Gabriela Garton se sienta frente a la computadora en la que escribe su tesis de doctorado. De fondo hay un televisor en el que se ve un partido de la Champions League femenina. En Australia, donde vive actualmente, la arquera de la selección argentina encontró el lugar en el que al fin puede balancear y explotar al máximo sus dos pasiones: los estudios sociales del deporte y jugar al fútbol de manera profesional. Este gran momento se coronó con un trofeo: hace algunas semanas, se consagró campeona de la W-League, la primera división australiana, con el Melbourne Victory.
Gaby nació en Rochester, Minnesota. Hija de una argentina y de un estadounidense, descubrió la pasión por el fútbol desde muy chica en un país que promueve la integración de las mujeres en ese deporte. A los ochos años se enamoró del arco y, aunque Estados Unidos le ofrecía las mejores condiciones, al terminar la universidad decidió viajar al país natal de su madre para probar suerte en la liga local: desembarcó en River en 2012 y tres años más tarde pasó a la UAI Urquiza. Por esos tiempos, además, hizo su debut en la selección nacional. En paralelo, logró desarrollar su faceta académica: como socióloga, obtuvo una beca de doctorado en el Conicet y su tesis de Maestría derivó en un libro llamado Guerreras. Fútbol, mujeres y poder.
En 2019, Garton fue parte del plantel que disputó el Mundial de Francia 2019. En las charlas con sus compañeras solía aparecer el tema de irse a jugar al exterior, algo que ya venía dando vueltas en la cabeza de la arquera. Sus destinos preferidos eran las ligas de España, Francia o Alemania, pero había dos obstáculos: el primero eran las pocas oportunidades que existen en su puesto y el segundo era que ella debía viajar con su marido, Cristian, sabiendo que no hay muchos equipos que den los medios a las jugadoras para trasladarse con sus parejas.
“La opción era ir cambiando de país año tras año hasta llegar a un club de mejor calidad, pero pensé en lo que eso significaría para mi pareja y era muy injusto pedirle a él que sacrificara todo para seguirme a mí, que solo iba a ganar mil euros por mes sin tener la seguridad de poder llegar adonde quería. En 2019 viajamos a Australia con la Selección a jugar un torneo cuatro naciones y me gustó mucho el país, la gente, las ciudades. Me encantó Melbourne, que fue donde conocí a unos entrenadores de la segunda división y quedamos en contacto. Después del Mundial había varios clubes interesados y la gente de la Universidad de Victoria tenía un grupo de estudios sociales del deporte. Hablé con ellos por la posibilidad de trabajar ahí y me dijeron que sí. Fue la combinación justa, no podría haber imaginado algo mejor”, le contó Garton, de 30 años, a Infobae vía Zoom en una pausa de su agitada vida académica y deportiva.
Fue así como, a principios de 2020, Gaby aterrizó en Melbourne con la idea de jugar para Essendon Royals, un equipo que participa del torneo estatal, una suerte de segunda o tercera categoría. Pero la pandemia de coronavirus puso un freno a su plan inicial. A fines de marzo, todo Australia entró en cuarentena. “Yo tuve que ir a Nueva York para una conferencia sobre fútbol y feminismo, volví y a las pocas semanas cerró todo. Entré justo”, contó la arquera, aliviada. Si se hubiera demorado unos días más, ya no podría haber ingresado por el cierre de fronteras.
“Ese primer cierre no fue tan estricto como en Argentina. Podíamos hacer las compras, nadie te controlaba cuántas veces salías y podías hacer ejercicio al aire libre. Pero también había que usar tapabocas y no se podía estar en grupos grandes ni ir a las casas de otras personas. Cerraron todo lo que no era esencial y la verdad es que funcionó bastante bien, bajaron los casos un montón. Además, para entrar a Australia tenías que quedarte dos semanas de cuarentena en un hotel y pagarlo de tu bolsillo, eran como tres mil dólares. En Melbourne después hubo algunos brotes y entramos en cuarentena de manera local de junio a noviembre, pero en diferentes fases. Lo que pasa es que acá tienen muchos más recursos estatales para sostener un cierre tan estricto: si tenés un síntoma o sos contacto estrecho tenés que testearte y aislarte por dos semanas, pero en ese lapso el gobierno paga tu salario. Así se incentiva a que la gente se cuide. Es difícil comparar con Argentina porque estamos hablando de dos realidades muy diferentes”, reflexionó. Ella y su marido tenían pasajes para venir de visita al país en junio pasado, pero por la situación sanitaria no pudieron hacer el viaje. Su ropa de invierno aún está guardada en la casa de su suegra en Buenos Aires.
Australia volvió a una cierta normalidad y se retomaron las competiciones deportivas, incluso con público en los estadios. Fue allí cuando llegó la gran oportunidad para Gaby al firmar contrato con uno de los equipos más importantes del país: Melbourne Victory (antes había estado entrenando con el Melbourne City, el clásico rival). La arquera albiceleste no solo se ganó el puesto de titular y tuvo el récord de vallas menos vencidas a lo largo del torneo, sino que se coronó campeona. “Esta temporada fue como un sueño, fue una de las primeras veces que me pude volcar del todo a disfrutar y que me sentí realmente sentí profesional”, celebró. Es que, en Argentina, Gaby siempre había tenido que dejar al fútbol en segundo plano para darle prioridad a su beca académica, que era lo que le permitía subsistir. El amateurismo de la disciplina le impedía tener continuidad debajo de los tres palos.
