Pasó por Boca, fue rival de Maradona, jugó con Tinelli en San Telmo y hoy es asistente de cámaras en ShowMatch

El Chino Báez brilló en el Candombero, donde es ídolo, y también en el Ascenso. Maradona, asombrado por su nivel, hasta le recomendó a su representante. Saltó al Xeneize, donde no pudo debutar en la élite por un problema burocrático. Y, tras el retiro, fue canillita, albañil y estibador, hasta que se reencontró con su amigo el conductor y ya no se volvió a separar

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El Chino, con su look
El Chino, con su look inimitable, con la casaca de San Telmo. Y junto a Tinelli, en ShowMatch

“La tele es un mundo diferente a todo; el estar todo el tiempo entre famosos, con las cámaras, tratando de ser útil”. José Báez vive la vuelta de ShowMatch como si fuese una final. “Yo soy el que acompaña la cámara portátil, que va todo el tiempo al hombro, cuando a Marcelo se le ocurre salir del estudio o hacer alguna locura. Tenés que correr gente y ayudar con los cables”, cuenta con fervor, casi el mismo que le imprimía al fútbol, su verdadera y gran pasión.

A los 61 años, el Chino es asistente de cámaras en el programa que conduce Tinelli. Pero antes fue compañero de Tinelli... en la categoría 60 de San Telmo. Y jugó contra Maradona, quien asombrado por sus condiciones le recomendó su propio representante. Y tuvo un paso por Boca, breve, en el que no llegó a dejar su sello por un tema contractual.

Antes de desandar estudios de televisión, o de encargarse de encontrar la locaciones perfectas para las jugadas escenas de series como Okupas o Tumberos, el Chino Báez fue un “mediapunta; me decían que jugaba como el Nene (Emilio Nicolás) Commisso, aunque en los últimos años, por temperamento y personalidad, era más como Guillermo (Barros Schelotto). Me peleaba con los rivales, con los hinchas rivales, me puteaba con los compañeros si hacía falta”.

Producto genuino del potrero “El Brete”, en la “Famosa Isla Maciel”, tal como se ufanan los hinchas de San Telmo, el Chino invertía todo su tiempo libre en la pelota. “Desde las 2 de la tarde a las 10 de la noche me la pasaba jugando al fútbol. Había un montón de cracks en el potrero. Cada jugador... ¡Dios mío! Se perdieron por distintos factores, por ahí no tuvieron el apoyo familiar, la constancia, las mismas ganas. Yo soy un fanático del fútbol, era el loquito de la villa... Era tanta mi desesperación de jugar en San Telmo, de soñar con jugar en Boca y en la Selección, que yo me preparaba para eso. Quería ser, quería que mi familia se sintiera orgullosa de mí”, acota.

Así, alternaba las necesidades que imponía la necesidad (”a los 9 años ya laburaba vendiendo bizcochuelos en las calles donde se ejercía la prostitución en la isla, o empanadas en el puerto de Dock Sud”) con un entrenamiento autodiseñado, empujando los anhelos: “Me levantaba a las 5 AM, me ponía lo que tenía a mano, y donde ahora está la autopista La Plata-Buenos Aires, en el peaje de Dock Sud, era todo terraplén; yo me iba a correr ahí. Llegaba a casa y mi hermana mayor, Rosita, me esperaba con un churrasco, o un bife de hígado. Me bañaba, me sentaba a comer eso y una taza de mate cocido”.

“El fútbol te absorbe. No te das cuenta y no buscás un estudio, otra profesión. Yo a los 14 años estaba en Reserva y enseguida pasé a entrenar con Primera, a los 15. Uno apuesta. Y no piensa en el futuro. Uno se mentaliza con el fútbol, pero hay que estudiar. Yo a los 30 largué y tuve que salir a ver cómo ganarme la vida dignamente. Laburé de albañil, en una empresa perfumista, vendiendo diarios en Corrientes y Esmeralda de 11 de la noche a las 11 de la mañana, en el Puerto...”, detalla en retrospectiva, tras haber colocado todas las fichas en la N° 5. Pero su mirada tiene que ver más con el epílogo de la historia que con sus inicios, donde estamos situados.

