Mariano Pavone, íntimo: cómo superó el peso del penal con River, el tabú del fútbol que rompieron con su pareja y su museo de 600 camisetas

El Tanque, fanático del Millonario de chico, se repuso a las críticas que le cayeron por aquella definición contra Belgrano y reinventó su carrera: “Si te quedas pensando no avanzas y quedas ahí”. Los secretos de un goleador que vio cómo su pareja de entonces, Carolina Molinari, enfrentó los tabúes del ambiente en su rol de manager

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A punto de cumplir 39 años, Mariano Pavone es el líder de un Quilmes que sueña con ascender (Crédito: Infobae)
A punto de cumplir 39 años, Mariano Pavone es el líder de un Quilmes que sueña con ascender (Crédito: Infobae)

La primera vez que el fútbol grande tocó su puerta, él dudó. El pequeño Mariano era fanático de River. Tanto que no lo seducía del todo jugar en las inferiores de Boca aunque ya sabía que quería ser profesional y cualquier adolescente con sueños de goleador moriría por estar allí. En el negocio del fútbol no hay espacio para sentimentalismos de camisetas. Se convenció y fue. Sacar su pase de Sarmiento costó unas 20 pelotas y alrededor de 10 cenas en el restaurante de su abuelo que oficiaba como concentración del plantel de Junín. Todo un número para los suyos. Una vez en la novena del Xeneize, el hincha volvió a salir: “Mi ídolo es Enzo Francescoli”, dijo, inocente, ante un medio partidario que lo entrevistó después de meterle su primer gol justamente a River. “¿De qué cuadro sos?”, dudó el periodista. “De Sarmiento de Junín...”, gambeteó.

Mariano Pavone es un paradigma del fútbol argentino al fin de cuentas. Bien podría decirse que un ejemplo de resiliencia. Aquel ya famoso penal errado contra Belgrano de Córdoba en la promoción del 2011 carga con todos los lúgubres espectros del descenso de River como borroneando con el codo el extenso proceso y la cantidad de personajes que tiraron un palazo de tierra para enterrar al club. La carrera de ese goleador implacable que había llegado como una carta salvadora bien pudo haberse dinamitado. El suceso lo persiguió, lo persigue y lo perseguirá una y otra vez, al fin de cuentas. Al profesional que tragó saliva y de chico fue a Boca aunque era fanático de River. Y al pequeño hincha que, a pesar del camino recorrido, todavía habita y se anima a gritar con furia los goles de la final en Madrid. Él se repuso y a los 38 años aún sigue siendo un animal del gol con la camiseta de Quilmes en la Primera Nacional.

— ¿Cuántas veces tuviste que responder sobre el famoso penal?

— Uff, ya es trillado el tema. Pero bueno...

— ¿Tenés un discurso armado para responder ya?

— Claro... Es que son cosas que obvio que no las podes cambiar, pero es como que ya pasó, hay que dar vuelta la página. Uno la dio. River, como club, también. Está a la vista todo lo que consiguió sobre todo en la era Gallardo y que está consiguiendo. Así que nada, sabe uno que está ahí, que cuando van a querer meter el dedo en la llaga lo van a hacer, pero bueno, ya está, es un tema pasado.

— ¿Cómo lo procesaste? Porque lograste sobreponerte a esa presión, a esa exigencia, a esas críticas

— La verdad es que siempre fui fuerte mentalmente. Más allá de ser un golpe duro, obvio. Tranquilamente podría haber ido la carrera a lo mejor en baja. Pero no, creo que al contrario. Me tocó jugar la Libertadores con Lanús, ir a Cruz Azul, uno de los grandes equipos de México, jugar el Mundial de Clubes, después Vélez, Racing, volver a Estudiantes. En ese sentido, el reducto de la familia también te ayuda. Y también saber lo que uno hizo y no dejarse influenciar porque siempre va a haber gente que quiere... Es otra palabra, pero vamos a decir lastimar. Ya está. Dar vuelta la página.

