Querido Diego:
Estamos cada vez más lejos de las sonrisas que conocimos y aún sangrantes por no haber sabido evitar tu absurda ausencia. Sé que nada de cuanto te diga te resultará novedoso, pues desde el planeta lejano en que te encuentres nos estás mirando. Y bajo esa sabiduría callejera y brutal, comprenderás que nunca preparamos lágrimas para llorar tu muerte. Hoy te escribo para revivir abriles pasados. No sé si será por no haber podido cumplir la promesa de acompañar tu eternidad, pero recordar aquellos momentos te eterniza. Porque fue justamente en los meses de abril de los años transcurridos, desde donde rescataré algunos hechos para que juntos los evoquemos.
Tal como lo imaginaste, el primero será el del 10 de Abril del ’81, tu primer clásico frente a River en el Monumental. Qué linda aquella corrida de Cacho Córdoba por la derecha, su freno, el centro y la magia en la punta de tu botín izquierdo para controlarla en el aire, amagarle a Fillol con la mirada y el hombro hacia la zurda, enganchar para la derecha, dejarlo desparramado al Pato y convertir al balón en el pétalo precipitado de la última rosa otoñal.
Qué bella tu frescura de rulos negros y largos, el pantaloncito ceñido, la histórica camiseta de Boca pegada al cuerpo, la celebración hacia las plateas bajo la lluvia pródiga y los fotógrafos corriendo detrás tuyo atravesando el campo. Pobre, ¿te acordás Diego que el querido Gerardo “Zoilo” Horovitz de El Gráfico se cayó mientras buscaba el primer plano con su mágica cámara? Qué tarde aquella del abril aquel; qué tercer gol inolvidable para el 3 a 0 que un joven Víctor Hugo imploró repitiendo en la metáfora final su relato y mientras amagabas: “que sea, que sea, que sea…”.
Por cierto, querido amigo, que no habré de recordarte todos los abriles del ayer. Solo algunos, los más significativos como para que vayamos recordando. En el ’82, por ejemplo, mientras concentrabas para el Mundial de España, firmabas para el Barcelona. Y en el ’85 ya habías producido el primer milagro de tu vida: salvar al Nápoli del descenso al tiempo luego de tres años regresabas a la Selección. Fue grandioso Diego aquello de Nápoles, ¿te acordás de la gente en las calles llorando, ¿no? ¿Y de la concentración espontánea con miles de fotos tuyas junto a la imagen gigante del Santo frente a la Catedral?
Lejos estaban de imaginar que a la temporada siguiente (86-87) habrían de ganar el Scudetto por primera vez en su historia dejando atrás a la Juve y al Inter. Fue aquel el año en el que dejaste de ser “santo” y pasaste a ser “Dios”; entonces, la sangre licuada de San Genaro compartió con tus goles el misterio de la fe en los milagros: contigo los pobres tenían derecho a competir, ganar y disfrutar. Ah, aquellos abriles con la piel sin heridas. ¿Sabés de que me acuerdo Diego… y que lo hablamos muchas veces? Del día aquel en que Grondona le pidió a Bilardo que hiciera urgente la lista definitiva para el Mundial del 86. Fue también un abril tumultuoso el del ’86. Eso ocurrió un dia 17. El secretario de deportes de entonces Rodolfo “Michingo” O’Reilly –un Puma extraordinario como jugador y como técnico- quería echar a Bilardo. Decía que contaba con el apoyo del presidente Alfonsín, aseveración jamás comprobada.
La Selección, ¿te acordás Diego? No convencía, no jugaba bien, veníamos de la frustración del ’82, Bilardo era resistido fuertemente por un sector importante de la prensa y ya algunos medios mencionaban a Carlos Griguol o la vuelta del Flaco Menotti – imposible con Grondona- o darle una oportunidad al Pato Pastoriza. Tu frase desde Italia, querido Diego, fue providencial: “Si se va Bilardo me voy yo…”. Casi 15 años después en La Habana me puntualizaste que en febrero de ese 86 en oportunidad de un viaje sorpresivo de Bilardo, le recomendaste que fuera a ver a Ramón Diaz y que no estabas para nada de acuerdo con dejar afuera ni al Pato Fillol, ni a Juancito Barbas, ni al Guaso Domenech, ni al Tolo Gallego, ni al Flaco Gareca, ni al Bocha Ponce, ni a Miguelito Russo. O sea –lo recuerdo como si fuera hoy- vos querías que se priorizara a los jugadores que habían entrenado y jugado durante los cuatro años del ciclo de Carlos.
