Los tres palos a veces son un abrigo, un refugio. En otras ocasiones, no alcanzan a cobijar dolores y frustraciones. El puesto del arquero es el más especial en un equipo de fútbol y aquellos que se calzan los guantes, también lo son. Hay un denominador común en ellos, invisibles vasos comunicantes que los hacen sentirse parte de algo etéreo, sin forma ni lugar, pero a la vez, concreto. Ser aquero es casi una definición de principios en sí misma, una raza única.
Tienen más vaivenes que nadie. Una tarde brillante puede opacarse en una fracción de segundo. Existe una vieja frase en el mundo de la número cinco que dice que si un delantero se equivoca, lo pueden salvar los del medio, lo mismo a éstos con los defensores y a ellos el arquero. Pero si él falla, no lo salva nadie. Como contraste, la posibilidad de vestir las ropas de héroe, cuando sus manos alcanzan una pelota imposible y ni hablar en una definición por penales. La personalidad pasa a tener un valor superlativo, porque el guardavalla lidia permanentemente con la frustración. En realidad todos los jugadores lo hacen, pero ellos suelen ser más señalados y en muchos casos en forma implacable.
Sergio Schulmeister había demostrado muy buenas condiciones y comenzaba a consolidarse bajo los tres palos de Huracán cuando en febrero de 2003 tomó la drástica decisión de quitarse la vida. Marcelo Roffé es Licenciado y Doctor en Psicología, ha publicado 17 libros y lleva más de 25 años investigando y trabajando en el fútbol, donde fue parte del equipo comandado por José Néstor Pekerman en las selecciones de Argentina y de Colombia. Una palabra más que autorizada para abordar el tema
“El caso Schulmeister fue uno de los más resonantes para el ambiente del fútbol argentino, que venía herido por el suicidio de Mirko Saric, ocurrido en abril de 2000. Sergio ya había tenido un intento de quitarse la vida y fue ayudado por su pareja, por lo que tengo entendido, pero que un muchacho de 25 años se quite la vida de esa manera, impacta y mucho. Se considera que éstos dos casos, más el de Toresani y el Morro García, son los suicidios más resonantes del fútbol argentino, aunque también hubo más casos, como Chocolatín Castillo y Alberto Vivalda, entre otros”.
Rodolfo Graieb era uno de los referentes de aquel equipo de Huracán y así recuerda a quien fuera su compañero: “Hablar de Sergio, después de tanto tiempo, me genera un poco de tristeza, por la forma en que se nos fue, por la manera en que decidió despedirse de este mundo. Vaya uno a saber cómo habrá estado su cabeza y qué presiones sufriría para llegar a semejante decisión. Era una persona súper amable, muy buen compañero y con algo que lo resaltaba del resto, tenía un corazón enorme y trataba de ayudar siempre al otro. En el plano futbolístico, recuerdo sus muy buenas condiciones. Llegó a Huracán lleno de ilusiones, apoyado en sus excelentes dotes y enseguida se convirtió en una pieza muy importante. Un día, nos encontramos con un llamado telefónico, donde nos informaron lo que había sucedido. Fue un golpe durísimo para todos, algo inexplicable. Trato de recordarlo como aquel pibe de barrio, que llegó con el sueño de poder consolidarse como el arquero de un club tan grande como Huracán. Me quedo con un recuerdo hermoso de un gran compañero y mejor persona”.
