrícola, situada en el camino entre Rosario y Venado Tuerto a través de la ruta 33 y que ya había exportado al fútbol profesional a jugadores como el extremo Walter Fernández o al arquero Gustavo Moriconi.
El reconocido periodista Horacio Deluca recuerda que Cúper “era un buen jugador, un excelente defensor que debutó a los 14 años en el competitivo fútbol local aunque tuvo la inteligencia de desarrollar al máximo su potencial. Jugaba en el mismo puesto y en el mismo club que su padre. En aquel tiempo, lo apodaban “Cunina” (diosa cunera que tenía bajo su protección a los niños en la cuna), como antes a su abuelo y a su padre, aunque también le decían ‘cabezón’”.
“Siempre he creído que hay que buscar la perfección –sostuvo en una entrevista-. Yo quería saber absolutamente todo. No tenía grandes virtudes. Acaso era un buen cabeceador y tiempista. No era rápido. Tenía que jugar con concentración e intuición porque no tenía velocidad”. Por ese entonces alternaba sus días entre Huracán de Chabás y su trabajo en una caja de crédito, todo un privilegio para un joven que andaba entre os 15 y los 16 años.
Sin embargo, un amigo de su padre lo vio jugar, se interesó por sus cualidades técnicas y le ofreció llevarlo a Buenos Aires a distintas pruebas en 1974, con 19 años. “Pedí permiso en el trabajo pero aunque me probaba en distintos clubes, no quedaba. Empezaron a pasar 15 días, luego otros 15 y fue allí que me dieron un plazo para regresar y fue allí que pensé que para trabajar en un banco siempre habría tiempo pero para el fútbol, no”. Decidió renunciar y quedarse en Buenos Aires, pero no fue fácil.
Su amigo y ex compañero de Ferro Carril Oeste Oscar Garré, campeón mundial en México 1986, recuerda con cariño aquellos tiempos. “No me olvido más de cuando Héctor llegó de Chabás. Como todo chico del interior argentino era sumiso, cohibido, pero con unas ganas de triunfar que lo llevaron a pedir otra oportunidad para su primera prueba porque no había sido aceptado. Al otro entrenamiento ya estaba más suelto y fue así como quedó en el club. Cuando viajaba a su ciudad yo le encargaba chorizos porque eran muy buenos y él me recalcaba siempre que Chabás era una ciudad”.
Trabajaba de lavacopas en un restaurante y vivía en una pensión. Su carrera estuvo a punto de naufragar cuando lo despidieron del trabajo. “La cosa se complicó porque tenía una comida menos –recordó-. No podía más. Hice las maletas y me fui al club y dije que me iba”, pero le terminaron ofreciendo pensión, cama y comida. “Por fin en ese momento me sentí futbolista profesional”, admitió,
En 1975 tuvo alguna aparición esporádica y ya en 1976 jugó 22 partidos, pero no sentía que estaba consolidado en Primera y menos, cuando se produjo el descenso a la B en 1977 en el Metropolitano, y se fue a préstamo a Independiente Rivadavia de Mendoza en el Nacional. El gran desafío llegó en 1978 porque había que ascender sí o sí por la estructura que tenía el club. Aún vivía en la “Pensión de la Gallega”, “una señora que nos cuidaba a todos para que no llegáramos tarde, no tomáramos alcohol. Era bastante militar con nosotros pero con nosotros dos tenía un acercamiento muy bueno porque nos portábamos bien”, cuenta Víctor Marchesini, quien más adelante se convirtió en su compañero de zaga central y vivía en la habitación de al lado y provenía de Gualeguaychú, Entre Ríos.
Cúper era reconocido por su carácter reservado, aunque él aclara que no es frío. “Sé que escondo mis emociones. Trato de mantenerme imperturbable. Puede parecer extraño, pero eso me ayuda a ser feliz. Me resultaría complicado si cualquier problema me derrotara”, dijo por aquellos tiempos en los que el cine le servía para descargarse. “Muchas veces me identifico con los protagonistas de las películas”, entre las que sus favoritas eran los westerns y su actor predilecto, no casualmente, Gary Cooper, aunque también John Wayne.
Frente a la pensión vivía Cynthia, que pertenecía a una familia de médicos “y que me ayudó mucho en su estabilidad, con un gran sentido de familia porque yo me había criado muy solo. Sabe que soy poco hablador pero entiende mis silencios”, describió Cúper, Tienen tres hijos. “Se saludaban de balcón a balcón como Romeo y Julieta”, recuerda Marchesini
En ese equipo de Ferro que intentaba volver pronto a Primera A, que tuvo como principal rival a Almirante Brown y que consiguió el objetivo, atajaba el ex arquero de Boca Rubén “Gitano” Sánchez, a su lado como marcador central, el ex Racing y uno de los máximos defensores goleadores del fútbol argentino, Juan Domingo Rocchia y como volante, Héctor “Chancha” Arregui, con la dirección técnica de Carmelo Faraone, que antes de irse, dejó una lista de prescindibles en la que estaban tanto Cúper como Garré.
