Cantilo 4451. Un chalet más de Villa Devoto; amplio, coqueto, si no fuera porque cobija los latidos de Diego Armando Maradona. Recuerdos, historias, tesoros, enigmas. Fue el hogar de doña Tota y de Chitoro, sus papás, adquirido en los 80 con el producto de la magia de los botines del Diez. El balcón tácito del que se asomó para saludar a los vecinos que se acercaron a vitorearlo después de la épica en el Mundial 86.
Hoy la propiedad cambió de manos, pero no de sangre. Estaba al cuidado de las hermanas del astro desde la muerte de sus padres; la usaban para reunirse en los cumpleaños o fechas especiales. O en el verano, para usar la pileta. Pero la Justicia determinó que pertenecía a sus herederos, dado que Diego la había puesto a su nombre durante una de las últimas internaciones de doña Tota. En consecuencia, el domingo de Pascuas se desarrolló el último ritual familiar, a modo de despedida, en la que abundó la congoja. Al otro día, Davo, hijo de Ana, una de las hermanas del astro, supervisó la mudanza de los últimos objetos. La cerradura de la puerta de calle ya fue cambiada.
El sitio Farándula Show capturó el momento del traslado de algunos de los tesoros. El camión de la empresa de mudanzas se fue colmado de retazos de la vida del ídolo: fotos, óleos, muebles y hasta el órgano que le había regalado a Dalma y Gianinna para que aprendieran a tocar. Incluso una grúa se llevó el viejo Fiat Palio rural de Chitoro, que llevaba casi una década sin arrancar. “Terminamos la mudanza de la mamá del más grande, de Diego Armando Maradona. Un privilegio. Me llevo un regalito”, contó uno de los operarios, con una silueta del Maradona superstar del Napoli en la mano.
“Me da mucha tristeza, tengo muchos recuerdos, hermosos recuerdos. Mi deseo es que sea bien aprovechado. ¿Un museo? No sabría decir qué destino me gustaría que le den a la casa”, dio su testimonio al pasar el sobrino de Diego.
Más allá del valor económico, en un barrio de los más cotizados de la Capital Federal. ¿Qué secretos esconde la casa que habitaron Don Diego y Doña Tota, el hogar en el que Maradona abrevaba seguido para bañarse de su amor? ¿Por qué se transformó en un botín tironeado en la familia Maradona?
Son cuantiosas las huellas del fantasista, visibles e invisibles, en cada rincón del chalet, que a lo largo de los años sufrió varias modificaciones, más allá de que en la actualidad requiere trabajos de mantenimiento al haber estado tanto tiempo con poco uso. Por ejemplo, la casa tenía aire acondicionado central y se rompió cuando todavía vivía don Diego. Como el costo de la reparación era altísimo y no había garantías de que quedara en buenas condiciones, Pelusa decidió entonces comprar un split para cada habitación.
En julio de 2014, la casa sufrió un incendio, con foco en la planta baja. “No quedó nada”, declaró entonces el entorno del Diez. Entre los bienes materiales perdidos había varias reliquias que representaban distintos hitos en la trayectoria del astro. Uno: el Balón de Oro honorífico que France Football le había entregado en 1995, a modo de reconocimiento, dado que en los mejores momentos de Maradona solo estaban habilitados a recibir el premio los futbolistas europeos.
Precisamente, Diego le brindó una de sus últimas entrevistas a la prestigiosa revista francesa, días antes de su cumpleaños N° 60. Según pudo averiguar Infobae, cuando su círculo íntimo le planteó la posibilidad de aceptar la nota, el entonces director técnico de Gimnasia La Plata puso como único requisito recuperar su Balón de Oro. Al menos, una réplica del perdido entre las cenizas. France Football nunca había aceptado entregar un clon de su galardón, que pesa más de 7 kilogramos, tiene un costo de confección de alrededor de 3.000 euros, está bañado en oro, se posa sobre un pedestal de pirita y en él trabajan seis orfebres de un taller francés. Ni siquiera los más ganadores (Lionel Messi, con seis, y Cristiano Ronaldo, con cinco) recibieron un gesto como el solicitado por el campeón del mundo. Pero Diego había conseguido tamaña concesión. El destino quiso que la muerte se anticipara a su rencuentro con el premio.
La propiedad escondía verdaderas piezas de museo. Por ejemplo, una mesa que doña Tota había insistido mucho para que Diego la comprara. “Valía una fortuna”, señala alguien que conoce su foja. La mamá del genio del fútbol la adoraba por distintos motivos: uno de ellos, porque había cobijado una histórica cena con la familia de Mario Alberto Kempes, que recordaba con cariño. Se dio cuando el Matador y Maradona eran los mejores jugadores del país; magia entre plato y plato.
En esa casa, también, se desarrolló una de las primeras comidas de Maradona con Diego junior, una vez que lo acogió como parte de su familia. Los testigos apuntan que disfrutaron de una sobremesa amena, que el astro se mostró cariñoso, pero que cuando el joven napolitano contó que le había convertido un gol a la Juventus, Pelusa replicó, con su habitual ironía, “cuando le hagas un gol a la Juve como el que le hice de tiro libre, hablamos, ja”.
En ese lugar, Diego Armando fue anfitrión de un asado que muchos recuerdan como “monumental”. Entre los invitados estuvieron David Nalbandian y el español Carlos Moyá, quien se encontraba en Buenos Aires por la disputa del ATP. Uno de los comensales fue Matías Morla, quien con el tiempo se transformó en su abogado.
En sus incursiones a la casa, Diego le pedía a su hermana Ana que le preparara una de sus comidas preferidas: el garrón en puchero, sin importar si el frío lo convertía en un plato oportuno o lo desaconsejaba el calor de la época estival.
Junto a la puerta principal, entre los arbustos, se esconde una pequeña ermita que don Diego cuidaba con devoción. Allí residía la Virgen que había acompañado a la leyenda del fútbol en su periplo por Nápoles. El día de la mudanza de los últimos trastos, ya no estaba. ¿Alcanzó a rescatarla alguno de sus familiares para brindarle amparo? ¿O se la habrán robado, tal vez sin conocer su increíble historia? Uno de los tantos misterios que alberga uno de los refugios preferidos de Maradona...
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