La categoría 60 de San Telmo era una de las vedetes de las categorías formativas del club. En 1977, con 300 hinchas que colmaron una de las tribunas para saborear el talento de las promesas candomberas, los chicos se consagraron campeones en Sexta División tras vencer a Comunicaciones en la gran final, con gol de Julio Carrizo. Bajo la dirección técnica de Mario Nacisi, los juveniles apenas perdieron dos partidos en la campaña, y enhebraron varios resultados sorprendentes, como sendos 9-1 ante El Porvenir y Los Andes, otro 8-0 ante los de Gerli y un 5-0 a Nueva Chicago. “Jugábamos de memoria. El entrenador, un adelantado del fútbol, nos mandaba a achicar espacios bien arriba, los dejábamos en offside a los rivales con el paso adelante. Era un equipo aceitado y jugábamos de memoria”, evoca Báez, Aquella temporada 77 fue el pico de rendimiento de una camada recordada, que también integraban Lucho Martínez (considerado entre los mejores 10 jugadores de la historia de San Telmo), el citado Coti Carrizo y... Marcelo Tinelli. Con el astro de la TV compartieron plantel desde 1972. “Él arrancó marcador de punta, pero por estructura física después pasó al medio de la defensa. Era polifuncional, fuerte, criterioso con la pelota e iba bien de arriba. También podía jugar de volante central. Y algunos partidos también jugó de wing derecho; me acuerdo de una semifinal con Ferro, en cancha de Piraña”, rememora el Chino y ofrece una mirada profunda del Tinelli que aspiraba a ser futbolista. “Podría haber jugado tranquilamente en Primera, le sobraba paño”, se aventura hablando de su amigo.

”En los torneos Evita había rivales a los que les hacíamos 19, 20 goles. Y jugábamos de igual a igual con River, Racing”, se enorgullece. Fue ahí cuando en 1974 les tocó medirse ante los Cebollitas, donde brillaba un tal Diego Maradona. Fue ahí donde se conocieron el Diez y Tinelli, quienes a lo largo de los años, más allá de alguna diferencia circunstancial, terminaron forjando una amistad. San Telmo, con su particular impronta, sorprendió yéndose al descanso en ventaja por 2-0, en un duelo que se jugó en el Cilindro de Avellaneda, como preliminar del encuentro de Primera entre River y Talleres de Córdoba. Se trató, además, de la primera vez que el desparpajo de Pelusa apareció en televisión. El Candombero soñó con la victoria... hasta que Maradona activó sus botines. “Se enojó Diego y perdimos, no le podíamos sacar la pelota. Daba cada pase... En un cruce, antes de un tiro libre para nosotros, mientras acomodaba la pelota pasó Diego por al lado, le tiré una patadita. Y le dije: ‘Gordo, vos metés otro pase-gol y te rompo una pierna’. No metió más pases: hizo todos los goles”, recapitula el Chino con una sonrisa. El duelo terminó 7-2 en favor de Cebollitas.

El Chino Báez brilló en el Candombero, donde es ídolo, y también en el Ascenso. Maradona, asombrado por su nivel, hasta le recomendó a su representante. Saltó al Xeneize, donde no pudo debutar en la élite por un problema burocrático. Y, tras el retiro, fue canillita, albañil y estibador, hasta que se reencontró con su amigo el conductor y ya no se volvió a separar

Aquel duelo quedó en la memoria del Chino. Y, para su sorpresa, también en la de Maradona, tal como lo confirmó tiempo después Báez, cuando coincidieron en un ensayo del seleccionado Sub 20 que se preparaba para el Mundial de Japón en el 79. “Viajamos en el mismo micro los dos planteles, el de Argentina y San Telmo. “Veníamos hablando con el Gallego (Sergio) García, el ex arquero, y pasó Diego. Me dijo: ‘Che, ¿vos no jugaste aquella final en la cancha de Racing, no eras el 9 que nos hizo dos goles?’. Se acordaba. ¿Cómo no me dijiste que eras vos?’, me reprochó. Ya era un tipo que te transmitía una energía diferente. Empezamos a hablar. Y me dijo: ‘¿Cómo vas a estar en la C? Te voy a dar una tarjeta, decile a (Jorge) Cyterszpiler que te busque equipo’”, reproduce el diálogo.

Ya luego del amistoso, Báez se enfocó en obtener un souvenir de aquel reencuentro: “Cuando fui a verlo le estaban haciendo una nota. Le avisé que se me iba el micro, entonces sacó una tarjeta. Era de una oficina en el centro. Y tenía una musculosa en la mano. ‘¿No me regalás la musculosa?’, le dije, y me la dio. ¿Si todavía la tengo? Ja, me iba hasta a la bailanta con la musculosa Puma de Diego”.

Sin embargo, el Chino no cabeceó aquel centro que Diego Armando le envió a su enrulada y frondosa cabellera. “Le di la tarjeta a mi Viejo, que era mi ídolo, mi genio. Y dije: ‘Qué mierda voy a ir’. Creía mucho en mí, me enceguecía. Y no quería una amistad para conseguir algo”, justificó. Por ende, hizo su camino en San Telmo, donde convirtió más de 30 goles oficiales en 177 partidos. Su buena perfomanece en el Ascenso llamó la atención en Primera División. Talleres de Córdoba fue el primer club en sondearlo. Y luego... Boca Juniors.

“Vino una persona y me dijo, ¿quérés hacer una prueba en Boca? Dije: ‘Bueno, ¿dónde voy? Pensé que me estaban cargando. Me dijeron: ‘El 4 de enero te esperamos en el predio de La Candela’. Me recibió Pistola Vázquez. La Primera de Boca estaba de gira por Japón, después de haber salido campeona en el 81. Empecé a entrenar y el grupo, que en su mayoría era la Reserva, me recibió una barbaridad. Había tipos extraordinarios, como Ivar Stafuza, Claudio Dykstra, el Colorado Suárez, Abel Alves...”, narra el cambio que vivió al saltar de la Primera C a la élite.