Todo cambió con la llegada de Carlos Griguol como entrenador y Ferro se convirtió en “El Tifón Verde de Caballito” y terminó subcampeón del Metropolitano apenas detrás del Boca de Diego Maradona y Miguel Brindisi, y de River de Mario Kempes en el Nacional.
La revista “El Gráfico” publicó un primer artículo como llamado de atención: “Ferro es sensación. Segundo en la tabla, invicto como visitante. Estos seis desconocidos tienen mucho que ver”, con el título “Mucho gusto, empiece a conocernos” y en la foto aparecían Claudio Crocco, Adolfino Cañete, Garré, Cúper, Alberto Márcico y Roberto Gómez. Entonces Griguol definió a un Cúper morocho, con pelo algo enrulado: “Es de los que no lucen para la tribuna pero que rinden para el equipo. Va muy bien de arriba y da seguridad en el quite”.
Marchesini se había puesto de novio con una de las hijas del DT. “Hacían reuniones familiares y todos iban con las señoras, las novias y todos me miraban. Sabían que yo no iba con nadie porque no se había blanqueado mi relación y todos me cargaban, pero Héctor fue uno de los que más me protegieron. Protegió nuestra relación. Nos bancó. Nosotros nos veíamos en lo de Héctor, salíamos a cenar juntos”.
“Un día, en una de esas reuniones con mate, Héctor me preguntó si quería poner dinero para construir unos departamentos y le dijé ‘tomá’, pero no analicé nada y pasaron años y seguí trabajando con ellos en una empresa constructora, Me basé en su palabra”, recordó Marchesini.
En una oportunidad, Griguol recordó que Cúper “era el más profesional que tenía en ese momento, porque era de hablar muy poco. Los que jugaban en el fondo no escuchaban nunca nada de él porque era de perfil bajo y con el tiempo, tampoco hablaba en Italia o España y le ha ido bien en todos lados. Es su forma de ser, pero se hacía entender”.
Marchesini destaca la influencia de Griguol en la carrera de Cúper como DT. “Es igual a Timoteo, que no perdía en los enfrentamientos mano a mano. No podés perder dos veces seguidas mano a mano con el mismo rival y por eso llegó lejos en los torneos de este tipo. Nos pasaba a nosotros con Griguol. Si perdió dos finales seguidas de Champions es porque fueron finales a partido único. En el primer partido podés ver los defectos y las virtudes del adversario. Todos tienen que quedarse tranquilos, que todo lo que hacen los jugadores de Cúper, o antes con Griguol, ya está trabajado en la semana. Entonces, perder se puede perder porque es fútbol, pero habrás reducido el margen de error al mínimo posible”.
“Obviamente tomé muchas cosas de Griguol –llegó a admitir Cúper-. como la de usar saco y corbata incluso para viajar. Le da presencia y jerarquía al jugador. Creo que eso dignifica la profesión y hasta impone un respeto que a veces, el futbolista no tiene. Otro tema que me preocupa y que Griguol lo manejaba como un maestro era el del futuro del jugador. El siempre aconsejaba sobre inversiones. Y ahora yo también se lo digo a los muchachos, que compren 4 ó 5 departamentos para que cuando se retiren, puedan vivir de esa renta y no de los ahorros que tengan en el banco y aunque en lo táctico también asimile muchas cosas de Griguol, no lo copio para nada. Tomé el orden táctico y los movimientos defensivos. Pero después uno mismo debe tener creación. Agregarle cosas que definan una identidad...y en eso estamos”.
Cuando llegaron las elecciones presidenciales argentinas de 1983, que significaban el regreso a la democracia, el recordado programa radial “Sport 80” organizó una votación de todos los jugadores del fútbol argentino de Primera División. Fue de manera secreta y tal como luego en el país, se impuso Raúl Alfonsín. Lo curioso es que hubo un solo voto a Álvaro Alsogaray, y fue el de Cúper, admitido por él mismo.