“El nivel de la liga en Australia es bastante alto. Es un estilo bastante más rápido, se juega ida y vuelta y el estado físico de las jugadoras es impresionante. Tenés que estar preparada para correr. En mi equipo jugábamos con un estilo de alta presión: las delanteras apenas perdíamos la pelota ya estaban tratando de recuperar y no había momentos de descanso, no nos metíamos muy atrás. Había otros equipos que jugaban con un estilo más de esperar y jugar al contragolpe, pero nosotras no”, explicó la arquera, y destacó que otra de las claves para el éxito fue la unión del grupo. Aunque en Melbourne no encuentra la pasión de los bailes, la música y los mates en el vestuario, ha logrado encariñarse con la costumbre de ir a tomar café todas juntas después de cada entrenamiento y de quedarse charlando durante varias horas.
- La pandemia y los compromisos con tu equipo no te permitieron estar en las últimas convocatorias de la sección argentina, ¿Cómo lo viste al equipo?
- Vi los partidos de la SheBelieves Cup. Llevaban mucho tiempo sin competir y hacerlo justo contra esos equipos (Brasil, Canadá y Estados Unidos) era un gran desafío. El cuerpo técnico se sentía bajo presión de ir y sacar resultados. No sé cuánto sirve ese nivel de amistosos para volver a arrancar. Obviamente hay que aceptarlos, es lindo jugar ese tipo de torneos, ver hasta dónde se puede llegar y cuán lejos realmente estamos de esos equipos que están en la cima. En lo que es habilidad técnica y conocimiento táctico de las jugadoras no estamos tan lejos, pero yo creo que donde se saca mucha ventaja es en lo físico. Las que juegan en Europa están acostumbradas a otro ritmo de juego y en esos partidos internacionales se pueden sostener un poco más, pero para las que juegan en Argentina son muy pocos los partidos que te exigen al máximo. Creo que son experiencias para aprender y mejorar. Habría que ver si se podrían conseguir amistosos contra equipos un poquito superiores a nosotras como Escocia, Irlanda o Nueva Zelanda. Son equipos que nos van a desafiar, pero no nos van hacer defender durante 90 minutos.
- ¿Y a nivel sudamericano cómo está Argentina?
- Yo creo que la próxima Copa América va a ser un desafío tremendo. Tenemos que tratar de mantenernos entre los mejores tres puestos, pero va a ser duro. Me parece bien ir probando algunas jugadoras nuevas, pero creo que ya el cuerpo técnico tiene que ir viendo cuál es el equipo que realmente quiere llevar a ese torneo, enfocándose en ese grupo y encontrando el estilo con el que quiere jugar. Brasil compite con las selecciones de primerísimo nivel, entonces nosotras deberíamos enfocarnos en que no se nos siga alejando Chile, que logró clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio.
Garton destacó el nivel de arqueras que hoy tiene la selección nacional (compite por el puesto con jugadoras como Vanina Correa, Laurina Oliveros, Solana Pereyra y Yanina Sosa) y cree que para el entrenador debe ser un lindo desafío el tener tantas opciones a la hora de armar las convocatorias. “Ya es un logro estar en el plantel, ganarme el puesto de titular sería importantísimo”, sostuvo y, consultada sobre quiénes son las mejores arqueras del mundo en la actualidad, nombró a varias, pero resaltó la actualidad de la alemana Ann-Katrin Berger (Chelsea) y de la chilena Christiane Endler (PSG). Su sueño es poder jugar el próximo Mundial, que organizará Australia junto a Nueva Zelanda en 2023. “Sería casi como jugar de local”, bromeó.
- ¿Por qué creés que en Argentina todavía se ven errores en las arqueras?
- Hay muchas arqueras que empiezan a atajar de grandes y es un puesto que es muy específico: no es lo mismo aprender a tirarte después de los 20 años que empezar a los 10 u 11 como arranqué yo. Si empezás a formarte de chica, esos movimientos básicos ya los tenés incorporados y no los tenés que pensar en un partido, son automáticos. Hay cosas como el posicionamiento o la toma de decisiones que siempre se van mejorando, pero cosas como la técnica de lanzarte es mejor aprenderlas de chica. Sé de muchas que se pagan profesores de arqueros particulares o que van a escuelas por su cuenta, pero no tienen apoyo de los clubes y eso sería muy importante. Nosotras acá en Australia tenemos un profe de arqueras que trabaja específicamente con nosotras y que está en los partidos. Todo el mundo se ha mandado alguna macana y ha aprendido de eso, pero es mejor que te pase cuando te estás formando en inferiores y nadie te está viendo, no cuando estás en la televisión y ante la vista de todos. Es mucha presión: si no tuviste la posibilidad de equivocarte de chica, te van a pasar esas cosas después y a los que no conocen o buscan cualquier excusa para tirar abajo el fútbol femenino les sirve como arma contra nosotras.
