La “mujer de la Doce” cuenta su historia: denunció un abuso sexual, fue secuestrada por parte de la barra de Boca y hoy es testigo protegida

Se creía segura en una de las facciones de la hinchada de Boca, pero fue entregada para que cambiara su declaración contra un político. Este viernes culmina el juicio que pretende aclarar el secuestro que ocurrió una noche de Copa Libertadores

Guardar
En la barra, las mujeres
En la barra, las mujeres nunca están en el centro de la escena. Pero J.R. iba a la cancha cuando Boca jugaba de local.

El 19 de octubre de 2018, la vida de J.R. cambió para siempre. Como cada vez que Boca jugaba en la Bombonera, ella se ubicaba en la segunda bandeja que da a Casa Amarilla, el territorio de La Doce. Justo arriba de los que tocan los bombos, lugar asignado por ser parte del grupo del barrio de La Boca que integra la barra. Tiempo atrás había vencido el temor y había denunciado en la Justicia por abuso sexual al dirigente político Mariano Mera Figueroa, ex postulante a la presidencia de River e hijo de Julio, ex ministro del Interior en el gobierno de Carlos Menem.

Allí, en la cancha, con la gente con la que se relacionaba siempre, se sentía protegida. Fue un error. Grosero error. Esa noche, tras la victoria frente a Cruzeiro en el partido de ida de los Cuartos de Final de la Copa Libertadores, J.R. asegura que fue secuestrada para que rectificara la declaración en la Justicia donde acusaba a Mera Figueroa, quien a raíz de este caso lleva dos años prófugo. Y en todo el operativo participaron barras de Boca, según se desprende del juicio que se está llevando adelante desde principios de mes y termina este viernes.

J.R. es hoy testigo protegida del Ministerio de Seguridad. Por eso Infobae no publica su nombre completo ni muestra su rostro. De hecho, la entrevista se hizo por medio de un dispositivo electrónico y no solo por las restricciones impuestas por la pandemia. Durante la larga charla, J.R. cuenta el infierno que debió padecer pero también narra descarnadamente cómo es ser una mujer en medio de la barra de Boca.

“El padre de mis hijas trabajaba para Mera Figueroa cuando este era asesor en la intendencia de Merlo. Le habían conseguido un puesto aunque a la municipalidad iba solo el día que cobraba, después se la pasaba haciendo política. Cuando nos separamos él deja de pasarme plata y, desesperada, porque tenía que mantener a mis dos hijas, acepto trabajar para Mera en su casa con la promesa de un puesto municipal. Y un día pasó lo que pasó. Yo lo denuncié y me fui a vivir primero con mi abuela y después a La Boca, donde era amiga del Turco, que lideraba al grupo del barrio de La Doce. Yo siempre fui a la cancha con ellos, porque el Turco manejaba las entradas, los molinetes, nos hacía entrar gratis. Así fui conociendo a todos los de la barra. Jamás pensé que ellos podían llegar a entregarme”.

J.R. habla y se sobresalta. Según el alegato presentado en el juicio por el fiscal Oscar Ciruzzi, Mera Figueroa, sabiendo esta situación, se contactó con Rafael Di Zeo para que se la entregaran así la obligaba a cambiar su declaración. De hecho, el fiscal resaltó una serie de mensajes entre ambos donde el líder de La Doce le dice: “Mirá que la estuvieron buscando en la cancha y no la vieron pero si no es hoy, es el domingo”.

Rafa Di Zeo, el jefe
Rafa Di Zeo, el jefe de barra de Boca, fue mencionado por el fiscal en la causa por el secuestro de J.R., actual testigo protegida.

-Sabiendo que en la barra se viven traicionando por plata u otras cuestiones, ¿nunca pensaste que podía pasarte algo malo estando con ellos?

-Jamás, si me protegían en la cancha y afuera... Es más, cuando yo me separo del padre de mis nenas y él empieza a hacer lío por las chicas, ellos me dijeron: “¿Querés que le vayamos a hablar?”. Obvio que me negué, porque sé qué significa ir a hablar para la barra. Yo me entero de que ellos me entregaron cuando estaba secuestrada. Supe que cuando empezó la movida a Rafa le preguntaron por mí y dijo “no tengo idea de quién es”. Entonces le mostraron una foto del Turco para decirle “se junta con este chabón y su gente” y Rafa pidió que se lo trajeran y entendieron que era la pieza fundamental para hacerme algo. Ahí me cerró lo que viví esa noche contra Cruzeiro, que fue la última vez que pisé la cancha, porque me miraban mucho, venían atrás donde yo estaba o desde el paravalanchas me marcaban y yo no entendía nada, pero me daba cuenta de que había una onda como “es ella, es ella”. Y después me enteré de que mi foto circuló por el grupo de la barra con el texto “el que la ve, avise”. Justo en medio del partido me llamó mi mamá para decirme que mi ex se había llevado a las nenas y entonces me fui volando a ver qué pasaba. Mejor, porque no sé qué me hubieran hecho si me agarraban en el bajo tribuna.

