Cuando Maroni puso el cuarto gol de Boca, Raulo empezó a convocar a los suyos en el Barrio Kennedy. Caían los goles xeneizes y cada vez caían más barras por la zona donde las calles Alcaraz y Lisboa se juntan con Juan B Justo. Para Raulo era una prueba de fuego: flamante jefe de La Pandilla de Liniers, como se autotitula la barra de Vélez, la goleada histórica era un hecho que no pensaba dejar pasar para reafirmar su flamante autoridad y para hacer tronar el escarmiento con los jugadores, algo que le venían pidiendo sus propios seguidores y que él haciendo equilibrio entre la dirigencia, plantel y la tribuna venía postergando. Pero las imágenes lo convencieron de pasar a la acción.
Apenas pasadas las 23 horas, cuando la chapa aún decía 1-6 y el árbitro Diego Abal todavía dejaba jugar, la caravana empezó a desfilar hacia el José Amalfitani. La idea era ir al estacionamiento del club y tomar decisiones con los jugadores al modo barra. Algo que insólitamente algunos hinchas comunes aún festejan. Cuando pasaron por la plazoleta Yugoslavia, un móvil policial puso el alerta. Fue así que se desplegó un operativo con los oficiales que estaban en la zona que contuvieron a la barra a 150 metros del estadio. Y si bien algunos exaltados promovían pasar a la acción, primó la posición de Raulo y su hermano de dejar la visita para otra ocasión. “Esto no les va a salir gratis”, fue la amenaza que tiraron al viento y repitieron en los teléfonos celulares de los referentes del plantel y algunos miembros de comisión directiva.
Bajo esa amenaza, el temor se apoderó de Liniers. Y el dato corrió rápido: el martes por la mañana se cumpliría la promesa en la Villa Olímpica, en Ituzaingó, lejos de las luces de la sede. Por eso el club activó el protocolo de seguridad y en cuanto aparecieron por la zona un par de autos sospechosos más dos motos se pidieron refuerzos. La Bonaerense se instaló en el ingreso del predio y la mañana terminó tranquila. Pero nadie sabe hasta cuándo será. Porque aún resuenan las palabras de Raulo en los teléfonos celulares: “Esto no les va a salir gratis”.
Vélez vive horas agitadas no sólo por la derrota deportiva sino porque la interna de la barra se definió recién a comienzos de este año y los nuevos jefes necesitan pasar a la acción para mostrarse como los dueños del tablón ante sus desafiantes rivales. Hasta el año pasado el histórico Pedro Paz estaba al frente. Pero ya con un muy buen pasar económico que incluye inversiones en barrios neurálgicos de la ciudad y viendo que por la pandemia muchos habían quedado fuera de juego porque el reparto ya no daba para todos y querían tomar la barra para recuperar capital, decidió bajarse. Sus herederos naturales debían ser del barrio de Versalles pero los de Fuerte Apache y Villa Luro pensaron distinto. Y entonces se abrió la interna. Pero Raulo y su hermano, con el apoyo de la dirigencia y también de las comisarías zonales, entronizaron a Versalles pactando con el sector Ciudadela. La idea era dejar fuera de combate a la facción Villa Luro del Mono Fernando Morales y Christian Galuzzi, dos ex convictos que según la dirigencia son imposibles de poner en caja. Ambos habían formado parte de una banda de polibarras secuestradores en la década pasada y Galuzzi había salido de prisión meses atrás tras purgar pena por robo y secuestro a un dentista de Haedo siendo parte de un grupo liderado por el famoso barra de Boca, Maximiliano Mey Oetinger. Y la CD de Vélez sabía que si este grupo tomaba el poder, las cosas se iban a poner más espesas.
Así planteado el tema, Raulo pasó a ser el sucesor natural de Pedro y a establecerse como el vínculo entre el club y la barra. De hecho, antes de fin de año en el partido contra Estudiantes de La Plata del 28 de diciembre iba a hacer su estreno en la popular, con una bandera que tuviera su nombre. Pero la sugerencia fue no caldear los ánimos antes de la fiesta de fin de año, porque esa imagen podía hacer que los rivales fueran a buscar venganza y que los fuegos artificiales fueran en realidad de verdad. Entonces la oficialización del cargo sucedió el 9 de enero, en el triunfo frente a Godoy Cruz como local por la Copa Diego Maradona: allí brilló el trapo “La Banda de Raulo (más de uno se quiere matar)”, pegada a la tradicional bandera de La Pandilla. Era el final de la historia: muerto el rey, viva el rey.
Desde entonces, el nuevo jefe convivió con cierta calma hasta este domingo que pasó. Cuando llegó el cuarto gol de Boca, se activaron las alarmas. Y los rumores corrieron como reguero de pólvora: que algunos jugadores habían estado de fiesta 72 horas antes, que varios no corrían adentro del campo de juego como debían, que tampoco habían puesto la cuota de marzo como estaba prometido. Y decidieron pasar a la acción. Tanto en la noche del domingo como esta mañana, todo fue abortado por la Policía. Pero por Liniers no creen que la barra vaya a ceder en sus intenciones: “Esto no les va a salir gratis” es el dantesco mensaje que sigue recibiendo todo el mundo Vélez.
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