En su faceta académica, Garton se encuentra avanzando en su tesis de doctorado, que es una continuación de aquello que escribió en Guerreras. Aquel libro repasaba las vivencias en el fútbol femenino durante el amateurismo, pero la llegada de la semi-profesionalización y la repercusión que tuvo la participación de la Selección en el Mundial de Francia 2019 le plantearon nuevos interrogantes y desafíos. “Quiero hablar sobre el proceso de la clasificación al Mundial, pero no solo de lo que hicimos dentro de la cancha, sino de la organización, del hecho de levantar la voz. Eso fue algo que no había pasado antes en Argentina, pero no porque las jugadoras no quisieran, sino porque no tenían el espacio. Junto al movimiento de mujeres y al acompañamiento de las periodistas deportivas feministas se nos dio la posibilidad de ser escuchadas. El último capítulo que estoy armando es sobre esta nueva etapa profesional para las jugadoras que están en Argentina y también para las que están afuera, porque de repente el fútbol se vuelve una carrera viable y una trayectoria de vida realmente posible para muchas, algo que antes no pasaba”, precisó la socióloga, que al mismo tiempo trabaja junto a colegas como Nemesia Hijós, Julia Hang y Verónica Moreira en escritos para diversos libros que no solo abordan el fútbol femenino, sino también temáticas como los vínculos entre la figura de Diego Maradona y el feminismo.
En los últimos días estalló en el fútbol femenino argentino una gravísima denuncia: un grupo de jugadoras presentó una demanda contra un entrenador que trabajaba en la AFA por acoso sexual. El caso ya está siendo investigado por la Comisión de Ética de la FIFA. En sus redes sociales, Garton compartió el comunicado de FIFPro (el sindicato mundial de futbolistas que patrocinó a las denunciantes) y escribió: “Juntas somos más fuertes, no seremos silenciadas”.
- ¿Cómo analizás está denuncia que salió a la luz en los últimos días?
- Este caso es importante porque es uno de los primeros que se está llevando adelante por parte de jugadoras contra un entrenador de este perfil y también ante la autoridad máxima del fútbol. Hay que analizar por qué se fue hasta la FIFA y no se resolvió a nivel nacional: creo que indica un poco la desconfianza o la falta de recursos y de posibilidades de conseguir justicia a nivel local. Hay que cuidar de las que pasaron por situaciones de violencia y, cuando deciden ir a la Justicia, los que reciben las denuncias tienen que asegurar su bienestar e integridad. Creo que en el fútbol argentino actualmente no hay ningún tipo de estructura preparada para recibir ese tipo de denuncias y no solamente para poner castigos para la persona que fue violenta, sino para asegurar la integridad de las sobrevivientes. Creo también que esto es un poco preventivo y es una oportunidad para cuestionar el sistema, para ver cómo podemos hacer en el futuro para que las jugadoras no tengan que ir hasta FIFPro o la FIFA, para que puedan ir Agremiados, a los clubes, a la justicia local o a organizaciones sociales feministas que puedan acompañarlas. Más allá de eso, es una buena lección para las instituciones en cuanto a los procesos de contratación de entrenadores y de personas que están en posición de poder y a cargo de menores, tanto mujeres como varones. Al contratar a alguien para un puesto así hay que conocer un poco más de esa persona, no se trata solamente de pensar si rindió bien o si consiguió resultados en tal club, hay que ver también cómo es como persona, sus tratos con la gente y si hubo quejas en algún momento.
- ¿Qué valor tiene esta denuncia?
- El deporte puede ser un espacio muy competitivo, con mucha desigualdad en cuanto al poder que tiene un dirigente, un entrenador o un médico en comparación con una jugadora o un jugador juvenil. Encima estos jóvenes están tratando de lograr sus sueños y están dispuestos a soportar maltratos para llegar a eso. Es una situación de aún más precariedad y peligro. Por eso tiene que haber educación tanto para la gente en posiciones de poder como para deportistas. Estos deben poder reconocer y saber cómo responder en situaciones de acoso o abuso. Al fin y al cabo tenemos que generar un espacio deportivo seguro en el que la gente que participa, sobre todo los menores de edad, puedan hacerlo sin sufrir violencia sexual, psicológica o física.
Gaby habla desde su visión como futbolista, pero también adopta una postura analítica y profunda como socióloga y estudiosa de los vínculos que se dan en estos ámbitos. “El deporte tiene la posibilidad de ser una experiencia hermosa en la que se pueden forjar amistades y adquirir cualidades que te sirvan para la vida, pero si en ese ambiente no está garantizada la seguridad de las personas, no sé si vale la pena pasar por esas cosas para poder alcanzar lo que el deporte promete. Para los varones puede ser fama o dinero y para las mujeres llegar a la selección, a un club importante o jugar en el exterior. Son todas promesas lindas y a veces la jugadora prefiere callarse y soportar esas cosas para alcanzar su meta. A veces siente que esa es la única opción. Ojalá que se pueda generar un cambio para que esa no sea una decisión que tengan que tomar jugadores o jugadoras”, concluyó.
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