La presencia de Oscar Ruggeri en los estudios de televisión es garantía de entretenimiento. El ex defensor se convirtió en uno de esos personajes mediáticos que acapara la atención de los espectadores por la experiencia que cosechó a lo largo de su carrera.
En una de sus últimas apariciones, el Cabezón habló de sus días en Boca y de la relación que tenía el plantel con la barra del club. La conversación espontánea con el Pollo Vignolo en el programa ESPN F90 surgió por el trato que recibía el ex central dentro de las canchas. “Cuando iba a jugar de visitante y me puteaban, a mí me encantaba. Cuando fui con River a La Bombonera sabía desde dónde veía los partidos El Abuelo (líder de La 12 durante la década del noventa). Lo miraba para desafiarlo; y entonces él me hacía así”, comenzó el monólogo reflejando que los gestos de José Barrita reflejaban una clara amenaza.
“Cuando no me puteaban, me preocupaba. Entonces hacía algún quilombito para hacerlos reaccionar”, continuó Ruggeri antes de revelar lo que significó el peor apriete que sufrió durante sus días como futbolista. “Venían 100 tipos con revólveres en la mano a La Candela. Yo era un pibito que tenía 18 años”, detalló el Cabezón sin olvidar la frase que le esbozaban los integrantes de La 12: “Hoy les venimos a hablar, pero mañana a las 6 de la tarde no les hablamos más”...
En su memoria todavía permanece cómo se dividían las jerarquías en el violento grupo que cada fin de semana ocupaba el centro de las tribunas. ”La primera línea era una cosa, pero los de atrás eran los peores. No los podían controlar. Esa fue mi primera apretada fuerte, en un equipo que tenía a Diego (Maradona) y Mouzo”, remarcó Ruggeri. Y agregó: “Estaban El Gitano y El Chueco que eran de terror. El técnico era Silvio Marzolini y después de eso lo tuvieron que operar del corazón”.
“Pedían plata para los viajes y algunas camisetas para que hagan sorteos. No todos los jugadores ponían dinero, pero nosotros dábamos lo que juntábamos y decíamos que era la plata del grupo”, siguió el ex defensor y concluyó sobre el vínculo que mantenía con El Abuelo: “Vivíamos cerca, porque yo estaba en Ramos Mejía y él en San Justo. Nunca tuve miedo, pero cuando estaba en Boca venía siempre a pedir que ganemos, plata y camisetas”.
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