— ¿En qué momento te diste cuenta vos que habías dado vuelta la página sinceramente más allá de las respuestas para el afuera? ¿Cuánto dura el duelo?

— No, al toque tenés que seguir. Si te quedás pensando... A ver, obvio, yo soy muy competitivo, no me gusta perder a nada y no me gustó nada que me haya pasado de errar el penal. Pero también si te quedas pensando no avanzas y quedas ahí. Seguramente no hubiera estado en los clubes que me tocó estar.

Marcó un gol y erró un penal en aquel partido definitorio contra Belgrano: en total hizo 10 tantos durante su estadía en River (FotoBaires)
Marcó un gol y erró un penal en aquel partido definitorio contra Belgrano: en total hizo 10 tantos durante su estadía en River (FotoBaires)

— ¿Seguís siendo hincha...?

— Sí... Obvio que si juega el Superclásico o la Libertadores quiero que gane River.

— Ya lo podes decir a esta altura de tu vida: ¿gritás los goles?

— Sí, obvio que sí. También no es que vas perdiendo el fanatismo, pero bueno, aparecen otros equipos. A Estudiantes le tengo un cariño enorme, es el club que me dio la oportunidad y estuve muchos años. Debuté, fui campeón. Todos los clubes que pasé también. Siempre le tenés cariño y querés que les vaya bien. ¡El quilombo es cuando se enfrentan! Jajaja. No lo mirás por las dudas. Pero obvio. A muchos jugadores les pasa, después te vas encariñando con otros clubes que por ahí no eras hincha de chico. Pero obvio que en momentos finales o momentos importantes obvio que sí, querés que gane, gritás los goles. Porque además muchas veces te quedan ex compañeros también.

— A este River de Gallardo lo disfrutan propios y ajenos, ¿Cuál fue el momento en el que te viste en modo fanático de gritar un gol, el momento más hincha del River de Gallardo?

— El de Juanfer Quintero y el tercero del Pity... Se venía gritando desde la mitad de la cancha, desde cuando arrancó la carrera jajaja.

— Pero además pasaste por las inferiores de Boca...

Sí, hice dos años de inferiores. Estábamos con mi primo y me había venido a probar a Estudiantes a fines del 95. Quedé, pero no tenía pensión para chicos de sexta para abajo. No me veía alejado de mi familia. Justo Abel Almada, que era la mano derecha de Jorge Griffa, estaba probando en Arrecifes para Boca. Estaba con mi primo, José Basanta, y me dice: ‘¿Quéres venir?’. Y fuimos. Fui un día, dos días y no fui más. Me mandó a llamar Abel Almada y me dice: ¿Te gustaría jugar en Boca? Y yo sí... No estaba muy convencido.

— ¿Pero porque tenías que viajar o por otra cosa?

No por el fanatismo por River. Cualquier chico dice que sí, sea de Boca, de River o de otro club. La verdad, también, es que tampoco me quería ir a vivir. Me ofrecieron viajar dos veces por semana. De los que llegaron a primera, en ese momento estaban Leo Verón (ex Chacarita) y el Loco Migliore. Fuimos a buscar el pase a Sarmiento y había que negociar: fueron 20 pelotas más 10 cenas, porque el plantel de Sarmiento paraba en el restaurante de mi abuelo que era una parada de micro en Tres Sargentos. ¡10 cenas para 40 personas fue un número! Una anécdota cortita: me acuerdo que fuimos a dar la vuelta a la Bombonera porque éramos campeones de 9ª. Boca después le ganó 6-1 a Huracán y no grité ninguno de los goles en la platea. El Colo Regenhardt me miró y me dijo: “¿De qué cuadro sos?”. Y yo: “De Sarmiento de Junín...”. “¡Me parece que no!”, me dijo riéndose.

Mariano de chico en Tres Sargentos con su hermano mayor Gonzalo
Mariano de chico en Tres Sargentos con su hermano mayor Gonzalo

— Teniendo en cuenta esta faceta de chico, ¿cómo lograste al fin y al cabo transformar tu historia en River? Porque debe haber sido una alegría jugar ahí para vos.