Para 1985, cuando acabó su contrato en Ferro, ya era un referente, luego de dos títulos, dos subtítulos y dos participaciones en Copa Libertadores, en un equipo que siempre era protagonista. Era el primero en el ranking de todos los defensores del fútbol argentino, según la revista “El Gráfico” y hasta había tenido alguna oportunidad en la selección argentina que disputó en la India la Copa Jawarthal, con varios de los jugadores que fueron la base de Carlos Bilardo, si bien reconocía que su puesto “estaba bien cubierto” con Oscar Ruggeri, Daniel Passarella, José Luis Brown y Enzo Trossero. Lo cierto es que como algo poco usual, al terminar su contrato, decidió venderle uno nuevo otra vez a Ferro, hasta finales de 1988 y allí decidió irse a terminar su carrera a Huracán. Griguol lo había querido llevar a River pero él ya le había dado su palabra a los dirigentes del Globo, aún cuando luego aparecieron ofertas superiores de México y Colombia.
Cuando se pensaba que jugaría un año y se retiraría, terminó quedándose hasta 1992, identificado con el club pese a los permanentes problemas económicos, Con 37 años, comprendió que se había acabado su tiempo de futbolista y decidió ser entrenador. Su primera atarea fue estudiar a los rivales de Deportivo Español cuando Carlos Aimar decidió independizarse de Griguol hasta que lo llamaron para hacerse cargo de Huracán en la temporada 1993/94, que contaba con jugadores como Marcos Gutiérrez, Pedro Barrios, Claudio Marini, Hugo Morales, Víctor Hugo Delgado o el uruguayo Walter Peletti. Su debut no pudo ser peor: una derrota de 5-0 ante Platense, uno de los rivales directos en la pelea por no descender. “No lo podía creer. Fue un momento tremendo, pero pensé que era una linda posibilidad para ponerme a prueba porque si salía de esta, iba a tener un buen antídoto para siempre y luego pensé en el vestuario y con esa vacuna de entrada, no debía temerle a demasiadas cosas”.
Todavía se fumaba unos 15 cigarrillos “Malboro” por partido y ese equipo llegó con chances de salir campeón a la última fecha del Clausura 1994, pero justo le tocó Independiente, en Avellaneda, dirigido por Miguel Brindisi, con un gran plantel y terminó ganándole 4-0 en lo que fue una final inesperada porque se enfrentaron los dos equipos con chances de dar la vuelta olímpica.
Tras otra temporada soportando los problemas económicos, decidió irse al terminar la temporada 1994/95 para asumir en Lanús y terminar en el tercer lugar en el Apertura 1995 y en el Clausura 1996 en tiempos del bicampeonato del Vélez de Carlos Bianchi, y también consiguió la clasificación para la Copa Conmebol en la que llegó a la final ante Independiente Santa Fe. Se impuso primero 2-0 como local y en la revancha de Colombia perdía 1-0 a los 5 minutos, pero el arquero Carlos Roa tuvo una noche excepcional y lograron mantener la ventaja y llevarse el título. Al regreso, el recibimiento fue espectacular y pocos recuerdan haberlo visto como aquella vez, cantando, bailando. Ya se hablaba de “La Cuperativa”, pero él minimizaba los números: “Las rachas no importan mucho, sólo importa el trabajo”. En el Apertura 1996 terminó a dos puntos de River, el campeón.
Con estos resultados en Lanús, fue tentado para su primera experiencia europea por el Mallorca, que acababa de conseguir el ascenso, para la temporada 1997/98 en una apuesta del presidente del club, Bartolomé Beltrán, que le trajo jugadores como Gabriel Amato, Juan Carlos Valerón, Palinha y una larga lista de ex valencianistas como Ezkurza, Romero, Galvez, Moya, Engonga e Iván Campo, mientras que Cúper aconsejó contratar a su ex dirigido Mena, desde Lanús. Terminaron quintos en la Liga, la mejor colocación de la historia del club, y consiguieron la clasificación para la Recopa europea pese a caer por penales en una infartante definición de la Copa del Rey ante el Barcelona de Louis Van Gaal, también campeón de Liga, y con dos jugadores menos durante todo el alargue. Sin embargo, al comenzar la siguiente temporada, la 1998/99, se quedó con la Supercopa de España al derrotar al Barcelona en ambos partidos, mientras que en la Recopa europea llegó a la final ante una poderosa Lazio en Birmingham luego de eliminar al Chelsea, pero fue derrotado por los italianos gracias a una gran volea del checo Pavel Nedved a nueve minutos del final aunque la gran figura resultó Matías Almeyda.