-¿Y qué pasó después de ese partido?

-Después del partido recibo un mensaje del Turco que me dice “¿por qué te fuiste? necesito hablar con vos una cosa, venite para Blues Special”, que es un bar donde se junta todo el grupo del barrio después de los partidos. Y cuando llego se bajan dos tipos de un auto, me secuestran y me llevan a Merlo y me dicen que si no cambiaba mi declaración mataban a mis nenas, que ellos las tenían en otra casa, que se las había llevado mi ex pareja. Y era verdad. Entonces aparece Mera con un abogado y me dicen: “Vos decís esto, esto y esto y te vas con las nenas de nuevo y acá no pasó nada”. Es más, Mera me agrega: “Yo hablé con Rafa y ni se te ocurra mencionar que te llevó la barra de Boca. Hacé un video para Facebook diciendo que estás bien, que te fuiste por tu propia cuenta y si sale todo bien, el domingo Rafa te lleva al paravalanchas y te para al lado suyo en el superclásico (Boca-River se jugó ese domingo 23 de octubre de 2018)”. Yo, que siempre soñé estar en ese lugar, le dije “sí lo voy a hacer”, pero para ganar tiempo.

-¿Cómo siguió? ¿Quisiste cambiar la declaración?

-Al otro día me llevó el abogado a la fiscalía de Morón, yo tenía que decir que había mentido porque el movimiento feminista me había extorsionado para perjudicarlo a Mera, que era todo un tema político. Por suerte la fiscal estaba en audiencia, así que solo dije que quería rectificar una denuncia que me habían obligado a hacer, sin dar más detalles, y me dijeron que tenía que presentar un escrito. Entonces me devuelven a la casa y en un descuido tomé el celular y le mandé un mensaje a una amiga contando toda la situación, ella denunció a la Policía y al rato llegó la brigada antisecuestros y me liberó. Y acá estoy, casi tres años después, esperando justicia. Por el abuso, de lo que prefiero no dar detalles, aunque la causa nunca avanzó, y por el secuestro.

-¿Por qué nunca avanzó?

-Por el poder que tiene Mera en Provincia. No es la única causa de abuso en su contra y no pasa nada. Es increíble. Está prófugo hace dos años y no lo encuentran, en cambio yo sigo con miedo. Además desde el secuestro mi vida cambió por completo, nadie puede saber dónde vivo, estoy con custodia las 24 horas. Obvio que nunca más pude volver a pisar la cancha de Boca.

-¿Extrañás eso?

-Extraño la vida que tenía, claro. Aunque yo no iba al paravalanchas, eh, porque para ellos la mujer es excluyente.

-¿Cómo excluyente?

-Claro, te hacen entrar gratis pero al medio no podés ir. Y después te juntás afuera en el bar a la noche, pero en el partido, nada. A la hora de la verdad las mujeres no pueden formar parte ni del negocio ni de nada. Es más, las esposas o parejas de los jefes tienen prohibido ir.

-¿Cómo no pueden ir?

-No pueden porque en la barra la mujer -y perdón por la palabra- es vista como una concha. Así literal le dicen. Con ellos solo pueden estar las que son hermanas o esas pibas que buscan a los barras. Si querés formar parte del centro tenés que dar algo a cambio, no sé si me explico. Y yo jamás me hubiese prestado a eso. Nunca estuve con alguien. Una vez le pregunté al Turco qué pasaba si me juntaba con un pibe de la barra que me gustaba y supe que tenía que dejar automáticamente la cancha. La explicación que me dio es que si alguno te falta el respeto eso genera un lío interno porque tu pareja te tiene que defender y ahí nadie quiere armar una guerra por polleras. Además porque ellos en la cancha tienen otra vida, ¿entendés? Hacen sus negocios, hablan con otras pibas. Y las mujeres no pueden estar al tanto ni de lo comercial ni de lo otro. Porque ahí es donde activan el modo turbio. De hecho cuando se empezaba a hablar del negocio en el bar teníamos que irnos a otra mesa, porque entendíamos que cuanto menos supiéramos era mejor, íbamos a estar más protegidas.

-Pensabas eso y mirá lo que te pasó.

-Sí, increíble, y yo que creía que eran mi escudo protector. Porque no es que solo no pude volver a la cancha, no pude volver al barrio, tuve que sacar todas mis redes sociales, estoy en el programa de protección del gobierno… Mirá, yo solo quiero que se haga Justicia para recobrar un poco de mi vida y para ayudar a que nadie más pase por este infierno que yo viví.

Guardar