Estaba en el pico de su carrera, lo seguían de la Selección y un problema cardíaco lo sacó del fútbol: “Caí en una depresión y pasé un año encerrado”

El Kily Peralta tenía 27 años cuando un problema congénito en el corazón lo obligó a pulsar el botón de pausa. Tres años después, luego de una serie de estudios, pudo regresar a jugar en el Ascenso: “Quería retirarme en una cancha de fútbol y no por una enfermedad”

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Adrián Peralta (Lanús Deportivo)
Adrián Peralta (Lanús Deportivo)

Adrián Kily Peralta abandonó el fútbol profesional por una afección cardíaca detectada en un estudio de rutina realizado en marzo del 2011, cuando era jugador de Lanús. Tenía 27 años cuando tuvo que colgar los botines y vivir el momento más dramático y doloroso de su carrera. El entonces médico del plantel granate, Juan Manuel Olivera, le descubrió un problema en el corazón congénito que le impidió continuar con la práctica activa del fútbol profesional, un diagnóstico luego refrendado por el cuerpo médico de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).

En su momento, el diagnóstico que recibió el Kily Peralta fue similar al que le dieron al colombiano Andrés Román el pasado 18 de febrero cuando iba a ser refuerzo de Boca, pero los estudios médicos le detectaron una miocardiopatía y se truncó su pase. Hace 10 años, cuando Peralta pasó por esta difícil situación, atravesó un cuadro depresivo: “Caí en una depresión de la cual me costó mucho recuperarme. Estuve un año encerrado en mi casa sin mirar fútbol y sin ir a una cancha porque no aceptaba lo que me estaba pasando”, remarcó el ex mediocampista izquierdo, quien hoy trabaja como ayudante de campo de Sebastián Salomón en Los Andes.

A fines de 2013, Peralta volvió a entrenar en su club de origen, Tristán Suárez, tras comprobarse su correcto estado cardiológico, mediante estudios complementarios y de mayor complejidad por parte de médicos especialistas: “Yo quería retirarme en una cancha de futbol y no por una enfermedad. No quería que otras personas tomaran la decisión por mí”, recalcó.

En dialogo con Infobae, el ex volante por izquierda de Huracán, Instituto, Lanus y Newell’s reveló detalles de aquella difícil situación.

-¿Cómo es tu presente en Los Andes?

Estoy trabajando como ayudante de campo en el cuerpo técnico de Sebastián Salomón. Veníamos de trabajar juntos en la juveniles de Lanús. Estamos contentos y le agradezco a él por haber confiado en mí. Es mi primera experiencia en un equipo de primera división del ascenso, ya que trabajé mucho tiempo con juveniles en el Granate y en Tristán Suarez. Al principio, me costó un poco. Cuando era jugador no pensaba en ser director técnico. Cuando tuve problemas de corazón me fue atrapando y empecé a trabajar con juveniles. El hecho de estar durante la semana con los chicos y planear un partido y que el fin de semana salga lo planeado me fue gustando y me convencí de que quiero ser entrenador. Éste es el camino. Primero como ayudante de campo y después el tiempo dirá si estoy para más.

-Hace 10 años recibiste una noticia muy fuerte. Producto de una afección cardíaca tuviste que dejar el fútbol de alta competencia. ¿Cómo te enteraste de la enfermedad?

-Por un chequeo médico que me hicieron en Lanús antes del inicio del torneo. Fue en marzo de 2011 cuando me detectaron que sufría un problema en el corazón. Yo tengo un electrocardiograma anormal. El estudio siempre indicaba que yo algo raro tenía, pero con un informe de ecodoppler estaba en condiciones para seguir jugando. Cuando nos fuimos hacer los estudios médicos, el electro sale más anormal de lo habitual. Entonces, me empiezan a realizar estudios de todo tipo: ergometría, una resonancia con contraste y un ecodoppler. Al final, me notificaron que padecía una afección cardiaca, la misma que padece Andrés Román (iba a ser refuerzo de Boca ,pero se cayó su pase por la misma enfermedad). También el ex jugador de Vélez, Marcelo Bravo. Me siguen haciendo estudios durante varios meses porque no me podían diagnosticar y, además, un ADN, porque es una enfermedad congénita. Llevan todo a evaluar a España y el resultado definitivo lo tuve luego de 10 meses. Al final, los médicos de AFA me comunicaron que padecía una miocardiopatía. Por ende, no podía seguir jugando al fútbol de alta competencia. Yo acababa de renovar contrato con Lanús unos meses antes.