Y también recuerdo que estabas muy enojado por el viaje de Bilardo a Florencia para hablar con Passarella porque decías que Daniel había amenazado con renunciar si no le daban la titularidad en México y Bilardo fue a persuadirlo que no lo hiciera, que era muy necesaria su presencia… Destino azaroso el del fútbol Diego; al final Passarella se enfermó y se consagró el entrañable Tata Brown… Pero aquel 18 de abril del 1986, cuando se dio la lista definitiva, después de un amistoso contra Chacarita tras un penoso 1-0, quedaron afuera Sabella –a quien Carlos había ido a ver tres días antes en La Plata en un Estudiantes 2-Huracán 3-, el Flaco Gareca y Miguelito Russo. Fue a partir de esta decantación que Grondona recomendó incluir a Carlos Tapia –la había descosido marcándole 3 goles a Chaca en San Martín- y la confirmación de Bochini; el presidente de la AFA quería ídolos populares que jugaran en la Argentina para acompañar a Diego. Luego Carlos incluyó a Héctor Enrique y al Vasquito Julio Olarticochea. Y te gustó mucho Diego tanto lo del Negrito Enrique como lo del Bocha, aunque no se si te acordás que muchas veces me dijiste lo difícil que te resultaba hablar largo sobre cualquier cosa con él, me decías con cariño: “Qué raro que es el Bocha, mi ídolo de pibe…”.
Trato de evocar en esta carta, Diego querido, momentos cálidos que nos alejen del tormento de tu última noche sin que nadie velara tu sueño. Y para ello te invito a que sigamos recorriendo esos abriles bendecidos como el de 1987 cuando nació Dalmita, una prenda de amor inalterable quien vino, además, con nuevos e incomparables logros: la copa UEFA del 88′- 89′ y el nuevo scudetto del 89-90 conseguido justamente un 29 de Abril. ¿Te acordás Maestro del calentamiento antes de jugar contra el Bayer Munich haciendo gimnasia, jueguito con los hombros, con la cabeza… Ah sí, ¡Cómo ovidarlo! Los cordones del calzado desabrochados para ofrecer primorosos malabares de la época de Los Cebollitas. Sí, una maravilla de la destreza y de la estética. Además todo lo hiciste al compás de Live is Life del grupo Opus y fue llenando de sensualidad el amplio espacio del Neckartstadion de Stuttgart ante el delirio de 67.000 espectadores. Qué grande Diego; sólo tu podrías hacer en ese marco, con 28 años y bajo el estrés de una semifinal, lo que hacías en Argentinos Juniors a los 12 y con frío.
Los abriles que siguieron te fueron transformando, entrañable amigo. En el ’91 tu regreso tras el primer doping en Italia y aquella detención del día 15 en un departamento de Caballito, inauguraron dos sensaciones impensadas desde el pedestal de los triunfos y la idolatría. Recuerdo que con indignación me hablaste 10 años después, en el 2000, de dos palabras: humillación y vergüenza. Sin embargo, Diego, pudiste el 15 de abril de 1992 jugar, aún sancionado, ese partido in memorian del Búfalo Funes y ahí viste como todo el estadio de Vélez te demostró – como siempre y en cualquier otro escenario- su incondicional cariño. Pocas veces te vi tan emocionado.
Fue el 21 de abril del ’95 cuando firmaste tu anhelado precontrato para regresar a Boca. Qué susto Diego, ¿a ver si lo recordás? Habías ido al programa “Viva el lunes” que conducía Cecilia Bolocco en el canal 13 de Chile y te descompusiste. Peor aún, te tuvieron que internar. Y eso que venías de estar en una clínica Suiza en la cual habrías de “limpiar” tu maltratado organismo. Pero igualmente volviste a Boca y fuiste amado. Tal vez porque en sus tribunas y en las del adversario habría muchos Maradonas anónimos cuya expresión era tu voz, tu voz rebelde y desafiante.
