Lleva 47 años sosteniendo un récord histórico. Algo impensado que nadie había logrado y que tiene una gran dimensión por el equipo en el que lo hizo y por el rival que lo sufrió. De todas formas, para él lo más importante no fue el hecho en sí, sino la reacción de su padre. Eso lo marcó y es lo que le hizo darse cuenta de lo que había hecho.
Carlos María García Cambón (71) llega a Chilo y lo saludan todos. Es la heladería de un amigo en Martínez, Provincia de Buenos Aires. Ni tiene que pedir, directamente le llevan un café en pocillo a la mesa. Habla, responde, pero de a ratitos tiene que frenar porque se escucha un “¿Cómo anda, Carlitos?”. Se nota que es su lugar.
Está casado y tiene cinco hijos. Es abuelo de dos nietos. Desde que dejó de jugar se dedicó a la familia, aunque le hacen un reclamo. “Cuando me retiré estaba soltero, entonces llamé a todos mis amigos y les regalé todo. No me quedé con ninguna camiseta ni nada. Consideré que era una etapa terminada y por consiguiente no tenía necesidad de guardar algo. Creo que me equivoqué. Hoy me reclaman que no haya dejado nada, pero bueno, en ese momento fue lo que sentí, lo que me parecía, aunque ellos hoy tienen razón. Las etapas se terminan y es difícil descubrir eso”.
García Cambón comenzó su carrera en Chacarita, luego pasó a Boca, después Unión de Santa Fe y volvió al Funebrero. Allí decidió incursionar en el extranjero (Olympiacos de Grecia, Rochester Lancers y Las Vegas Seagle) hasta volver a la Argentina y retirarse en Loma Negra.
En 1974 cambió su carrera para siempre. Boca buscaba un delantero y fue a la caza por García Cambón. “Fue el gran salto que uno siempre espera cuando está afincado en un club chico, en mi caso Chacarita. Es la posibilidad de irse a algo que no es mejor, sino más grande. Llegar a Boca fue tocar algo que forma parte de los anhelos. Cuando uno es chico lo que ve es la imagen de Boca o River, y haber llegado a Boca fue tocar el cielo”.
Se sorteó el fixture y la primera fecha del torneo hacía que el país se detuviera: se jugaba el clásico del fútbol argentino, el Boca-River. ¿Cuál fue el resultado? Una gran goleada del Xeneize 5-2. Pero, ¿qué fue lo más destacado? García Cambón convirtió cuatro goles. Sí, el día que debutó con la camiseta de Boca convirtió cuatro de los cinco goles de su equipo ante el máximo rival de la historia. Y es algo que nadie había logrado, y que por supuesto sigue siendo récord en la actualidad.
“Ni en los mejores sueños estaba lo que pasó en el debut. Cuando uno arranca siempre tiene una expectativa diferente, pero cuatro goles a River era impensado. No podía estar ni en los sueños más especiales. Los recuerdos son los imborrables. Es muy difícil que pueda despegar de la retina de mis ojos lo que pasó ese día, desde el despertar hasta la noche. Es muy difícil explicarlo en palabras. Es algo muy especial, muy profundo, que uno lleva adentro y que no se puede relacionar con una vivencia natural o normal. Lo que digo es que es maravilloso haber vivido algo así. Ya de por sí el hecho de jugar un River-Boca es maravilloso. Si a ese hecho, que sólo es para algunos elegidos, le ponemos que uno hace un gol, es mucho más maravilloso. Entonces imaginate si a todo eso le ponemos que uno hace cuatro goles. Es incomparable”, afirma el héroe de aquella tarde de febrero.
-Fue un hecho histórico y, si uno menciona a García Cambón, se le viene rápidamente a la cabeza lo que vos conseguiste. Pero desde tu visión, ¿qué es lo que más recordás?
-Una de las cosas que más me acuerdo es que cuando terminó el partido salí del vestuario y venía mi hermano y mi papá más atrás. Mi hermano me dijo “ojo, porque papá está bravo”. Entonces lo miré y cuando le vi la cara mi papá tenía una profunda emoción, estaba exultante. Lo que él escuchaba era la gente coreando mi apellido, que al fin y al cabo era su apellido. Entonces esa emoción me hizo pensar que lo que había ocurrido en el campo de juego era muy importante. Él era un tipo muy serio, introvertido, no era expresivo, y verlo en esa forma me llamó mucho la atención y fue la repercusión que más me quedó de lo que había hecho. A esta altura, casi 50 años después, uno se da cuenta de que fue importante porque sigue produciendo recuerdos.