Tal como ocurrió en Huracán o Lanús, al terminar la segunda temporada con el Mallorca decidió irse. Ya se hablaba en toda España del “Modelo Cúper” al punto de que el Betis fue a buscar a Griguol y el Mallorca a su ex ayudante Roberto Gómez –que no pudo asumir por un problema administrativo-. Fue contratado entonces por el Valencia, que acababa de ganar la Copa del Rey, pero que atravesaba grandes problemas políticos internos y la casualidad hizo que comenzara la temporada ganándole otra vez la Supercopa de España al Barcelona, y si en la Champions League tuvo que jugar la fase previa, esta vez pudo eliminar a la Lazio en cuartos de final, al Barcelona en la semifinal y accedió a la gran final de París ante un Real Madrid repleto de estrellas, que no le tuvo piedad y le ganó la final 3-0 aunque el primer gol lo marcó Fernando Morientes a dos minutos de terminar la primera parte.
En la Liga, el Valencia había trepado al primer lugar apenas comenzada la temporada 2000/01. “Siete años, o si prefiere 2527 días, han hecho falta para que el Valencia volviera a situarse en la cabeza de la máxima categoría de nuestro fútbol...muchos son los factores que inciden en este excepcional momento, y uno de ellos, tal vez el más importante, tiene nombre y apellido, Héctor Cúper...si la figura de Cúper fuese situada en el contexto deportivo americano se hablaría a buen seguro de él como de un “técnico-franquicia”, como de uno de esos personajes prácticamente infalibles a la hora de ejercer con plenas garantías de éxito de su profesión. No es extraño por lo tanto que de cara a un futuro inmediato se asocien a su nombre los banquillos de algunos de los clubes más importantes del mundo, como por ejemplo el Fútbol Club Barcelona. Con la coherencia como bandera, Cúper es un auténtico maestro en el arte de situar a sus equipos con orden, sensatez y equilibrio sobre el terreno de juego y también en el sacar el máximo rendimiento a los jugadores que pasan por sus manos. Por si esto fuera poco, Cúper domina a la perfección el arte de recomponer plantillas, el suplir las bajas -por importantes que éstas sean- que se producen en sus equipos por la contratación de otros jugadores que no sólo consiguen equilibrar el nivel colectivo sino incluso superarlo y además, con un importante beneficio económico para su entidad. La presente temporada es el enésimo ejemplo de ello. Bajo la imagen de un tipo serio y en ocasiones hasta adusto, se esconde un hombre honesto y tremendamente sensible con todas aquellas causas que lo merecen. Hace sólo unas fechas fue elegido por la UEFA como el mejor entrenador de la pasada edición de la Champions League, o lo que es lo mismo: el mejor entrenador europeo del año...nos quedamos con el discreto encanto que emana de su persona. Personajes como él son los que de verdad ayudan a hacer más grande nuestro fútbol”, editorializó la revista “Don Balón” en octubre de 2000.
Sin embargo, la relación con el público se complicó con la derrota ante el modesto Guadix por la Copa del Rey y hasta comenzaron a aparecer algunas pancartas en su contra en Mestalla y ya se hablaba de un adiós al terminar esa temporada. Todo parecía que podía cambiar con el avance del equipo en la Champions, ahora reforzado con jugadores de la categoría de Roberto Ayala, Didier Deschamps o Pablo Aimar y nuevamente llegó a la final, ahora ante el Bayern Munich. Empataron 1-1 y llegaron a los penales, hasta que Oliver Kahn le contuvo el suyo a Mauricio Pellegrino. Otra vez Cúper quedaba a las puertas de un título. “Es un club muy bueno pero si la gente no está contenta con uno, a mí tampoco me gusta estar así”, señaló entonces.
Entonces apareció el Inter, que competía con el Barcelona para contratarlo. Los italianos llevaban más de una década sin un título de liga. El recibimiento en el campo de entrenamiento de La Pinetina fue impresionante. Massimo Moratti, el presidente del Inter, buscaba un segundo Helenio Herrera, aquel entrenador argentino con el que los italianos ganaron dos Copas de Europa entre 1964 y 1965 y nuevamente el equipo contaba con un plantel poderoso con jugadores como Toldo, Fontana, Blanc, Materazzi, Córdoba, Simic, Vivas, Georgatos, Zanetti, Emre, Dalmat, Di Biaggio, Farinós, Seedorf, Sergio Conceiçao, Okam, Guly, Recoba, Ronaldo, Sukur, Vieri, Kalllon y Ventola. Casi una selección mundial, aunque con el problema de una suspensión de un año para el uruguayo Recoba por el affaire de los pasaportes falsos.
