En un ambiente tan competitivo como el automovilismo, que todos hablen bien de un piloto demuestra la persona que fue. A 26 años de su partida, Silvio Héctor Oltra está muy presente en los corazones de los fierreros, porque con mucho esfuerzo arrancó en los zonales y llegó a correr en las principales categorías nacionales y su título en el TC 2000 en 1987 fue su punto más alto. También se ganó un lugar en la música, ya que sacó tres discos. Esta es la historia del “piloto-cantautor”.
Silvio vino al mundo el 26 de febrero de 1957 y de chico se crió entre partituras e instrumentos ya que su abuela era profesora de piano y él aprendió a tocar de oído, al mismo tiempo que también comenzó con la guitarra. Pero su otra gran pasión fueron los autos y tuvo dos agencias, una en la calle Honorio Pueyrredón en la Capital Federal y otra, la más conocida, en avenida Libertador 870, en su querido Olivos.
Empezó a correr en los zonales a finales de los años setenta en la Asociación Standard Mejorado con un Fiat 600. A principios de los ochenta debutó a nivel nacional y corrió en la Fórmula Renault, el TC 2000 y el Club Argentino de Pilotos (CAP). Por esa época conoció a Elena Fortabat y ambos fueron padres de Carolina. Infobae habló con ambas para conocer un poco más de Meteoro, como también se lo conoció a Silvio.
“Nos conocimos a fines de 1982 por medio de una amiga que salía con el socio de Silvio. Él era dos años menor y empezamos salir. Tenía un Fiat 600 y fue un tipo muy simple, que vino de abajo y que se superó. Un ser extraordinario y un excelente compañero. Alguien que me dio todo casi sin conocerme. Y muy humilde, porque hasta me pidió que le enseñara buenas costumbres en la mesa por si teníamos una gala u otro evento”, cuenta Elena.
“Pero llegó un momento en el que tuve mucho trabajo en mi época de modelo y tenía desfiles casi todos los fines de semana, y como él no podía acompañarme por las carreras me propuso casamiento. Recuerdo que me dijo que vendiera mi Fiat 128 y él compró un departamento y a seis meses de habernos conocido nos casamos el 5 de julio de 1983”.
“Recuerdo que luego pude tener un Porsche Carrera naranja y capaz que nos íbamos a la costa y llegábamos en menos de tres horas ¡Una locura! Me gustaban los autos, pero las carreras siempre me dieron mucho miedo y más cuando corría en la Fórmula Renault y volcaba. Muchas veces le dije que quería que dejara de correr y la culminación fue el accidente que tuvo en San Juan en 1984 y donde sufrió doble fractura de pelvis y le estalló la vejiga. Estaba embarazada de Caro y por nuestra hija le pedí que no corriera más”.
“Cuando se recuperó me dijo que ‘era imposible que dejara de correr’ porque el automovilismo era su gran pasión. Ahí le dije que quería tomar distancia de él por el miedo que sentía cuando corría y le pedí que nos separáramos”, confiesa.
Para 1986 Silvio se dedicó de lleno al TC 2000 y al CAP, pero fue en la primera donde se convirtió en uno de los mejores corredores de su época y en la que alcanzó la gloria. En 1987, con un Renault Fuego del equipo de Rubén Benavides, les peleó el título a la poderosa escudería oficial de Renault con Juan María Traverso como baluarte y a Ernesto “Tito” Bessone, que corría con apoyo de Ford. Los tres definieron el campeonato en una épica carrera en el Autódromo de Buenos Aires Oscar y Juan Gálvez, donde Oltra no era favorito, pero con un gran manejo cuidó más las gomas que sus rivales, ganó la carrera y fue campeón.
Fue una gran emoción y alegría para todos los suyos, incluso para Elena, más allá de que en esa época ya no estaban juntos. “Después de separarnos siempre tuvimos una muy buena relación. Cuando nos casamos me dio un 50 por ciento de las acciones Silvio Oltra SA. El día que nos divorciamos fuimos llorando y él quería que me quedara con las acciones. Me dejó una casa en Vicente López y un Ford Sierra”, subraya.