Sí, obvio. Te quedas con lo mejor, de haber vestido, de haber cumplido un sueño que tenías desde chiquito. Es más, hay una nota de cuando le ganamos la final a Boca que yo decía que el sueño era jugar en la primera de River y yo tenía 10 u 11 años. Me quedo con lo mejor. Obvio me hubiera gustado que sea de otra manera el final. Pero me quedo con haber cumplido el sueño y también con haber gritado goles con la camiseta de River.

— Hubo una escena que siempre quedó flotando en el aire en River que fue el ingreso de los barras en Córdoba: ¿Qué sintieron ustedes en la cancha?

— A mí eso, la verdad, me parece que fue más armado que algo natural por lo que se dijo en ese momento y se sabía. No fue algo natural de la gente. Lo mismo los incidentes del final. Fue para mí algo armado. Vaya a saber de quién. Pero no fue espontáneo, para mí estaba orquestado por un sector que, obvio, no quería el bien de River.

— ¿Tuvieron miedo?

— No, la verdad que no... Estaba más caliente por los resultados que otra cosa

El caso River es un tema obligatorio, pero Pavone es mucho más que eso. Es aquel goleador intratable de un Estudiantes histórico, es el que llegó a jugar en la selección de la mano del Coco Basile en el 2007 o el que se convirtió en faro de Quilmes, con tres goles en tres partidos de la recta final de la Primera Nacional que le permitieron al Cervecero seguir la luz de esperanza del ascenso.

— ¿Hacer goles es un arte que viene innato o se aprende con la práctica?

— Creo que ya nace con uno. Esa intuición que tenemos mucho los delanteros ya viene. Obvio que se pueden mejorar un montón de cosas: la ubicación, la puntería, la pegada, pero creo que hay algo con lo que ya nacimos los delanteros. Ya viene desde adentro, desde que naciste. Que muchas veces viene un centro y decís voy al segundo palo. Aunque tienen que pifiarle cinco, sabés que te va a quedar y pasa eso, te queda.

— ¿Sentís que eso tienen de diferente los goleadores al resto de los jugadores?

— Creo que todos los goleadores tenemos ese instinto. Ese olfato que vos decís, loco tenían que pifiarle y pasó. El último, por darte un ejemplo, fue el gol a Defensores de Belgrano que va a patear Adri Calello y cuando patea ya estaba preparado porque digo: me va a quedar el rebote. ¡Adri me va a putear porque va a decir hijo de p... hubieras dicho que sea gol mío! Pero viste que decís, queda el rebote. Pega en el travesaño, le rebota en la espalda al arquero y me quedó ahí para empujarla. Fijate que yo arranqué un poquito más de atrás. Generalmente el delantero tiene ese instinto ahí, que el defensor duda. Siempre llega al rebote partiendo desde la misma posición o desde posiciones más atrás. Quizás vos te quedabas con el “no, la clava” o “la tira dos metros” y no haces el gol. Creo que esa intuición va con el puesto. Te hace marcar mucho de esos goles.

El gol de Pavone contra Defensores de Belgrano que ejemplifica su olfato goleador

— ¿Por qué seguir jugando a los 38 años? ¿Cuál es el fuego interno que te motiva?

— A esta edad, generalmente, pasás un poco más de la media en cuanto a los jugadores que están en actividad. Estoy por cumplir 39. Siempre dije que, mientras me mantenga competitivo, que vea que soy competitivo dentro de la cancha, que tenga ganas de seguir levantándome para venir a entrenar, voy a seguir. Creo que no hay que ponerse una fecha. A medida que vea que no soy competitivo... El roce físico es parte de mi juego, si veo que pierdo mucho, que hoy por ahí no lo siento así, o que no tenga más ganas, o me cueste el tema de entrenar... Ahí va a ser el momento de dejar. Puede ser más mental a veces que físico o viceversa. Por ahora, ninguna de las dos cosas pasa. Uno trata de disfrutar dentro de lo que se puede porque es muy difícil disfrutar el fútbol. Y se va preparando para cosas del futuro y mentalmente para el día después. Igual, ,más allá de que está bueno prepararse, las sensaciones no las vas a tener hasta que estás ahí.

