Santiago Silva tenía el teléfono en silencio para no molestar a su compañero de concentración. Códigos de vestuario. Respeto entre pares. Al fin de cuentas, el descanso en las horas previas a un partido es sagrado. Nadie debía aclarárselo. Pero el celular insistía. Una y otra vez. Prestó atención, finalmente, y el contacto era de su mujer. Sus nervios sensibilizaron todo su cuerpo. Había llegado una carta del control antidopaje a su domicilio. “Decía que tenía un doping por una hormona más elevada de lo común”, recuerda el delantero.
Pasaron 374 días desde su último partido. Casi el doble de días desde que llegó ese telegrama que abrió el camino del sufrimiento para el delantero y para toda su familia. El doping positivo por los valores elevados de una hormona lo sacaron del fútbol. Él dio pelea a cada centímetro para quebrar esa injusticia: todo estuvo emparentado a una desinteligencia al no haber avisado que estaba realizando un tratamiento de fertilidad.
“En diciembre del 2018 tuvimos la primera consulta del tratamiento. Después seguimos con otras consultas y estudios. Veníamos buscando hace un tiempo y no podíamos tener familia. Me parecía raro. Estaba con la hormona de testosterona baja. La doctora de cabecera me dijo que podíamos hacer un tratamiento para subir un poco, para nivelar más que nada la hormona de testosterona. Eso se inició en febrero. En abril tuve el control de dopaje como es normal en cada partido y a los meses vino la carta”, recuerda ante Infobae sobre cómo se desató este inesperado capítulo.
Aquel control se realizó tras la derrota 1-0 ante Newell’s el 12 de abril del 2019 por la Copa de la Superliga. Nada podía hacerlo sospechar. El balde de agua fría le cayó con la camiseta de Argentinos Juniors el 2 de agosto de ese mismo año, minutos antes de la presentación frente a Aldosivi. “Nunca lo imaginé, porque había hablado con mi doctora de cabecera que no iba a pasar nada. Iba a nivelar mis niveles de testosterona porque era lo que me estaba faltando. Estaba durmiendo poco, bastante cansado. Iba desde Tigre, donde vivo, hasta La Plata todos los días. Estuve un año así. Había todo un estrés porque dormía poco”, aclara.
— ¿Cuáles fueron esos primeros pasos tras la noticia?
— Cuando me llegó la carta tuvimos una audiencia y llevé todos mis análisis del laboratorio, llevé el producto. En esa audiencia estaba la gente del antidoping y dos médicos más. Fuimos con los abogados de Argentinos Juniors y salimos muy contentos porque estábamos poniendo todo arriba de la mesa. El único error que tuve fue no haber confiado en el médico del club. Pero era algo privado y no pensé que podía pasar una cosa de estas con todos los controles de mi carrera. Quería nivelar, no sacar ventaja deportiva. No tuvimos una sentencia firme y pasaba el tiempo. Decidimos con los abogados del club ir a la Justicia porque no me dejaban trabajar y no tenía una sentencia firme. Al mes, me dejan jugar con una cautelar. Jugué un mes y medio y se vino la pandemia. Ocho meses sin partidos oficiales. Antes de jugar el partido con San Lorenzo, que era el inicio del campeonato, da la casualidad que justo dejan caer la cautelar antes de empezar a jugar.
El Tanque tuvo un doble mazazo. “El tiempo me va a dar la razón”, se repitió durante cada día después de esa noticia. “Fue durísimo no sólo el primer golpe sino el segundo también”, aclara. Horas antes del esperado reinicio de la actividad, Silva debió convivir con la noticia: dos años de suspensión por intentar ser padre.
Cumplió sus 40 años alejado de las canchas y todos podían pensar que ese sería el adiós para este implacable habitante del área que es el máximo goleador uruguayo del fútbol argentino. Se equivocaron. Aquel boletín 5806 de la AFA que el 30 de octubre del 2020 indicó que la medida cautelar presentada por el futbolista se había “agotado” e informaba que debía cumplir dos años de sanción, se apoyaba –como todas las medidas del Tribunal Nacional Disciplinario Anti Dopaje– en el Código de la Agencia Mundial Antidopaje.
— Siempre te mostrás con fortaleza pero, ¿en algún momento te caíste de todos estos meses?
— No te lo voy a negar. Cuando me notificaron esto me pasaron un montón de cosas por la cabeza. Soy un tipo grande. Con 22 años de trayectoria. Si bien no pensaba en retirarme, esto que me pasó es un balde de agua fría. Jamás tuve necesidad de sacar ventaja de mis compañeros. Son 22 años que vengo jugando profesionalmente. Fueron momentos duros. Esto no me pasó a mí solo. Le pegó a mi familia. A mi esposa, a mis hijos. Hemos tenido momentos duros.
— ¿La viste mal a tu esposa?