“Cada uno hizo su vida, pero igual todos los días hablábamos. Incluso nos veíamos en las reuniones familiares”, afirma. Y contó una anécdota: “Un día nos quiso llevar en una avioneta de cuatro butacas que había comprado con un amigo. Él nos había invitado a almorzar a la isla Martín García. Era el piloto y Caro como copiloto. Yo estaba detrás con Sandra, la hermana de Silvio. Siempre tuve pánico a los aviones. El día estaba lindo, pero en un momento se nubló y le digo a Silvio ‘ya mismo bajamos porque me está agarrando un ataque’. Él me miró como diciendo ‘esta mina está loca’ (risas). Conclusión: hice tal escándalo que tuvo que pegar la vuelta, aterrizó en San Fernando y terminamos comiendo los cuatro en la costanera”.
Silvio siguió compitiendo y sumó su participación al TC y Supercart, donde también fue ganador. Ya era un piloto top y su popularidad trascendió a lo deportivo. Es que empezó a dedicarse a la música y sacó tres discos “Silvio Oltra” (1987), “Ahora tengo todo” (1990) y “Aprender a vivir” (1992), que fue producido por Eddie Sierra y tuvo a uno de sus temas más conocidos “Sintonía”. “Nunca me enteré si ese tema se lo había dedicado a mi o mi hija. Él tenía un espacio en casa donde se dedicó a componer y era como su cable a tierra”, cuenta Elena.
Su lado musical también es recordado por Carolina: “¡Amaba cantar! Era su gran pasión, la cual logró plasmar en varios discos. ‘Sintonía’ era su tema más conocido y siempre se lo pedían yendo a un restaurante a comer o en los cumpleaños de sus amigos. En casa tenia armado un mini estudio de grabación y le gustaba que yo cantara con él y tocara el piano”.
“Le gustaba tanto el automovilismo como la música. Era muy polirubro. Mi tema preferido es ‘Amante de la lluvia’”, agrega la hija de Silvio. Luego de separarse de su primera esposa estuvo en pareja con Carla Currone y ambos fueron padres de Matko, quien nació un mes después del fallecimiento de Oltra. En tanto que Elena más tarde también fue madre de Sofía.
“Mi papá era un enamorado de la vida, tenía muchos sueños por delante y siempre iba en busca de nuevos desafíos. Era muy alegre y súper amiguero. Además era muy religioso, tenía un altar en su casa al que le prendía siempre velitas y agradecía”, revela la modelo y conductora televisiva, que tomó el mismo camino profesional que su mamá. Y sigue ligada al automovilismo, ya que su pareja es Emanuel Moriatis, piloto de TC que fue campeón de la categoría en 2009 y en la Clase 3 de Turismo Nacional (2012/2016).
“Recuerdo que lo acompañaba a casi todas las carreras y recorríamos las provincias. Mi tía Sandra iba para cuidarme. Me ponía un buzo antiflama igual al de él, pero en tamaño mini”, comenta.
“Como anécdota me acuerdo cuando me buscaba por el colegio en su moto y quería que fuera pistera como él y a mí me daba miedo”.
“El mejor legado que me dejó es ir en busca de mis sueños y ser buena persona ante todo”, destaca. “Se extraña todo. Su compañía, que me duerma a la noche y se quede él dormido antes que yo (risas). Hoy sigue siendo mí ángel de la guarda”, afirma.
Esa presencia espiritual también la sostiene Elena: “Hasta el día de hoy siento que Silvio me cuida”.
Oltra nunca le echó la culpa a un tercero o al auto. No se recuerda un testimonio suyo deslindando responsabilidades al equipo, mecánicos o rendimiento de su coche. Tampoco declaró en contra de un colega por alguna maniobra u otro tema. Él siempre quiso aprender y si otro piloto iba más rápido siempre se acercó a pedirle que le explique qué le faltaba para estar más adelante en el clasificador.