Esa noche, tras el encuentro, García Cambón “sufrió” la persecución periodística, a tal punto que no pudo dormir en su casa: “Me tuve que ir a lo de un amigo. Era una locura de gente, tenía toda la cuadra llena de periodistas. Fue algo impresionante. Jugar en Boca no es para cualquiera”.
Para llegar al elenco de la Ribera había hecho una muy buena carrera en Chacarita, equipo en el que debutó con 17 años, y participó del único título que tiene la institución (Metropolitano 1969). “Forma parte de mis afectos más entrañables. Es el equipo que me vio nacer futbolísticamente, me vio crecer, me vio desarrollarme. Creamos una mística que lamentablemente no duró mucho tiempo. No dejaron ni permitieron que durara mucho tiempo. La mística del trabajo, del esfuerzo, de la concientización, de buscar un objetivo y saber cómo lograrlo, de tener mancomunadamente un propósito y llevarlo a cabo”.
Además, fue titular en el histórico triunfo del Funebrero frente al Bayern Munich en la Copa Joan Gamper, algo que cataloga casi a la par de los cuatro goles ante River: “Es algo inmenso, algo que uno tiene adentro y que forma parte de los recuerdos más importantes que uno tiene. Haber jugado contra el Bayern, haber ganado, y haber jugado la final contra el Barcelona estando a punto de tener otra alegría más es una cosa incomparable. Nosotros éramos muy jóvenes, sobre todo formando parte de una institución como Chacarita que era chica”.
Acercándose al final de su carrera como jugador, García Cambón decidió probar suerte en el exterior: primero fue al Olympiacos de Grecia, pero apenas estuvo seis meses sin mucho éxito; y luego fue a Estados Unidos. Tal como él mismo lo destaca, “estaba soltero y podía llevar a cabo esas experiencias”. Pero “la más extraordinaria” la vivió tras su retiro, cuando ya era entrenador. Luego de pasos por las inferiores de Boca, un interinato previo a la llegada de Carlos Bianchi, y el Blooming de Bolivia, le salió una propuesta de Indonesia y no lo dudó. Asumió en el Persija y obtuvo el título de la Copa del Rey, que fue el primer torneo que disputó. “Debo haber sido el segundo argentino en ir para allá a dirigir después de (Mario) Kempes. Fue un crecimiento increíble”, asegura.
-¿Te quedó alguna cuenta pendiente con la Selección?
-En el ’67 jugué en la Juvenil, en un torneo en Paraguay. En la mayor disputé algún amistoso y me entrené con la llegada de César Menotti, pero en esa época Boca y River no cedieron jugadores así que no tuve la oportunidad. Igual no siento que me haya quedado alguna espina. Uno no pierde su carrera por no haber jugado en la Selección. Tengo satisfacción y orgullo por haber hecho lo que hice como jugador. No cambiaría nada, haría todo exactamente igual.
Su actualidad lo tiene referido al gremio Técnicos Unidos Argentinos (TUA) con el objetivo de cambiar la estructura de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA): “Creemos que hace falta gente nueva que responda un poco más a los criterios que los entrenadores necesitan. Sobre todo los del interior y divisiones inferiores, que son los que más necesitan el apoyo. Están dirigiendo muchachos que ni siquiera tienen el curso hecho, por ejemplo. Estoy desde afuera y apoyando, todavía no hay definiciones de cargo ni me interesa tampoco. Lo que quiero es revertir una situación que lleva muchos años y que los entrenadores vienen padeciendo. Así que seguimos estudiando, tratando de aprender un poco, haciendo programas”.
Cada vez que juega Boca contra River, como ocurrirá este domingo, Carlos María García Cambón es también un poco protagonista de cada Superclásico. Desde 1974 a la fecha, y tal vez por muchos años más tiene el increíble récord de haber debutado en Boca y metido cuatro goles en esos 90 minutos donde se para el país futbolístico. García Cambón volverá a recordar hoy aquella tarde y también al rostro emocionado de su padre mientras la tribuna coreaba su nombre.
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