A las hermanas Sosa las une mucho más que la sangre, mucho más que el apellido. La estrecha conexión entre ambas está basada, además, en la pasión por el deporte y por la intensidad con la que viven la posibilidad de vestir la camiseta celeste y blanca. Mimí, la mayor, es una histórica jugadora de Las Panteras, la selección argentina de vóley, mientras que Yanina está dando sus primeros pasos en el arco del combinado nacional de fútbol.
“A las dos nos gusta mucho el deporte y, cuando vemos que nos sale bien algo, nos enfocamos en eso. Físicamente también nos parecemos bastante. La manera en cómo nos entrenamos individualmente es lo que nos llevó a las dos a estar en la Selección”, sostuvo Emilce Sosa, conocida por todos como Mimí. Ella es la mayor y la que, desde su departamento en la Ciudad de Buenos Aires, lleva el hilo de la charla por videollamada que Infobae establece junto a su hermana en Estados Unidos.
Mimí y Yanina Sosa son hermanas por parte de padre y, a pesar de no dedicarse a ninguna disciplina de manera profesional, fue él quien les transmitió el amor por el deporte. De pequeña, la mayor se fue a vivir con su mamá a una comunidad Wichí de Formosa y recién en su adolescencia regresó al pueblo para conocer a sus hermanos más pequeños, fruto de un nuevo matrimonio de su papá. El primer encuentro entre ambas fue cuando Yanina tenía alrededor de ocho años: se vieron en una plaza, se pusieron a jugar en las hamacas y en el tobogán y ya nunca más se separaron. El vínculo se hizo cada vez más estrecho, no solo por el amor compartido por el deporte, sino también por la pasión que sienten por el folklore, un legado familiar que ambas sostienen y disfrutan.
En la historia deportiva de ambas hay una particularidad, una suerte de destino cruzado. Mimí jugó al fútbol hasta pasada la adolescencia y recién después se decidió por el vóley. En el caso de Yanina se dio al revés: sus comienzos fueron en el vóley, pero finalmente optó por ser arquera de fútbol. Las determinaciones que ambas tomaron tienen mucho que ver con las condiciones en las que se practica el deporte amateur en el el país.
“Mi sueño era jugar en la selección argentina y vestir la camiseta celeste y blanca jugando al fútbol, pero cuando yo era más chica el ambiente del fútbol femenino era diferente, no había escuelitas. Yo tenía 16 años, jugaba en Belgrano de Córdoba y mis compañeras tenían de 30 para arriba. No encajaba mucho en el equipo porque ellas tenían sus vidas y sus trabajos. Al mismo tiempo, en el vóley estaba la cultura de que las madres y los padres iban a ver los entrenamientos de todas las categorías y se quedaban cuidando a las chicas. Fue mi mamá la que me dijo que probara y hubo un entrenador al que le encantó mi condición física a pesar de que no tenía la técnica. A mí me gustó el desafío y me sentía más cómoda por tener compañeras de mi edad, así que tomé la decisión: me llevé todos los sueños que tenía en el fútbol al vóley y me enfoqué al 100%”, relató Mimí.
Unos años más tarde de aquella historia, Yanina también dejó su Formosa natal para irse a Córdoba a estudiar el profesorado de Educación Física. Junto a Carolina, otra de sus hermanas, recorría todos los días los 40 kilómetros que separan a la capital provincial de Villa Carlos Paz para ir a entrenar en un club de vóley en el que finalmente no pudo jugar de manera oficial por problemas con su pase. Por esos tiempos ya compartía algunos ‘picados’ con sus compañeras de la facultad (era jugadora de campo) y surgió la posibilidad de ir a probarse a Belgrano. Quedó en el Pirata y un día que no estaba la arquera pidió ir al arco. Desde aquel momento nunca más salió de abajo de los tres palos. Tampoco volvió al vóley.
A fuerza de arduo trabajo, Mimí se convirtió en una de las grandes figuras del vóley nacional. Tras su paso por Córdoba dio el salto a Buenos Aires para jugar en Boca y en 2011 se fue al exterior: estuvo tres años en Rumania y siete en Brasil. Luego de una década fuera del país (y sin ver a sus hermanos y hermanas), decidió volver en el 2021 para sumarse a San Lorenzo. “La experiencia afuera me formó como persona: tuve que aprender otros idiomas, otras culturas, otros tipos de entrenamientos y hasta encontrarme con entrenadores con los que no estaba de acuerdo. Haber vivido en otros países y pasar sola muchas cosas me ayudó a estar en los últimos años de la carrera disfrutando de lo que hago”, sostuvo.
Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 significaron un quiebre en su carrera, a tal punto que lleva tatuados en su muñeca derecha los aros y el logo de la competencia. “Los resultados no fueron los que queríamos, pero fue la primera vez en la historia que nuestra bandera estuvo en el vóley femenino en los Juegos. Fue increíble y fue el objetivo de mi vida. Hubo un antes y un después para mí: antes siempre jugaba presionada por ganar, hoy disfruto del vóley y de lo que hago”, recalcó Mimí, que hasta la actualidad no puede creer el haber podido tomar mate en la Villa Olímpica en la misma ronda junto a “monstruos” del deporte nacional como Emanuel Ginóbili, Luis Scola o Juan Martín del Potro. De hecho, el tenista tandilense le regaló las muñequeras y la vincha que usó en el primer partido de aquella competencia. Como fanática del tenis, además, aún atesora las fotos que se sacó con Novak Djokovic, Rafael Nadal o Jo-Wilfried Tsonga.