-¿Qué sentiste al conocer la noticia?

-Fue un golpe muy duro. Recordé muchas cosas que había dejado de lado para ser jugador de fútbol. Cuando te dicen que no podés continuar, se te viene el mundo abajo. No sabés qué hacer ni tampoco estás preparado para esa situación. Tenía 27 años y no sabia qué hacer con mi vida. Era muy duro para mí y no lo superé tan fácil. Me costó mucho tiempo asimilarlo. Encima, era un muy buen momento de mi carrera porque varios equipos grandes estaban interesados en mí y se hablaba de la posibilidad de jugar en la selección argentina.

-¿Estaba en riesgo tu vida si seguías jugando?

-Sí, estaba en riesgo mi vida. Te lleva tiempo aceptarlo porque me hicieron muchos estudios médicos. Estuve de siete a diez meses parado y esperando un resultado final: si podía o no seguir jugando. En ese momento me dijeron que corría riesgo mi vida. Estuve tres años parado. pero volví a jugar cuando Tristán Suárez me quiso llevar de nuevo. Ellos confiaron en que no tenía lo que me estaban diciendo. Volví a ver otros cardiólogos. Me hice nuevos estudios y no salió nada. Me atendí con dos especialistas en la materia que me aseguraron que no padecía nada, fueron mis “abogados” de alguna manera, porque presentaron toda la documentación en AFA para que me habilitaran a jugar. Es muy delicado el tema de Román también, un caso muy igualito al mío. Hay muchas cosas detrás de todo que no conocemos y tal vez, no es lo que le diagnosticaron, porque los médicos se pueden equivocar también.

(Gentileza La Voz)
(Gentileza La Voz)

-¿Qué fue lo primero que pensaste cuando supiste de tu problema de salud?

-Se me vino el mundo abajo. Ser jugador de fútbol es hermoso, pero también es un sacrificio enorme. Yo dejé muchas cosas de lado y saber que no vas a volver a pisar una cancha es algo muy duro. Dejás cosas de tu infancia cuando sos chico y te perdés de cumpleaños, juntadas en familia, amigos, de ir a boliches... Te perdés el Día de la Madre y el Padre. Cuando me diagnosticaron la enfermedad se me vino todo eso a la cabeza y que dejé gran parte de mi vida por el fútbol. No sabía dónde estaba parado. Caí en una depresión de la cual me costó mucho recuperarme. Estuve un año sin mirar fútbol ni ir a una cancha porque no aceptaba lo que me estaba pasando.

-¿Caíste en un cuadro depresivo?

-Sí, no era el mismo que cuando jugaba a la pelota. Cuando pisaba una campo de juego me sentía feliz y siempre estaba con una sonrisa. Ante esta situación, cambié por completo. Estaba depresivo. Me ayudó mucho la contención de mi familia, que siempre estuvo a mi lado. Hay que estar seguros de las cosas que se dicen porque podés dañar mucho a la persona que está padeciendo esta situación. Alguna veces confunden al futbolista con un robot y no es así. Somos seres humanos y tenemos una vida normal como el resto de las personas. Yo, por suerte, no llegué al punto de suicidarme. Soy un luchador y me costó llegar a Primera. Salí del ascenso y no llegaban tantos jugadores a la máxima categoría. En ese momento, eran pocos los que pudieron llegar a la primera. Soy fuerte mentalmente. Jamás se me pasó por la cabeza la decisión que tomó el Morro García. Es un tema delicado y hay que ver lo que se le pasó por la cabeza para quitarse la vida.

-¿De dónde sacaste fuerzas para seguir peleando?

-De mi familia: esposa, hija, madre, padre y hermanos. Ellos me dieron fuerzas para que saliera adelante. Me contuvieron y aproveché ese tiempo para viajar y distraerme. Salir un poco de la rutina de Buenos Aires para volver a cargar energía.

-¿Tuviste la contención de Lanús?

