Hace catorce años, Jorge “Polo” Quinteros puso punto final a su carrera deportiva. El delantero oriundo de las entrañas de la ciudad de Virreyes (partido de San Fernando), vistió por última vez la camiseta de su querido Argentinos Juniors en diciembre de 2006 y dijo basta. Ni bien se alejó de las canchas, se dedicó a representar jugadores y luego también optó por correrse de ahí. “Me retiré un sábado y un lunes estaba de saco y corbata representado jugadores. Lo hice durante siete años, pero no me encontraba. No sentía que era mi lugar y me dediqué a otra cosa. Puse una fiambrería con mi familia”, revela el Polo a Infobae.
El ex delantero, además de las muchas actividades que emprendió, en su época de jugador se embarcó en una que no pudo abandonar jamás. Con el afán de ayudar y retribuir algo de lo que le había dado el fútbol, en mayo de 2001 puso un comedor infantil bajo el nombre de Catalina, en honor a su hija y al barrio Santa Catalina, donde se instaló. “De grande, cuando volví de España, en el momento que el Mallorca me prestó a San Lorenzo por un año, tomando mate con mi señora empezamos a pensar cómo podíamos ayudar. Hablé con mi vieja, que siempre trabajó en Caritas, y se enganchó a darnos una mano. Averiguando conocimos una gente que nos ayudó con las instalaciones del comedor e hice un partido a beneficio para terminar montarlo”, dice el Polo, mientras abre las puertas de su iniciativa y lo muestra. “Armé un River versus San Lorenzo de cancha de 5 en el Club Independiente de Beccar. Me acuerdo que llamé a Saviola, al Chacho Coudet y de San Lorenzo vino Berni Romeo, (Sebastián) Abreu... Estuvo espectacular. Con ese partido conseguí una buena plata para comprar todos los materiales y con corazón lo levantamos”.
Este año el comedor va a cumplir 20 años. Y, pandemia mediante, según acompañe la situación sanitaria, quizá prepare algún festejo para mayo. Ubicado en Virreyes, en Miguel Cané 4655, a pocas cuadras de donde se crió el Polo, asisten más de 75 chicos. “Mi vieja tiene un control de todos los chicos que vienen. Más allá de que la comida no se le niega a nadie, no sirve que vengan a comer un día y cinco no. Sirve que coman todos los días. Acá el punto es que puedan ir al colegio con la panza llena. ¿Qué puede aprender un nene si tiene hambre?”, interroga y presenta a su mamá Elena, quien saluda mientras sorbe un mate. “Nosotros siempre tuvimos claro que no había que pensar en cómo eran los padres, acá lo importante siempre fue que los chicos coman. Uno de los chicos que se crio acá hoy está en primer año de Medicina. Con eso el comedor ya está pago”, cuenta con orgullo.
-Además de ese partido a beneficio que hiciste hace muchos años, ¿recibiste otro tipo de ayuda del mundo del fútbol para el comedor?
-El futbolista siempre está dispuesto a dar una mano. La otra vez necesitaba el saludo de los chicos de Boca y con vergüenza lo llamé a Izquierdoz. Le dejé un audio donde le decía quién era y que había jugado profesionalmente. El pibe me llamó enseguida y me dijo que sí y que no hacía falta la presentación. El jugador está dispuesto a dar una mano. A veces no sabés por dónde o cómo. Lo que sí tengo claro es que no quiero plata.
Fútbol… Pesca y después
El Polo anunció su retiro a los 32 años siendo ídolo y goleador en la Universidad Católica de Chile. Si bien después de dejar el país transandino tuvo una oportunidad más en el club de La Paternal, la decisión fue indeclinable y la pelota quedó en uno de los recuerdos preciados de su vida. Su trayectoria lo vio vestir, además de los equipos ya mencionados, las camisetas de Padova (Italia), RCD Mallorca (España), San Lorenzo (Argentina, donde fue campeón de Prfimera en 2001), Chacarita Juniors (Argentina) y Talleres de Córdoba. “Al fútbol le debo un montón de cosas. Me enseñó a ser tolerante, a escuchar otras opiniones con las que por ahí podía no estar de acuerdo y el compañerismo. Siempre me acuerdo de mi tío el día que me lo encontré en el tren cuando iba a concentrar por primera vez con la Primera de Argentinos. Me felicitó y me dijo: ‘Polito, te vas a dar cuenta que hay otro mundo. No es el que vivimos nosotros’”.
-¿Y tuvo razón? ¿Había otro mundo?
-Me crié pescando ranas en la zanja. No me sobraba nada. Cuando jugaba en el Independiente de Beccar a veces iba con las zapatillas rotas. Me fui de Virreyes a un hotel cinco estrellas para concentrar y efectivamente había otro mundo. Me acuerdo que le pregunté a Raúl Sanzotti hasta qué hora era el desayuno. No me lo quería perder. El desayunador era una mesa como de veinte metros y había de todo. Me serví medialunas con jamón, cereales, yogurt, jugo de frutas. El profe de aquel momento me vio y me dijo: “Nene, no. No es así. No es la última vez que va a desayunar”.
