Hacia fines de 2010 el automovilismo argentino se conmocionó con el caso de Kevin Felippo. Un niño de diez años que fue seleccionado por el Ferrari Driver Academy (FDA), que representaba la posibilidad de continuar su carrera en el karting bajo el padrinazgo de la Scuderia y el sueño de poder correr para el equipo más famoso de la Fórmula 1. Pero a veces Maranello no es Disney y no poder continuar puede ser un golpe durísimo y eso le pasó al porteño, dueño de un talento innato para correr en lluvia. Su frustración lo llevó a dejar de correr en 2013, pero ocho más tarde volvió y debutó en autos, en el Top Race Junior.
El FDA es un programa de captación y desarrollo de pilotos que si bien encuadra la magia y el encanto de estar vestido de rojo, no cubre un completo presupuesto para sus participantes. Es una seducción para evitar que algunos jóvenes talentos vayan a los programas de Red Bull, Mercedes o el de Renault, ahora llamado Alpine F1 Team. En la escuela de Ferrari se formaron en diferentes etapas Charles Leclerc, Sergio “Checo” Pérez, Lance Stroll, el recordado Jules Bianchi, Antonio Giovinazzi y en los últimos años reclutó a Mick Schumacher y otros dos que hoy no están en la F1 por falta de presupuesto, Callum Ilott y Robert Shwartzman, segundo y cuarto del campeonato 2020 de la Fórmula 2.
En septiembre de 2010 Felippo participó en un campeonato internacional de karting WSK en Italia, dentro de la categoría 60 Mini. En todas las carreras largó desde el fondo, pero en una se largó a llover, partió 24º y avanzó hasta la tercera posición. En esa competencia hubo emisarios de Ferrari y la filmación llegó a Luca Baldessari, que fue director de FDA de 2010 a 2015. El italiano lo invitó el pequeño de Belgrano y a otros tres chicos para una prueba el 12 de diciembre donde les hicieron exámenes médicos, físicos y de conducción en karting. Kevin quedó seleccionado y la bomba explotó en la Argentina. Hasta medios no especializados quisieron contactarlo.
En su momento llamó la atención por su corta estatura y gran nivel conductivo. Para un chico de su edad fue todo muy fuerte porque estaba en camino a ser el cuarto argentino que pudiese correr en Ferrari después de José Froilán González (en 1951 dio el primer triunfo a la Scuderia en la F1), Juan Manuel Fangio (campeón con la marca en 1956) y Carlos Alberto Reutemann (ganó cinco Grandes Premios con La Rossa entre 1977 y 1978).
En 2011, Kevin y su papá, Jorge, hicieron seis viajes a Maranello donde el chico realizó entrenamientos. Adquirió aprendizaje en telemetría, giró con un auricular, hizo el mejor registro en la pista de karting de Fiorano y luego intentó repetirlo girando en sentido inverso. También trabajó la mayor cantidad de tiempo con pista mojada, pero con gomas para piso seco. Quienes lo conocieron en aquella época afirman que su performance en esa condición era muy difícil de superar. Tuvo mucho que ver su instructor Matías Milla (excelso kartista y el único argentino que estuvo en Red Bull), quien potenció el trabajo con Kevin cuando llovía.
Despedida a un amigo
La efervescencia de Ferrari contrastó con la muerte de su amigo Ramiro Tot en un accidente en una carrera de karting en Baradero. Tenía su misma edad y compartieron muchos momentos. Resultó una situación muy delicada para Felippo y su familia…
De inmediato Jorge pensó en que su hijo dejara de correr. Lo mismo su señora. Pero Kevin mostró la templanza para superar aquel capítulo y lo demostró con una fuerte personalidad.
Al poco tiempo le pidió a su papá que lo llevara al Kartódromo de Buenos Aires. Se encontró con su entrenador Milla a quien le preguntó “¿Cuál es el mejor tiempo? ¿Y quién lo tiene?” “Vos, Petiso”, le respondió Matías.
Kevin se subió al karting, dio tres vueltas al circuito y batió su propio récord. Se bajó y llorando dijo “ya está, ya lo despedí a Ramiro”. Así homenajeó de la mejor forma a su amigo y le brindó un tributo que le ayudó a dejar atrás ese trauma con apenas 11 años.
