“Tuve la suerte de jugar en todas las divisiones del fútbol argentino y disputé los torneos más importantes del continente, como la Sudamericana y la Libertadores. Ascendí en todas las categorías. Como futbolista, no me puedo quejar de mi carrera. Me dio mucho más de lo que yo le di”, recalca Nahuel Fioretto, quien surgió de la cantera de Boca Juniors siendo uno de los pocos jugadores que realizó íntegramente las inferiores desde 1988 en preinfantiles hasta debutar en Primera División de la mano de Carlos Bianchi, en agosto de 2001.
Tal vez cuando era un pibe de Villa Bosch que esperaba pegar el salto a Primera, el volante soñó con ser dirigido por el Virrey, a fin de cuentas su mentor, o jugar con Juan Román Riquelme, en la época más gloriosa del Xeneize: “Estuve en el mejor Boca de toda su historia. Recuerdo que traían las Copas Libertadores al vestuario, las medallas, los platos, y no caía donde estaba por la vorágine y mi juventud”, subraya Fioretto, quien en ese momento tenía apenas 20 años.
Además de haber disputado siete partidos con la camiseta de Boca en la etapa más gloriosa y jugado en Lanús en Primera, caminó el Ascenso vistiendo los colores de Nueva Chicago, Huracán, Ferro, Olimpo, Instituto e Independiente de Rivadavia de Mendoza. También dejó su huella en el exterior: Segunda División del Chelsea (Inglaterra), Bolívar (Bolivia), Táchira (Venezuela), Cobreloa (Chile) y el Unterhaching (Alemania) hasta que volvió a la Argentina para recalar en Unión de Santa Fe, Defensores de Belgrano, Deportivo Riestra, Talleres de Remedios de Escalada y retirarse en Laferrere.
-¿Qué análisis podés hacer en la previa del partido entre Boca y Defensores de Belgrano, dos equipos con los que estás identificado?
-Uno está para hacer historia, el otro tiene la obligación de ganar el partido. Creo que cuando se juega un encuentro de este calibre es muy bueno para los jugadores y entrenadores, especialmente para los del Ascenso, que lo toman como vidriera para mostrar su idea de juego y para que los futbolistas puedan destacarse.
-¿Cómo fue tu llegada a Boca?
-Llegué a los 7 años, en 1988. Desde ahí tuve la suerte de desarrollarme desde preinfantiles, pasando por infantiles, futbol amateur, todas las inferiores y llegar a debutar en Primera División. Hay muy pocos profesionales del club que pudieron hacer todo ese camino. como Diego Chiche Soñora y Walter Pico. Estuve dos años sin fichar en AFA (Octava y Séptima). Seguía yendo igual porque quería cumplir mi sueño de debutar en la Primera. Jugué un puñado de partidos (7 en total) y después, gracias a eso, pude continuar mi carrera en otros clubes.
-¿Te costó adaptarte a un club tan grande, comandado por Bianchi y con Riquelme como compañero?
-Para un chico que salió del club no es difícil adaptarse. Cuando arrancás de muy chico venís mamando la forma de jugar y pensar, sabés que cuando te toque jugar los sábados y domingos te van a querer ganar y se juegan la vida contra vos. Entonces se genera una coraza que te hace fuerte y, cuando llegás a Primera, ya estas aggiornado a lo que va a venir. Tal vez les cuesta más a los refuerzos de edad que a un juvenil pasó mucho tiempo adentro de club. Yo soy “Made in Boca”. Empecé con Antonio Alegre y terminé con Mauricio Macri como presidente. Me tocó debutar en una época muy ganadora y con un equipo que estaba plagado por figuras.
-Encontraste varias figuras en el vestuario como Román, Palermo, Delgado y Barros Schelotto…
-Me encontré con jugadores muy ganadores. Había una sensación en los entrenamientos de ganar todo. Y después eso se transmitía todo el tiempo en la cancha. Fuimos comandados por Carlos Bianchi, que tenía ideas muy claras, que no era complicado en su manera de pensar o en su método de entrenamiento. En esa época no había videos. Me acuerdo de que el Carlos Toti Veglio viajaba a ver los partidos de Libertadores y traía los informes por escrito. Teníamos jugadores como Cristian Traverso, Jorge Bermúdez y Mauricio Serna que llevaban el grupo hacia adelante. Futbolistas de muchas jerarquía y de selección. El Patrón era el capitán e iba primero en la fila. Ellos demostraban con sus gestos la responsabilidad que era llevar puesta la camiseta Azul y Oro.