-Sí, gracias a Dios. Siempre soy un agradecido con Lanús por el trato que me dieron. Soy muy respetuoso por los clubes donde estuve, porque me dieron de comer y a mi familia también. En este caso, con el Granate me sacó el sombrero porque apenas pasó esa situación se pusieron a mi disposición. Luis Zubeldía era el entrenador de la Primera y quería que yo fuera parte de su cuerpo técnico, pero no estaba preparado ni capacitado para ocupar el rol que me ofreció. Entonces, decidí dar un paso al costado. Nicolas Russo (presidente) me contuvo muchísimo. Me llamaba casi todos los días. Quería que fuera al club y soy un agradecido a ellos. Además, en la parte económica nunca me faltó nada. Me respetaron el contrato y no me tocaron un peso. Valoró mucho la clase de personas que trabajan allí.

-¿Quién te comunicó que no podías seguir jugando?

-Me citaron en la oficina del presidente una tarde donde estaban Russo, Zubeldía, los médicos del club y mi representante. Ahí me comunicaron que no podía seguir jugando profesionalmente. Nicola (Russo) se puso a llorar conmigo cuando me daban la noticia. Fue algo durísimo para mí y un momento complicado para todos.

-¿Fue difícil saber que no ibas a pisar más una cancha?

-Sí, muy duro. No entendía lo que pasaba y uno nunca se prepara para el retiro, cree que va a jugar toda su vida. Para mí fue diferente. A los 27 años, me dijeron: “No va más, tenés que dejar de jugar al fútbol de alta competencia”.

-Tres años después volviste a jugar. ¿Fue difícil tomar esa decisión?

-No fue difícil porque todavía mantenía esa sensación de retirarme dentro de una cancha. Lo más complicado fue perder tres años en el fútbol de alta competencia. Cuando regresás, tu cuerpo nota una diferencia enorme con el resto, porque es muchísimo tiempo sin entrenar ni jugar. Cuesta un montón si no estás activo. Los años pasan para todos y cuando regresé iba a cumplir 31. Te enfrentás con chicos de 17 años que vuelan. Yo quería retirarme en una cancha de fútbol y no por una enfermedad, no quería que otras personas tomaran la decisión por mí.

-En ese tiempo fuera de las canchas, ¿Podías ir entrenar por tu parte?

-Yo no podía jugar ni entrenar en la alta competencia, sí con amigos. Yo tuve un año en el que psicológicamente no estuve bien. Estaba muy deprimido. No quería salir de mi casa y menos ir a una cancha de fútbol; no miraba partidos. Fue muy duro para mí y ahí perdí un año sin hacer nada. No tenía la cabeza en el juego; porque pensaba que no volvía más a pisar un campo de juego. Cuando me preguntaron: “¿Querés volver a jugar? Está la posibilidad haciéndote nuevos estudios”, ya había pasado dos años y medio.

-¿Tuviste miedo de volver a la alta competencia?

-No, para nada. No tuve miedo porque antes me hice muchos estudios. Yo sabía que mi electro siempre fue anormal. Así que estos médicos que me atendieron me aseguraron que no tenía nada y que jugara tranquilo que nada me iba a pasar.

-Hiciste una carrera con un paso por el fútbol español. ¿Como fue tu experiencia en el Mallorca de España?

-Hermosa. Para mí fue muy lindo jugar en esa liga contra los galácticos del Real Madrid y el Barcelona de Messi, Ronaldinho y Samuel Eto´o. En esa época, el culé empezaba a ganar todo lo que se proponía. Fue una experiencia corta pero gratificante. Lo disfruté al máximo. Fue muy loco y un paso grande en mi carrera, porque jugaba en Instituto de Córdoba y no había tantos jugadores de los denominados equipo chicos que fueran al fútbol español. No fue mi mejor momento, pero lo disfruté mucho.

(Gentileza La Voz)
(Gentileza La Voz)

-¿Pudiste intercambiar camisetas con alguna figura de España?

En ese momento enfrenté al Barsa de Messi, Puyol, Víctor Valdes, Ronaldinho y Eto’o, entre otros. No cambié la casaca por vergüenza. No me animaba pensando que me iban a decir que no, porque no me conocía nadie. Hoy me arrepiento de eso. Con el único que cambié estando en España fue con Pablo Aimar cuando jugaba en el Valencia. La tengo guardada y es un recuerdo que me quedará de por vida.