De Maranello a colgar el casco
En 2012 Felippo siguió ligado a Ferrari. El propio Giancarlo Fisichella, ex piloto de la casa italiana en la F1, también quedó fascinado y lo llamó “Il Ragazzino terribile” o “manos mágicas”. Ese año realizó dos pruebas en Maranello, una en julio y otra en septiembre. En La Rossa lo adoraron y pareció un cuento de hadas, aunque para continuar con su proyecto en 2013 le pidieron presupuesto para correr torneos de karting en Europa. Kevin sólo tuvo de parte de Ferrari una beca de capacitación e instrucción en manejo avanzado, que es lo que reciben los pupilos del FDA y, desde ya, la chapa de representar a la Scuderia que debió abrirle puertas en la Argentina, aunque su familia no logró reunir el dinero necesario.
Más allá de tener también nacionalidad italiana por su mamá, algo que lo habría ayudado en Europa, prefirió seguir corriendo con la bandera argentina. Mientras tanto fue campeón argentino de la categoría Micro Max de la Copa Rotax, una de las más competitivas del país y también fue protagonista en el Campeonato Argentino. Sin embargo, en 2013, una vez afuera de Ferrari, la frustración fue tan dura que perdió la motivación de seguir haciendo su pasión.
Larga resiliencia y volver a correr
Esos dos años en Ferrari fueron intensos. Momentos que a Felippo lo marcaron a fuego. Siendo un niño cumplió con el sueño de muchos pilotos. Kevin no quiere hablar de aquellos días en Maranello porque para él fue duro. Su ilusión fue muy grande y aquello lo afectó. Prefiere charlar de cómo siguió siendo un chico más y de qué manera logró que la llama volviera a encenderse. Esto lo llevó a retornar a las pistas y debutó en autos con techo en el Autódromo de Buenos Aires Oscar y Juan Gálvez, su casa. En una pausa de la primera fecha del Top Race, acepta el diálogo con Infobae.
“Nunca nadie de mi familia corrió. Cuando tenía ocho años mi papá me mostró una página donde se podía alquilar un karting. Fue en el kartódromo del Autódromo de Buenos Aires. Di unas vueltas y desde ese momento no me quise bajar más. A comienzos del año siguiente empecé a hacer la escuelita y en julio de 2009 arranqué a correr”, recuerda.
Aunque luego de la frustración por no poder seguir en Ferrari al poco tiempo se bajó del karting. “Estuve ocho años sin correr que pasaron bastante rápido y uno no se da cuenta, pero la última carrera que corrí fue en karting en 2013. En 2014 dejé de correr por falta de presupuesto y también perdí las ganas y ya no sentía motivación”, confiesa.
“Después seguí mi vida como la de un chico de 14 años y en 2015 hice una prueba en un auto de la Fórmula Renault, pero seguí sin ganas de correr y poder reunir el presupuesto fue muy complicado. No me encontré, no me terminaba de convencer”, admite.
Sobre cómo decidió volver a correr explica que “durante la cuarentena hablamos bastante con mi viejo sobre la posibilidad estar otra vez en las pistas y surgió la chance de poder probar en el Top Race Junior. Al principio fue un ensayo, me terminó gustando e hicimos otro donde redondeamos 50 vueltas. Lo analizamos y terminé corriendo”.
“El auto me cayó muy bien. Me siento muy cómodo con el auto y vamos aprendiendo, llevándolo. Me gusta mucho la tracción trasera del auto. Es una categoría donde todos los autos y motores son iguales y está bueno porque estamos todos en igualdad de condiciones”, describe el también estudiante de primer año de diseño multimedia.
Respecto de su estreno en el Coliseo del automovilismo argentino indica que “es la primera vez que corro en Buenos Aires, es una locura y el Autódromo la verdad es que está hermoso. Es un placer. En principio tengo cerradas las diez fechas del campeonato. El objetivo es poder ganar una carrera y ver si podemos terminar entre los tres primeros”.
El Top Race Junior es la tercera divisional del Top Race, que es una de las cuatro categorías de pista más importante del país. En su debut absoluto en autos con techo y luego de estar ocho años sin competir, Felippo tuvo buenos parciales. En las dos primeras pruebas libres fue cuarto y tercero. En los entrenamientos resultó séptimo y sexto. Logró el quinto mejor tiempo en la clasificación y conservó esa posición en la carrera corta del sábado. El domingo, en la final, se perjudicó y abandonó por una serie de toques en una carrera insólita donde solo terminaron tres autos.
El primer fin de semana no terminó como esperó, pero se lo nota motivado y la llama se encendió otra vez. El panorama cambió y aquel prodigio que estuvo en Ferrari ya no tiene en su horizonte la F1 sino algo más importante que correr en Ferrari o ser campeón mundial: ser feliz y disfrutar del automovilismo. Y Kevin lo logró porque detrás del tapabocas se le nota una sonrisa y afirma que “la idea es no bajarme nunca más de un auto de carrera”.
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