Tributo a la épica de River Plate que nos regaló una noche inolvidable

Enzo Pérez en el arco de River atajando fue el símbolo de un hecho que trasciende a la hazaña

Guardar
El épico triunfo de River en Copa Libertadores (Foto: Reuters)
El épico triunfo de River en Copa Libertadores (Foto: Reuters)

El maratonista elástico y huesudo ha dejado atrás la Vía Appia Antica y pasa bajo el Arco de Constantino. Es etíope y corre descalzo. Sus rivales son los mejores del mundo: el soviético Popov y el marroquí Rhadi. Ellos puntean la Maratón por las calles de Roma y uno de ambos será el campeón olímpico de 1960. Pero faltando 10 kilómetros el corredor descalzo, un aldeano, sargento del ejército del Emperador Halle Selassie comienza a acelerar el inalcanzable paso que le facilitan sus largas piernas delgadas impulsadas por sus pies desnudos. Al cabo de los 42 kilómetros y medio en 2 horas y 15 minutos. Abebe Bikila dejó atrás a sus ilustres rivales y ganó la maratón. Nunca nadie había corrido descalzo, ni había marcado ese tiempo. Su nombre y su hazaña salieron en todos los medios del Mundo. Su triunfo había sido épico, ha quedado eternizado.

Una niña de 14 años nacida en Rumania llamada Nadia Comaneci compitió en los Juegos Olímpicos de Montreal 76. Su actuación fue tan perfecta que los jueces la calificaron con un 10 en cada una de las pruebas gimnásticas en las que compitió contra las mejores del Mundo. Su nombre y su hazaña salieron en todos los medios del Mundo. Su triunfo había sido épico, ha quedado etenizado.

Antes del gol de Diego a los ingleses, esa obra de arte jamás igualada, la historia de nuestro fútbol ha dado ejemplos de épicas. El hito inicial fue la final del Mundial del 50′ en el Maracaná cuando ante 200.000 personas Brasil se puso en ventaja por medio de Franca y el capitán uruguayo Obdulio Varela, el “Negro Jefe”, tomó el balón en el fondo de su arco, lo puso debajo de su brazo izquierdo, caminó con él hasta la mitad del campo y en medio de las locas celebraciones les reiteró a sus compañeros: “Los de afuera son de palo; vamos a jugar y a ganar este partido”. Y lo ganaron 2-1 con el inolvidable gol de Alcides Ghiggia para ganar la Copa Jules Rimet. El hecho y la hazaña salieron en todos los medios del Mundo. El Maracanazo había sido épico, ha quedado eternizado.

Enzo Pérez en el arco de River atajando un remate recto, echándose al piso para sacarla al córner o saltando en el segundo palo para empujarla hacia afuera, fue el símbolo de un hecho que trasciende a la hazaña. Haberle ganado a Independiente Santa Fe de Colombia por 2-1 con un volante en la valla y solo diez jugadores en el campo para iniciar y terminar el encuentro fue una hazaña que reflejaron todos los medios del Mundo. Fue épico, ha quedado eternizado.

Por cierto que podríamos agregar más ejemplos y abrigar con ilusión los muchos que aún vendrán; el deporte siempre se detiene en un punto y en un espacio inesperados desde el cual agregará una página de oro a su historia.

No lo será solo por el registro de triunfos significativos; ello se corresponde con el talento y la evolución de los atletas que van escribiendo la historia cotidiana y la imbatibilidad hace al mérito y a la estadística, no a épica.

Enzo Pérez, lesionado y dolorido en el arco de River fue el emocionante Odiseo, personaje excluyente de Homero superando epopeyas en su Odisea. Sus otros 10 compañeros fueron los Aquiles de la Ilíada en la Guerra de Troya.

En todos los casos la épica es imposible sin un gran líder que conduzca. Y Gallardo volvió a demostrar las razones por las cuales es el mejor director técnico de la Argentina.
En todos los casos la épica es imposible sin un gran líder que conduzca. Y Gallardo volvió a demostrar las razones por las cuales es el mejor director técnico de la Argentina.

No hay que ser de River para emocionarse, sólo se trata de permitir que aflore la cuota de reconocimiento que nos permita entender y sorprendernos con el acontecimiento que nos tocó vivir, pues la épica lograda será siempre parte de nuestra emoción objetiva.

Así nos ocurrió después de vivir acontecimientos similares en épocas pasadas como el de Independiente del 78, dirigido por el entrañable Pato Pastoriza que con 8 jugadores (expulsados Galvan, Trossero y Larrosa) frente a Talleres en Cordoba (2-2 con los goles de Outes y Bochini) que definieron en su favor el Torneo Apertura de la AFA. Luego el Estudiantes de La Plata a cargo de Eduardo Lujan Manera en el 83′ jugando la semifinal de la Libertadores con 8 jugadores (expulsados Trobbiani, Ponce y Camino) al empatar 3-3 revirtiendo un 1-3 (goles de Gurrieri, Camino y Miguel Ángel Russo).

En todos los casos la épica es imposible sin un gran líder que conduzca. Y Gallardo volvió a demostrar las razones por las cuales es el mejor director técnico de la Argentina. Primero, no le faltaron razones para desistir de los 18 lugares que reglamentariamente podía disponer para armar su lista. En la misma figuraban 4 arqueros entre los 32 integrantes del plantel que consideró conveniente anotar. Esto fue cuando el Covid 19 nos mostraba su peligrosidad, pero no su desarrollo devastador, ni su proyección aún ignorada. Sobre todo después de viajes en avión y “burbujas” en el exterior. El pedido a la Conmebol para agregar un arquero al tener a sus 4 guardavallas infectados fue lógico; la respuesta, en cambio, fue ilógica, rigurosamente reglamentaria en épocas de prueba y error. La Pandemia ha obligado a comportamientos eclécticos que mostraron la inteligencia y la grandeza de quienes supieron adecuarse a los movimientos ululantes de un flagelo aún indescifrable. No fue el caso de la Conmebol.

Ver a Enzo Pérez vestido de arquero con su indumentaria verde flú y unos guantes negros de espuma de látex no fue lo único emocionante de una inolvidable noche; acaso lo conmovedor haya sido el espíritu altruista de sus compañeros, quienes desplegaron un tejido humano de protección para que siempre se sintiera respaldado. Eso es un equipo y Gallardo, su mentor, ha dado una nueva muestra de sus convicciones pues como se vio River, aún en inferioridad de capacidades, fue a atacar sosteniendo su irrenunciable filosofía de jugar ofensivamente.

La industrialización del futbol está degradando a sus actores. Hay que jugar, siempre hay que jugar… No importa si hay tanques en la calle, gases lacrimógenos o jugadores infectados por COVID. Tampoco importa si hay que quedarse a dormir en el piso descuidado de un remoto aeropuerto o alojarse en un hotel invadido por fanáticos que rompen la “burbuja”. La consigna es jugar a como dé lugar para cumplir con el calendario pues así está pactado y “hay que cumplir…”.

De vez en cuando aparece un River que le gana a la desconsideración dirigencial y sublimiza el espíritu deportivo que aún late en el futbol. Menos mal…

Eso también es épica.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar