Dime cómo juegas y te diré quién eres, podría ser un lema para definir a los directores técnicos. El modo de jugar de cada equipo suele hablar sin subterfugios del estilo de cada entrenador. El “suele” no es casual: tiene que ver con que, a veces -sólo a veces-, los técnicos hacen jugar a sus conjuntos de acuerdo a las características y a la mayor o menor jerarquía de sus futbolistas antes que priorizando sus ideas. En ese contexto, cada entrenador cuenta con un sello propio, su marca, su manual de estilo. Y en esta nota confeccionamos el mapa de los entrenadores de la Primera División: quién es quién en el fútbol argentino.
A Marcelo Gallardo, el más cotizado del país, se lo podría definir como el más valiente de todos: no hay otro equipo que arriesgue tanto como River en cuanto a su postura. La gran mayoría de los rivales deciden esperarlo agrupados en su campo y eso hace que la Banda se despliegue en función ofensiva con muchos jugadores y -aquí está el quid de la cuestión- con los marcadores centrales casi a la altura de la mitad de la cancha. También podría decirse que Gallardo es un pragmático ofensivo: son recordados sus ajustes tácticos y una mayor propensión a un juego de roce físico en los partidos coperos ante Boca por la Copa Sudamericana 2014 y la Copa Libertadores 2015. Le gusta que River trate bien la pelota, pero no es un talibán del cuidado del balón: cuando sus defensores están en aprietos, tienen la orden de aventar el peligro y de no arriesgar más de la cuenta.
Miguel Angel Russo siempre se ha caracterizado por darle prioridad al equilibrio y al orden de mitad de cancha hacia atrás. No tiene el afán ofensivo de Gallardo, pero así y todo su equipo ganó los últimos dos campeonatos locales, más allá de que en el primero de los dos, él dirigió apenas siete encuentros y en los demás estuvo Gustavo Alfaro al frente del plantel. A Russo no parece interesarle demasiado que Boca intente imponer condiciones a través de la tenencia de la pelota: prefiere lastimar con espacios y muchas veces parece confiar excesivamente en la jerarquía o el poder de desequilibrio de sus individualidades de ataque, como Sebastián Villa, Carlos Tevez y Edwin Cardona por citar a los tres más importantes. En definitiva, Boca no es un equipo agresivo desde su postura porque en líneas generales no presiona sobre la salida del rival y concede las iniciativas. Lo curioso es que, así y todo, es el más goleador de la Copa de la Liga con dieciséis anotaciones.
Especialista en conformar equipos sólidos, Julio César Falcioni tiene sobre su espalda un rótulo que muchas veces él mismo se encarga de desmentir con el funcionamiento de su Independiente. Es considerado un técnico defensivo, pero definirlo de ese modo parece un simplismo injusto. Sí podría decirse que arma a sus equipos de atrás para adelante, pero sin descuidar el aspecto ofensivo del juego. Eso sí: es de arriesgar poco y nada. Pragmático es la palabra que acaso mejor se ajuste a su estilo de conducción.
Juan Antonio Pizzi es un técnico difícil de encasillar. A veces prioriza el fútbol de ataque y en otras se lo nota más cauteloso. Le gusta el buen trato de pelota pero sin ser un fundamentalista de esa búsqueda. Hoy, su Racing es un equipo sin una identidad definida de juego.
Diego Dabove intenta dotar a San Lorenzo de un estilo similar al que tenían los equipos de Godoy Cruz y de Argentinos Juniors que él mismo dirigió: mucho despliegue e intensidad física para incomodar al rival y ataques directos, sin demasiada elaboración, a la hora de buscar el arco adversario. Con altibajos en el rendimiento del equipo, está detrás de esos propósitos.
El Banfield de Javier Sanguinetti es un equipo que se ganó los elogios del medio por varias razones: su capacidad para tratar de llegar a posiciones de gol con no menos de cinco o seis intérpretes, su condición de equipo infatigable y su respetable orden defensivo. Con esa fórmula, salió subcampeón de la Copa Diego Maradona al caer por penales ante Boca en la final, y ahora marcha segundo detrás de Colón en la zona A.