— ¿Se respeta en el vestuario a un Tanque Pavone como antes ustedes respetaban a esas figuras?

— Sí. Obvio que cambiaron muchas cosas. Sobre todo de los grandes hacia los chicos. Es otro trato. Antes no hablabas directamente. Hoy también los grandes damos esa oportunidad a los chicos de hablar. Hacer bromas ellos a vos y vos a ellos, siempre con respeto. Eso está bueno porque todo fue cambiando. No es lo mismo que hace 20 años cuando me tocó debutar.

Pasado y presente: Pavone durante sus primeros años en Estudiantes en un partido vs Quilmes, su actual casa (Fotobaires)
Pasado y presente: Pavone durante sus primeros años en Estudiantes en un partido vs Quilmes, su actual casa (Fotobaires)

— En esto de los cambios en el fútbol, fuiste un precursor junto con quien era tu esposa (la ex modelo y periodista Carolina Molinari) porque ella manejó tu carrea en un ambiente que es siempre complejo para algunos temas: ¿Cómo lo decidieron?

— Hoy por suerte va cambiando en todos los aspectos. En muchos aspectos, la mujer en el fútbol está más incorporada. No sólo en este caso de la representación. Tenemos una presidenta en Banfield, muchas kinesiólogas trabajando en planteles, el tema de las mujeres árbitro que se le está dando más participación. Pero bueno, en ese momento era raro, difícil. Pero a Caro cuando la veían negociar ahí se daban cuenta que no iba a ser nada fácil. No estaban acostumbrados a negociar con una mujer. Fue un momento en el que me di cuenta que no me sentía en sintonía con el representante de turno, no estaba coincidiendo en un montón de cosas y le dije a Caro si se animaba ella –le faltaban pocas materias para ser abogada en ese momento–, y arrancamos.

— ¿Pero salió natural o internamente en la pareja tuvieron algunos debates sobre el ambiente?

— Ella un poco en el momento dudó. Si bien ya llevábamos muchos años juntos, sabía un poco cómo eran el tema de las negociaciones, pero obvio que tenés esas dudas. Pero apoyada también en Caro Cristinziano, que es abogada en derecho deportivo, arrancamos. Muchas veces yo le daba letra con el tema de los contratos de cuánto había que pedir, pero obvio que ella tenía independencia para negociar y demás, pero siempre nos consultamos. Siempre digo: me fue mejor en cuanto a lo económico estando con ella que todo lo que estuve con representantes. Además, quedaba todo en familia. A vos te pasa que cuando sos futbolista tenés que jugar el domingo y no te podés andar reuniendo martes, miércoles, jueves, desgastándote. O, muchas veces, también tirándote para adelante en cosas como diciendo ‘este es goleador’. Es difícil hacerte vos autobombo.

Carolina Molinari manejó durante varios años la carrera del delantero (IG: @marianopavone82)
Carolina Molinari manejó durante varios años la carrera del delantero (IG: @marianopavone82)

— En estos de los avances en el fútbol, ¿ves que el vestuario está avanzando en sintonía con lo que pasa en la sociedad? Tanto con la mirada sobre las mujeres o que se está hablando mucho más sobre la homosexualidad

— Sí, la verdad que sí, lo veo mucho mejor. Está bueno porque va mejorando, avanzando, también son generaciones que se están criando con el tema de, como hablábamos, la mujer incorporada al fútbol, el tema de la homosexualidad. Se están criando como debería ser: algo normal y natural. Que por ahí antes era un tabú. Está bueno que nosotros, los más grandes, que por ahí estuvimos en la otra época, podamos darle un consejo a alguno si está con los viejos tabúes. Y no quedarse tampoco el grande con ese tabú de antes o esa rigidez que había antes. Pero sí que todo cambió y para bien. Está bueno que nosotros también podamos aconsejar o dar la opinión para que vaya cambiando, siga cambiando. Lo que pasa ahora está muy bueno y tendría que ser algo normal.