El 4 de abril de 1996 desconocías otra bendición: había nacido Jana, tan cálida y necesaria en los últimos tiempos de ruidosa soledad. La primera angustia la generaste en abril del 2004 cuando en los alrededores de la clínica Suizo Argentina -te lo habrán contado mil veces- la gente se hizo multitud, elevó un improvisado altar y miles de velas acompañaron una cadena de oración desesperada e infinita. Los partes médicos resultaban cada vez menos esperanzadores y la sola idea de perderte entonces, impulsó en el ruego popular un milagro de salvación.
Un año después te internaron en la Clínica Avril para curarte de las drogas y el alcohol. Sí Diego, todos sabemos que siempre quisiste salir, que hiciste todos los esfuerzos por salvarte, que intentaste todo. Ya ves, no alcanzó; siempre quedó enganchada alguna pastillita que multiplicada se hizo veneno. Igual que el resto de los mortales fuiste la suma de tus errores. No se une de un zarpazo Fiorito con la Torre Eiffel. No se llega a ser el mejor de todos, admirado antes que nadie por quienes ejercen el mismo arte, sin pagar el precio que impone la fama sublime. ¿Y sabés una cosa amigo? En tales circunstancias un entorno armonioso ayuda, un entorno posesivo destruye. ¿Qué te tocó Diego? Decímelo hoy que se cumplen “cinco siglos” de tu muerte.
Antes de finalizar con esta misiva dedicada solo a algunos hechos producidos en algún abril –mes en que perdimos con Bolivia 1-6 en el 2009 y regresaste de Dubai en 2018- quiero disculparme por no informarte nada sobre la actualidad del futbol argentino y mundial. Tengo la impresión que resultaría ocioso pues donde quiera que te halles, desde el espacio que Dios te haya asignado, ves y sabés todo. Es por ello que preferí dedicar los últimos párrafos a preguntarte y reflexionar.
Diego querido, ¿a quiénes persigue tu muerte ? Tengo dos cosas por ahora para contarte que están lejos de la visibilidad. La primera es que tu muerte está siendo investigada por un equipo de fiscales que trabajan con enorme vocación, gran compromiso y la clara convicción de hacer Justicia. Se trata de un equipo que coordina el Fiscal General de San Isidro, John Broyad y que integran los fiscales departamentales adjuntos Cosme Iribarren, Patricio Ferrari y la fiscal de Benavídez, Laura Capra. En la fiscalía no hay fotos tuyas, ni videos de tus goles. No se siente la fragancia de tu gloria ni se recuerdan las heroicidades de inolvidables emociones. No hay tributo a tus títulos y ni honores, no se ven diplomas a tu innegable condición de mejor jugador de fútbol de la historia, ni a tu estatura de ídolo inigualable, ni a tu desafiante actitud ante el poder, a tu solidaria humanidad de errores, a tu raza de uno sin más ejemplares por nacer.
¿Sabés que sos querido Diego? Te lo diré: sos un expediente de 22 cuerpos, 4.308 fojas, 38 declaraciones testimoniales, 7 historias clínicas, 5 allanamientos, 6 celulares incautados, 2.500 conversaciones, 11 peritos oficiales, 11 peritos de parte, 25 puntos a responder tras tu autopsia y 293.000 mensajes instantáneos que la oficina de Extracción Forense sigue analizando. Y además, Diego del alma, hay 5 personas consideradas “particulares damnificados”, gente que se ha presentado con sus abogados para reclamar sus partes de la herencia. ¿Imaginás quiénes son…? Y otras 7 que ya fueron notificadas y que en las próximas horas podrían quedar imputadas en función de la prueba reunida. ¿Sospechas quiénes podrían ser? Todos ellos estuvieron cerca tuyo antes de tu muerte. Todos ellos dijeron amarte y cuidarte. Luego, todos ellos lloraron tu muerte. ¿Quién te traicionó Diego? Ah... si lo pudieras decir Diego, ahora que el espacio celestial te ha devuelto la pureza del cuerpo y del alma.
Mientras tanto, las campanas siguen replicando por ti...
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