“A todo el mundo le cuento orgullosa que soy la hermana de Mimí Sosa”, asegura Yanina, y la veracidad de la frase se constata en el brillo de sus ojos y en su enorme sonrisa. De la jugadora de vóley aprendió a ser una deportista profesional: suele pedirle consejos en materia de entrenamientos, comida, descanso y hasta sobre cómo responder en las entrevistas ante la prensa.
Para la arquera, plantearse objetivos a corto plazo ha funcionado como un motor en su crecimiento. Primero, pagó de su propio bolsillo entrenamientos específicos para su puesto y logró asentarse en el arco de Belgrano. Luego, con el anuncio de la profesionalización del fútbol femenino, se planteó jugar en un equipo de Buenos Aires. La recomendación del cuerpo técnico de la selección argentina durante una visoría en Córdoba de buscarse un equipo en la primera división de AFA no hizo más que confirmar los planes que ya tenía en la cabeza. Yanina armó videos con sus atajadas y contactó al representante Luis Loredo para que le buscara club. En agosto de 2020 llegó a Racing y tan solo unos meses más tarde recibió la primera convocatoria para entrenar con el conjunto nacional en el predio de la AFA en Ezeiza.
Pero el camino también tiene obstáculos, como el que Yanina vivió hace pocos días. En la previa de la SheBelieves Cup, el prestigioso torneo amistoso que la Selección disputó en Estados Unidos, el elenco de Carlos Borrello sufrió la baja de la arquera titular, Vanina Correa, y la formoseña fue llamada de urgencia para viajar. Se subió al avión con un test de Covid-19 negativo, pero al aterrizar en Orlando le hicieron una prueba: el resultado fue positivo. Fue así como Yanina debió pasar los diez días que duró el torneo aislada en su habitación de hotel, sin poder jugar ni compartir con sus compañeras. “Con el tiempo me tranquilicé y pensé que por algo pasan las cosas. Tal vez ahora no es mi momento, puede que sea más adelante”, se consoló durante la entrevista que le dio a Infobae desde su encierro. Mimí escucha atenta la experiencia que acaba de atravesar su hermana, en su rostro se advierte una mezcla de identificación y de puro amor de hermana. “Me enorgullece verla ser una profesional”, destaca.
El 2019 fue un año bisagra en las luchas del deporte femenino en la Argentina. El fútbol consiguió la semi-profesionalización de la primera división, mientras que el vóley inició una gran campaña en ese sentido. Las hermanas Sosa respaldan estas demandas por distintos motivos. Para Yanina, “es una oportunidad para dejarle algo armado a las más chiquitas”. Mimí, por su parte, valoró el trabajo que viene realizando en su disciplina el colectivo de ex jugadoras Doble Cambio y agregó: “Como referente de un deporte, hay que estar y aportar el propio granito de arena. Todavía hay un pensamiento muy machista, hay cosas que se naturalizan y que ya no hay que hacerlo. Hoy nos ven más a las mujeres porque salimos a alzar la voz. No aporta nada solamente hacer un deporte, cobrar algo y que no te importe lo que pasa con el resto. Al contrario: el volver a jugar a un país en el que el deporte no es profesional -habiendo sido profesional tantos años- hace que se vea que acá también tenemos un buen nivel. Todavía se ve más al hombre como un producto ya hecho, con resultados, y no nos dan la oportunidad de mostrarnos a nosotras para la comercialización”.
En la actualidad, Yanina, que es profesora de educación física y de folklore, está de licencia de su trabajo en el hotel de Gendarmería Nacional ya que quiere dedicar todo su tiempo a crecer como futbolista. En el caso de Mimí, combina los entrenamientos con San Lorenzo con las capacitaciones que brinda en materia de educación financiera para deportistas. Ya tiene un blog y un E-book sobre esa temática. “En Argentina los atletas en general no cuentan con un sueldo que cubra todos sus gastos, así que poder organizarse ayuda a que puedan cumplir otras metas al terminar su carrera, que suele ser muy corta. Uno piensa que se va a retirar después de los 35 o a los 40 años, pero puede aparecer una lesión a los 28 o a los 24 y, si no te organizaste bien financieramente, tenés que comenzar de cero. Es muy importante ir plantando la semillita para organizarse de cara al futuro”, explica.
La Selección es una ilusión compartida para las hermanas Sosa. “Me genera mucho orgullo y mucha responsabilidad vestir la camiseta de mi país. Quiero luchar por las que vienen y por todas las nenas que quieren jugar al fútbol”, sostiene Yanina, cuyo objetivo de este año es mantener su buen nivel en Racing para luego dar el salto a alguna liga del exterior. En ese sentido, Mimí está haciendo el camino inverso: luego de una década afuera quiere volcar toda su experiencia en San Lorenzo para conseguir una nueva oportunidad con Las Panteras. “Sueño con volver a jugar en la Selección y estar al cien por ciento en el nivel internacional”, insiste la jugadora que luego de nueve años de presencia ininterrumpida se alejó del conjunto nacional por un año sabático y luego por la pandemia.
Luego de una década separadas por miles de kilómetros, Mimí y Yanina por fin coinciden en Buenos Aires. Cada vez que pueden se juntan a comer y a charlar de sus vidas. Mientras, el grupo de Wathsapp que comparten con sus hermanos (son seis en total) explota de mensajes cada vez que hay una novedad en sus carreras deportivas. “Están atentos a nuestros triunfos y a nuestras derrotas. Estamos en contacto todo el tiempo y nos dicen que están orgullosas de nosotras”, comenta Yanina con la misma sonrisa que se le dibuja cuando piensa en la próxima vez que estén todos juntos en Formosa. Ese día, como de costumbre, el tiempo se dividirá entre los picados de fútbol y los partidos de vóley, a los que ya se sumarán sus sobrinos para confirmar que el legado familiar de la pasión por el deporte está más vigente que nunca.
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