— En Estudiantes fuiste parte de un resultado histórico en el clásico (7-0): ¿Cómo se vive algo así desde adentro?

— Fue increíble. En la semana previa veníamos bien, ganando partidos. Pero todos los clásicos que me había tocado jugar hasta ahí, por ahí uno viene bien, el otro mal y te gana el que viene mal. Lo típico que pasa en los clásicos. Si bien podes tener una orientación de un equipo viene bien y el otro mal, puede pasar cualquier cosa. Veíamos en la semana que íbamos a ganar e íbamos a ganar bien. Bien te digo, 2-0 pero sin que el rival te haya pateado al arco y vos teniendo oportunidades. Veía que íbamos a ganarlo. Nunca me imaginé esa diferencia y con el tiempo va tomando mayor valor, porque te das cuenta que los clásicos son muy parejos. Ese días, más allá de que nosotros teníamos un equipazo y coronamos con el campeonato, se dio todo. Es el día que se tenía que dar.

Pavone en Betis vs. Andrés Iniesta: el Tanque tiene una colección de 600 camisetas (Foto: Reuters)
Pavone en Betis vs. Andrés Iniesta: el Tanque tiene una colección de 600 camisetas (Foto: Reuters)

— ¿Qué hiciste con esa camiseta?

— La tengo ahí porque generalmente son dos camisetas, una para el primer tiempo y otro para el segundo. Una se la di a mi vieja y la otra la tengo yo. Tengo un museo de más de 600 camisetas...

— ¿Cuál es la perlita?

— Tengo de Messi, de Ronaldinho, Henry, Casillas, Cannavaro. Después de Argentina, de la Bruja (Verón), jugadores que han hecho historia. Del Kun Agüero la de Independiente cuando jugaba con la 10. Fue un partido que nosotros hacíamos de local en cancha de Gimnasia. La primera que cambié fue con Yepes en el Monumental... Vas acumulando, siempre me gustó cambiar. ¡He invertido mucho dinero en comprar camisetas! Salvo en River o en Cruz Azul, que una de las dos que jugás te la regalan, las otras hay que gatillarlas. Cuando era más chico era más difícil, los utileros te daban XL y fijate. Ahí como que mucho no cambié porque el utilero no tenía tanas y después porque había que gatillarlas y en ese momento no era lo mismo que ahora. Entonces, ahora, donde llego pido 20 camisetas para no enquilombar al utilero. Entonces, te saco dos casi todos los partidos porque cambio alguna, regalo y el utilero la repone así no tiene que hacer malabares. Me gusta coleccionar. A veces cambio de jugar o a veces pido. Compañeros que están en España o Italia, les digo guardame una y yo te guardo una de Quilmes. Tengo muchas. Justo la primera que cambié fue en el 2001, ya son 20 años. Estoy contento de haber empezado en ese momento porque a veces te encontrás con compañeros que te dicen que se arrepienten porque regalaron las camisetas. Yo todas las camisetas que considero –último gol, primera camiseta, última camiseta de los clubes donde estoy– las voy coleccionando. A veces pido después de un partido para un amigo, pero la que cambio me gusta tenerla.

— En tu familia son tres hermanos delanteros: vos, Gonzalo (ex Estudiantes) y Tomás (Metropolitanos de Venezuela), pero tu viejo era piloto...

— Sí, primero zonal y después TC del Oeste. Desde que tengo uso de razón íbamos a las carreras. Porque en el 79 compró un cuadrado, la heladera amarilla le decía, y después compró otro Chevrolet que lo acompañó toda su vida automovilística. En el 82 nací yo, así que hasta el 94 que lo vendió era domingo por medio ir a la carrera. Salvo una vez, que me acuerdo que ellos fueron a correr a Tupungato (Mendoza) y yo tenía que ir a jugar, siempre iba a verlo. Los tres les salimos delanteros y ninguno fierrero... Nos gusta, pero no de seguir los pasos de correr.

Mariano de chico a bordo del auto de su padre durante un típico fin de semana de carreras
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