Al ex delantero se le cuentan más de 120 goles a lo largo de toda su carrera y muchos de ellos han sido importantes y de antología. Los hinchas de la UC, por ejemplo, siempre recordarán el gol de penal que los coronó campeones del Torneo Clausura 2005. El otro que quizá tengan enmarcado es la tijera, casi media chilena, que le hizo a La Serena en la semifinal de ese torneo que ganaron y le dio la novena estrella al equipo chileno. Los hinchas del Bicho, por su parte, seguramente tengan varios guardados en su memoria: el cabezazo en el ’97 contra Gimnasia y Tiro de Salta con el que ascendieron a Primera División, la tijera del 1 a 0 a Platense en cancha de Vélez en el ’99 o la volea monumental en la Bombonera que sufriría Oscar Córdoba en el ’98.
-Muchos jugadores sufren el retiro del fútbol por no tener un plan B o porque no se prepararon para otra cosa ¿Cómo fue tu experiencia?
-Sufrí cero en dejar el fútbol porque lo decidí yo, pero siempre digo que son treinta y cinco años perdidos a enfrentar la vida. Yo no fui el Burrito Ortega, pero nunca hice la cola en un banco, no sabía cómo llenar un cheque o pagar la luz. No estaba enterado de nada de eso. Entonces después salir a enfrentar la vida es jodido, son treinta y cinco años que no hiciste un carajo. Que viviste un mundo que no es real. A nivel laboral después es difícil meterse. No todos ganan diez millones de dólares por año. Por eso digo que hay que pensar en el retiro, pero no cuando estás a punto de hacerlo, sino unos años antes y analizar qué se va a hacer. Si volviera a nacer sería jugador de fútbol, pero me prepararía de otra manera.
Después de su paso como representante de jugadores, en 2015 decidió formar parte de la Secretaría Técnica del club de La Paternal y así seguir vinculado al mundo del fútbol. Su figura en el Bicho siempre fue importante y está en el mural de los ídolos, en las afueras del estadio Diego Armando Maradona, en la esquina de Gavilán y Juan Agustín García. Formó parte de la actual conducción con Cristian Malaspina a la cabeza, pero la experiencia duró poco y no fue buena. “Estuve un año con ellos y nos fue mal. Fue en el año que asumió Macri y todos los recortes que hubo también cayeron en el fútbol y se hizo difícil”, recuerda. Después de ese paso fallido, al año siguiente decidió alejarse completamente del fútbol y durante cuatro años se desligó de todo ese universo. “Volví a la cancha hace poco para ver el partido con Platense. Me invitaron y fui”, dice y refiere al clásico que se jugó hace poco más de un mes después de 22 años sin verse las caras. “Adrián Pérez (vicepresidente de Argentinos Juniors), Pedro Glik (presidente de la Fundación Social Argentinos Juniors) son gente que conozco de toda la vida, desde que jugaba en inferiores. Están haciendo un trabajo fabuloso. El club está como nunca, parece un centro de entrenamiento europeo. Se ve que la plata de la venta de los jugadores está ahí. Es para ir a verlo”, resalta.
-Después de esa experiencia como secretario técnico y, por supuesto, de tu protagonismo dentro de las canchas, ¿cuál es tu análisis del fútbol actual?
-Del 2001 en adelante se degeneró la sociedad. Se dio esta cosa de ‘no me importa nada’. Al degenerarse la sociedad los chicos son de otra manera. Las responsabilidades se alivianaron. Para mí era mi vida ir a entrenar, no sé si está bien o mal, pero era todo. Y ahora veo que es más light y que hay falta de responsabilidad. Cristian Pavón, súper figura del fútbol argentino y que fue al Mundial (y esto no significa caerle a él) terminó siendo cedido a préstamo a Estados Unidos. En mi época a mí me vendieron al Mallorca, a (Diego) Markic al Bari de Italia, al Lobo Ledesma a River y al Chapa Zapata a River. Y puedo nombrar cantidad de jugadores que antes iban a Europa y ahora eso no pasa. Ahora son los menos. Ahí te das cuenta de que los pibes están de otra manera y se manejan de otra forma.
-¿En la actualidad a qué te dedicas?
-Hace tres años que vendo un motor eléctrico de lancha que se usa específicamente para pescar. Es un motor con batería que es silencioso y no espanta a los peces. Me enganché a vender eso y estoy bien.
Se queda en silencio, el flash de la cámara lo molesta. Sonríe, se disculpa y finaliza:
-Y además organizo viajes de pesca. No es que tengo una agencia de viajes, pero tengo tantos amigos de la pesca que termino armando todo. Me encanta. Si pudiera, pescaría los siete días de la semana. A mi señora siempre le digo que si nos llegamos a separar que me busque en Entre Ríos o Corrientes.
Para seguir al comedor fundado por Quinteros en Instagram: comedorcatalina
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