El Inter parecía cumplir un sueño cuando llegó a la última fecha de la liga 2001/02 en el primer lugar y definía como local ante Lazio, un club considerado amigo. La Juventus, a un punto, y la Roma, a dos, necesitaban de una caída improbable de los nerazzurros y sin embargo, ocurrió lo impensado, especialmente cuando se enteraron que al terminar el primer tiempo, el Inter vencía 2-1. Pero al comenzar el segundo tiempo, un grave y poco frecuente error defensivo permitió el empate de la Lazio 2-2 a través de Poborsky y los de la capital romana acabaron dando la sorpresa y se impusieron 4-2. Como Juventus y Roma ganaron sus partidos, el Inter terminó tercero y hasta perdió su lugar directo en la Champions siguiente y tuvo que contentarse con ir al repechaje.
Este periodista había estado escribiendo durante todo un año la biografía de Cúper –de la que se extrajeron muchas de las declaraciones de este artículo- junto al colega argentino residente en Barcelona, Rubén Costa, con contrato firmado con la editorial italiana “Limina” y ambos tuvieron que resignarse cuando el director de la empresa les explicó que con ese resultado de liga “no le vendemos el libro a nadie”.
Sin embargo, todavía esperaba algo peor. La foto mundial era la del brasileño Ronaldo Nazario, llorando en el banco de suplentes, reemplazado por Cúper ante Lazio cuando en los últimos partidos había vuelto, por fin, luego de tres años de lesiones y cuando se acercaba el Mundial de Japón y Corea.
Tras el gran Mundial y el título, Ronaldo se acordó nuevamente de Cúper. “Yo sé que con él puse en peligro mi carrera o poco menos. Tuve lesiones musculares cuatro o cinco veces, cosas serias, no problemitas, mientras que en el Mundial se vio que trabajando bien puedo no tener problemas”, manifestaba en una amplia entrevista exclusiva publicada por “La Gazzetta dello Sport”. Sin embargo decía que se sintió desilusionado porque cuando le planteó que despidiera a Cúper o que se iría del equipo, “Moratti prefirió a “un entrenador que nunca ha vencido en ninguna parte”.
Aunque siempre mantuvo un perfil bajo, aquella vez Cúper no se quedó callado y para diciembre de 2002, cuando Ronaldo acaparaba premios y ya era jugador del Real Madrid, afirmó que él también merecía recibir parte del mérito por los éxitos del brasileño. “Se trata seguramente de un pequeño porcentaje de mérito, pero de todos modos, yo también he contribuido activamente a que volviera a sus niveles y a restituirlo al calcio”, dijo al “Coriere dello Sport”, aunque matizó al manifestar que “para mí fue una experiencia hermosa porque pude confrontarme con un jugador de absoluto nivel”,
Para la temporada 2002/03, el Inter redobló esfuerzos y reemplazó a Ronaldo por Hernán Crespo junto con Almeyda y a Favio Cannavaro y en el mercado invernal se sumó Gabriel Batistuta pero el Inter acabó segundo en la liga, y Cúper fue destituido apenas comenzada la temporada 2003/04.
Regresó al Mallorca para la temporada 2004/05 y pudo evitar el descenso en la última fecha pero otra vez el equipo quedó último en la temporada siguiente y fue cesado en el cargo en 2006 y a partir de allí comenzó a transitar por una racha negativa. En 2007/08 llegó a dirigir al Betis por apenas 14 partidos pero otra vez lo dejaron cesante con el equipo en el penúltimo lugar. En 2008 lo contrató el Parma pero se fue una fecha antes del descenso consumado y ese mismo año dirigió a la selección de Georgia sin ganar un solo partido, hasta que en diciembre de 2009 asumió en el Aris Salónica y lo llevó a la fase de grupos de la Europa League por primera vez en su historia, y llegó a la final de la Copa de Grecia, donde fue derrotado por el Panathinaikos hasta que los resultados ya no fueron tan buenos y se fue en 2011. Regresó a España al Racing de Santander pero duró seis meses y a fines de año asumió en el Orduspor turco, al que logró mantener en Primera y se quedó hasta 2013 y ese mismo año firmó para el Al Wasl de Emiratos Árabes Unidos, otra vez en una corta experiencia por los malos resultados.
Por fin, en marzo de 2015 se hizo cargo de la selección de Egipto, con la que llegó a la final de la Copa África 2017 y allí fue derrotada por Camerún y si bien consiguió clasificar al equipo para el Mundial de Rusia, luego perdió los tres partidos de la primera fase y fue cesado en el cargo. Fue entonces que lo convocó Uzbekistán para dirigir su selección nacional con la que llegó a los octavos de final de la Copa Asia 2019, cuando fue derrotada por Australia desde los penales y fue despedido tras caer 2-0 ante Palestina por la segunda ronda asiática clasificatoria al Mundial de Qatar 2022.
Ahora lo esperan en la República del Congo, en otro capítulo de su extensa y particular carrera.
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