Se destaca en el seleccionado Sub 23 de la mano del Bocha Batista. Es el único de los titulares que no jugó en el futbol argentino y su carrera en Primera arrancó en Italia. Es el caso curioso del juvenil que se probó en River y en Racing y pasó sin pena ni gloria. De emigrar de Córdoba a los 10 años, deprimirse por no haber fichado en la entidad de Núñez a probarse en la Juventus y recalar en equipos importantes de Europa.
Santiago Colombatto tuvo que superar desde muy chico obstáculos que le forjaron el espíritu. “Persevera y triunfarás”, es la frase de cabecera que tiene en su WhatsApp, el joven que está pasando por un gran momento en su breve trayectoria futbolística, que incluye titularidad en el seleccionado que disputó dos amistosos en Japón como preparación para los Juegos Olímpicos de Tokio.
Su carrera es prácticamente desconocida para los seguidores del fútbol argentino. Es el único futbolista del plantel comandado por Batista que no debutó en el ámbito local. “Me hubiera gustado jugar en mi país y después saltar a Europa, pero se me dio de otra manera. Quiero cumplir mi sueño de jugar en River, pero no ahora”, remarcó el cordobés en dialogo con Infobae desde la capital asiática, tras su participación con el seleccionado juvenil.
Colombatto comenzó a deambular por el deporte más popular del planeta desde muy chico. Santi, como lo llaman sus familiares, viajó a Buenos Aires cuando tenía apenas 10 años con una mano atrás y la otra adelante, en busca de cumplir sus sueños. . Por aquel entonces, residía en Ucacha, su pueblo natal de cinco mil habitantes, ubicado en el centro sur de la provincia del cuarteto.
Considerado su lugar en el mundo, regresa a su hogar cada vez que puede para disfrutar de los planes placenteros con la familia y los amigos: comer asados, ir a pescar y ver los partidos de Jorge Newbery, el club de su barrio. A su corta edad, el juvenil era la figura del equipo local, pero River puso los ojos en él y no dudo en viajar hacia la capital, acompañado de su papa, Sergio.
En enero del 2007, el buscador de talento Luis Pereira lo observó en un mundialito en la ciudad de Villa María, jugando para el Santos, un equipo de la zona. A los seis meses, su padre tuvo que viajar a la Capital Federal para llevar a su hijo a una prueba en el Millonario, junto a cinco chicos más. Agarraron el auto y se trasladaron hacia Nuñez. Colombatto fue el único que pasó la prueba y se instaló en las inferiores de la institución que comanda Rodolfo D´Onofrio, donde empezó a pulirse como un fino y elegante mediocampista central. “No fue fácil dejar todo con 10 años para ir a vivir a la pensión. Fue una decisión muy difícil. Para nosotros fue una prueba de convivencia de dos meses para saber si se adaptaba o no antes de empezar el colegio. Gracias a Dios, se quedó e hizo la primaria y parte de la secundaria en el club”, sostuvo Sergio.
Fueron seis años en las divisiones inferiores hasta que Facundo Luigi Villalba, entrenador de la octava, lo dejó libre porque no le veía condiciones. “Me dolió mucho no quedarme en River. Era mi sueño desde que llegué de Ucacha con 10 años”, recordó el futbolista. “La primera vez que llegué al club fue una emoción porque estaba en el equipo del cual soy hincha, pero después de una semana y media me quería volver a Córdoba. No aguantaba más. Un día a las 3 de la madrugada tuve que despertar a Anita y a Enrique (los encargados de la pensión) porque estaba llorando. Les dije que quería regresar a mi pueblo y no estar más en Buenos Aires. Ellos llamaron a Pereira (quien lo llevó a River) y llegó 2 horas más tarde a la concentración. Yo estaba desesperado. Cuando me vio, me empezó a decir ‘No te tenés que ir, es tu oportunidad. Fíjate donde estás, nada más ni nada menos que en River’. Y me preguntó: ‘¿Qué vas a hacer en tu pueblo?’. Esa noche me marcó para siempre. Gracias a él no volví a Córdoba”, reveló el volante central.
Su salida del conjunto millonario fue un golpe muy duro para su futuro. En 2013 recaló en Racing para probar suerte, aunque el desenlace no fue el mejor tras una floja temporada. “Me pegó fuerte el rechazo de River, porque no me lo esperaba. Me deprimí por no seguir en el club. Fui a Racing sólo a cumplir, nada más. Cuando iba a practicar hacía todo mal. Mientras mis compañeros se entrenaban, yo me tiraba en las colchonetas. Era un rebelde. Todo lo que no había que hacer, yo lo hacía”, contó.
No obstante, su bajón anímico también repercutió en su comportamiento fuera de las canchas. “Salía mucho de joda y tenía mala compañía. Me juntaba con gente que no debía y me llevaron por el mal camino”, confesó.
A comienzos del 2014 regresó a River de la mano de Gabriel Rodríguez, el técnico que lo había llevado la primera vez. Colombatto lo tomó como una nueva oportunidad para probar suerte en el club de sus amores. Resultó ser un año complicado. Lo dirigió Juan José Borrelli en la Reserva, quien no le dio mucho rodaje porque competía con Matías Kranevitter y Guido Rodríguez por el puesto de volante central. “Yo no estaba bien. Llegué en marzo y estaba excedido de peso. Seguía haciendo mal las cosas, no estaba para jugar y al equipo le iba muy bien. En diciembre me tuve que ir”, soltó.