En el TC 2000 (hoy Súper TC 200) corrió 128 carreras y logró 5 victorias y 24 podios. No se casó con ninguna marca y siempre buscó el coche más competitivo: VW 1500 (1982-83), Renault Fuego (1986 a 1989), Ford Sierra (1989 a 1991), Volkswagen Carat (1992 a 1993), Fiat Regatta (1993) y Fiat Tempra (1994).
El Club Argentino de Pilotos fue una categoría monomarca (Datsun y luego Nissan) donde disputó 51 carreras, con 4 triunfos y 17 podios. En el Supercart (extinta categoría similar al TC, pero con alerones) compitió en 18 ocasiones y alcanzó cuatro triunfos, todos en 1994, cuando a pesar de ausentarse en dos fechas fue el más ganador del año y sumó 9 podios.
En el TC corrió de forma esporádica con Ford y Dodge y no venció en finales, pero cosechó cinco podios. Fue partícipe del título de Walter Hernández en 1993 cuando compartió su Ford en las “Dos Horas de Buenos Aires”.
También tuvo un breve paso en el Turismo Nacional con una victoria en la Clase 2 a bordo de un VW Gacel.
Y aparte de sus inicios en la Fórmula Renault (solo 7 carreras) luego volvió a los monopostos con seis carreras en la Fórmula 2 Codasur y dos en la Fórmula 3 Sudamericana.
“Él era muy sano, no tomaba alcohol ni fumaba. Salía a correr todas las mañanas y como cantaba y quería cuidar su voz no tomaba nada con hielo”, detalla Elena quien asegura que “Silvio fue un padrazo. Se deslomó por Carolina y estuvo muy presente. Vivió para ella y la hizo muy feliz. A veces yo me ponía loca porque él ponía mucha plata en las carreras de autos y yo rogaba para que no se le rompiera el motor o no chocara. Pero el automovilismo fue más fuerte”.
Y confiesa que “me arrepentí toda mi vida de haberme separado de él. Creo que con la última persona que habló por teléfono fue conmigo. Era un miércoles porque él tenía que llevar a Caro a una clase de piano y me dijo que no podía, que tenía que ir a Ramallo a ver los autos del equipo que tenían con Carlitos Menem…”
En la mañana del 17 de marzo de 1995, el helicóptero donde viajaban y que piloteó el hijo del por entonces Presidente, se estrelló a un costado de la ruta nacional 9, en el kilómetro 211,5, entre Ramallo y San Nicolás.
Elena revela una situación particular el día de su tragedia: “Me había recostado un rato y cuando me desperté, vi una luz que venía hacia mí y era él que bajó con una toga blanca y me dijo ‘te vengo a buscar’, le dije ‘tengo a las nenas chicas’ y sin decir más nada se volvió a elevar y desapareció”.
“Más allá de estar separados como matrimonio terminamos siendo familia. Incluso desde que murió Silvio tenemos una gran relación con sus padres y solemos pasar las fiestas de Navidad y Fin de Año juntos. Lo hacemos por el amor que nos tenemos y también sentimos que en esas reuniones Silvio está presente”, concluye Elena.
La muerte de Oltra causó un profundo pesar en el ambiente del automovilismo. Pero también en sus seguidoras por sus obras musicales. En un blog dedicado a él, una de ellas, Patricia Marti, en 1996 le escribió una poesía y una parte dice:
“Fue una mañana muy gris, siempre la recordaré,
no sé muy bien que sentí, pero sí sé que lloré.
Aún no lo puedo creer y te busco en las competencias,
trato de buscar tu auto, aunque sé que no lo encontraré.
Sé que nunca morirás porque tu vida está allí.
Porque seres como yo siempre contarán de ti.
Porque tus viejos rivales ganarán también por ti.
Y fue en aquella mañana que Dios te alejó de aquí,
que las nubes se juntaron y el cielo te lloró a ti”.
Silvio Héctor Oltra sigue estando muy presente. Porque sus colegas extrañan más al amigo que al competidor. Echan de lado al corredor que se sacrificó para aprender desde los zonales hasta ser un merecido campeón nacional y un ejemplo de hidalguía en la derrota. También se siente cuando suena su música. Fue el hombre que supo combinar las melodías con los autos de carrera y nunca desentonó en la pista.
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