La verdadera historia de por qué Maradona no es un superhéroe para Riquelme

“Creemos que Diego en algún momento va a aparecer. Nunca vamos a aceptar lo que pasó. Creíamos que era Superman”, dijo Román el domingo tras el triunfo en el Superclásico. Sin embargo, hacía años que le había quitado la capa

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Era difícil ser original en medio del dolor por la muerte de Maradona. Con Diego se iba el póster de tu habitación. La voz rebelde de los pobres. Un familiar querido hasta para quienes solo lo habían visto por televisión. Fue entonces cuando la cabeza lúcida de Pablito Aimar encontró una frase distinta desde su sensibilidad. “Era nuestro mayor estímulo para los que nacimos en los 70 y los 80. Ya existían los superhéroes. Pero yo quería ser Maradona antes que el Hombre Araña y Batman”. El crack, hoy entrenador de Juveniles en la Selección, lo sentía así.

Una analogía parecida utilizó ahora Riquelme. “Me pasa lo mismo que a todos los argentinos: creemos que Diego en algún momento va a aparecer. Nunca vamos a aceptar lo que pasó. Era nuestro héroe, creíamos que era Superman. Hemos sido muy felices los que amamos este juego por haberlo visto jugar y por las alegrías que nos dio”, declaró políticamente correcto el domingo. Aun cuando las palabras no fueran en línea con el pobre y triste homenaje que se le hizo a Maradona cuando fue a la Bombonera -la última vez- en marzo del 2020. El peor de todos en proporción al amor que Diego sentía por Boca. Brindisi y el Mono Perotti, los dos ex compañeros, le dieron una plaqueta de parte del club que decía “en reconocimiento por la obtención del título del 81”. Como si se hubiera tratado del uruguayo Ariel Krasouski, dicho con cariño hacia otro de los campeones. O la Pantera Rodríguez, el arquero de bigotes que entró cuando el Loco Gatti se lesionó en ese Metropolitano. Maradona fue el mejor jugador del planeta, embajador de Boca en el mundo. Está en la bandera de los ídolos. Pero hacía años que Diego no era un superhéroe para Román.

La relación se rompió cuando Maradona fue entrenador de la Selección. Ya no importó que Diego había jugado su partido despedida con una camiseta de Boca que decía Román debajo de la celeste y blanca. Con esa remera patentó para siempre el “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Ya amortiguó que Maradona, en su palco en la Bombonera, en su momento tuviera una foto abrazado a Riquelme. Los dos hicieron su aporte para el distanciamiento. Todo arrancó en octubre del 2008. O unos meses antes de ese último partido de Basile en su segundo ciclo en la Selección. El Coco renunció después de una derrota con Chile, de visitante. “Me enteré de cosas. Y escuché de casualidad una charla en Ezeiza. Jugamos primero con Uruguay. Le ganamos en cancha de River. Después fuimos a Chile y perdimos. Yo ya sabía que me iba. No fue por los resultados. Fue por otra cosa”, blanqueó a medias Basile. Ese partido con Chile -justamente- Riquelme no lo jugó por haber llegado a la segunda amarilla. Desde ahí siempre quedó en la atmósfera de la Selección que algo pasó en el medio. Si bien sus códigos de café no se lo permiten, Coco peligrosamente habló de esa situación en alguna entrevista. “Si yo mandaba a alguien a los Juegos de 2007, por ahí seguíamos en la Selección”, declaró alguna vez. Es más: respondió “sí” cuando le preguntaron si algo se armó ahí. “Pero me la comí. Me lo llevo a la tumba”, siguió a lo Mostaza con Gallardo. En ese torneo Diego se acercó mucho al equipo de Riquelme, Messi, el Kun. Román después sintió un quiebre.

Maradona debutó en noviembre de 2008 contra Escocia. Antes de la primera lista hizo una gira por Europa. Al volver al país le preguntaron por la citación de Riquelme entre los jugadores del fútbol local, porque Boca peleaba el torneo con Tigre y San Lorenzo. Hubo una primera crítica al 10 de Boca, mientras se había consensuado con el Barcelona para que no jugara Messi. “Román lleva jugados muchos partidos. Pero a la Selección no se le dice que no. O querés estar o no querés estar. Acá no hay grises”, maradonió. Tan Diego estaba que antes de debutar amenazó con renunciar porque Grondona no dejaba sumar al Cabezón Ruggeri al cuerpo técnico. Al final Riquelme no fue citado. Pero en Glasgow, el mismo día que llegó, le hice una entrevista cara a cara a Diego en un bar del hotel. “¿A quién le vas a dar la 10?”, fue la pregunta. “A Riquelme. Sí, seguramente se la daré a Román. Por todo lo que representa él, por todo lo que puede influir en la Selección”, me respondió. Ese primer partido con Escocia terminó 1 a 0 con gol de Maxi Rodríguez. La primera Argentina de Maradona formó con JP Carrizo; Zanetti, Demichelis, Heinze, Papa; Maxi, Gago, Mascherano, Jonás Gutiérrez; Lavezzi y Tevez. Iba a ser titular Agüero pero debió viajar de urgencia a Madrid porque Gianinna, la hija de Diego, tenía problemas en su embarazo de Benjamín. Fue el día que a Emiliano Papa lo silbaban cada vez que agarraba la pelota porque simuló una falta. La cinta de capitán pasó de Zanetti a Mascherano. Algo más se iba tejiendo entre Maradona y Riquelme sin que se filtrara en los diarios.

