Santiago Vizcarra tiene 42 años y es no vidente de nacimiento. Desde muy chico le gustó el automovilismo y fue gracias a su tío que lo llevó un viernes al Autódromo de Buenos Aires Oscar y Juan Gálvez, porque ese día arrancó su actividad el Turismo Carretera. El flechazo fue inmediato al escuchar la sinfonía de los motores de seis cilindros y ya en su adolescencia empezó a ir a los circuitos para vivir de cerca su gran pasión. Por la pandemia de COVID-19 tuvo que empezar a seguir las carreras desde su casa, pero se convirtió en un personaje muy querido y un ejemplo de superación. Infobae habló con él y tiene una rica historia.
“Nací prematuro (de seis meses) y en esa época el oxígeno no se medía y las incubadoras no eran como las de ahora. La falta o exceso de oxigeno en sangre me generó una enfermedad que se llama retinopatía. Eso me quemó las células nerviosas que transmiten las retinas al cerebro. Es incurable así que me acostumbré a vivir así”, cuenta Santiago, que vive en Lanús.
“De chico nunca me atrajo el fútbol, pero siempre me gustó el automovilismo. Mi tío Fernando hacía un corretaje cerca de la zona del Autódromo y me gustaba acompañarlo. Cuando tenía ocho años, un viernes el TC entrenaba y él me llevó. Ese día no tenía clases. Cuando escuché pasar el primer auto me volví loco. Fue algo que me estremeció. Lo que me llamó la atención fue cómo sonaban los motores. Mi tío iba a las carreras y me insistió para que lo siguiera y mis viejos me dejaron ir al autódromo. Luego él me empezó a llevar a los autódromos y ya siendo adolescente, cuando podía, iba solo”, recuerda.
“A los 14 años mis padres me dejaron ir solo al Autódromo de Buenos Aires porque el automovilismo no es como el fútbol, es muy tranquilo y familiar. Pero cuando empecé a trabajar fui a otros circuitos como Olavarría, Nueve de Julio, Balcarce, La Pampa, Termas de Río Hondo y La Plata. Nunca tuve problemas porque siempre me supe mover muy bien. Y a medida que empecé a ir la gente me fue conociendo y me gané su confianza”, agrega.
“Aparte una carrera relatada en el autódromo se puede seguir por los altoparlantes del circuito o por radio. De chico escuchaba el relato de “Cacho” González Rouco (Carburando). Me hice hincha de Ford porque mi tío tenía un Falcon. También porque en esa época Oscar “Pincho” Castellano y Jhonny DeBenedictis corrían con la marca (fue a partir de 1989)”, cuenta.
Agrega que “después fui adolescente y empecé a ser más fanático, pero de varios pilotos y más allá de las marcas como Luis “Patita” Minervino (Chevrolet), Rafael “Tabo” Verna (Ford), el “Pato” Juan Manuel Silva (Ford), o en la actualidad me gustan Agustín Canapino (Chevrolet), que nos hizo disfrutar a todos en la definición del título en 2017, donde hasta la última vuelta hizo una carrera increíble y fue campeón. Ese campeonato se definió por un cuarto de punto. También Mariano Werner (Ford) y Facundo Ardusso (corrió con Dodge, Torino y Chevrolet)”.
“Cuando salió campeón Eduardo “Lalo” Ramos en 1994, en la carrera que ganó el “Flaco” Traverso, mis viejos no me dejaron ir porque me había llevado muchas materias. Era para pasar de segundo a tercer año de la secundaria. Por no estudiar me perdí una de las mejores carreras. La seguí por la tele y luego me puse a estudiar. Me llevé siete materias a marzo. Pasé de año y estuve todo el verano estudiando. Pero aprendí la lección y también sufrí por no haber podido ir al autódromo. Ahí me di cuenta de cuánto amaba el automovilismo”, confiesa.
Se convirtió en un personaje muy conocido, especial y querido por todo el público. Fueron otros fierreros los que le dieron una mano en una situación complicada en un autódromo: “Una vez en La Pampa me tuve que volver porque tuve un principio de hipotermia. Me dieron algo caliente y me llevaron a Santa Rosa a tomarme el micro. Me tuve que volver el domingo en el primer micro que regresaba a Buenos Aires. Fue una situación que pude sortear gracias a la gente”.
En los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires de 2017, la carrera con la que el TC festejó sus 80 años, cuenta que “llegué a las 5:30 de la mañana y ya no había lugar. Fueron 75.000 personas”. En esa carrera Facundo Ardusso vio una foto de Santiago y empezó una movida en las redes para cumplirle el sueño. La acción del piloto y la ayuda de la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) le permitieron girar sobre el Ford con el que Castellano fue campeón en 1989 y que forma parte del museo de la categoría que está en el Autódromo Roberto José Mouras de La Plata.