Huracán se estaba preparando para afrontar el torneo Clausura donde debía sumar puntos para tratar de escapar de la zona del descenso. Todo eso quedó de lado, por el dolor y la amargura ante la pérdida de un compañero: “Jamás nos podíamos imaginar la determinación que iba a tomar. Cuando una persona llega a una instancia así, es porque sinceramente, en mi humilde opinión, cree que ya no hay vuelta atrás, que la presión y el dolor interno que vive supera cualquier solución que pueda aparecer. Todos podemos dar nuestra valoración de lo que sucedió y si se podría haber hecho algo, pero lamentablemente estas cosas pueden evitarse en cierta medida, pero en otras no dan indicios. Creo que una persona cercana es quien pude saber cómo está realmente, porque nosotros éramos sus compañeros y lo veíamos un rato cada día y un poco más en las concentraciones. Sergio dentro de una cancha era feliz. Realmente era poco lo que conocíamos de su intimidad, de su vida privada, salvo algunos muchachos que podían temer mayor afinidad”
Carlos Babington, leyenda de Huracán como futbolista, era el director técnico en ese momento y de esta manera rememora lo vivido: “En enero de 2003 nos fuimos de pretemporada a Mar del Plata por dos semanas. En el fin de semana del medio, les dimos permiso para que pudieran estar con sus familias. Ese sábado, Sergio me comentó que iba a estar con la novia y preguntó si la podía alojar con él en el hotel. No había ningún problema, porque eso era lo acordado con todos. Él compartía la habitación con Morquio, quien al rato me encaró: ‘Carlos, tenemos que tener cuidado con este pibe, porque al final no viene la novia. Estuvieron discutiendo por teléfono y él pegaba una gritos tremendos’. Ahí me empecé a preocupar y un día de la semana lo llamé y le expliqué lo que sentía: que él era muy joven, que tenía mucha vida por delante y que tenía que aprovechar ser el arquero de Huracán. Me respondió tranquilo y como si nada, indicándome que ya lo había superado, que estaba mejor y que era cosa del pasado su intento de suicidio. La verdad es que me quedé tranquilo”.
Esa aparente tranquilidad trocó en dudas, desesperación y un inmenso e inexplicable vacío una tarde de febrero: “A los pocos días teníamos un partido amistoso con San Telmo. El doctor Locasso, que era el médico del plantel, la tenía recontra clara. Que falte un jugador a una práctica, no es algo grave ni extraño, puede pasar. El día del desenlace teníamos que disputar un amistoso contra Arsenal y el plantel estaba citado a las cuatro de la tarde. Media hora después, Locasso se me acercó y me dijo: ‘¿Schulmeister no vino, no? Estoy muy preocupado por el pibe’. A lo que le respondí que lo llamara por teléfono, algo que él ya había hecho. Al ratito nos avisaron de lo sucedido… Me cambié y fui para la casa, en la calle Colombres. Llegué y le dije quien era yo al policía que estaba en la puerta, y me dejó pasar el departamento. Lo que vi no lo podía creer ni nunca me lo podré olvidar. Había decidido ahorcarse y la pena fue tremenda. Pobre Sergio”.
El arco. Un lugar en la cancha y en el equipo, reservado para pocos. Muchos son los que aman colocarse los guantes y volar de palo a palo, en un sitio distinto al de sus compañeros, tal como lo afirma Roffé: “Vengo trabajando en el fútbol desde hace 26 años, la mitad de mi vida y en mi segundo libro, llamado ‘Fútbol de presión’ hay un capítulo titulado ‘Perfil psicológico del arquero’, porque es algo que hemos investigado mucho. Está claro que tiene características distintas al resto de sus compañeros: es un puesto individual en un deporte de equipo, se viste distinto, juega con otra parte del cuerpo, les incide muchísimo la frustración y lo viven como un fracaso. Deben tener unas características psicológicas muy particulares para poder sobrevivir en el que es el puesto más difícil, de eso no tengo dudas. Otro detalle es que pocos ex jugadores han escrito libros y la mayoría son arqueros, como el alemán Schumacher, Ubaldo Fillol, Amadeo Carrizo, Esteban Pogany y el español Zubizarreta”.