Diego y Riquelme, juntos, con
Diego y Riquelme, juntos, con la camiseta de Boca

“Argentina no tiene amistosos. Juega partidos internacionales”, decía Maradona mientras preparaba la lista para su segundo partido: con Francia en Marsella. En la servilleta estaban Riquelme y Battaglia entre los convocados del fútbol local. Oficialmente, que la AFA fuera inflexible para adelantar un Boca-Gimnasia de Jujuy y el plan de vuelo hizo que Román otra vez quedara afuera. “Maradona agradece la excelente predisposición de la dirigencia de Boca y de su entrenador Carlos Ischia”, se escribió en la página oficial. Diego fue por más. No eran épocas de conferencia de prensa. Diego quería hablar y hablaba. “Si jugaban el sábado, yo me llevaba a Riquelme y a Battaglia, como tenía planificado hace tres meses. Me enoja muchísimo”, explotó antes de llamar en su lugar al Rolfi Montenegro. Pese a todo, Riquelme sintió que lo bajaron. Aun cuando Boca pidió que no viajara. Ese partido no solo sería la primera vez de Diego y Messi -el mejor de todos y su heredero- juntos en la Selección. Después del 2-0 con goles de Jonás Gutiérrez y Messi se detonaría una bomba interna. En el micro hubo un cantito demoledor. “Hay que alentar, hay que alentar. Estamos todos, no llamen más”. Si Riquelme sentía cierta desconfianza de Messi, el Kun Agüero, Heinze o el propio Diego por la experiencia de la salida de Basile, dentro de la Selección se filtraba que el grupo tampoco confiaba en él. Maradona quiso darle una chance pero después se inclinó por el gusto general.

Diego volvió de Europa unos días después y apareció en televisión. Parecía una charla amistosa en la medianoche. Entre risas detonaron varias frases premonitorias. “Necesito que Román se pueda sacar un hombre de encima. Si me da vueltas entre Gago y Masche no me sirve. Que me venga y le quite la pelota a Demichelis, no me sirve. ¡Estás a 3 kilómetros del arco!”, dijo en TyC Sports. Una parte apuntaba al clima interno; otra, el juego. Fascinado por el vértigo en ese triunfo con Francia, Diego tenía miedo de que Román le quitara velocidad. “Eso tengo que hablar con Riquelme”, cerró Diego. Pero el ídolo de Boca dejó de atenderle el teléfono. “Si no lo atiende, Maradona no lo convoca más”, se filtró apenas unos días después. Llegó a llamarlo cinco veces antes, le dejó mensajes. Y nada. Riquelme lo ninguneó. “¿Para qué lo va a atender después de lo que declaró?”, defendieron en el círculo riquelmeano. Salió en la tapa de Olé la primicia de la ruptura. Ese 10 de marzo de 2009 -con la guerra al desnudo- Riquelme se enojó con algún periodista que consideró enemigo y pidió el repetido móvil en Telenoche. Renunció por segunda vez a la Selección. “Yo no tengo los mismos códigos que el técnico de la Selección. Ya no podemos trabajar juntos. No nos manejamos igual”. Diego marcó la cancha ahí mismo: “Ahora lo borro totalmente. Si no puedo decir cómo quiero que se muevan mis jugadores, estoy al horno”. Riquelme nunca perdonó no jugar su segundo Mundial. En la intimidad habría dicho más de una vez que no pudo ir a Sudáfrica con sus amigos por Maradona.

Riquelme se sintió más poderoso aún cuando ese fin de semana la Bombonera lo eligió a él por encima de Maradona. Ese valor alimentará su ego eternamente. Su tranquilidad es haber elegido no trabajar con Diego después de su llegada en lugar de Basile. Aun cuando los dos supieran de las contradicciones bien maradonianas no hubo vuelta atrás. Aun cuando Diego podía estar peleado con alguien y en un segundo volver a los besos. Riquelme y Maradona nunca más volvieron a hablarse. A lo Maradona -aunque a lo Maradona también podía doler- Diego había atacado al Riquelme que se postulaba a dirigente y apoyaba a la contra. Román apenas se expresó sobre él -sin hablar- ese horrible 25 de noviembre del 2020 en el que murió Maradona, a través de la cuenta que creó para su fallido partido despedida. Se publicó un video en que sobre fotos de Diego se escribía “nunca nadie jugó ni jugará a la pelota como él. Verlo jugar fue increíblemente hermoso. Gracias Diego”. El posteo se completó con “El primer 10” más allá de que fuera el gran 10. O simplemente el 10. Ese fin de semana emocionó ver a Dalma sin poder contener el llanto en el palco de su papá después de que los jugadores de Boca le dedicaran el gol de Cardona a Newell’s. Riquelme colaboró con esa visita aunque ya había bajado del póster a Diego. Más allá de lo que declare ahora, hacía años que le había sacado la capa a Superman.

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