— ¡Claro! Ella estaba más preocupada que yo. Porque yo tengo ese temperamento de que uno en el fútbol se va curtiendo de fracasos, de glorias, de éxitos. Soy muy equilibrado. Siempre para adelante, pero con mucha actitud.
— ¿Sentías que peleabas por un acto de Justicia para los dos al fin y al cabo?
— Obviamente. Para mi familia. Pero por algo pasan las cosas en la vida. Me tocó vivirlo a mí que tengo otro temperamento y otra actitud. Hago una pregunta: ¿Si le pasa a un chico de 20 o 25 años que tiene un problema? ¿Qué pasa? Y que no puede salir a hablar porque no tiene la experiencia que tengo yo. ¿Qué pasa acá? Se lo comen crudo.
— Ese chico desaparece de las luces y nadie lo acompaña...
— Olvidate. Y ese chico quiso tener familia. Esto marca un precedente. Yo voy a seguir jugando al fútbol. No me van a retirar. Es muy fácil tirar la toalla, pero no.
— ¿Sentís que el fútbol tiene que rever este tipo de cosas?
— ¡Pero clarísimo! Hoy se revisan un montón de cosas por la pandemia, ¿por qué no se va a rever esto? Ya marcó un precedente.
— ¿El error, al fin y al cabo, es que vos no avisaste que estabas haciendo el tratamiento?
— Sí, es el error. Pero yo seguí teniendo controles y no pasó, no tuve problemas. Después con River tuve otro y no pasó nada. No tengo antecedentes. Por ahí la hormona estaba un poco más elevada en ese momento. Nadie negó el positivo, no digo que no consumía. Dije siempre: estoy haciendo un tratamiento para tener familia, el producto está acá, denme una sentencia. Pero yo quiero tener familia. Mi error fue no confiar en el médico del club.
— ¿No confiaste por qué?
— Porque es algo privado y no pensé que podía llegar a más. Tenía poco tiempo en el club y no tenía la confianza para contarlo.
— Teóricamente, ¿en qué te beneficiaría a vos este “dopaje” que te cae una sanción tan alta?
— Te soy sincero: el beneficio es nulo. Hay un montón de circunstancias que fueron aconteciendo. Me da el doping y lo primero que hago es ir con Agremiados, que al Turco Marchi lo conozco hace tiempo. Después fui con un abogado que trabajó para AFA en su momento. Soy un tipo grande, tengo tacto, presentí algo raro. Entonces dije, me está costando llegar, no estoy avanzando y fui a la Justicia. Eso fue lo que molestó. Por eso fueron 2 años de suspensión. No por el producto que utilicé. Por ahí pensaron que me iba a callar la boca, me daban seis meses y me iba a quedar tranquilo.
— ¿Cortaste el tratamiento a partir de la noticia?
— Corté el tratamiento absolutamente.
— ¿Por qué? No estabas haciendo nada ilegal
— No, pero con todo lo que uno pasó, está pasando... Ellos pudieron pensar que a Santiago Silva con 39 años le damos dos años y se va a retirar. Me tocó vivir esta injusticia y la sigo peleando. Soy un granito que era chiquito y hoy soy algo más grande que está por estallar.
Santiago pide perdón por no poder hablar a primera hora del día para relatar su historia. Pero ese tiempo lo dedica al entrenamiento. El Tanque no paró un segundo desde que lo suspendieron. Entrenó todos los días como si fuese parte de un plantel profesional. El castigo, al fin y al cabo, iba a terminar. Y él iba a darse el gusto de estar nuevamente en un campo de juego.
El hombre que acumuló minutos en Newell’s, Gimnasia, Vélez, Banfield, Boca, Lanús, Arsenal, Talleres de Córdoba y Argentinos Juniors dice que hoy no tiene camiseta. Aquellos que alguna vez lo vieron a favor o en contra en el campo de juego se pueden ver reflejados en lo que le pasó. “La gente está identificada porque hay muchos que hacen tratamientos para tener hijos porque no pueden. Si hubiese tomado cualquier otra droga social, hoy estaría jugando porque ya fue hace un año y algo. ¿Dónde está el sentido común?”, reflexiona.
— ¿Buscaste ayuda en terapia?
— Te soy sincero, no. No tuve la necesidad gracias a Dios. Mi vida y mi carrera me enseñaron un montón de cosas. Me agarró formado mentalmente en que todo lo negativo por algo es. Me agarró bien. Hoy te digo: no agradezco esto negativo, obvio, pero me tocó a mí, asumo la responsabilidad y por algo pasan las cosas. No tenía ni abogados en ese momento. Tuve que entender el ambiente, aprender un montón de cosas.
— Tenés tres hijos, ¿cómo se los explicaste a ellos?