“En una entrevista que me hicieron en 2009 yo decía que el de arquero es un puesto ingrato y de mucha soledad, donde orilla la sensación de fracaso. Es de alta exposición y exigencia. En aquel momento, 5 de los últimos 9 casos de suicidio eran o habían sido arqueros: Osvaldo Toriani, Alberto Vivalda, Luis Ibarra, Sergio Schulmeister y Mariano Gutiérrez. Uno que impactó mucho fue el alemán Robert Enke, que iba a disputar el Mundial 2010 y se quitó la vida a los 32 años. Su mejor amigo escribió un libro recomendable llamado ‘Una vida demasiado corta’. Su padre, Dirk Enke, dice allí: ‘Desde temprano tuvo miedo al fracaso cuando jugaba ante compañeros mayores. Estaba atrapado en su elevada autoexigencia’. Este jugador alemán tenía una depresión, como en la mayoría de los casos donde se produce un suicidio”.
¿Se han mejorado las condiciones en los planteles de fútbol? ¿Hay una mayor toma de conciencia ante tantos hechos repetidos y dolorosos? La experiencia y claridad de Marcelo Roffé acercan valiosas respuestas.
“En uno de mis trabajos, con motivo del suicidio de Mirko Saric en el año 2000, le dediqué un capítulo, cuyo final es el siguiente: ‘Mirko les recordó a todos, trágicamente, que detrás del futbolista mercantilizado y robotizado, se esconde nada menos que un ser humano’. Cuando falleció el Morro García, me encontré con que 21 años después, aquello que escribí, no sirvió para nada, porque él repitió la historia a los 30 años, que es la edad donde el jugador empieza a pensar en dejar la actividad. Es un momento delicado para ellos, por eso escribí un libro ‘¿Y después del retiro qué?’, abordando esta situación”
“Creo que en estos últimos tiempos, el fútbol argentino, lejos de una evolución está en una involución, ya que solo el 20% de los equipos de primera división tienen psicólogos deportivos y/o clínicos. En un suicidio hay una multicausalidad, pero con un profesional de la salud mental se reduce el margen de error. Hay una deshumanización cuando el jugador llega a Primera y se las tiene que arreglar por sí mismo y es increíble cómo no se detectan estos casos de depresión que suelen terminar muy mal. Hay muchos actores principales del fútbol que prefieren que el psicólogo no esté, porque ayuda a pensar”.
Pese a haberse retirado hace ya varios años, Graieb todavía vive en su piel los sentimientos de un futbolista y con gran sinceridad, los pone en palabras: “Cuando le ocurre a un jugador tiene una mayor trascendencia, pero ellos siguen siendo parte e integran la sociedad como cualquier otra persona. Somos seres humanos, que sufrimos, lloramos, nos alegramos, tenemos problemas. Somos personas normales, simplemente que debemos, desde chicos, aprender a manejar ciertas emociones que son diferentes al resto, como por ejemplo saber controlar mucho dinero de golpe o poder decir que no a aquellas personas que se arriman simplemente para sacarte plata. También el hecho de la gente que llena los estadios y allí manejar el repudio ante alguna mala actuación o el caso inverso, sentir que todos te quieran o idolatren por jugar bien a la pelota, cuando somos personas como ellos”.
En el final, con un ineludible dejo de emoción, evoca a su compañero con un mensaje hacia el presente y el futuro: “A Sergio siempre lo voy a recordar con alegría, como él jugaba y por cómo era dentro del plantel. Ojalá evitemos que vuelvan a ocurrir casos así y que los chicos que tengan problemas, puedan expresarse, hablar con los compañeros, los amigos, pero sobre todo, con los profesionales que se encargan de esta parte tan compleja. Es el deseo que nunca más tengamos otro Sergio ni otro Morro”.
En el país existe el Centro de Asistencia al Suicida Buenos Aires. Cualquier persona en crisis puede llamar confidencialmente marcando 135 (línea gratuita) o al (011) 5275-1135 las 24 horas del día. Está también el Centro de Atención al Familiar del suicida (CAFS): Tel. (011) 4758-2554 (cafs_ar@yahoo.com.ar – www.familiardesuicida.com.ar).
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