-¿Había muchos argentinos en Mallorca?

Sí, Guillermo Pereyra, Pancho Maciel, Jonás Gutiérrez, Eduardo Tuzzio y Leonardo Pisculichi. El vestuario era casi argentino. Manejábamos todo nosotros. Poníamos la música... La verdad, fue una gran experiencia. Me ayudaron mucho y Pereyra estuvo muy presente. Él fue un ídolo del club porque hizo un gol importante sobre la hora y se salvaron del descenso.

-Fue en la época en la que Tuzzio llegó desde River tras su problema con Ameli. ¿Había que bancarlo a Eduardo después de semejante conflicto?

-Sí, pero nosotros no tocábamos ese tema. Lo tratamos de evitar y que enseguida se metiera en el grupo. La idea era que se fuera olvidando de lo que había pasado, de algo tan delicado y difícil de manejar. Es un muy buen pibe. Él se adaptó a nosotros, era uno más. La pasamos muy bien. Tuzzio venia de una situación jodida y complicada y creo que para él fue un año dentro de todo positivo.

-¿Crees que cambió el fútbol en 10 años en cuanto a la contención por parte de los clubes hacia los jugadores con problemas personales o todo sigue igual?

-Cambió bastante. En mi época no había psicólogos y hoy cada plantel tiene el suyo. No existía el couching y un montón de cosas más que hoy se ven. Esas herramientas son bienvenidas para este deporte y ayudan bastante. Cambió para bien. Hoy los jugadores están mas preparados a los cambios. Nosotros, que trabajamos con ellos, les enseñamos cosas que nos pasaron a nosotros para que no se repitan. Ojalá que los dirigentes lo entiendan y se vayan acoplando para que se den cuenta que éste es el camino para que sea un mejor fútbol argentino.

-En tu paso por Newell’s forjaste una buena relación con Ariel Ortega, ¿puede ser?

Si, jugamos juntos en Newell’s y compartíamos el mismo hotel de residencia. Salíamos a comer y es impresionante lo que genera el Burrito. Al mismo nivel que Maradona, te diría. No lo dejaban comer tranquilo. No lo dejaban en paz. Me acuerdo de que dos días antes del encuentro frente a la Unión Española por Copa Libertadores tuvimos que viajar a Chile sin él, porque no se había presentado a la práctica a entrenar ni tampoco se hizo presente en el Aeropuerto de Rosario. Entonces, dos días antes viajamos al país vecino y Ariel no estaba con nosotros. Llegamos a Chile y nos fuimos a dormir. Al otro día, nos tocó hacer el reconocimiento del campo de juego y y tampoco estaba. Mis compañeros me decían: ‘No te preocupes, que mañana llega sobre la hora del partido’. Dos horas antes del choque, se apareció por el hall del hotel donde concentrábamos. Estábamos merendábamos y se sumó a nosotros. Habló con Nery Pumpido, que era el entrenador de la Lepra. El ex arquero del seleccionado le dijo que no lo podía utilizar de titular porque hacía dos días que venía armando el 11 y ya lo había definido. El jujeño lo entendió y se quedo en el banco esperando su oportunidad. Así era Ortega.

-¿Estuvo de gira Ariel que llegó dos días después?

-Jajaja, nadie se animó a preguntarle, pero calculamos que sí. No sabemos qué había pasado, pero lo más gracioso fue que llegó dos horas antes del juego.

-¿Sabías que Paulo Dybala te observaba bastante durante tu paso por Instituto y eras uno de sus referentes?

-Sí, él estaba en las inferiores y me enteré cuando lo dijo en una nota: “Había muchos jugadores que me gustaban. Estuve siete años en el club. Miré mucho a Raymonda, por ejemplo. O al Kily Peralta…”. Para mí es hermoso que un futbolista de la dimensión de Dybala me tenga como uno de sus referentes. Paulo en su momento dijo que iba a la cancha de La Gloria a verme jugar y es espectacular para mí. Eso significa que mi paso por el conjunto cordobés no fue en vano y dejó algo, aparte de haber logrado un ascenso a la máxima categoría. Que Dybala me haya observado fue muy loco para mí y no lo puedo creer. Todavía no pude agradecerle por ese comentario, porque no me gusta molestarlo, pero tal vez tenga la oportunidad de hacerlo algún día.

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