“Vi la foto de él, esa famosa (la principal de esta nota), y puse en mis redes ‘hay que cumplirle el sueño de dar una vuelta en un TC. ¡Ayúdenme a encontrarlo!’. Un montón de gente se conectó conmigo y los que lo conocían me dieron su contacto. Hablamos con Santiago y nos pusimos de acuerdo para hacerlo un día de la semana. La ACTC nos dio la posibilidad de que se subiera a cualquier auto del museo y eligió el Ford del ‘Pincho’ Castellano”, le dijo el piloto santafesino a este medio.
“Ese día salí temprano desde Las Parejas e hice los 470 kilómetros desde mi ciudad hasta el Autódromo de La Plata. A él lo llevaron. Nos encontramos y giramos unas vueltas. Fue divino ver cómo él sentía el auto y que estaba cumpliendo su sueño que fue estar arriba de un TC y encima el de su ídolo. Fue un lindo día. Él lo disfrutó mucho y yo también”, señaló el Flaco, subcampeón de TC en 2017 y bicampeón de Súper TC 2000 en 2017 y 2018.
Sobre aquel momento único Santiago indica que “fue algo inexplicable. No hay palabras. Lo que siempre escuché por la tele y pegado al alambrado. La salida de abajo (primeras marchas), el ruido del motor, la velocidad, fue todo muy sensorial”.
Ante la pregunta de qué daría por poder ver un auto de TC respondió de forma tajante: “No daría nada, ya lo toqué, estuve adentro de uno y encima el del “Pincho” Castellano. Eso para mí lo es todo. Lo que siente no hace falta verlo”.
“No me imagino cómo es un auto de TC. Pero lo bueno es que puedo reconocerlo. Los conozco por sus medidas. Por ejemplo, cuando toco un auto de TC sé que el más largo es un Dodge o si tiene curvas atrás es un Chevrolet o si es más cuadrado puede ser un Ford o un Torino”, describe.
Subraya que “me atrae el mundo del TC porque se comparte. Es la categoría madre. No hay nada que pueda igualarla. Cuando cambiaron por los multiválvulas (2015) el sonido siguió siendo igual”.
“La última carrera que fui fue en la definición del título en 2018 en San Nicolás. Luego en 2019 hubo muchas carreras lejos y no pude viajar. En 2020 llegó la pandemia y se prohibió la presencia del público”, explica. Cuando se le permitió a la gente ir en marzo de este año a Buenos Aires (2.700 personas habilitadas) no fue porque “me cuido mucho del COVID-19. Ahora la sigo por la tele como a todas las categorías. Cuando se pueda y estén dadas las condiciones, volveré. Pensé que por no poder ir a los autódromos me iba a dejar de gustar el automovilismo. Todo lo contrario, hasta me pone nervioso esperar en la semana una carrera. Y cuando llega el fin de semana lo disfruto”, sostiene.
Superación
En la charla un desprejuiciado Santiago aclara que “prefiero que me digan ciego. Decir ‘no vidente’ es como decir ciego, pero de forma elegante. No puedo ver. Punto. Ya está”. Su actitud de ir para adelante lo llevó a tener una hija. “Lola (nueve años) es hermosa y es mi vida. Si bien no gusta el automovilismo es mi mejor compañera y estuvo conmigo el día que pude girar en La Plata”, indica.
También se formó en lo profesional y afirma que “no me iba a quedar en mi casa a dar lástima. Tuve que hacer un curso de informática y eso fue un trampolín a la libertad de hoy. Eso me permitió trabajar en el ENACOM (Ente Nacional de Comunicaciones) donde atiendo las consultas por correo electrónico. La computadora con la que trabajo tiene un lector de pantalla que lee todas las funciones de Windows. Algo parecido tienen todos los celulares y obvio que también uso el Código Braille”.
También hace unos años arrancó la licenciatura de Historia en la Universidad de Buenos Aires y hasta 2019 dio clases en la Facultad de Filosofía y Letras. “Lo hice hasta 2019 que fueron clases presenciales. Me gustó mucho porque la historia también me apasiona. Ahora con las clases virtuales se cortó. Tengo una vida feliz y en ella el TC es parte de ella”.
Muchas veces las personas con capacidades diferentes son un ejemplo para el resto. Demuestran una actitud. En el caso de Santiago el automovilismo fue el motor de su vida. Tiene una fuerte personalidad para abordar su circunstancia y ganarle a su reto al destino. En aquella tarde de viernes cuando con solo ocho años se enamoró para siempre de los motores del TC, puso primera para vivir a fondo su gran pasión ya que como se afirma lo esencial es invisible a los ojos.
SEGUIR LEYENDO