-¿Cómo era Carlos como entrenador?
Desde la simpleza, Carlos nos contagió en el día a día la manera de ganar todo. Tenía una frase de cabecera: “No te aburgueses, no te aburgueses”. Nos trataba a todos por igual. Cuando tenía que ir de frente, lo hacía. En base a su manera dúctil de hablar, nos facilitaba entender las indicaciones. Siempre daba mensajes para reafirmar cuál era el camino. Para él, éramos todos iguales. Fijate que por decisión de Carlos no se conocía mucha intimidad y no podía salir nada a la luz porque reservaba mucho esa parte. En Boca siempre se conoce parte de la intimidad, pero en su época salía mucho menos. El Virrey trataba de que estuviéramos guardados y nos cuidáramos. No quería que diéramos entrevistas a los medios. Si no bajaba la línea él, lo hacían Traverso o Riquelme, pero la idea de no hablar con la prensa surgía de Bianchi hacia los referentes y, de ahí, para abajo. Cuando se rompe eso, se rompía el equipo.
-Jugaste poco en Boca, pero fue una vidriera para seguir tu carrera en el Ascenso y también pegar el salto a Europa.
-La verdad es que estoy feliz con todo lo que jugué. Pude ascender en todas las categorías: en la C, en la D, en Nacional B y fui campeón en la Primera División. Hubo clubes en los cuales mis compañeros llegaban tarde a entrenar porque estaban trabajando de otra cosa. Otros, directamente no podían ir. Estar en Boca o en Lanús fue un privilegio. Ahí tenía mis jugos, yogurt, licuados y lo que quería para comer. Caso contrario, en la C, lo que sobra es hambre. Entonces, la capacidad de adaptación a esas circunstancias me hacen pensar que lo pude lograr y tuve objetivos cumplidos en cada club donde estuve. Tengo dos fotos con la Libertadores (2001) porque no jugué, era parte del plantel, y tenía vergüenza de sacarme más fotos.
-Integraste un plantel que ganó todo, de los más ganadores de la historia boquense…
-Estuve en el mejor Boca de toda su historia. Aprendí muchas cosas que me sirvieron para ayudar a mucha gente mientras estábamos en el plantel. Visitábamos los hospitales para sacarles una sonrisa a los chicos que la necesitaban. Además, hacíamos donaciones y otras cosas más. Me fueron formando como persona.
-¿Fuiste parte del grupo que viajó a Japón para medirse con el Bayern Múnich?
-No, quedé afuera. Fueron seleccionados 23 y yo era el número 25. Tengo una historia sobre ese tema porque me lo cruzo a Bianchi camino a la Bombonera. Él iba a buscar unos papeles a Casa Amarilla. Me llama y nos ponemos a charlar. Me confiesa: “Nahuel quiero hablar con vos. Te lo podrías merecer más que otro futbolista, pero tomé la decisión de no incluirte en la lista para viajar a Japón”. Fijate que Carlos me vino a decir a mí que no era parte de los 23 y me dio explicaciones. Yo recién estaba empezando y la humildad del entrenador de darme motivos sobre por qué no iba a viajar. Un fenómeno. Me hablaba como un papá. Carlos me tenía un aprecio especial porque había otros jugadores que se destacaban en la parte técnica y yo era más a lo Boca. Como Quique Hrabina, Blas Giunta, entre otros.
-¿Cómo fue tu salida de Boca?
-Me fui a préstamo al Chelsea (Inglaterra). Jugué en la segunda división de ese club. Cuando volví el Maestro Oscar Tabarez me dijo que no me iba a tener en cuenta. Además, me avisó que Roberto Pancho Ferraro y Osvaldo Chiche Sosa me querían en Nueva Chicago. Me fui a préstamo y después, pasé por Ferro, Huracán, Lanús. Empecé a caminar por el futbol, hice carrera y anduve por todos lados.
-¿Qué recordás de su paso por Defensores de Belgrano?
