Boca ganó sin darse cuenta. Literal. Aunque roce lo ridículo cuando tenés esa camiseta. Buffarini buscó a sus compañeros sin que el resto fuera a abrazarlo. No fue un gesto de vergüenza deportiva por haber ido a penales contra un River con 15 jugadores del plantel con covid. No se trató de una forma de respetar a un arquero rival que dos noches antes pensaba en un torneo de play online más que en debutar en Primera. Esa delicadeza que tuvo Tevez al felicitar en la cancha a Leo Díaz no fue parte del repertorio de Cardona, que canchereó su tiro ante un chico que sabía que ni siquiera había atajado en Reserva. Si tenés tanta personalidad y talento se la picás a Armani... El club debería marcárselo más que tener con él una charla contemplativa.
Boca al final sacó sus números para titular que comenzó la era Riquelme contra Gallardo. Después de dos torneos argentinos que ganó sin un mano a mano, ahora lo sacó de la Copa de la Liga. Se festeja y nadie puede ir en contra de ese sentimiento. Por fin se vio un lunes en la tapa de los diarios con una foto con sonrisas. Aunque en realidad debe tratarse más de un desahogo que de una fiesta. El escudo de Boca es demasiado grande como para pedir una ovación cuando sólo cumplió con una obligación por penales. De hecho Riquelme era más exigente cuando opinaba del equipo como ídolo y no ahora que lo hizo por primera vez desde adentro como dirigente. El 1-1 hubiera sido triunfo de River. Por eso Izquierdoz -un líder realista- pareció el más sensato cuando declaró que si erraba el penal y perdían, se iba a ir de Boca.
El domingo fue de Boca. Los clásicos son un torneo sin vuelta olímpica. Se juegan y se ganan. El lunes, cuando baje la espuma del triunfo, debe ser para un análisis más profundo. Al equipo de Russo le faltó -como él mismo diría- un poquito más. Aunque esté en semifinales y sea candidato a ser campeón por encima de Racing, Independiente y Colón. Se lo vio mejor que su rival pero fue poco efectivo cuando manejó el partido. Y al final, con el empate, se jugó como quiso Gallardo. River le manejó la pelota con la Reserva casi. Aunque es difícil que se genere ese cambio radical. El entrenador es más jugadorista que tacticista. Apuesta fundamentalmente a cómo se despiertan. Siempre hay gran parte de inspiración del futbolista. Después la estructura de los grandes equipos generan contención para las bajas de tensión. El único gol de Boca fue por un foul de Tevez tan grande como La Bombonera. En un campeonato en Fuerte Apache, terminaba a las piñas con Maidana una vez que se levantaba del empujón. No es fácil calificar el partido de Carlitos. Fue el delantero más incisivo, el que comandó al equipo, pero la contundencia es un valor clave para medir a un 9. Ahí falló tres jugadas claras de gol. El arquerito de River recordará por siempre que le ganó el duelo al último ídolo de Boca. Tevez dejó vivo a River y lo pudo haber pagado con una derrota que lo avergonzara. La gran figura en La Bombonera fue Leo Díaz. Aun cuando al final festejó Rossi, más seguro en los penales que en el partido. Esta versión de Boca puede alcanzar para ganar la Liga, no para la Copa. Hasta puertas adentro lo reconocen. Es un buen comienzo ganar los cara a cara. Sin camisetearla, el cambio de era se dará cuando jueguen a nivel internacional.
Lejos estuvo de ser figura Tello. Apenas empezó el partido el árbitro no vio una jugada determinante en el clásico. Es un papelón que él ni el asistente Fernández no hayan visto el empujón de Tevez a Maidana. Ahí si se quiere jugó la picardía de Carlitos al saber que en el torneo local no hay Var y los jueces fallan seguido. El línea estaba en la línea del último defensor. Debió verlo. Tello se deja llevar por la pelota y se comió un sapo inolvidable. Así como Tello después debió expulsar a Maidana por salir a pegarle a la altura de la rodilla a Tevez en la mitad de la cancha. El defensor se la fue a cobrar. Pudo haber influido en la psicología del juez saber que había perjudicado a River en el 1-0. Aunque haya sido por eso o no, cometió un segundo error. Roja también mereció el intermitente Villa por juego brusco grave contra Montiel. Distinta pareció la patada de Marcos Rojo en el inicio, que mereció amarilla y fue siga siga porque el partido recién empezaba. El defensor en su mejor versión puede ser un refuerzo de jerarquía. Con River otra vez se lo vio flojo y no se encuentran argumentos de por qué Russo le sacó la titularidad a Lisandro López. Quedó claro que Licha pateó la butaca del banco de suplentes cuando salió por la Copa porque sabía que otra vez le habían picado el boleto. Volviendo al árbitro, no buscó beneficiar porque falló para los dos. O sea, fue contra su propia evaluación. Aunque la jugada más determinante se dio en contra de River.
Gallardo habló de orgullo porque cómo los jugadores representaron a River. Otra vez -como contra Palmeiras en el partido de vuelta- se autoaplaudieron en sus redes sociales. Sería inteligente si fuera una política de comunicación. No pasa sólo por ahí, aunque pueda haber una pizca de intencionalidad. No había paridad aunque más de uno quiera hacerlo creer porque el Muñeco presentaba un buen equipo. Son parte de un plantel como River, no los suplentes de un equipo de country. Faltaron Armani, Paulo Díaz, De La Cruz, Matías Suárez y Borré, cinco titulares con nivel de selección. Demasiadas bajas, además del efecto psicológico que puede generar el temor a contagiarse. River deberá analizar por qué estalló su burbuja más allá del viaje en avión a Colombia y del “vestuario chiquito” en Barranquilla. Otras horas de estudio merecen saber por qué el equipo titular bajó su nivel o por qué un talento como Carrascal no termina de explotar. En fechas anteriores, River perdió efectividad y defendió mal, defecto que pareció más por errores individuales que por el sistema. En el clásico el análisis es totalmente diferente. Es puntual. Dio mucha ventaja. Aun así intentó jugar con su conocida identidad cuando pudo imponerse. Y si no pateó nunca al arco -como minimizó Riquelme- deberá explicar desde cuándo no valen los goles después de un centro. En Boca hay que evaluar la cantidad de llegadas en proporción a las ausencias de River. Las derrotas son derrotas. Pero no son todas iguales. Tienen concepto. River -también- perdió casi sin darse cuenta.
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