Para Mauricio Pellegrino, la búsqueda del desequilibrio ofensivo y el cuidado del área propia parecen tener una importancia similar. Su Vélez sale a buscar la victoria pero sin alardes de audacia: difícilmente su equipo va a quedar regalado en el fondo porque su estilo está atravesado por las enseñanzas que le dejó Carlos Bianchi cuando lo dirigió en Liniers. A diferencia de lo que proponía el Vélez de Virrey, que tiene como cabecera de playa a los pelotazos de José Luis Chilavert para Omar Asad y José “Turu” Flores, el Vélez de Pellegrino apuesta seguido por el buen trato de la pelota y por la paciencia a la hora de tenerla, a partir de la buena capacidad técnica de la mayoría de sus futbolistas.
Rasgos similares a los de Pellegrino tienen los técnicos de los dos equipos de la ciudad de Santa Fe: Eduardo Domínguez y Juan Manuel Azconzábal. Domínguez dirige a Colón, uno de los equipos sensación de la Copa de la Liga ya que lidera la zona A con siete puntos de ventaja sobre Banfield, su escolta, en apenas ocho fechas de torneo. A partir del orden defensivo (solamente le anotaron dos goles), trata de mirar todo lo posible el arco rival: es uno de los tres conjuntos con más goles a favor, con 15, la misma cifra que Lanús y uno menos que Boca. Unión parece contar con menos recursos que Colón a nivel individual, ya que posee un plantel más bien modesto, pero dentro de ese marco procura hacer valer su localía cuando juega en Santa Fe y no defenderse más de la cuenta cuando sale de su ciudad.
Luis Zubeldía, en Lanús; Alexander Medina, en Talleres de Córdoba; Sebastián Beccacece, en Defensa y Justicia; y Mariano Messera, en Gimnasia y Esgrima La Plata, apuestan por un fútbol en el que la mirada prioritaria está puesta en el arco contrario. Lo mismo proponen Gabriel Milito, en Argentinos Juniors, y Fernando Gago, en Aldosivi, aunque con una diferencia en las formas: ellos proponen un ataque más elaborado que directo y la palabra pelotazo parece no formar parte de su diccionario. En esencia, a Zubeldía, Medina, Beccacece, Messera, Milito y Gago se los podría incluir en el casillero de los técnicos más valientes.
Entre los principales cultores del pragmatismo, el equilibrio, la importancia de las “segundas pelotas” y las jugadas de balón detenido se encuentran Ricardo Zielinski (Estudiantes), Sergio Rondina (Arsenal), Omar De Felippe (Atlético Tucumán) Gustavo Coleoni (Central Córdoba de Santiago del Estero), Mario Sciaqua (Sarmiento de Junín) e Iván Delfino (Patronato). Si -como dice Pep Guardiola- los entrenadores se dividen entre valientes y cautelosos, Zielinski, Rondina, De Felippe, Coleoni, Sciaqua y Delfino podrían encuadrarse dentro del segundo grupo. Eso sí: ellos casi nunca administran abundancia sino todo lo contrario.
El de Germán Burgos es un caso particular: apenas lleva tres partidos como técnico de Newell’s y sería apresurado realizar alguna sentencia sobre su estilo. En los tres empates que tuvo el equipo rosarino con el “Mono”, se notó que quiere un equipo más veloz, sin tanta presencia de jugadores veteranos para fomentar esa búsqueda de mayor dinámica y una postura no tan agresiva para ir por el gol. Atacar, sí, pero sin arriesgar más de la cuenta y tratando de que Newell’s sea un equipo que juegue en bloque y sin otorgar ventajas defensivas. Cuando decidió irse del cuerpo técnico de Diego Simeone en Atlético Madrid (era su principal ayudante de campo), Burgos dijo que a él le gustaba manejar más la pelota y ser más ofensivo que los equipos del “Cholo”. Hasta ahora, en Newell’s no lo consiguió.
Cristian González, el Kily, quiere que Rosario Central tenga un perfil ofensivo, con mucha intensidad física, y lo mismo ocurre con Frank Kudelka y con Sebastián Méndez en Huracán y en Godoy Cruz, respectivamente. En los tres casos, hay que señalar un atenuante: el hecho de no contar con planteles en los que abunda la jerarquía, conspira seguido contra el nivel de juego de sus equipos.
Juan Manuel Llop, el técnico de Platense, podría situarse a mitad de camino entre los técnicos que toman precauciones y los que buscan el arco rival. Ni extremadamente cuidadoso ni un dechado de audacia. Y se entiende: hay rivales que tienen mucho más poderío que su equipo y otros, más modestos, con los que puede competir en igualdad de condiciones.
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