-Llegó de casualidad a mi vida porque había dejado abandonado el fútbol por un problema personal. Al poco tiempo, fui a jugar con los veteranos de Argentinos Juniors. Disputé un partido contra Tigre y estaba Oscar Cachín Blanco, quien me conoció en las Inferiores de Boca. Me dijo: “Estás impecable”. En diciembre agarró Defensores de Belgrano y tenía dos cupos para sumar refuerzos. Me llamó por teléfono y hacía 10 meses que no jugaba profesionalmente. Me pidió que estuviera enfocado en lo que iba a hacer. Me convenció. Jugué más por el placer de jugar al fútbol que por dinero. En los primeros seis meses el equipo no anduvo bien. Al cuarto partido de local, ante Deportivo Morón, tuve un problema con un hincha que ingresó al campo de juego cuando perdíamos 3 a 0.
-¿Qué pasó?
-Me peleé con un barra en el campo en el medio del partido porque le pegó una patada al arquero y después una piña a un compañero. Para colmo, después se agarró a piñas conmigo. Me planté en la cancha y tuvimos una pelea mano a mano. Me quedé en el club y me la banqué. El cariño de Defensores para conmigo es muy grande. Es el club donde encontré mi lugar, la gente me lo reconoce siempre, me quiere mucho y es muy familiar.
-¿Te defendiste de la agresión?
-Sí, claro, delante de todos. Y, cuando terminó el tumulto, la Policía acompañó al chico a la tribuna. Luego, tuve problemas con la barra brava de Defensores. Me apretaron siempre. Eso es normal en el Aascenso, eso no me preocupaba. Lo padecí miles de veces. Al otro día de la apretada, cuando vas a entrenar, si no estás medio loco, vas con miedo y te paraliza. Por eso, es importante ser fuerte de la cabeza ante una situación así.
-Tuviste otra pelea, pero con un árbitro. ¿Te arrepentís de haberle pegado una trompada a Fabián Espinosa?
-Fue en un amistoso cuando jugaba en Olimpo de Bahía Blanca. El árbitro me dijo algo. Hubo un empujón, nos quieren separar y le pegué una piña en la boca. Cosas que pasan. Se armó un lío bárbaro.
-¿Qué gestos tuvieron Riquelme y Palermo con vos cuando te lesionaste en Deportivo Táchira?
Cuando jugaba para Táchira, estábamos en el mismo grupo de Boca, nos enfrentamos y me lesioné. Me vine para Argentina y me operó el doctor Jorge Batista. Hice la rehabilitación con los médicos del club. Estaba el vicepresidente, José Beraldi, con quien tuve una muy buena relación. De la dirigencia, tenía el permiso para entrenarme con el plantel de Primera para comenzar con la recuperación. Faltaba el ok de Palermo y Riquelme, que eran los capitanes del equipo. El entrenador era Alfio Coco Basile. Tanto Martin como Román me dieron el permiso para entrenar junto a sus compañeros. Mas allá de que era futbolista de Táchira, hice una muy buena recuperación en el Xeneize, que duró cuatro meses y medio. A los 60 días, fui campeón con el equipo venezolano.
-¿Por qué tuviste que hablar con Palermo y Riquelme?
-Porque eran los capitanes y manejaban el vestuario. Necesitaba el permiso de ambos. Riquelme tuvo muy buenos gestos conmigo y, por ese motivo, mi hijo se llama como él. Cuando empecé a entrenar en la Primera de Boca, Román me regalaba sus botines porque no tenía para comer. Siempre fue generoso conmigo. Traverso me llevaba a entrenar desde Villa Bosch.
-¿Era la época en la que estaban peleados y había subgrupos?
-Yo veía a dos tipos que se mataban por la camiseta de Boca. Siendo tan juvenil, no percibía esas cosas. Sé que pasó, pero me lo perdí. Sí, supe de la reunión en Japón antes de enfrentar al Real Madrid por la Intercontinental. Un cónclave que lideró Bianchi con todo el plantel para que tiraran todos para el mismo lado, más allá que no se llevaban bien Román y Martin. Carlos estaba en todas las situaciones. No hubiera permitido que llegaran a pelearse dentro de una cancha, como pasó con Fabra e Izquierdoz. Fue una linda charla entre el entrenador y el plantel donde Bianchi se puso a llorar.
-Jugaste en el Unterhaching de Alemania, ¿sucedían estas peleas en el campo de juego?
-No, para nada. Alemania es todo lo que uno piensa y está todo bien. Me encontré con un futbol más duro y físico. Es extraordinario. Jugaba en la segunda Bundesliga. La cancha nuestra tenía calefacción para el invierno. Estaba en una ciudad como Múnich en la que hay solo tres equipos: el Bayer, el 1860 y el Unterhaching, donde yo estaba. El futbol argentino está años luz en comparación a Alemania.
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