Abajo a la izquierda, el
Abajo a la izquierda, el Chino y su frondosa cabellera en la formación de Boca en la Bombonera

Sin embargo, su experiencia en el Xeneize estuvo signada por una valla burocrática que no logró sortear. “Estuve seis meses, Boca debía guita por Morete y Trobbiani, y lo inhibieron; quedamos colgados Pablito Comelles y yo. Llegué a jugar un partido en Reserva contra Huracán por el Nacional 82, un cuadrangular amistoso con Chicago, Chacarita y Morón; otro amistoso con la selección de China... Después quedamos concentrados para ir a jugar el torneo de verano con Peñarol, pero como los organizadores querían a los titulares, el plantel campeón llegó de Japón y viajó a Mar del Plata por nosotros”, describe su periplo. En consecuencia, no consiguió volver a jugar con Maradona, quien además luego fue transferido al Barcelona.

“Me volví a San Telmo, no me pude quedar. Me dijeron: ‘Vos seguís viniendo, se va a arreglar el tema’. Y yo quería jugar. San Telmo es mi vida, pero creo que si me quedaba iba a arreglar”, argumenta su decisión, aunque dejó una huella que hasta hoy, cuando apoya la cabeza en la almohada, aflora como una cuenta pendiente. “A veces cuando rezo y hablo con Dios, le digo: ‘Me hubiera gustado no conocer eso’. Porque conocerlo y no haber podido jugar... Le digo gracias por la posibilidad, pero fue como mucho, firmar autógrafos, que la gente te quiera tocar, saludar, lo que todo pibe debe soñar. Y después volví a la C”, ilustra.

En el fútbol de los sábados, Báez edificó una carrera destacable. Pasó a Defensa y Justicia, donde ascendió a la B en el 85, regresó al Candombero, se mudó a Brown de Adrogué, Excursionistas... Hasta que en un duelo del preliminar del Villero una señal lo llevó a colgar los botines: “Me vio jugar mi hijo desde la tribuna. Y cuando lo fui a buscar, me preguntó: ‘¿Por qué jugás con los pibes? Te la sacan fácil, no tenés que jugar más’. Me dejó pensando. Volví y le dije a mi mujer: ‘Voy a dejar’. Y al lunes siguiente ya estaba atendiendo un kiosco de diarios en Corrientes y Esmeralda desde las 11 de la noche hasta las 11 de la mañana”.

Alternativamente, mientras se ganó la vida con diferentes oficios, fue y volvió del mundo del fútbol. Debutó como técnico de San Telmo, con Néstor Bonillo (hoy colaborador de Ricardo Gareca en la selección de Perú) como preparador físico, trabajó en las divisiones infantiles de Talleres de Remedios de Escalada y Racing (con Federico Sacchi como coordinador) y fue ayudante de campo en Dock Sud.

A esa altura, según cuenta el Chino, tras tanto vaivén al ritmo del balón, “buscaba estabilidad para mi familia, una obra social”, aunque tuviera que alejarse del fútbol. Y encontró lo que buscaba al lado de aquel espigado defensor y compinche de la categoría 60 de Telmo.

Visita en conjunto con Tinelli
Visita en conjunto con Tinelli a la Isla Maciel en un partido de San Telmo

“En el el 99 fui a laburar al puerto, como estibador. Y me llamó el entonces gerente de Ideas del Sur, diciéndome que en la productora de Marcelo tenían que filmar en el complejo de edificios del Docke, si podía dar una mano. Pero al rato me llamó el productor, avisándome que no hacía falta, que había contratado a dos muchachos para que lo acompañaran. ¿Qué pasó? Le robaron todo y me llamó desesperado. Entonces fui, como conozco a todos recuperé lo que se habían robado y terminé trabajando en la producción: era para la serie Okupas. Después seguí vinculado cuando hicieron Tumberos. Un día apareció Marcelo y me saludó. Le dije que estaba con preocupación, porque en unos días terminaban de filmar y me quedaba sin laburo. ‘Vos te quedás trabajando conmigo’, me dijo. Y no paré”, concluye el Chino, que ahora tira paredes con Tinelli, pero desde atrás de la cámara... Y a veces también ante los ojos de los espectadores, cuando el conductor decide dedicarle alguna broma, como cuando recorrían los pasillos de la Isla Maciel compartiendo sueños en botines.

“Este año Marcelo la va a romper como siempre, es el N° 1. En todo lo que toca produce aplausos y admiración Tiene personalidad y es un ganador”, anticipa el Chino sobre la temporada de ShowMatch La Academia, de la que forma parte entre los trabajadores esenciales y anónimos, detrás de cámaras, aunque en su vida con la pelota, en su momento, las luces llegaron a apuntarlo a él.

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