Tras dejar la Banda, el 2 de enero de 2015 se animó a la travesía europea. Un periplo lleno de contratiempos, de momentos difíciles, pero no bajó los brazos y mantuvo en vilo su sueño de hacer lo más que le gusta: jugar a la pelota. Por una gestión de su amigo Ariel López, se fue a Italia con casi 18 abriles. Llegó a Roma con el pase en su poder y se probó en varios equipos. La primera semana transcurrió sin novedades y en la segunda, cerca de fin de año, logró una prueba en el Latina (Serie B).
Conformes con lo que había mostrado, los encargados de la institución capitalina le pidieron que volviera a comienzos de enero de 2016 para firmar su contrato. Después de pasar las Fiestas en su ciudad natal, cuando volvió a Italia se enteró de que la propuesta que había recibido se había truncado, porque el director deportivo que lo pretendía había sido despedido. En ese instante recordó que su mamá, Milenna, le había entregado el teléfono de una prima italiana, Marianella Garzola, que vivía en Mantova, cerca de Verona. La llamó por teléfono y fue a su casa a hospedarse una semana, pero la estadía se prolongó a un mes y medio. Utilizó ese tiempo para entrenarse en una canchita que había frente al lugar de residencia. Tenía una pelota y armaba circuitos de potencia con lo que encontraba por ahí. Hasta que un día recibió el llamado de Iván Ramiro Córdoba (su ex representante) para que viajara a Milán, donde el colombiano le había encontrado un club comunal para ponerse a punto, mientras esperaba una nueva oportunidad.
Tras algunas semanas de preparación, le consiguió una prueba en la Juventus. “Fueron tres días donde me fue muy bien. Fabio Grosso, que era el técnico del segundo equipo, me quería. Fue una gran experiencia pero me quedé con bronca porque mi representante no llegó a un acuerdo con el club para pagarle a River y a Racing los derechos de formación. No me pude quedar. En ese plantel estaban Filippo Romagna y Andrés Tello, quienes siguen jugando en la Serie A”, destacó.
Sin darse por vencido, siguió insistiendo con la idea firme de cumplir con su sueño de ser profesional. La puerta de Turín se había cerrado. También, las de la Lazio y el Sassuolo. Pero al final del camino, una ventana se le abrió en Cerdeña, la del Cagliari, que lo probó y lo fichó, aunque sin contrato, pero pangándoles a River y a Racing los derechos de formación. “En Cagliari se trabaja muy bien tácticamente. Al irme tan chico para Italia, me sirvió mucho aprender movimientos sobre mi posición. En Europa son muy profesionales. Debés cuidarte muy bien en todos los aspectos para mantenerte en un alto nivel”, sentenció.
Cuando fichó en su nuevo destino, inmediatamente jugó con el equipo de Reserva su primer torneo en Croacia, al que le siguió un periplo de tres días en el aeropuerto de Fiumicino. Al regreso del certamen, en la escala en Venecia se separó del resto del plantel porque él se iba de visita a la Argentina. La conexión Venecia-Roma se retrasó y por ende, perdió el avión que lo traía a su país. Entonces, debió quedarse en el aeropuerto de la capital italiana. Al otro día, tampoco pudo salir porque su boleto no estaba pago por su agente. De esta manera, ya llevaba dos días en Fiumicino, y recién a las 72 horas logró embarcarse rumbo a Córdoba, después de dos noches en las que debió arreglarse con los únicos 100 euros que le dio Iván Córdoba para gastarlos en su pueblo, aunque debió usarlos para comer lo que podía de unas máquinas expendedoras y degustar pizzas en Roma. Al final, llegó con cinco euros para poder sobrevivir.
Su debut en Primera con el Cagliari fue el 3 de diciembre de 2015 frente al Sassuolo por la Copa Italia, con triunfo por 1 a 0. El segundo encuentro lo tuvo doce días más tarde en el estadio Giuseppe Meazza frente al Inter, con derrota por 3 a 0, ante al equipo que integraban sus compatriotas Mauro Icardi, Juan Pablo Carrizo y Rodrigo Palacio.
En su primera temporada consiguió el ascenso a la Serie A junto a Marco Borrielo, Radja Nainggolan, Nicolo Barella y Marco Sau, entre otros. Pero luego fue cedido a préstamo al Pisa, donde apenas estuvo un mes por un problema institucional. Recaló en el Trapani y anduvo bien. A la par de su presente en la liga italiana, tuvo su estreno con la camiseta del seleccionado argentino de la mano del ex entrenador Claudio Úbeda, quién lo citó para disputar el Mundial Sub-20 de Corea del Sur. Allí compartió vestuario con Gonzalo Montiel, Juan Foyth, Exequiel Palacios y Santiago Ascacibar, entre otros.
Al término del certamen, se fue a préstamo al Perugia. Jugó un año y fue cedido al Hellas Verona. En esos cuatro años, ascendió dos veces a la máxima categoría. Después, fue vendido al Saint Truidde de Bélgica, donde se desarrolló durante dos temporadas. Y desde principio de 2021 se destaca en el León de México. “Soy un jugador técnico y aguerrido, con una buena lectura y visión del juego”, completó el cordobés.
SEGUIR LEYENDO