— Se fueron dando cuenta solos. Pocas palabras. Los chicos se dan cuenta de todo, del ambiente que hay en la casa. Se dan cuenta, perciben todo, absolutamente. No tuve que explicar mucho. Ellos sabían que estábamos buscando. Los más chiquitos quizás no se dan tanto cuenta y preguntan, ¿por qué papá está todos los días a la mañana si nunca estaba? Ahora lo disfrutan y yo disfruto ciertas cosas, como llevarlos al colegio. Se mal acostumbraron, porque se van a tener que volver a acostumbrar a papá entrenando jajaja...
— Más allá de la respuesta lógica, ¿por qué esa fortaleza de querer seguir jugando y no bajar los brazos? ¿qué mensaje querés dar?
— Tengo 40 años y la misma mentalidad: lo sigo disfrutando como si tuviera 25 años. Disfruto el día a día, estar con gente, respirar juventud, poderlos ayudar, contagiar, guiar, aconsejar. Teniendo a un chico de la misma edad en mi casa y teniendo un compañero de trabajo con la misma edad, es un placer para mí. Que ellos vean que un jugador de trayectoria, un tipo grande, un viejo, está entrenando a la par o mejor, para ellos es un placer. Lo vivo cotidianamente con mis ex compañeros que me lo recalcan: “Qué bien estás”. Y hoy no queda tanta gente así. No quedamos tantos viejos, por decirlo de alguna manera. Eso es lo que me atrapa. Cuando tenía 22 años pensaba en el yo, pero hoy priorizo más el nosotros. Que a un compañero le vaya bien.
— ¿Te llamaron otros colegas?
— Me llamaron técnicos que tuve, colegas amigos. Porque el fútbol no te deja con tantos amigos de verdad, esos de los que podés hablar de la familia. En este trabajo los amigos del campeón siempre están... Tuve la suerte de estar siempre equilibrado, ni tan tan, ni tan poco. Hoy me llevó a tener un equilibrio en todo sentido de la vida. Pero no te puedo decir uno porque me mandó gente por redes sociales que no conocía, capitanes con los que no me tocó ser compañeros. Pero es un ambiente que podría tener un poco más de empatía. Hay pocos referentes. Por ahí los más chicos no pueden copiar a referentes importantes. El fútbol cambió mucho en todo aspecto.
— ¿Por qué el fútbol insiste en seguir tratando a los futbolistas como una especie de robots?
— Porque el fútbol es un negocio. Quieras decirlo o no quieras decirlo: es un negocio. Jugás bien, sos bueno, sos joven, valés plata. Nadie se saca la careta, es la realidad. Entiendo, y todos tenemos que entender, que el fútbol realmente es un negocio. Santiago Silva joven, vale 10, Santiago Silva viejo vale 1 o ni 1. Entonces ¿qué significa si yo voy a vender a Santiago Silva con 22 años y un futuro extraordinario? Significa dinero para la institución o como quieras llamarle. Es la realidad. Entonces sirve que el jugador sea sumiso, que el jugador no tenga poder en nada. En Europa, por lo que tengo entendido y veo, hay muchos referentes trabajando para instituciones, que tienen experiencia como jugador. Acá no veo a nadie y a la poca gente que se quiere meter, no la dejan.
— ¿Qué es lo primero que harías o dirías apenas se confirme que se terminó la sanción?
— Agradecer a Dios primero y después darle un abrazo a mi señora. Un fuerte abrazo. ¡Y a demostrar! Porque cuando venga eso hay que demostrar lo que yo podía. Y hacer un gol: ahí puedo desahogarme. Te podrás imaginar, eso va a ser un desahogo de mucho tiempo. Pasó bastante tiempo (NdR: su último gol fue en febrero del 2020 ante Atlético Tucumán). Es todo muy raro.
— ¿Y en ese primer partido qué sensaciones te van a dominar?
— Cuando entre a una cancha voy a estar muy emocionado. Me voy a emocionar... Soy bastante duro pero tampoco soy una piedra. Voy a agradecer, como agradecía cada vez que entraba a una cancha desde cierta edad. Agradecía todos los partidos que me tocaba vivir dentro de una cancha. Y disfrutarlo porque soy un privilegiado. Ya cuando tenía 33 era un privilegiado de poderme mantener, tener esta constancia. Así que voy a estar muy eufórico. Me imagino muy eufórico. ¡Ya era medio loco...!
— Al fin y al cabo, ¿Cuál es la enseñanza de todo esto?
— No bajar los brazos jamás y pelear por lo justo. No bajar los brazos jamás. Cuando más problemas haya, mejor hay que pararse y mejor hay que ir al frente. Es así. Mi lema es pelear hasta el final. A mí me gusta eso, la actitud. No se puede negociar la actitud. Ante la adversidad hay que ir para adelante, a pelearla. Ese es lo que quiero dejarle a los más chicos. Yo me la banco, así como me veías en la cancha.
SEGUIR LEYENDO: